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Capítulo XIII

Aquí os dejo un nuevo cápitilo, espero que os guste !!!

La obra está registrada y publicada por lo que está prohibido su copia o reproducción. Todos los derechos reservados.

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Capítulo 13

Me sentía más tranquila después de tocar el piano, era mi pequeña vía de escape. Ahora agradecía que mi madre me hubiese obligado a tomar clases cuando tan solo tenía cinco años. Nunca imaginé que las largas y hastiosas clases me fueran a servir de terapia cuando estaba triste o enfadada. Ella me hubiese entendido hoy, me habría escuchado y aunque no le pareciese bien me hubiera dicho que tomara la decisión que creyese correcta, la echaba tanto de menos... En estos momentos me sentía sola en el que siempre fue mi hogar.

Miré la puerta del despacho, sabía que mi padre estaba dentro pero ya no sería el mismo conmigo, le había decepcionado y tardaría mucho tiempo en perdonarme, pero ahora debía ocuparme de otro asunto, deshacerme del vestido cubierto de sangre.

Subí a mi habitación y abrí la puerta del armario esta emitió un ruido sordo debido su antigüedad. Rebusqué en el fondo bajo la ropa hasta que noté el tacto acartonado del vestido. Debido al paso de las horas la sangre se había secado dándole aquel tiento áspero y desagradable, lo saqué y lo escondí entre mis enaguas. Me dirigí al jardín dispuesta a encontrar un buen sitio donde enterrarlo, me acerqué a la caseta de herramientas que se encontraba cerca de los establos; por suerte no había nadie por allí en aquellos momentos, agarré la pala que se encontraba apoyada en uno de los lados de la misma y busqué un lugar donde depositar el trapo y que no pudiese ser descubierto. El sitio que elegí estaba a unos metros de la tumba de mi madre. Empecé a cavar bajo uno de los árboles que rodeaban aquella zona, cavé hasta que consideré que el agujero era lo suficiente profundo para esconderlo y que no pudiese ser encontrado. Yo misma estaba asombrada de lo que estaba haciendo, nunca había hecho nada arriesgado y ahora estaba intentando esconder las pruebas de mi encuentro con Jena, pero... ¿qué más podía hacer? Era mi deber proteger a James, todo aquello se había producido por mi culpa. Tenía que protegernos a los dos, si alguien descubría lo que había pasado nos acusarían de asesinato y seguro que terminaban descubriendo que James había matado a Thomas. Él seguro que me excusaría de toda responsabilidad llevándose todo el peso de la culpa y sus consecuencias, eso era algo que no podía permitir.

El suelo estaba húmedo y hacía que la tierra estuviese muy compacta, por lo que sería más fácil esconder el vestido, el peso de la tierra prensaría el trozo de tela y sería más difícil encontrarlo. Terminé de enterrarlo y limpié cualquier huella que pudiese haber dejado en el proceso. Me alejé rápidamente del lugar y deposité de nuevo la pala donde la encontré, estaba nerviosa y mi pulso estaba acelerado, temía ser vista, por lo que corrí hacía casa y subí a mi habitación cerrando la puerta tras de mí.

Me sentía cansada, no físicamente, pero si mentalmente. Estaba decepcionada y triste por la reacción de mi padre. ¿Cómo podía estar a favor de Thomas en vez de preferir mi felicidad?, no lo entendía... Me tiré en la cama, ni siquiera tenía hambre. No me apetecía estar sentada a la mesa con él bajo su mirada juiciosa. Comencé a llorar al igual que una niña, desconsoladamente y sin poder parar. Solo quería que anocheciese para que James apareciese por la puerta del balcón, que me abrazase, y me asegurase que todo iba a salir bien. Pero sobretodo necesitaba saber qué había hecho con el cuerpo sin vida de Thomas. Ahora tenía que pensar en cómo justificar su ausencia, mañana no aparecería por el bufete y todo se volverían preguntas y más preguntas. Después hablaría con James y decidiríamos cómo hacerlo.

Doris subió para informarme que iban a servir la comida, pero le dije que no tenía hambre y no bajé a comer. Permanecí tirada en la cama la mayor parte de la tarde, incluso creo que me dormí durante breves periodos de tiempo, los minutos parecían horas y yo solo quería que fuese de noche para ver a James. Al fin comenzó a anochecer y me asomé al balcón, sabía que no tardaría en aparecer. Fuera hacía frío y el cielo estaba cubierto de nubes, tenía toda la pinta de que fuese a llover de un momento a otro, aunque no se podía saber con exactitud ya que en Londres solían abundar los días nublados, húmedos y con niebla. Mi padre ni siquiera había intentado hablar conmigo desde nuestra discusión. Era como si no estuviese en casa, aunque no había vuelto al bufete ya que no escuché su carruaje.

Debía estar bastante enfadado y desanimado para hacerlo y desde luego no iba a ser yo la que pidiese perdón. Mientras me perdía entre mis pensamientos sentí el frío tacto de una mano sobre mi cuello, era suave, delicada y lo acariciaba dulcemente. Me di la vuelta con una sonrisa, sabía que era James. Él era el único que me hacía feliz, le mire y su perfección me abrumó. Era imposible que existiese alguien tan hermoso como él, me agarró de la cintura y estrechándome contra su pecho me besó en los labios.

—¡Oh! James te he echado tanto de menos... —le confesé mientras le abrazaba fuertemente.

—Ya estoy aquí pequeña, ya nada puede separarnos —afirmó—. Ven entremos dentro, aquí hace frío para ti.

Agarró mi mano y entramos en la habitación cerrando la puerta del balcón y las cortinas para que no se viese nada desde fuera. Dentro estaba todo oscuro así que encendí el quinqué y nos sentamos en la cama.

—Necesito saber que has hecho con el cuerpo de Thomas —le dije con voz suplicante, no podía esperar más, necesitaba respuestas. Me miró y acarició mi mejilla.

—No debes preocuparte por eso, ya está solucionado.

—Cuéntame que hiciste con él, quiero saberlo —le exigí.

—Está bien —me dijo con resignación—. Me adentré en lo más profundo del bosque y cavé un hoyo de varios metros de profundidad. Nadie podrá encontrarle ahí, es un lugar por donde no pasan personas, un lugar virgen... ni siquiera te diré como se llega, ni el sitio exacto donde está enterrado. No quiero exponerte a más peligros.

Me tranquilizó enormemente saber que ya se había desecho del cadáver a la par que me sorprendía la frialdad con la que estábamos tratando el tema. Había muerto una persona con la que había estado a punto de casarme, pero si lo pensaba fríamente él se lo había buscado. Si no hubiese sido tan orgulloso aún seguiría con vida. No podía dejar que se llevase toda la carga de aquello, que me dejase al margen.

—James, yo también soy responsable de lo sucedido y no quiero que cargues tú solo con toda la responsabilidad —me miró casi con una sonrisa en su rostro.

—Emily, no es el primer cadáver del que me deshago, sé lo que hago. Créeme cuando te digo que quiero mantenerte al margen, a mí no me afecta de la misma manera que a ti, cuanto menos sepas mejor —me agarró y me sentó en su regazo, me sentía a salvo en sus brazos.

Por alguna extraña razón creía en sus palabras, quizás demasiado... pero le amaba y solo quería tenerle cerca y la única forma de hacerlo era confiando en él.

—¿Y qué harás con el carruaje?

—Nada, recuerda que le dije a tu padre que poseía uno para viajar a la ciudad, además Thomas vivía solo, podemos achacar la ausencia de su carruaje al hecho de que se ha marchado de Londres —su voz sonaba segura y convincente.

Escuchando sus palabras supe que ya tenía todo pensado. Tal vez todo era más fácil de lo que pensé en un principio, quizás todo podría ocultarse de una forma que resultase creíble y que no levantase sospechas. Empecé a dar vueltas a la cabeza y se me ocurrió la forma de justificar su desaparición. Me levanté y empecé a caminar de un lado a otro de la habitación bajo la atenta mirada de James, que seguía cada uno de mis movimientos.

—Ya sé cómo justificaremos su ausencia —dije finalmente—. Esta noche iremos a casa de Thomas y recogeremos todas sus cosas, haremos creer a todos que se ha ido de Londres. Después esconderemos todo en el sótano de mi antigua casa y haremos creer a todos que se marchó a causa de nuestra ruptura —seguí dando vueltas por la estancia hasta que James tiró de mi obligándome a sentarme de nuevo a su lado.

—Tranquilízate Emily, estás consiguiendo que me ponga nervioso —no sabía exactamente a qué se refería. Él nunca se ponía nervioso, su tranquilidad ante todas las circunstancias era abrumadora.

—¿A qué te refieres? —le pregunté extrañada.

—Tu corazón late de forma acelerada. Siento como tu respiración se agita y la sangre corre rápidamente por tus venas, deseo tomarte y tomar su sangre y este no es el lugar más indicado para hacerlo —confesó mientras dejaba mi hombro al descubierto y me besaba en el cuello.

No podíamos dejarnos llevar en aquellos momentos, teníamos que terminar de concretar los detalles de la desaparición. Aparté dulcemente su cabeza de mi cuello y mirándole a los ojos le besé suavemente en la mejilla, no hizo falta decir nada más. Entendió perfectamente lo que quería decirle, después de colocarme bien el vestido se apartó.

—Lo siento —se disculpó con una pícara sonrisa.

—¿Cómo haremos para que se sepa que su marcha fue voluntaria? —era el único cabo suelto que quedaba por unir.

Se quedó pensativo durante un minuto a la vez que se cogía la barbilla con la mano y la frotaba de una forma un tanto graciosa. Me asombraba la forma en que a veces dejaba ver su lado humano con detalles como ese.

—¿Tienes algún documento escrito con su letra? —me preguntó.

—Mmm... sí claro, en el despacho de mi padre debe haber alguno ¿para qué lo necesitas? —no entendía en que podía ayudarnos un documento escrito por Thomas.

—Copiaré su letra y escribiré una carta que depositaré en tu buzón dirigida a ti, donde explicará por qué se marchó y donde dejará claro que no volverá. Después enseñarás esa carta a tu padre y él mismo se encargará de comunicárselo a todas las personas que le pregunten por Thomas —manifestó con su voz firme. Era imposible dudar de su palabra cuando hablaba de aquella forma.

—¿Estás seguro que podrás copiar su letra? —la idea era buena, me miró y sonrió.

—Tengo una gran memoria visual y habilidad escribiendo, durante años he variado mi tipo de letra. Cada cierto tiempo cambiaba de identidad y variaba mi forma de escribir, es otro de los métodos que utilizo para pasar desapercibido y no levantar sospechas sobre mi condición como vampiro. No tendré ningún problema para copiarle —aseguró con aire de autosuficiencia. Le gustaba ser un vampiro y todas las habilidades que le confería tal hecho.

Ahora un cúmulo de preguntas apareció en mi mente... Si cada cierto tiempo cambiaba de identidad, James no era su verdadero nombre, ni siquiera la historia de sus padres que contó la noche de la cena sería verdad, ¿ocultaría más cosas? Debió notar un cambio brusco en mi expresión pues me pellizcó la nariz con suavidad.

—¿Qué te pasa Emily? De repente te has ido a otro sitio —le miré con cara de pocos amigos.

—Dime James, si es que te llamas así realmente, porque después de saber que cambias de identidad no sé si ese es tu nombre —una sonora carcajada resonó en la estancia—. ¿Te hace gracia lo que digo? —le pregunté enfadada.

—Emily, James es mi nombre, hace más de dos siglos que no lo he cambiado, así que no te he mentido. Mi nombre en la actualidad es ese, es cierto que los apellidos tampoco son reales, pero es necesario que lo haga de esa forma. No puedo exponerme a ser descubierto, si usase mi nombre real llamaría demasiado la atención, créeme que no es un nombre muy convencional. Pero ya has visto como soy, es lo que realmente importa, lo demás es solo un tema de supervivencia —me explicó pacientemente.

Ahora tenía muchas más preguntas en mi cabeza. Quería saber cuál era su nombre real, saber de su pasado, dónde había nacido, en qué época, saber más cosas del hombre que amaba y con el que pasaría el resto de mi vida. Pero aquel no era el momento para aquella conversación, en el futuro la tendríamos y era su deber ser sincero si de verdad quería formar parte de mi vida.

—Está bien, me fio de tu palabra, pero recuerda que tenemos una conversación pendiente donde me tendrás que explicar todo —le advertí ya menos enfadada.

—Te lo prometo, tendemos esa conversación más adelante —me aseguró muy serio. Tuve la sensación de que no le gustaba hablar de su pasado.

—Eres toda una caja de sorpresas —admití.

—Poseo muchas más habilidades que no conoce aún señorita —me dijo sonriendo de forma misteriosa.

—Lo añadiré a la lista de cosas que me tendrás que explicar —le dije con tono sarcástico y divertido a la vez.

En ese momento me di cuenta que realmente no conocía mucho a James como vampiro y tampoco de su vida anterior. Todo un mundo nuevo se abría ante mi lleno de preguntas y cosas por descubrir. Eso hacía que me pareciese una persona aún más interesante que antes.

—Pongámonos en marcha, espérame aquí, bajaré al despacho y traeré todo lo que necesitas para redactar la carta —le dije mientras me levantaba de la cama.

Antes de que alcanzase la puerta James apareció delante de mí. Se movía tan rápido que ni si quiera le vi aparecer. No dejaba de asombrarme la forma en la que se movían los vampiros.

Jena era igual de rápida e imagino que el resto también lo era. Me estrechó entre sus brazos y nos miramos durante unos segundos, acto seguido nos fundimos en un apasionado beso.

Sus manos se deslizaron por mi espalda produciéndome escalofríos por todo mi ser, yo le agarré por la cintura como si fuese a desparecer, mi respiración se aceleró cuando empezó a lamer mi cuello, después de aquello se detuvo. Le deseaba tanto...

—Me encanta que me desees de esa forma —manifestó con su sonrisa pícara mientras me acariciaba el mentón—. Anda ve al despacho, te estoy entreteniendo demasiado y tenemos cosas que hacer, pero es que me vuelves loco Emily —me confesó.

—Eres malo, sabes que te amo y por eso te aprovechas de mí —le saqué la lengua y salí de la habitación. Aún nos quedaba una larga noche y muchas cosas que hacer.

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