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Capítulo XIV


Aquí os dejo un nuevo cápitulo, la cosa se pone más interesante !!!

La obra está registrada y publicada por lo que está prohibido su copia o reproducción. Todos los derechos reservados.

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Capítulo 14

Cerré la puerta de la habitación dejando a James dentro, aún tenía el pulso acelerado después del encuentro en la puerta. La atracción que me provocaba era increíble, solo con tenerlo cerca me ponía de lo más nerviosa. Respiré profundamente y sin hacer ruido me asomé por la baranda del piso superior. Todo estaba a oscuras y solo el sonido del reloj quebraba el silencio de la casa. Bajé casi de puntillas las escaleras y corrí hacia el despacho, entré y cerré la puerta.

La luz que se filtraba por las finas cortinas me permitía ver lo suficiente para encontrar lo que andaba buscando. Pude ver que en la pequeña mesilla se encontraban varios vasos de bebida vacíos y un puro, hacía años que mi padre no fumaba puros, la caja estaba abandonada en uno de los cajones. Por la cantidad de vasos que vi, debió pasar la tarde bebiendo... Aquello me confirmó que estaba dolido y decepcionado conmigo, eso me entristeció enormemente. Me concentré en lo que había venido a hacer y comencé a rebuscar entre los documentos de la mesa hasta encontrar uno escrito por Thomas. Tenía una letra elegante y clara, no me pareció que resultase muy difícil de copiar. Cuando estaba colocando todo en su sitio, por debajo de la puerta se coló la luz de una vela que provenía del hall y el picaporte de la puerta comenzó a girar, presa del miedo no supe que hacer y opté por esconderme bajo el enorme escritorio de mi padre.

Alguien entró en el despacho y la estancia quedó tenuemente iluminada, sin hacer ruido asomé un poco la cabeza y pude ver que se trataba de Doris que agarró los vasos y el cenicero con el puro.

—Una nunca deja de trabajar en esta casa —se quejó mientras resoplaba.

Se marchó y el despacho volvió a quedar a oscuras, respiré aliviada y salí de debajo de la mesa. Cogí una pluma y del dispensario que se encontraba sobre la mesa un sobre y una hoja en blanco. Esperé unos minutos hasta que di por hecho que Doris habría llegado a la cocina y salí pitando de allí. Subí de nuevo a mi habitación y cuando entré James estaba curioseando mi armario y tenía en la mano el vestido que me puse la noche del teatro.

—¿Ya estás aquí? —me dijo haciéndose el sorprendido.

—Sí, ¿me puedes explicar qué haces hurgando en mi armario? —le pregunté cruzando los brazos—. ¿No sabes que eso es privado? —le regañé cariñosamente.

—Estabas preciosa la noche del teatro con este vestido. Lástima que por mi culpa lo hayas estropeado —me dijo señalando la parte de abajo del mismo.

No pude evitar ruborizarme al pensar en nuestro primer beso aquella noche, él sonrió y volvió a colocarlo en su lugar. Me observó por unos segundos desde su posición y de repente... ya le tenía al lado.

—¿Por qué tienes que hacer eso siempre? —le pregunté con una mueca de desaprobación.

—No sabes lo liberador que es para mí no tener que fingir ser humano cuando estoy contigo, deja que sea yo mismo —me dijo suplicándome con sus ojos grises, ¿quién podía resistirse a aquellos ojos? Yo no desde luego.

—Está bien... lo siento, aún no me acostumbro a estas cosas —me disculpé tras un suspiro.

—¿Has conseguido todo?, tardaste poco —me preguntó.

—Sí, aquí está todo —le dije mientras dejaba las cosas sobre mi tocador. Cogió el documento escrito por Thomas y lo observó detenidamente durante un par de minutos

—Su letra es fácil de imitar— concluyó.

Se sentó en la banqueta forrada con tela floreada del tocador. James era alto y resultaba gracioso verle ahí sentado, aquel asiento era pequeño para su estatura. Comenzó a redactar la carta, su velocidad escribiendo era pasmosa, no tardo ni un minuto en escribirla. Cada vez me asombraban más sus aptitudes de vampiro y aún había muchas cosas que ni siquiera había visto y que esperaba que me mostrase cuando llegara el momento oportuno. Quizás no fuese tan malo si el consejo me obligase a convertirme como requisito para estar con él, creo que incluso podría acostumbrarme. Se levantó y me entregó la carta para que la leyera. Me acerqué al quinqué para ver mejor y me senté en la cama dispuesta a leer su contenido. Observé la letra y era exacta a la de Thomas.

—A ver qué te parece —me dijo, antes de empezar a leerla.

"Querida Emily

Jamás imaginé que me traicionarías, la mujer con la que estaba a punto de casarme, la que pensé que sería mía para siempre. No quiero tenerte cerca y si permanezco más tiempo en Londres creo que no podré soportarlo. Tampoco tengo el valor de despedirme de tu padre, no sé cómo mirarle a la cara, ruego que me despidas de él. He de irme y no sé cuándo podré regresar, la humillación y el dolor no me dejan pensar con claridad.

Me marcho esta misma noche.

Thomas"

Al terminar de leerla casi pude sentir que el mismo Thomas había escrito esas palabras, que era cierto que se había marchado y que no estaba muerto. James me miraba atentamente pendiente a mis reacciones, me quedé sin palabras.

—Dime, ¿qué te parece? —me preguntó esperando mi aprobación.

Le miré y le devolví la carta, no podía hablar, era como si me hubiese quedado en shock después de leerla, James se agachó hasta quedar a mi altura y levantó suavemente mi barbilla con su dedo.

—¿Estás bien? —no dije nada, tan solo le abracé.

Permanecí unos segundos en silencio pensando. Solo necesitaba sentir que aquello iba a funcionar, que no sucedería nada más. Una vez esa carta estuviese en el buzón ya no habría vuelta atrás. James deshizo nuestro abrazo y me agarró de los brazos obligándome a prestarle atención.

—Emily ¿estás segura qué quieres hacerlo?, si tú me lo pidieras ahora mismo podría ir a la policía y decirles que yo maté a Thomas, que estaba celoso. Después escaparía y me marcharía a otro lugar, solo tendría que cambiar mi identidad y todo esto sería solo un mal recuerdo. Podrías seguir con tu vida normal —me aseguró muy serio, estaba dispuesto a hacerlo si yo se lo pedía.

No podía dejar que hiciese eso, el dolor de su perdida sería peor que cualquier sentimiento de culpa o remordimiento. Yo era la que había decidido dejar a Thomas y por tanto también era mi culpa el encontrarnos en esta situación. (Ya era hora de dejar de lamentarse) me dije a mí misma.

—No James, estoy bien. Solo ha sido un momento de confusión, no soportaría perderte, no vuelvas a pedirme eso. Me da igual todo lo que tenga que pasar mientras estés a mi lado —le di un beso rápido en los labios y me puse en pie—. Pon la carta en el sobre, la depositaremos en el buzón e iremos a casa de Thomas a recoger sus pertenencias.

Tenía que ser fuerte si quería terminar con aquello de una vez, aunque sabía que lo más duro estaba aún por llegar, fingir que nuestra mentira era verdad. James metió el papel en el sobre y escribió mi nombre en él.

—Marchémonos de aquí, tenemos cosas que hacer —me dijo mientras introducía la carta en el bolsillo de su chaqueta—. Saldremos por el balcón.

Apartó las cortinas y abrió las puertas, sin mediar palabra se acercó a mí y me cogió en brazos.

—¿Piensas saltar conmigo en brazos? —le pregunté con tono irónico.

—Pues claro, de algo deben servir mis habilidades. Aunque solo sea para salir sigilosamente de tu casa —respondió con una sonrisa burlona en su rostro.

—Eres incorregible —afirmé—. Está bien, vamos antes de que me arrepienta.

Salimos al balcón y de un salto se colocó sobre la baranda de piedra. Desde allí había una distancia razonable hasta el suelo, no pude evitar cerrar los ojos, no quería ver como saltaba... No era lo mismo bajar por la enredadera que saltar directamente. Escuché la risa de James cuando saltó, una brisa fría agitó mi cabello y pude sentir como el vestido se movía por la velocidad de la caída, no noté cuando aterrizamos. Abrí los ojos y ya estábamos abajo.

—¿Ves?, no ha sido para tanto pequeña —no dejaba de reír mientras me depositaba en tierra firme.

— ¿Por qué, siempre te ríes de mí? —Le pregunté un poco molesta—. ¿Tan graciosa te parezco?

—Lo siento, pero tus reacciones humanas me resultan encantadoras —me besó en la mejilla y acto seguido agarró mi mano—. Vamos.

Nos dirigimos al buzón y depositamos la carta, (ahora sí empezaba la trama de verdad) me dije. Observé los alrededores de la casa para asegurarme que no había nadie.

—No te preocupes, no hay nadie —aseguró—. Si hubiese alguien lo sabría, aunque se encontrase al otro lado de la verja —le miré sin saber qué quería decirme—. Al igual que me muevo a más velocidad que un humano, también puedo escuchar lo que sucede a más metros de distancia. Incluso puedo agudizar la vista y ver detalles que los humanos no pueden percibir —me aclaró.

Cada vez me sorprendía más lo que podía hacer un vampiro, la única parte que no me gustaba era la de tomar sangre de otras personas.

—Ven —me indicó con la mano. Me acerqué y me tomó de nuevo en brazos— así iremos más rápido.

—Pero... ¿Sabes acaso dónde está la casa de Thomas?

—Sí, el día de la fiesta mientras nos dirigíamos hacía aquí me indicó cual era.

—Sí... típico de Thomas —le afirmé—. Vayámonos y terminemos con esto de una vez.

—Como ordene señorita.

Corrió hacia la verja de la entrada y la saltó como si mi peso fuera el equivalente al de una pluma, después comenzó a correr calle abajo. Tanta era la velocidad que no alcanzaba a ver por dónde nos movíamos, me estaba mareando. Cerré los ojos y me acurruqué en su pecho. La casa de Thomas se encontraba a varias manzanas de la nuestra, aunque yo solo había ido una vez cuando su abuela falleció. Se tardaba unos quince minutos a pie pero nosotros tardamos dos en llegar.

Me bajé de sus brazos un poco mareada, tenía frío y James me colocó su chaqueta sobre los hombros.

—Yo no la necesito —me dijo.

Nos encontrábamos al otro lado de la puerta de la entrada, pude observar que el jardín estaba descuidado, lleno de hierbajos y flores secas. Hacía bastante tiempo que nadie se ocupaba de aquel jardín, algo que no comprendía pues según Thomas tenía trabajando un par de personas que se encargaban del mantenimiento de la casa, el porche de la enorme edificación estaba sucio y la madera corroída por el tiempo, no entendía nada. Nos dirigimos a la puerta principal y nos detuvimos.

—Aquí no hay nadie Emily, está vacía —me informó.

Seguía sin entender por qué estaba todo tan descuidado.

—¿Cómo entraremos sin derribar la puerta? —le pregunté.

—Eso déjamelo a mí.

Concentró su mirada en la cerradura y de repente se escuchó un clic indicando que se había abierto.

—¿Cómo hiciste eso? —le pregunté incrédula frente a lo que acababa de presenciar—. ¿También puedes manipular cosas con la mente?

—Bueno no puedo mover objetos, pero si me concentro puedo hacer ceder algunas cerraduras y otros pequeños trucos —me explicó.

Aún sorprendida por aquello empujé la puerta y entramos dentro. La casa se encontraba casi en la penumbra y el interior al igual que el jardín estaba descuidado y sucio, la única opción razonable que se me ocurría para justificar el deplorable estado de aquella vivienda era que Thomas en realidad me mentía y no tenía suficiente dinero para mantenerla en condiciones y mucho menos para contratar sirvientes. Ahora cobraba más sentido en mi cabeza el hecho de que realmente solo quería casarse conmigo por el dinero de mi padre.

—Vaya Thomas no era lo que aparentaba ser —dijo James, mientras se paseaba por el salón sin apenas muebles y polvoriento.

—Busquemos su habitación y recojamos todas sus cosas. No hay tiempo para suposiciones sobre apariencias —respondí enfadada, me sentía más engañada por Thomas que ninguna otra vez.

Avancé decidida por el pasillo observando cada una de las habitaciones. James me seguía sin mediar palabra, debió percatarse de mi estado de ánimo. La mayoría de las estancias estaban vacías, tan solo la del final tenía muebles. Dentro había una cama, un armario y una pequeña mesilla en el lado derecho de la cama. Era penoso ver cómo estaba todo. Sobre el armario pude ver que se encontraba una maleta de piel marrón, le indiqué a James con la mano que la bajase y así lo hizo dejándola sobre la cama. Abrí el armario para ver su contenido, pero solo constaba de tres trajes y un par de zapatos, algo que no entendía pues cobraba un buen sueldo en el bufete. Si bien era cierto pasaba la mayor parte del tiempo en casa o trabajando pero eso no justificaba el estado de la casa, el único motivo que se me ocurría para aquello era que tuviese alguna deuda que debía que pagar, conociéndole me esperaba cualquier cosa.

—Yo recogeré todo, tardaré mucho menos —aseguró mientras abría la maleta.

—Como prefieras —le dije, sentándome sobre la vieja cama que crujió con mí peso.

A su velocidad habitual recogió todo lo que había en la mesilla y el armario colocándolo en el interior de la maleta.

—Ya tenemos todo lo necesario, vayámonos de aquí —agarró la maleta y salimos de la casa.

Cerramos la puerta y contemplé por unos segundos la casa. Una sensación de pena me invadió, pena al saber que parte de la vida de Thomas era mentira, que estaba arruinado y presumía de ser un hombre adinerado delante de todos. Agarré el brazo de James recordando la suerte que había tenido al elegirle a él, se giró y nuestras miradas se encontraron en mitad de la noche, todo mi cuerpo se estremeció al sentir aquellos ojos penetrantes sobre mí.

—Te quiero —le dije sin pararme a pensarlo.

—Y yo a ti, si no ¿por qué iba a estar haciendo todo esto? —me sonrió y nos besamos.

Aún quedaba una última cosa por hacer.

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