Capitulo IV
Aquí os dejo el cápitulo IV, espero que os guste y me dejéis vuestra opinión !!!
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Capítulo 4
Una sensación extraña me hizo despertar esa mañana, estaba tumbada de lado y estiré de la colcha para taparme mejor pero la sensación de frío no cesó. Me di la vuelta hacia el otro lado y me di cuenta que las puertas del balcón se encontraban abiertas y las cortinas se mecían con la brisa. Extrañada me levanté de la cama y la cerré.
¿Cómo se había abierto? Antes de dormir me aseguré de que estuvieran cerradas por dentro con el pestillo, nadie había entrado en la habitación en toda la noche y que yo recordase no era sonámbula. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo, estaba segura que antes de dormir había cerrado bien la puerta. Una vez más sentí miedo, pero... ¿Miedo a qué? No me apetecía permanecer más tiempo allí así que me puse el primer vestido que encontré, me cepillé el pelo y bajé a la cocina. Solía desayunar ahí, no me gustaba hacer trabajar sin necesidad a Doris, ni tampoco era la niña rica que lo quería todo hecho. En esta casa siempre se había respetado a todos nuestros empleados y jamás se desprestigiaba a nadie por ser la sirvienta o el jardinero, había una cierta distancia entre los empleados y mi padre, pero sólo por el hecho de establecer unas reglas.
No había nadie pero Doris me había dejado preparado un zumo y un par de piezas de fruta, Eleonor nuestra cocinera tampoco se encontraba en la cocina seguramente debía estar en el mercado a esas horas. Me tomé el zumo de naranja y la fruta, después me dirigí al despacho para comprobar la contabilidad de la casa. Anoté los gastos de la semana y comprobé que todo estuviese en orden, después volví a guardar el libro de contabilidad en el cajón y salí del despacho dispuesta a leer el periódico un día más. Este se encontraba sobre el aparador de la entrada, lo cogí y salí fuera. Por suerte hacía buen día, deambulé por los alrededores del jardín hasta encontrar un sitio soleado donde sentarme, aún estaba helada y lo que más me apetecía en aquellos momentos era aprovechar uno de los pocos días soleados que nos brindaba Londres en pleno invierno. Intenté centrar mi atención en el periódico pero la extraña sensación de que alguien había entrado en mi habitación no desaparecía de mi cabeza, era imposible que las puertas se hubiesen abierto solas.
Abrí una vez más el periódico esperando encontrar alguna noticia nueva sobre los asesinatos, pero no vi nada por lo que pensé en la posibilidad de que ya hubiesen atrapado al asesino, pero luego caí en la cuenta que si así fuese habría aparecido la noticia en primera plana.
Nada más ocurrió y los siguientes días pasaron con normalidad, Thomas y yo volvíamos a ser la pareja de siempre, pero los extraños sucesos seguían ocurriendo, me despertaba en medio de la noche y las puertas del balcón siempre estaban abiertas a pesar de que siempre las cerraba antes de acostarme. Cuando eso pasaba me asomaba al balcón esperando encontrar alguna explicación, pero todo estaba en calma... algo que me parecía de lo más raro. ¡Las puertas no suelen abrirse solas! Era como si alguien entrase de visita y las dejase abiertas al marcharse, o quizá solo me estaba volviendo loca y no cerraba bien el pestillo. El resto del día me mantenía ocupada la mayor parte del tiempo para no pensar en James. Me dediqué a mis tareas en casa, a leer, a tocar el piano e incluso empecé a pensar en la lista de invitados a la boda. La lista sería bastante larga, tanto yo como Thomas teníamos parientes fuera de Londres, al igual que James él tampoco tenía padres, fue criado por su abuela que había fallecido hacía unos años. Vivía solo en Londres con la herencia que había recibido después de su muerte, una buena cantidad que le permitía vivir de manera muy tranquila, según parecía. Por algún motivo no quería que fuese a verle allí y pasaba la mayor parte del día con mi padre o en casa, supongo que aunque no hablase de ello también le era doloroso estar allí sabiendo que la única persona que cuidaba de él ya no estaba.
Era viernes por la tarde cuando Thomas propuso dar un paseo por la ciudad. Después de casi una hora caminando sin rumbo terminamos sentándonos en una cafetería a unas manzanas de casa, el camarero salió a atendernos y le pedimos dos cafés. Thomas había estado demasiado atento hoy y eso me hacía sospechar que tenía que decirme algo importante.
—¿Te pasa algo Thomas? —opté por tomar la iniciativa y preguntar primero.
—En realidad no es nada grave querida, solo que debo marcharme unos días de la ciudad para cerrar unos asuntos que tenemos pendientes en el bufete.
¿Y por eso estaba tan raro? No era la primera vez que se marchaba por asuntos de negocios fuera de la ciudad. No sabía a qué venía tanto misterio. Le miré extrañada.
—¿Por eso has estado tan atento conmigo? No es la primera vez que te marchas.
—Lo sé querida, pero no me apetece dejarte sola con ese James en la ciudad, te dije que no me gustaba como te miraba y seguro que si se entera que no estoy... Quién sabe si podría presentarse para verte —comentó mientras daba vueltas de forma nerviosa al café con la cucharilla.
Así qué era eso lo que le preocupaba tanto, que pudiese encontrarme con James. No me había dado cuenta de que yo le gustase tanto, bueno aparte de que nos habíamos besado, no había sabido nada de él en estos días, pero si Thomas estaba tan preocupado era porque vio algo en él que yo no vi o no me di cuenta.
—Thomas no soy una tonta, sé perfectamente lo que debo hacer si eso pasa. Si él demostrara demasiado interés encontraría una forma elegante de rechazarle y dejarle las cosas claras, además si esa fuera su intención hubiese venido a casa por la mañana cuando vosotros no estabais —dije para tranquilizarle.
—Quizás tengas razón y me esté preocupando demasiado—se quedó pensativo un momento como si sopesara los hechos que acababa de exponerle. Si no se había presentado en estos días, ¿por qué iba a hacerlo ahora?
—No te preocupes Thomas, te estaré esperando como siempre, recuerda que vamos a casarnos —me dio un fugaz beso en la mejilla.
—Intentaré que mi viaje dure lo menos posible –me aseguró mientras me cogía la mano.
Thomas pagó el importe de los cafés y emprendimos el camino de vuelta a casa. Cuando por fin llegamos entramos en el despacho, mi padre se encontraba allí y como siempre, lleno de documentos y trabajando incluso en sus ratos libres.
—Padre trabajas demasiado —le reproché, mientras me quitaba la pamela y la depositaba sobre el sillón. Me acerqué y pasé mi brazo por encima de sus hombros.
—Tienes razón hija, pero tenía que dejar algunas cosas zanjadas antes de que Thomas se vaya. ¿Ya te contó que se ausentará unos días? —me preguntó mientras terminaba de recoger unas carpetas de la mesa.
—Sí me lo dijo, pero veo que por tu presura el viaje es inminente —miré a Thomas—. ¿Cuándo te marchas? eso aún no me lo has dicho —se sirvió una copa y otra a mi padre que le dejó sobre su mesa.
—Me marcho mañana a primera hora Emily, estaré fuera al menos una semana, pero como te prometí intentaré regresar lo antes posible.
—Vaya... Pensé que te marcharías dentro de unos días —una semana sin Thomas, ¡una semana sola!, demasiado tiempo para pensar.
—Tengo que tratar asuntos urgentes que no pueden esperar —aseguró.
—Si no hay más remedio debes marcharte —concluí resignada.
—No te preocupes hija, para que no estés todos los días sola el Domingo saldremos tú y yo. Te llevaré al teatro, se estrena una ópera nueva y parece tener muy buenas críticas.
La idea realmente me gustó, así por lo menos me entretendría un rato y pasaría un rato a solas con mi padre. Podríamos hablar de nuestras cosas, hacía mucho que no lo hacíamos.
—Una salida padre e hija, mmm me parece una idea excelente, hace tiempo que no salimos a ningún sitio juntos —le di un beso.
—Entonces todo arreglado, yo he de marcharme ya, debo de preparar el equipaje y dormir un poco antes del viaje.
Se terminó el whisky de un trago y dejó el vaso sobre la mesita después le acompañé hasta a puerta y nos besamos. Nuestros besos eran simples besos, fríos y carentes de amor, simples besos de cariño... Al menos esa sensación tenía cuando lo hacíamos o quizás era yo. Era cierto que él siempre quería besarme y abrazarme, pero estaba segura que solo era atracción física.
—Volveré en unos días querida, ten cuidado y pásalo bien en el teatro.
—Ten cuidado, te espero de una pieza. Tenemos que empezar con los preparativos de la boda —le recordé para que se marchase tranquilo.
—Sí, no se me olvida y recuerda lo que hablamos en la cafetería —se refería a James claramente.
Se marchó y volví al despacho con mi padre aún atareado.
—Padre por qué no dejas el trabajo y descansas un rato, ni siquiera te has bebido tu copa —se la acerqué. Bebió un sorbo y la volvió a dejar en la mesa.
—Deja que recoja todo esto y diré que ya pueden servir la cena.
—De acuerdo, yo iré a cambiarme y bajaré enseguida.
Subí a mi habitación, me quité el vestido de calle y me puse otro más cómodo. Una noche más me aseguré que estaba cerrado el pestillo del balcón, lo hacía varias veces antes de ir a dormir y aun así algunas mañanas amanecían abiertas. Comenzaba a darme miedo dormir en aquella habitación.
Bajé al salón y ya estaban acabando se servir la cena. Me senté a esperar a mi padre que apareció al cabo de unos minutos, cada vez era más torpe andando, tanto trabajo estaba causando estragos en su salud, envejeciendo más rápido de lo normal. Se sentó en su sitio de siempre presidiendo la mesa.
—Tienes mala cara padre —comenté preocupada.
—Estoy cansado, ya no tengo veinte años y cada día hay más trabajo en el bufete, no puedo dejar que Thomas lo haga todo —una mueca de dolor cruzo su rostro, señal de que su espalda estaba dándole problemas de nuevo.
—Lo sé, pero podrías contratar a un ayudante —le sugerí.
—Sí, ya lo había pensado. Quizás lo haga.
—Tienes que descansar —le regañé cariñosamente, él me sonrió de aquella forma en que lo hacía cuando le regañaba mi madre.
—Te pareces tanto a ella —me aseguró.
—Solo por eso debes hacerme caso —bromeé.
Cuando terminamos de cenar me levanté de la mesa y le di un beso de buenas noches. Él me miró sorprendido, era pronto aún para irme a dormir, pero no había dormido muy bien en las últimas noches.
—¿Ya te marchas? ¿Hoy no me haces compañía?
—No padre, me siento algo cansada hoy y usted debería hacer lo mismo.
—No tardaré demasiado en irme, no te preocupes —me aseguró—. Que descanses hija.
Las escaleras que conducían al piso superior se me hicieron el doble, me sentía realmente cansada, una vez en la habitación me puse el camisón y me tumbé dispuesta a leer un rato, pero no sin antes comprobar las puertas una vez más. Estaban bien cerradas.
Encendí el quinqué, agarré el libro de la mesilla y comencé a leer el primer capítulo, pero no conseguía concentrarme en la lectura. Sin querer siempre terminaba pensando en James, a pesar de mis esfuerzos por no pensar en él de un modo u otro siempre se colaba sin permiso en mi cabeza. Dejé a un lado el libro y me quedé allí tumbada en silencio, todo estaba en calma excepto por la extraña sensación de que alguien me observaba desde alguna parte. Instintivamente miré hacia las puertas del balcón y por un momento me pareció ver algo allí. Me levanté de la cama rápidamente y las abrí, estaba segura de que había alguien ahí, pero no vi nada, tan solo la quietud de la noche.
Un escalofrío me traspasó, cerré de nuevo las puertas y volví a la cama, el libro se había caído, lo coloqué en la mesilla y me metí en la cama apagando el quinqué. Juraría que había visto a alguien en el balcón aunque no vi nada al asomarme.
Di muchas vueltas en la cama, tenía miedo y estaba intranquila, hasta que finalmente el cansancio fue más fuerte que el miedo y finalmente me dormí.
Aquella mañana cuando desperté todo estaba normal, mi padre ya se había marchado cuando baje y Thomas imaginaba que ya estaría de camino a su destino. Tenerlo lejos unos días sería bueno para despejar un poco mi mente. Una mañana más terminé recorriendo el jardín. Era como si me sintiese atraída a él, como si sintiese que mi madre me acompañaba mientras paseaba.
Cuando quise darme cuenta era casi mediodía, regresé a casa pero mi padre aún no había llegado. Doris se acercó con su semblante serio aunque siempre sereno. Cuando la mirabas podías ver una vida de trabajo; sería triste cuando ya no estuviese con nosotros. Doris era algo más mayor que mi padre, sus canas cada vez más prominentes acentuaban aún más los estragos de la edad, para nosotros era alguien más de la familia.
—Señorita su padre avisó que no podría venir a comer. Con el señorito Thomas fuera tiene trabajo extra, cuando quiera comer hágamelo saber.
—De acuerdo Doris, en media hora bajaré a comer a la cocina, gracias —le dije con una gran sonrisa.
—Debería comer en el salón señorita.
—No diga tonterías Doris, comeré en la cocina como suelo hacer muchas veces.
—Como desee —me respondió con resignación. Realizó una rápida reverencia y se retiró.
Me apetecía tocar el piano, hacía días que no lo hacía. Me dirigí a la sala de fiestas, allí todo estaba vacío y en silencio. Me senté en el asiento, abrí la tapa que cubría las teclas y las acaricié durante unos segundos antes de empezar a tocar. Mientas me adentraba en mi mundo de acordes y melodías me acordé de lo que James me dijo cuándo paseábamos por el jardín, un halo de vergüenza cubrió mi rostro. Seguro que no tardaría mucho en inaugurar la casa y tendría que cumplir mi promesa de tocar para él... ¡Maldito James! Aunque no quisiera tendría que verle de nuevo y lo cierto es que no sabía cómo mirarle a los ojos sin acordarme del tacto de sus labios, de su piel tan pálida y suave... Me preguntaba por qué siempre estaba tan frío. Quizás no estuviese acostumbrado al clima de Londres, de todas formas era extraño, incluso su aliento estaba helado. De una forma u otra siempre terminaba acordándome de él, en cualquier momento en el que estaba sola aparecía en mi mente sin previo aviso. De repente dejé de tocar el piano. Maldito una y mil veces por haber vuelto mi vida del revés. Cerré la tapa con fuerza y me dirigí a la cocina. Cuando entré la pequeña mesa de madera estaba ya servida pero no había nadie por allí, así que empecé a comer el bistec de ternera, no pude comer más de la mitad, tenía un nudo en el estómago que me lo impedía, me bebí el vino y me fui a mi habitación.
Una vez allí me entretuve ordenando unas cuantas prendas de ropa y abrí las puertas del balcón para que entrase el aire.
Que aburridos se pasaban los días últimamente, era un alivio saber que el domingo iría al teatro y podría pasar un buen rato junto a mi padre. Me asomé al balcón y observé la fuente de piedra por un momento, si mi madre estuviese aquí me podría aconsejar sobre mi situación, mi dilema mental y demás temas que me atormentaban. Después de permanecer un rato asomada, vi llegar el carruaje de mi padre y bajé a recibirle, quizás él sabría si Thomas había llegado bien a su destino.
Llegué a la puerta antes que Doris y le abrí recibiéndole con un beso en la mejilla. Doris se encargó de cerrar cuando estuvimos dentro y nosotros nos dirigimos al despacho.
—Pensé que llegarías más tarde —le dije.
—Decidí traerme el trabajo que me quedaba a casa, aquí tengo más tranquilidad. Sin Thomas se me acumula —afirmó mientras me indicaba con el dedo el montón de carpetas que se encontraban sobre uno de los sillones.
Nos sentamos en el gran sofá de piel que se encontraba en medio de los otros dos.
—¿Sabes si Thomas llegó bien?
—No lo sé hija, aún no sé nada —se sirvió una copa mientras se ponía cómodo—. ¿Sabes qué?, nuestra casa de las afueras oficialmente ya pertenece James. Debía haber enviado a alguien hace días a recoger los documentos y la llave pero nadie apareció hasta hoy.
—Pensé que le urgía instalarse —respondí extrañada por la demora.
—Yo creía que también pero ha debido surgirle algún contratiempo —aseguró mi padre.
Sentía curiosidad por saber el motivo por el que James no había enviado a nadie hasta hoy para recoger las llaves de la casa, la otra noche le había visto realmente interesado en instalarse cuanto antes. Ahora que la casa ya era de su propiedad, sabía exactamente dónde encontrarle. Pensar que se pasearía e incluso dormiría en la misma habitación en la que yo había dormido tantas veces hizo que me ruborizase por unos segundos.
—Y cuéntame hija, ¿cómo te fue el día?
—Bien, estuve tocando el piano y luego paseé durante mucho rato por el jardín, me sentó tan bien el sol... —cerré los ojos y suspiré al recordar sus cálidos rayos sobre la cara.
—Me alegra que estés tan contenta, estos días te vi preocupada o algo ausente en algunos momentos —manifestó preocupado.
Si supiera dónde estaba en esos momentos...
—Bueno pensaba en todo lo que debo organizar para la boda, son tantas cosas en tan poco tiempo —le mentí. En realidad lo único que ocupaba mis pensamientos en esos momentos era James... Por mucho que intentaba no hacerlo me era imposible.
—No te preocupes, yo te ayudaré y Doris también, después hablaré con ella —me aseguró—. Sabes hija, me hace tan feliz que te cases con Thomas, sé que te lo he dicho muchas veces pero... es un gran partido para ti y estoy seguro que te hará muy feliz.
—Seguro que sí padre —le respondí mientras fingía una sonrisa.
No me iba a faltar de nada, de eso no debía preocuparme, pero quizás nunca consiguiese la felicidad completa, aunque nunca llegase a amarle de verdad. Todo se regiría por un patrón: casarme, tener hijos y hacer feliz a Thomas. ¿Y de mi felicidad quién se ocuparía? Solo me quedaba resignarme y aceptar mi destino algo muy complicado cuando mi mente la ocupaba alguien más que me recordaba que había algo más allá que el simple hecho de resignarme.
—Creo que me voy a echar un poco a descansar, luego seguiré trabajando.
—De acuerdo padre, me marcho pues para que descanses tranquilo.
Salí del despacho y sin saber qué hacer para pasar el rato busqué un papel para comenzar mi lista de invitados para la boda, aprovecharía estos días que no estaba Thomas para preparar algunos detalles y así centrarme de una vez en lo que debía hacer.
Me senté en la enorme mesa del salón dispuesta a redactar la lista, empecé por mi familia directa, tíos, primos y luego seguí con los parientes lejanos que sumaron más de veinte personas. Después continué con los amigos de mi padre y terminé añadiendo a Doris, ella había sido mi cuidadora desde siempre y una valiosa empleada de la casa, no podía faltar ese día, se merecía pasarlo bien en mi boda, como alguien más de mi familia; mi madre no hubiese dejado que fuese de otra forma y así debía ser.
De lo demás se ocuparía el servicio de la casa, que por supuesto comerían el menú de la boda, aunque dudaba que Doris se lo pasara bien y se olvidase del trabajo por un día.
Cuando concluí la dichosa lista había un total de casi cien invitados y aún quedaba por sumar los de Thomas, finalmente la lista ascendería alrededor de los doscientos invitados. Volví a repasar la lista, doble el papel y devolví la pluma a su sitio; cuando Thomas regresase terminaríamos de completarla. Sin nada más que hacer esa tarde subí a mi habitación dispuesta a echarme un rato, cuando despertase ya sería casi de noche y no quedaría mucho rato para la cena. Si todo iba bien la semana que viene comenzaría a pensar dónde confeccionar el vestido de novia, además de encargar las invitaciones.
Todo estaba en silencio, me tumbé boca arriba en la cama y rápidamente el sueño acudió a mí. De repente todo estaba oscuro y me encontraba sola en medio de la negrura, tan solo conseguía distinguir una espesa niebla que se cernía a mi alrededor densa y pegajosa. En ese momento comencé a sentir miedo, un miedo profundo que me atravesaba, no sabía dónde estaba ni que hacía allí. Entre la niebla empecé a vislumbrar una figura, era un hombre alto que avanzaba lentamente hacia mí, el miedo iba creciendo a cada paso que daba la figura, mi respiración era agitada y una sensación asfixiante me embargaba. Cada vez estaba más cerca y pude ver que tenía el pelo claro, no sabía quién era. A continuación aparecieron unos ojos claros y brillantes que me observaban, me concentré en ellos hasta que finalmente reconocí a la lúgubre figura, era James que me observaba intensamente y que cada vez estaba más cerca de mí. Reconocí sus facciones, era él sin duda. Un miedo atroz recorrió todo mí cuerpo impidiendo que pudiese moverme pero... ¿Por qué le tenía tanto miedo? Casi estaba a mi lado... casi podía sentir el frío tacto de su piel con la mía cuando proferí un grito. Abrí los ojos y estaba de nuevo en mi cama, mi respiración era agitada y aún podía sentir el miedo oprimiendo mi pecho, había sido un sueño tan real. ¿Por qué James me había producido esa sensación?, siempre lo veía como el perfecto caballero, educado y encantador en cambio en el sueño me había sentido en peligro como si él representase una amenaza para mí, era una sensación difícil de describir.
Una brisa me produjo escalofríos, miré hacia el balcón y como otras veces estaba abierto de par en par. Otra vez me sentí observada como aquella noche, me levanté y la cerré rápidamente; ya había anochecido. Debí dormir muchas horas, pero tenía la sensación de que solo había pasado media hora. Esto se estaba volviendo demasiado extraño. Yo no creía en fantasmas ni ese tipo de cosas, pero estaba empezando a pensar lo contrario.
¡Maldito James! ¿Por qué no me dejaba tranquila ni en mis propios sueños? Me dejé caer sobre las puertas ya cerradas del balcón aún con la sensación de que había alguien fuera desde algún punto del jardín observando mis movimientos
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