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Capítulo II

Aquí os dejo el capítulo dos de mi novela El vínculo, espero que os guste :)

La obra está registrada y publicada por lo que está prohibido su copia o reprodeucción. Todos los derechos reservados.

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Capítulo 2

La cálida y brillante luz del sol se filtraba tímidamente a través de las cortinas cuando desperté, debían ser al menos las once de la mañana. Estábamos en pleno mes de diciembre y la habitación estaba helada, me levanté y me puse la bata que se encontraba sobre la cama. Sentir la suave y cálida alfombra bajo mis pies descalzos me reconfortó, acto seguido me lavé la cara en la pila de agua que se encontraba sobre el tocador. Me disponía a cepillarme el pelo cuando alguien llamó a la puerta de la habitación.

—¿Quién es? —pregunté.

—Señorita le traigo el desayuno —la voz de Doris resonó tras la puerta.

Le di permiso para que entrase en la habitación. Cuando entró, vi que portaba una bandeja con abundante comida.

—Buenos días Doris —le dije.

—Buenos días señorita, ande y vístase que ya es hora, son casi las doce de la mañana —me regañó.

—Siempre con prisa —le repliqué de forma cariñosa. Que más le daba esperar a que desayunase primero.

Doris llevaba muchos años trabajando para nosotros, era una mujer de unos sesenta años bajita y algo rechoncha con el pelo ya blanco por el paso del tiempo pero con una energía inagotable. Desde que tengo uso de memoria la recuerdo cuidándome y preocupándose por mí. Era un poco gruñona pero una empleada ejemplar y me quería con locura. Doris depositó la bandeja sobre la cama mientras yo abría el armario para coger uno de mis vestidos de día, después ya me cambiaría para la cena. Escogí uno de color salmón claro muy cómodo, no tenía intención de salir a ninguna parte hoy; afortunadamente disponía de muchos modelos diferentes.

—Deme el vestido y quítese la ropa para que la ayude a vestirse —me indicó.

Le entregué el vestido y me quité el camisón, Doris se apresuró a vestirme pues el frío esa mañana era intenso. Cuando terminó de apretarme el corsé pensé que me iba a desmayar.

—Un poco más y me asfixia Doris —le reproché con una mueca.

—No sea delicada señorita —gruñó, mientras terminaba de colocarme el vestido.

Me senté frente al espejo para que Doris pudiese recogerme el pelo como solía hacer a diario, una vez hubo terminado se marchó y me senté en la cama dispuesta a tomar el desayuno al fin, tomé unas ricas tostadas y un zumo de naranja que devoré en unos minutos. Estaba hambrienta ya que anoche no había comido nada en la fiesta. El ambiente de la habitación estaba algo cargado por lo que abrí la puerta del balcón para ventilar la estancia.

Terminé el desayuno y me dispuse a bajar al salón, salí de la habitación y bajé las escaleras que conducían a la planta inferior de la casa. A esas horas no había nadie y ya no quedaba resto alguno de la fiesta de anoche, todo estaba limpio y recogido. Mi padre y Thomas estaban aún en el bufete y tardarían un buen rato en regresar. No tenía mucho que hacer, cogí el periódico que se encontrada sobre el aparador de la entrada y salí al jardín para echarle un vistazo, algo que solía hacer todos los días. Nuestro jardín era enorme y lleno de las más variopintas flores, a mi madre le apasionaba arreglarlo y cuidar de las plantas cuando estaba viva, recuerdo que me gustaba esconderme tras los almendros cuando jugábamos al escondite juntas, caminé unos metros y me senté en uno de los bancos de piedra que rodeaban la enorme fuente, esta estaba decorada con un gran ángel de piedra que sostenía un cántaro del cual salía el agua, esa fuente también la escogió mi madre. Me encantaba pasar las horas muertas allí sentada recordándola, me acomodé y abrí el periódico dispuesta a leer las noticias.

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, de nuevo en la página principal aparecía una mala noticia, hacia dos noches habían encontrado a otra joven muerta, era la cuarta persona asesinada en lo que iba de mes. La única pista que daba el periódico era que todas aparecían desangradas, según las investigaciones se les extraía la sangre hasta provocarles la muerte nada en el lugar de los crímenes daba pistas sobre quién podría ser el asesino y más abajo se aconsejaba a la gente que no saliese sola cuando caía la noche, ya que él asesino andaba suelto por Londres y podrían ser víctimas de un nuevo ataque. Consternada por la terrible noticia dejé el periódico sobre el banco, ¿qué ser tan abominable era capaz de hacerle eso a alguien? Y más escabroso aún era la forma en que morían, ¿qué hacía con la sangre después de extraérsela a sus víctimas? Me estaba poniendo enferma solo de pensarlo, me alejé de la fuente y fui a dar un paseo para quitarme esos pensamientos de la cabeza.

Mientras paseaba observé que pronto florecerían los almendros de nuevo, respiré profundamente y después seguí caminando hasta llegar a la entrada principal de la casa sin dejar de darle vueltas a los asesinatos, en parte me preocupaba que mi padre y Thomas hubiesen quedado con James esa noche, el asesino de aquellas jóvenes campaba a sus anchas por la ciudad y estaba segura de que aparecerían más víctimas.

De nuevo y sin saber por qué terminé pensando en James y me invadió una extraña sensación de anhelo, por alguna razón deseaba volver a verle, enseguida deseché esa idea de mi cabeza, era una locura. El sonido del carruaje entrando en el jardín me alertó, al llegar a la entrada este se detuvo y de su interior salieron Thomas y mi padre con sus carteras llenas de documentos. Me acerqué a saludarles.

—Hola padre —le di un abrazo.

—Hola hija, ¿qué haces aquí fuera?

—Estaba leyendo el periódico, ha aparecido otra joven asesinada, ya van cuatro este mes y no hay ninguna pista de quién ha podido ser —el rostro de mi padre se tornó sombrío.

—Espero que lo atrapen pronto, si no... Creo que no te dejaré salir ni siquiera al jardín.

—No seas exagerado papa —protesté mientras le daba un golpecito en el brazo—. Quienes debéis tener cuidado sois vosotros esta noche cuando vayáis a tomar esa copa.

Me acerqué a Thomas y le di un beso en la mejilla, su cara de sorpresa fue todo un poema.

—¿Y esto? —le extrañó que le besara, ya que casi nunca lo hacía y menos delante de mi padre.

—Nada estoy contenta hoy, supongo que el paseo por el jardín me ha sentado bien.

En realidad el beso solo era una forma de sentirme menos culpable por haber pensado en James estando comprometida, el hecho de pensar en volver a verle me alteraba y eso era algo que estaba segura que se convertiría en un problema en mi vida.

—Espero que pasees más a menudo por el jardín si con eso obtengo más besos —me dijo mientras me devolvía el beso en la mejilla y esbozaba una leve sonrisa.

—Lleve el carruaje a su sitio —le indicó mi padre al cochero.

Nuestro cochero asintió y el carruaje se alejó.

—Vayamos dentro, la comida debe estar a punto de servirse y aún tenemos que arreglar los documentos de un cliente antes de volver al bufete.

Los tres entramos en casa. Doris nos recibió y recogió los abrigos y demás enseres que llevaban encima.

—Está apunto de servirse la comida —nos informó, después se dirigió al despacho.

Entramos en el salón y efectivamente la mesa estaba puesta, nos sentamos cada uno en su sitio habitual y tras colocar la servilleta sobre mi regazo Leo nuestro mayordomo apareció con la comida, nos sirvió un filete de carne con una especie de salsa y se retiró.

—¿Cómo fue el día? —Me metí un trozo de carne en la boca, estaba buenísima.

—La verdad es que hoy ha sido un día ajetreado teníamos que tener muchos documentos preparados, menos mal que Thomas es eficiente y se ejecutó todo a su debido tiempo. Tienes suerte de estar a punto de casarte con él, no creo que hubiese encontrado un mejor partido para ti —en su cara se reflejó lo orgulloso que estaba de él.

—Hará que me sonroje señor, solo hago mi trabajo lo mejor que sé —afirmó con una sonrisa de autosuficiencia.

—¡Ves hija! y encima es modesto —ambos soltaron una sonora carcajada.

Esbocé una sonrisa afirmativa, desde luego Thomas era un joven muy inteligente y preciso en el trabajo. De repente y sin saber por qué pensé en que todo era demasiado perfecto en Thomas... Nunca lo había visto de ese modo, pero realmente así era. Mi padre sentía verdadera admiración por él y ahora que nos íbamos a casar, él sería el único heredero de su bufete y de su dinero cuando él ya no estuviese, quizás Thomas había jugado sus cartas mejor de lo que yo pensaba, aunque él afirmaba que lo hacía porque estaba enamorado de mí, pero yo no estaba muy convencida de ello. Solo esperaba que aquello saliese bien y que estuviese equivocada en mis suposiciones, que Thomas me amase tal como afirmaba

—Padre, Thomas y yo estuvimos hablando la otra noche sobre la fecha de la boda y acordamos que se celebraría en primavera —(aunque más bien me suplicó que fuese en esa fecha) pensé—. Así que deberíamos empezar con los preparativos dentro de poco.

—Me parece una fecha perfecta, que os parece si la celebramos en el jardín —sugirió—. Todo habrá florecido y estará precioso, sería el sitio perfecto para la boda.

Thomas cogió mi mano por debajo de la mesa, era cálida y me apretaba con fuerza.

—Es una magnífica idea señor, ¿qué te parece la idea querida? —me miró esperando mi aprobación.

—Me parece perfecto —como siempre todos habían decidido por mí, aunque me negase al final se acabaría haciendo como ellos decidiesen, así que... Para que poner las cosas difíciles.

Nos sonreímos y continuamos comiendo. La primavera llegaría dentro de pocos meses y tenía que preparar muchas cosas, el vestido de novia, la lista de invitados, la celebración... El tiempo apremiaba y no podía dejarlo todo para última hora.

La tarde transcurrió despacio, mi padre y Thomas estuvieron trabajando en el despacho durante un rato y poco después se marcharon de nuevo al bufete, por mi parte intenté tocar unas piezas en el piano pero acabé parando al poco tiempo... No podía dejar de darle vueltas al asunto de la boda y en todo lo que se me venía encima, preparar la lista de invitados, redactar las invitaciones, preparar la ceremonia en el jardín, y lo más importante el vestido de novia que ni siquiera sabía cómo debía ser... Me sentía más abrumada que ilusionada por la boda. ¿Qué vestido elegir? No puede evitar pensar en mi madre al formular esa pregunta en mi mente, si ella estuviese aquí me hubiese ayudado con todo aquello y todo sería más fácil.

Me levanté y cerré la tapa del piano, después me dirigí al piso superior en dirección a la habitación que un día fuese la de mis padres y que ahora se encontraba cerrada y donde todo permanecía igual que cuando aún estaba viva. Cuando necesitaba sentirme cerca de ella me encerraba dentro y me pasaba largo rato oliendo sus ropas y tocando sus cosas algo que me reconfortaba. Todo estaba a oscuras, yo siempre dejaba las cortinas abiertas para que entrase la luz pero cuando volvía de nuevo estaban cerradas, una vez cuando era pequeña escuché un extraño sonido que provenía del interior de la habitación al acercarme descubrí que mi padre estaba dentro llorando, desde entonces sé que cuando están cerradas es porque él ha estado dentro, los primeros años fueron muy duros para ambos yo porque había perdido a mi madre y él porque había perdido su apoyo vital, a su compañera, la mujer a la cual amaba. Desde entonces no había sido el mismo, siempre triste y perdido, hasta que Thomas empezó a trabajar con él y le devolvió la pasión por su trabajo, ahora gracias a la boda le veía feliz de una forma que casi no recordaba, podía verlo en sus ojos ansiaba que me casase y que con ello la casa volviese a estar llena de vida otra vez.

Una vez dentro de la habitación abrí el cortinón que cubría otra cortina más fina de color blanco, ya estaba comenzando anochecer y aunque no entraba demasiada luz si la suficiente para encontrar lo que buscaba, abrí el armario que se encontraba frente a la cama y allí estaba colgado, el traje de novia de mi madre. Lo descolgué y después lo dejé sobre la cama, nunca me había parado a verlo pero ahora que pronto iba a casarme sentía mucha curiosidad por ver cómo era el suyo y así quizás sacar alguna idea para el mío. El vestido estaba confeccionado con raso y muselina, la parte superior estaba cubierta en su totalidad por encaje, la falda tenía múltiples partes de encaje también que caían a lo largo de la tela, las mangas eran tipo farol con puntilla en la parte de abajo. Aquel era un vestido realmente precioso, lo agarré y después lo sujeté sobre mi vestido quería saber que aspecto tenía con él, me acerqué al espejo del tocador y me miré. Era extraño por un lado me veía realmente bien, me gustaba como me quedaba pero por otro lado sentía que aquel pedazo de tela me hacía de alguna forma presa de mi destino. Una vez empezasen los preparativos y yo tuviese mi propio vestido de novia ya no habría vuelta atrás y ni siquiera sabía si estaba realmente preparada para ello. Suspiré y volví a dejar el vestido en su lugar, después me senté en la cama y dejé que pasará el rato hasta que terminó de anochecer. Todo estaba ya oscuro y en silencio, me recosté por unos segundos en la cama y no pude evitar pensar en cómo me sentí la otra noche cuando conocí al joven James, ese hormigueo que recorrió todo mi cuerpo cuando me tocó, y me pregunté porque con Thomas no sentía lo mismo... Era tan inexperta en temas amorosos que ya no estaba segura de que debía o no sentir, lo que si tenía claro es que tenía que dejar de pensar en James de esa forma, solo era un extraño que posiblemente no volvería a ver y que seguramente ni siquiera se acordaría de mí en unos días.

Ya casi era la hora de la cena y nadie había llegado aún, bajé a la planta de abajo, todo estaba sumido en un silencio sepulcral y las velas encendidas del hall formaban extrañas sombras que danzaban por las paredes. Me adentré en el salón donde se había celebrado la fiesta y me dirigí una vez más al piano dispuesta a tocar algo de nuevo, me encantaba deslizar los dedos por las teclas y sentir la música fluir a través de ellos, tocarlo me evadía de la realidad y el tiempo se me pasaba volando. Encendí el candelabro de pie situado a la derecha y me senté en el asiento, levanté la tapa y dejé que mis emociones fluyesen... Después de tocar un par de piezas Doris apareció informándome de que iban a servirme la cena ya que mi padre y Thomas no habían vuelto y era tarde.

Me di la vuelta para apagar las velas pero una extraña brisa pasó por mi lado rozando mi hombro y estas se apagaron solas, un intenso frío se cernió a todo mi cuerpo, me di la vuelta para ver de dónde podía provenir la brisa pero todo estaba cerrado y en calma, en ese momento empecé a sentir miedo y me fui. ¿Me estaba volviendo loca o esa brisa había aparecido de la nada? Meneé la cabeza, seguramente había algo abierto en alguna parte de la casa. Una vez en el salón Doris me indicó que me sentase y me fue servida la cena.

—Llámeme si desea algo más —me indicó, después se dio la vuelta dispuesta a marcharse pero la detuve.

—Espere Doris. ¿Podría asegurarse que ninguna ventana o puerta este abierta? —prefería asegurarme antes de sacar conclusiones precipitadas.

—Claro señorita, pero le aseguro que no hay nada abierto compruebo cada noche que todo está debidamente cerrado —me respondió algo molesta por dudar de su trabajo.

—Lo sé, pero compruébelo por favor así me quedaría más tranquila —le indiqué de forma amable.

—No se preocupe, ahora mismo mandaré a Leo a que revise toda la casa. Ahora coma o se le enfriará la comida —Doris se retiró y me quedé allí sola cenando.

Me sentía extraña era la primera vez en muchos meses que tenía que cenar sola y el salón se me hacía más grande de lo habitual, solo se escuchaban mis cubiertos golpeando el plato al tomar la sopa, por un momento eché de menos a Thomas. Al poco rato Leo apareció para informarme que todo estaba debidamente cerrado, pero entonces... ¿De dónde provino ese golpe de aire? De nuevo un escalofrío recorrió mi cuerpo, un frío que parecía estar orquestado por largos dedos que se paseaban a su antojo, cerniéndose a mi piel. Deje de comer de inmediato y me retiré a mi habitación, me puse el camisón y me dispuse a dormir esperando que la noche pasase rápido y con ella esa extraña sensación a la que no era capaz de encontrar explicación. Me tapé la cabeza con la colcha y me acurruqué bajo ella a la espera de que aquel extraño frío desapareciese pero pocos minutos después escuché el carruaje de mi padre llegar, me levanté de un salto y abrí las puertas del balcón para asegurarme de que todo estaba bien. El carruaje se detuvo frente a la verja y de su interior descendió mi padre, alguien le saludó desde dentro, alguien que no era Thomas. Un hombre asomó la cabeza por la pequeña ventana de la puerta y se quitó el sombrero para despedirse de mi padre, este le devolvió el saludo y entró en el jardín. No pude evitar mirar en dirección al carruaje de inmediato atraída por aquel hombre. De repente cambio la trayectoria de su mirada hasta encontrarse con la mía... Al momento le identifiqué, sin duda era James, lo supe por su palidez que destacaba sobremanera en la penumbra y su pelo castaño claro. ¿Cómo sabía que me encontraba en el balcón? Durante un segundo pensé que el corazón iba a salirse de mi pecho, aquel joven rompía mis esquemas y me hacía sentir cosas que no quería, intenté apartar la mirada pero me fue imposible solo cuando él apartó la suya y el carruaje se marchó puede hacerlo. Avergonzada por mi conducta volví dentro de la habitación y me metí en la cama al igual que una niña asustada, tenía miedo de reconocer que me sentía atraída de una forma que no entendía por aquel joven al que apenas conocía y del que no sabía nada pero lo peor de todo era que estaba comprometida...

No quería seguir pensando en aquello, apreté los ojos con fuerza y dejé que pasará el tiempo hasta que finalmente me quedé dormida.

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