Capítulo 4
"En el medio de la noche
Como grito en el silencio
Sonaron tenues voces
Cortándome por dentro"
Esa mañana me había despertado colmada de entusiasmo y energía. Tomé el desayuno a prisa con objeto de sentarme en el porche con mi guitarra eléctrica y mi amplificador portátil para tocar los acordes que había conjurado en mi mente junto a la letra de la canción.
Sin la presencia de la noche envolviendo con sombras mis pensamientos, acepté la hipótesis de que, probablemente, estaba demasiado cansada y rastros de mi inconsciencia perturbaron mi estado de vigilia, incrementando la viveza de mi imaginación. Con aquella precaria explicación, los murmullos ya no hacían eco en mi mente, sino que sonaba la música.
"La torcida soledad
Permite que aún retumbe
Aquel adiós letal
Provocando este derrumbe
Cortándome por dentro".
—¡Perfecto!
Una sola línea de transición entre la estrofa y el estribillo era siempre efectiva, en especial si ralentizábamos el tempo y bajábamos la potencia de los instrumentos antes de explotar en el coro. Con una sonrisa en mi rostro, tomé mi teléfono, enviando un mensaje al grupo de la banda.
Moira: "Tendré la canción lista para esta noche."
Miré hacia el horizonte y respiré el aire puro que corría libre por la planicie. Divisé un pájaro volando por el celeste cielo y mi sonrisa se amplió. Quizá podía salir a caminar más tarde, extenderme tanto hacia el norte como fuera posible, abriendo mis propias alas.
El sonido del celular irrumpió mis pensamientos y descubrí una videollamada entrante. Oprimí el botón para aceptarla y unos ojos marrones enmarcados con intenso maquillaje aparecieron en mi pantalla.
—¡Hola, Jolly!
—Wow, chica. Hoy sí que estás de buen humor.
Mi amiga se pasó la mano por el cabello, desordenando los mechones color magenta que solían ser castaño antes de la decoloración. Los tatuajes en su brazo se hicieron visibles frente a la cámara y los observé hasta que lo dejó caer.
—Creo que al fin le hallé encanto a este lugar —admití.
—Eso, o lograste salir de tu bloqueo —apuntó.
—No estaba bloqueada.
—Sí, lo estabas.
—No. No lo estaba.
Mi amiga puso sus ojos en blanco.
»—¿Qué? —increpé.
Una sonrisa se asentó en sus labios mientras me respondía.
—No puedo creer que te quejes de la arrogancia de Lenon, cuando eres su espejo.
—¡Oye! —intenté sonar ofendida, pero me reí— Al menos yo no pongo gel en mi cabello.
—Lo cual agradezco... Ahora, hablando del burro de Roma, sumemos a los chicos.
Sterling fue el primero en contestar nuestra solicitud para unirse a la videollamada. La cresta de su pelo negro, rapado a los costados, empezaba a crecer más de la cuenta y caía sobre sus ojos marrones. Descifré que se encontraba en la Universidad, pues estaba ataviado con una camisa recién planchada -aunque todos sabíamos, sin que lo admitiera, que en realidad le gustaba usarlas-.
—¡Hey! —nos saludó.
—¿Estás en clase? —inquirió Jolly.
—Estoy en un receso, ¿qué pasa?
—Moira está por terminar la canción.
—¡Oh! —los ojos de Sterling se agrandaron y la ilusión brilló en ellos— ¡Genial! Muero por escuchar material nuevo. Mis manos van a empezar a presentarse solas a los conciertos si seguimos tocando canciones viejas.
—¡Exagerado! Lenon y yo compusimos tres canciones antes de que me fuera —le recordé.
—Pero no llegamos a tocarlas en vivo... Por cierto, luces mejor que la última vez que hablamos.
—Sí. Hoy me desperté inspirada.
—Lenon va a estar feliz de oír eso.
—¿Dónde está?
—Tal vez siga con resaca. Salimos anoche, —explicó Jolly— fuimos a un club para ver una nueva banda de la ciudad. En verdad son buenos.
Una sensación de añoranza arrolló mi pecho y suspiré.
—Quisiera estar allí con ustedes.
—No te aflijas —expresó Sterling— Volverás en cuatro semanas, ¿verdad? Y entonces reventaremos una buena fiesta para tu cumpleaños.
—Tequila con Thriller sonando de fondo —añadió Jolly.
—Y pondremos gigantografías de Freddy Krueger.
—Y de Regan MacNeil poseída.
Nací la noche del treinta y uno de octubre. Cumplir años en Halloween tenía sus enormes ventajas, como hacer fiestas temáticas a pesar de ser ya un adulto. Cada año, mis mejores amigos y yo nos esforzábamos para convertir mi celebración en algo espeluznante con el fin de entretener a mis invitados. Todos amaban venir.
—¡Oh! Y también gigantografías de Lionel Messi.
—Sterling, ¿qué tiene que ver Lionel Messi con Halloween?
—¡Él tiene que ver con todo!
—Ya —los interrumpí— ¿Seguros que Lenon no se sumará a la llamada?
—Si su perezoso trasero estuviera despierto, ya hubiera aparecido —Jolly.
—Entonces les enviaré lo que compuse por la noche.
Cuando finalicé la llamada, luego de pasar otros minutos hablando con mis amigos, la sonrisa que había portado toda la mañana estaba destilando un mayor resplandor de alegría.
Dejé mi teléfono sobre el cojín del asiento y volví a colocar mis dedos en las cuerdas de mi guitarra. Lenon ya me había enviado la melodía para el coro, así que solo me tenía que dedicar a escribir la letra. Empecé a tocar, tratando de evocar las palabras en mi mente.
"La oscuridad perduró
Una tortuosa infinidad
Luz de sol nunca llegó
Nada me pudo salvar
De ese grito en el silencio
Cortándome por dentro".
Me interrumpió un estallido tan potente que se oyó por encima de la música emitida por el amplificador. Fue tan repentino que, en mi sobresalto, no fui capaz de reconocerlo al principio.
Di un respingo, dejando de tocar y prestando atención mayor atención a los sonidos circundantes. Un segundo después, el ruido volvió a escucharse y esa vez fui capaz de identificar un violento relinchar.
Apoyé el instrumento contra el parlante mientras me ponía de pie y descendí los tres escalones del porche. Siguiendo el sonido, -emitido cada vez con más fuerza-, rodeé la casa y encontré uno de los caballos fuera del establo.
El tamaño del animal era imponente, en especial porque se había parado sobre sus patas traseras y agitaba las delanteras en el aire con brío. No sabía qué lo estaba alterando de esa forma, pero su nerviosismo era evidente y lo primero que acudió a mi mente fue el recuerdo de Fred enseñándome a cuidar de los animales.
—Los caballos sienten lo que sientes —me había explicado— Si te espantas ante el peligro, ellos también lo harán. Tienes que mantenerte calmada y transmitirle esa calma hablándole despacio.
—¡Rory! —llamé al caballo, reconociéndolo.
Éste se dejó caer y el suelo tembló cuando sus patas delanteras lo golpearon.
Fue entonces que divisé la causa de su inquietud.
Justin estaba allí, de pie a pocos metros del animal. Su cuerpo parecía rígido, aunque sus manos, -convertidas en puños a sus costados-, se abrían y se cerraban a extensos intervalos. Lucía tan inexpresivo como siempre y su mirada vacía estaba centrada en el caballo, quien parecía histérico por su presencia.
—Rory... —repetí con voz serena, dando pasos suaves hacia él.
—Acarícialo —había recomendado Fred aquel día— La muestra de afecto lo tranquilizará.
Cuando estuve lo suficientemente cerca de Rory, estiré mi brazo con lentitud hasta tocar su rostro con mis dedos. Al principio se encogió, dispuesto a apartarse, mas apoyé mi otra mano en su copete y se quedó quieto.
—Eso es... —murmuré— Todo está bien.
Su vista dejó de centrarse en Justin y me encontró. Lo acaricié con suavidad, sintiendo que sus espasmos nerviosos comenzaban a ceder.
—Todo está bien.
Mientras le hablaba, deslicé mi mirada hacia el chico. Él me estaba dedicando un pronunciado ceño fruncido, pero su inexplicable molestia no me importaba. Lo que ocupaba mi mente era el interrogante de lo que había hecho con el caballo para que éste reaccionara así.
—¿Qué pasó? —inquirí, procurando mantener el tono de mi voz suave para no alarmar al animal.
—Nada pasó —respondió el chico, con la mandíbula tan tensa que fue difícil descifrar las palabras a través de sus dientes apretados.
—¿Por qué Rory está tan nervioso?
—No lo sé.
—¿No lo sabes?
—¡Te dije que no lo sé! —espetó, elevando el volumen de su voz— De todas formas, ¿a ti qué diablos te importa?
—Me importa si estoy preguntando, ¿no crees, idiota?
Sus cejas se elevaron ante mi insulto, provocando que sus ojos se abrieran revelando sus contornos dorados.
Honestamente, yo no estaba sorprendida por mi propia brusquedad. Se lo merecía, pues estaba siendo demasiado adusto conmigo y no iba a permitir que me tratara de esa forma.
Quizá no era algo personal. Quizá vivir aislados había convertido a los hermanos Blackburn en personas asociales, pero ese no era mi problema y no pensaba tolerarlo.
En ese momento, Justin comenzó a reír. Sin embargo, no fue un sonido agradable. Las carcajadas que brotaron de su pecho fueron sarcásticas y maliciosas. En conjunto con su tono grave y ronco, produjeron que un escalofrío recorriera mi espalda.
Logré reprimir el estremecimiento, pero el caballo no. Rory empezó a temblar ante la risa de Justin, relinchando de nuevo.
—¡Oye! Oye... —susurré para tranquilizarlo— Está bien.
La situación me resultó extraña y volví a ser asaltada por el miedo que había sentido la noche anterior después de oír las voces.
Miré a Justin de soslayo. Había parado de reír y me miraba fijamente con aquellos ojos muertos.
—¿Qué está pasando? —interpeló una voz femenina.
Annie se hallaba a pocos metros de nosotros.
—El maldito caballo se escapó del establo —explicó Justin, mirando a su madre con una férrea intensidad en sus ojos, como si tratara de enviarle un mudo mensaje.
Ella observó a Rory, la forma en que mis dedos aún acariciaban su pelaje y luego a mí.
—Gracias por calmarlo, Moira —me sonrió.
—No hay problema... —respondí con voz débil, aclarando mi garganta antes de volver a hablar— Solo hice lo que Fred me indicó.
—Vaya, vaya. Aprendes rápido.
Justin giró sobre sus talones y empezó a alejarse de nosotras. Annie lo siguió con la mirada un instante antes de volver a centrarse en mí.
—No te preocupes por Rory, yo lo llevaré al establo. Tú puedes ir adentro, el almuerzo ya está listo.
—¡Oh, no! —golpeé mi frente con una mano— Prometí que iba a ayudarte a prepararlo. Lo siento mucho.
La mujer expidió unas suaves carcajadas.
—No hay problema. Sabía que estabas con tu guitarra y tu abuela me contó lo mucho que amas la música. No quería interrumpirte.
Luego de disculparme de nuevo mientras ella se hacía cargo del animal, volví al porche, junté mis cosas y entré a la casa. Troté ascendiendo las escaleras y dejé el instrumento sobre mi cama junto al amplificador. Ingresé al baño para lavarme las manos y me dirigí de nuevo al piso inferior, ingresando a la cocina.
Mi abuela era la única sentada a la mesa.
—¿Dónde está Annie? —preguntó.
—Un caballo escapó del establo y fue a devolverlo.
—Oh, ese era el embrollo que oíamos.
Estaba a punto de contarle que Rory se había alterado por Justin, pero Annie regresó en ese momento.
—Fred se quedará arreglando algunas maderas rotas del establo, así que seremos solo nosotras en este almuerzo —anunció, el entusiasmo era audible en su voz— ¡Momento de chicas!
Almorzamos pasta y compartimos una conversación amena. Quise preguntarle a Annie por Penelope, ya que era la única que faltaba, pero supe que sería entrometido de mi parte. Sin embargo, ella no dudó al interrogarme sobre mi vida privada.
—¿Tienes novio, Moira?
La pregunta no me incomodó, era una que le hacían múltiples veces a una joven de mi edad, pero sí me tomó desprevenida, pues estábamos hablando de un tema completamente diferente segundos antes.
La imagen de un chico moreno con cabello rubio oscuro y ojos celestes apareció en mi mente y me sonrojé.
—No —respondió Dorothy por mí, mostrando una sonrisa pícara— Tiene muchos novios.
—¡Abuela! —intenté reprocharle mientras me reía.
—¿Qué? Digo la verdad. Los muchachos babean tus pies.
—Esa es una metáfora asquerosa, Abue... Y no, Annie. No tengo novio. Creo que no estoy hecha para relaciones serias.
Mi imaginación volvió a evocar al chico, a los hoyuelos que se formaban en sus mejillas cuando sonreía, pero lo ignoré....
Porque él no era real.
—¿Por qué dices eso? —inquirió Annie, asombrada.
—Terminé con mi ex hace un año. Estuvimos juntos bastante tiempo y... no fue una gran época. Cuando lo nuestro se acabó, me di cuenta que estaba mucho mejor soltera.
—¿Él no era un buen novio?
—No lo sé. Éramos muy jóvenes y yo salía mucho de gira. Tengo una vida nocturna agitada por la banda. No cualquiera soporta eso... Mi ex sucumbía a los celos y me causaba muchos problemas.
—Un dolor de cabeza —comprendió Annie, asintiendo— Ninguna relación debe sentirse como un peso que cargar. Sí, las parejas requieren esfuerzo, pero no un sufrimiento constante.
—Exacto. No iba a quedarme en una relación donde los momentos lindos eran solo recompensas por todo lo malo —declaré.
—Eres joven, seguro encontrarás al...
Annie se interrumpió a sí misma. Apretó sus labios y sus ojos se estrecharon de manera casi imperceptible, aunque pude vislumbrar un indicio de angustia en ellos. Tragó saliva y centró en la mesa su mirada, evitando la mía.
»—Bueno... Limpiaré la mesa y luego podemos buscar algo en la televisión —ofreció.
Con un poco de insistencia, logré que me permitiera lavar los platos mientras ella preparaba té helado. Luego, nos trasladamos a la sala, donde nos sentamos en los sillones para sorber la bebida y ver una película.
La trama iba desarrollándose por la mitad cuando Fred y Justin ingresaron a la vivienda.
—¡Aquí estás! —exclamó Annie, efusiva— Estaba esperando que regresaras temprano.
Al principio creí que le hablaba a su marido, mas no tardé en reparar que su vista estaba centrada en Justin.
—¿Qué pasa? —pronunció él con desgano.
—Moira nos comentó que le gustaría salir a caminar hoy. Podrías mostrarle algunos de los matorrales.
Mis músculos, relajados hasta el momento contra el respaldo del sofá, se pusieron rígidos de repente. Erguí mi postura, apresurándome a hablar.
—Oh, no. No, no hace falta. Después de semejante almuerzo, ya no tengo tantas ganas...
—Créeme, las ganas volverán en cuanto veas los lugares hermosos que hay aquí, ¿verdad, Justin?
La expresión en el semblante de su hijo indicaba lo contrario. Estaba observando a su madre con un ardiente enojo refulgiendo en sus pupilas.
—Estoy ocupado —contestó, seco.
—No, no lo estás —remarcó su madre— Así que toma unas botellas de agua y lleva a Moira a caminar.
Era la primera vez que oía autoridad en el tono de Annie y fue realmente admirable, como si no hubiera lugar a llevarle la contraria.
Aun así, Justin insistió.
—No voy a hacerlo.
—¡Justin! —exclamó Annie, irritada— Moira te ayudó con Rory hoy. Lo menos que puedes hacer ahora es ayudarla a ella.
Estaba un poco incómoda por ser el tópico de discusión, mas aquellas palabras lograron llevarse mi atención. ¿En qué debía ayudarme Justin? ¿Y por qué? No sabía a lo que se refería y mi tentación por preguntar era grande, pero mi sorpresa al ver a Justin ceder frente a la petición de su madre fue mayor.
Él exhaló con brusquedad y clavó la mirada en mí.
—Salimos en diez minutos exactos —dictaminó.
Tardé veinte minutos prepararme. Lo hice a propósito. No solo quería desacatar su orden, sino también pretendía retrasar el paseo ya que no me apetecía pasar la tarde a su lado. Él hizo un comentario mordaz sobre mi demora, pero lo ignoré al tiempo que abandonábamos la casa y comenzábamos nuestra travesía.
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