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Capítlo IX

Os dejo el cápitulo nuevo por aquí. No olvidéis dejar vuestra opinión :) espero que os guste


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Capítulo 9

Eran muchas las preguntas sin respuesta que se amontonaban en mi cabeza y ahora que tenía la oportunidad de hablar tranquilamente con James les daría respuesta. Aún tenía la sensación de que Jena iba a aparecer de un momento a otro por la puerta dispuesta a terminar lo que empezó. Me senté en el diván ahora sin sabana bajo la atenta mirada de él.

—Vuelvo enseguida Emily, debo salir a por leña o algunas ramas secas para encender la chimenea —me dijo mientras acariciaba mi pelo alborotado—. No te muevas de aquí.

—Ésta bien —musité.

En un segundo ya no estaba, solo escuché cerrarse la puerta principal. Observé la estancia, los muebles seguían colocados como siempre. En la pared podía verse el cerco de las fotos familiares que nos habíamos llevado y que ahora estaban colocadas sobre el piano de casa. A causa de la pelea entre Jena y James, se podían apreciar grandes destrozos en la pared y el suelo, la mayoría de los adornos del aparador estaban rotos y esparcidos por todas partes, el charco de sangre había dejado una mancha permanente y el hedor a muerte podía olerse en el ambiente. Tenía frio y toda mi ropa estaba manchada, tendría que evitar que alguien me viese de esa guisa a mi vuelta. El reloj de pie situado en la esquina aún seguía funcionando rompiendo el silencio de la casa. Escuché de nuevo la puerta y James apareció con un montón de leña en los brazos, depositó la mitad en el suelo y la otra mitad en la chimenea. Sobre la misma se encontraban las cerillas que usó para encenderla. Cuando consiguió que prendieran las ramas avivó el fuego con el fuelle y se sentó a mi lado tomándome entre sus brazos. Puse mi cabeza sobre su pecho y me agarró por la cintura, ya notaba como se iba calentando la estancia. Le miré dispuesta a hacerle todas mis preguntas.

—Sé que tienes muchas preguntas que hacerme y no me negaré a responderlas —aseguró mientras me miraba a los ojos. Parecía como si me hubiese leído los pensamientos.

—James, realmente ¿por qué estás en Londres? Me has mentido, ni siquiera has arreglado nada en la casa después de comprarla —le pregunté sin rodeos. Estuvo unos segundos mirando a ninguna parte pensando que responderme.

—Ésta bien te lo contaré —respondió al fin—. Solo vine aquí a averiguar quién estaba cometiendo esos asesinatos. El mes pasado un par de vampiros que viven en Londres nos avisaron de que algunos vampiros estaban matando a gente sin preocuparse de ser vistos, eso es algo que no está permitido. Los humanos no pueden saber de nuestra existencia, por lo que fui enviado para averiguar que estaba pasando. En casos excepcionales o por algún descuido algunos humanos consiguen vernos, véase lo que pasó después del teatro —en ese momento me apretó aún más fuerte contra él.

Así que había más vampiros en la ciudad, quién sabe si en algún momento me había cruzado con alguno sin saberlo. En ese momento me acordé de su hermosa compañera con la que asistió al teatro.

—La joven del teatro que te acompañaba, ¿también era una vampira? —le pregunté más por curiosidad que otra cosa.

—Sí, lo era, se llama Margareth, la conozco desde hace mucho tiempo. Estaba de paso en Londres y la invité a la opera para ponemos al día —me aclaró.

—Y tú... ¿no pensabas contarme lo que eras? —le recriminé.

—Es que jamás lo hubieses sabido, debía abandonar Londres después de averiguar que estaba sucediendo, de hecho debería haberme ido ya. Conocerte lo cambió todo y no podía dejarte sola con Jena suelta, frustré sus planes y maté a su compañero de juegos. Solo quería vengarse de mí y cuando te vio aquella noche supo que eras importante para mí, la manera más fácil de llevar a cabo su venganza era haciéndote daño —su semblante era serio y tenía la mirada perdida en algún punto de las escaleras que conducían al segundo piso.

—¿Te hubieras marchado después de decirme todo aquello? ¿Después de robarme el corazón? —me entristeció escuchar aquellas palabras... Que ni siquiera tuviese la intención de despedirse de mí.

—Te recuerdo que fuiste tú quién me dijo que no podías aceptar lo que era y que no podíamos vernos más. No pienses que es fácil para mí esta situación. Enamorarnos de humanos es algo que pocas veces nos es permitido, solo en algunas excepciones se nos concede tal beneplácito —se notaba por su tono que no era fácil para él contarme todo aquello, pero si era tan complicado estar juntos... ¿Por qué me había dado esperanzas?; me incorporé.

—Sé que te dije que no podríamos estar juntos, que no podía aceptar lo que eras... pero tenía miedo James. Hasta ahora pensaba que los vampiros solo existían en mis libros —afirmé mientras contemplaba su hermoso rostro aún cubierto de sangre. Él observaba cada movimiento que yo hacía como si no hubiese visto nunca una persona hablar, no pude evitar reírme.

—¿Por qué te ríes? —me preguntó extrañado.

—Me miras como si nunca hubieses visto a una persona hablar.

—Bueno hacía mucho tiempo que no mantenía una conversación tan profunda con ningún humano. Normalmente solo me acerco a la gente cuando tengo que alimentarme o necesito algo de ellos —me sonrío dulcemente.

—Sí, es todo un consuelo saber que si quisieras podrías comerme —le saqué la lengua, ya no le tenía miedo y empezaba a conocer su extraño humor vampírico.

—Quiero saber algo más, ¿por qué compraste esta casa si pensabas irte? ¿Por qué nos mentiste? Es evidente que no has hecho ningún arreglo —era una pena que la hubiese comprado para luego dejarla abandonada de nuevo...

—Debía pasar desapercibido, la mejor forma era hacer creer a todo el mundo que quería quedarme un tiempo. Necesitaba un lugar donde esconderme de día, hubiese sido muy sospechoso hospedarme en un hotel. Imagina todo el día durmiendo y desaparecer por la noche, estoy seguro que incluso podrían haber sospechado de mí —en parte tenía razón, por aquí no solía pasar nadie.

—Por lo que dices intuyo que ya habías estado alojándote aquí antes de comprar la casa. Pero ahora eso ya no importa me alegro de que la hayas comprado, si no me hubiese sido imposible saber dónde encontrarte esta noche —le confesé tímidamente.

—¿Por qué viniste sola hasta aquí? —se acercó a mí y acarició mis labios con sus dedos —. No me lo perdonaría si te hubiese pasado algo.

Respiré hondo dispuesta a contarle todo lo que sentía por él, dispuesta a intentarlo, dispuesta a abandonar a Thomas por él. Cogí su mano que aún tenía sobre mi rostro, él me miró y mi corazón se aceleró. Era imposible no caer rendida ante su encanto.

—James... Te amo —le confesé—. No puedo dejar que te vayas, no pienso en otra cosa que seas tú. Mañana dejaré a Thomas y seré libre, si tú quieres podremos estar juntos para siempre, no me importa lo que eres, ya no. Sé que nunca me harás daño y que cuidarás de mí —me temblaba la voz y tenía un nudo en el estómago, el corazón me latía tan rápido que pensé que iba a salirse de pecho.

Me cogió en brazos y me sentó sobre su regazo sin ni siquiera hacer esfuerzo alguno. Yo me agarré de su cuello ansiosa por saber su respuesta.

—Hace mucho que nadie conseguía tocar mi corazón como tú lo has hecho Emily, tu inocencia y belleza me cautivaron desde el principio, pero créeme que no es tan fácil lo que me pides. Si el consejo descubre que nos queremos podrían hacerte daño y no me lo perdonaría —no podía dejar de contemplar sus ojos, eran casi de otro mundo grises y profundos.

—No sé qué es ese consejo del que hablas, pero tú mismo me has dicho que a veces pueden hacer una excepción, podríamos intentar convencerles —le sugerí, estaba dispuesta a todo por estar con él.

—¿No te rendirás verdad?, sí que podrían hacer una excepción, pero podrían obligarme a convertirte para poder estar juntos y eso no es una decisión que se pueda tomar a la ligera. Podrías ser desgraciada para siempre, te desagrada lo que soy aunque lo toleres —esa era una opción que ni siquiera me había planteado.

Me abracé a él con fuerza, la estancia ya se había calentado y no me molestaba que James estuviese frio. No podía perderle pero tampoco sabía si podría aceptar esas condiciones. No sabía si podría ser como él, vagar por las noches para tomar la sangre de otros y no poder pasear nunca más por mi jardín de día, por ningún jardín y cómo iba a decirle a mi padre que era una vampira. Pero por otra parte... no podía perderle a él. Esa decisión ya se tomaría llegado el momento, ahora solo sentía la necesidad de besarle y de abrazarle. Se libró de mi abrazo y me apretó contra él, nuestras miradas ansiaban encontrarnos. Yo nunca había experimentado aquellas sensaciones en mi cuerpo, toda mi piel ardía, mi respiración era cada vez más agitada y cuando quise darme cuenta ya me estaba perdiendo en sus labios. Nuestras lenguas jugaron caprichosas, besos que al principio eran dulces pero después se volvieron profundos y apasionados. Allí al lado del fuego resplandeciente y aquella casa como único testigo James se levantó conmigo en brazos y me tumbó sobre el diván, sentí su cuerpo sobre el mío y seguimos besándonos. Sus manos se deslizaron hasta mis caderas, yo lo estreché más fuerte contra mí agarrándome a su cuello. Su mano derecha fue bajando poco a poco hasta mi pierna y el calor se extendió por todo mi cuerpo, ni siquiera su frío tacto me sorprendió. Besó mi cuello en el lado opuesto a donde me mordió Jena, se incorporó levemente y se quitó la chaqueta y seguidamente la camisa dejando su torso al desnudo. Era atlético, no muy musculado pero en forma; parecía un figura de mármol tan pálido. Todo aquello era nuevo para mí, pero el deseo me guiaba. Acarició mi cuello y esta vez su mano se deslizo hasta los botones de mi vestido, los desabrochó muy despacio como pidiéndome permiso, yo solo podía mirarle y respirar agitadamente mientras lo hacía; no llevaba corsé esa noche. Me desabrochó también la camisa interior y sus manos se movieron suavemente hacia el interior de la misma, pude sentir su frío tacto sobre mi pecho, lo acarició dulcemente mientras yo cerraba los ojos y me dejaba llevar, después volvió a tumbarse sobre mí y volvimos a besarnos como si esa fuera la última vez que nos íbamos a ver.

Nunca imaginé que mi virtud me sería despojada con alguien que no fuese Thomas y menos aún que fuese un vampiro, pero le amaba y aquel era el momento. Seguimos acariciándonos hasta que terminamos siendo uno, James era delicado y atento en todo momento y me miraba para asegurarse de que estaba bien. Sus colmillos se desplegaron supuse que debido al placer que estábamos experimentando y supe que quería probarme, le acerqué mi mano ofreciéndole mi muñeca, era extraño pero yo también deseaba que lo hiciese.

—No lo hagas Emily —me pidió entre jadeos, (aquellos colmillos realmente le sentaban bien) me dije a mi misma.

—Hazlo —le ordené.

Sentí como se clavaban en mi piel pero esta vez no me dolió, incluso diría que me gustó.

Cuando empezó a succionar puede ver su cara de satisfacción como si estuviese probando el más dulce de los elixires. No dejó de mirarme ni un segundo observando cada reacción de mi rostro, cerré los ojos y me dejé llevar por ese momento. Cuando los abrí de nuevo ya había dejado de beber, volvió a besar mi cuello y mis labios... podía sentir sus colmillos rozarlos y el sabor metálico de mi sangre.

Cuando nuestra pasión fue saciada, se dejó caer sobre mí, permanecimos así un buen rato en silencio y sin hablar, nunca pude imaginar una primera vez así. Estábamos hechos un desastre manchados de sangre y sucios, pero nada de eso importaba ahora.

Nos incorporamos y me abroché el vestido mientras él se colocaba bien sus pantalones. Se agachó para ponerse a mi altura pues yo estaba aún sentada en el diván. Me sentía tan bien, feliz y libre... Había perdido mi virginidad con alguien a quien amaba, a quien yo había elegido. Si Thomas se enteraba de aquello no imaginaba cuál sería su reacción. Me puse nerviosa al pensar que mañana tendría que hablar con él, James me besó una última vez.

—No puedes presentarte así en casa, deja que prepare un baño.

Le vi dirigirse hacia la cocina que se encontraba en esa misma planta, no se había puesto la camisa y permanecía con el torso al denudo. Al mirarle pude apreciar mejor su constitución delgada pero atlética, me di cuenta de que tenía algo dibujado en ella, una especie de circulo con algunos símbolos extraños, ¿qué sería aquello? Regresó a los pocos minutos con una gran olla llena de agua que puso en el fuego de la chimenea para que se calentase. Después volvió a sentarse a mi lado.

—Dejemos que se caliente y en un momento te preparare el baño. Me resulta raro preparar el baño para alguien que no sea yo —admitió mientras reía alegremente, sentía curiosidad por saber que era aquel extraño dibujo en su espalda.

—¿Qué es ese dibujo que tienes en la espalda? —le pregunté mientras lo acariciaba con la mano.

—¿Eso? es un tatuaje, me lo hice cuando aún era humano —me aclaró.

—¿Un tatuaje? —me preguntaba que sería eso.

—Sí, para realizarlo usaban una vara de madera que se impregnaba en un pigmento natural y se empujaba a mano sobre la piel realizando el dibujo, he de confesar que fue bastante doloroso.

—Vaya, no sabía que se llevasen a cabo tales prácticas en Francia —comenté sorprendida, cosa que pareció hacerle bastante gracia ya que comenzó a reírse; acto seguido me abrazó.

—No podrías ni imaginar desde cuando llevo ese tatuaje en la espalda, pero eso ya te lo contaré en otro momento, es una historia muy larga de relatar —aseguró.

—Vaya... así que me he enamorado de un viejo —le dije divertida.

—Podría decirse que sí —me respondió—. El agua ya está caliente, dame un minuto y tendrás el baño listo.

Cogió la olla por las asas y subió las escaleras en un segundo, pude escuchar cómo echaba el agua en la bañera y abría el grifo para templarla, cuando me levanté del diván ya se encontraba a mi lado.

—Su baño está listo señorita —me dijo haciendo una reverencia, la verdad es que tenía mucho sentido del humor, era encantador.

Me cogió en brazos y me llevó al piso de arriba, entramos en la segunda puerta a la derecha de las escaleras. Dentro en el baño había encendido unas velas y todo estaba tenuemente iluminado. Me dejó en el suelo y me ayudó a desvestirme. Sentía un poco de vergüenza, ahí abajo no me había despojado de toda mi ropa. Cuando estuve desnuda apartó mi pelo y me besó en los hombros y en el cuello, volví a notar como sus colmillos se habían desplegado.

—Emily... No puedo evitar desearte —me susurró al oído, haciéndome estremecer. Sabía que quería tomar mi sangre de nuevo, aparté mi pelo hacia el otro lado dejando visibles las marcas de Jena.

—Puedes tomar más si quieres —me ofrecí, no temía que tomase más de la cuenta, sus colmillos se clavaron en las incisiones ya hechas, al principio me dolió, pero luego dejó de hacerlo.

Me agarró por la cintura y me apretó contra él mientas notaba como me drenaba lentamente, saboreándome. Pocos segundos después se detuvo y me dio la vuelta para mirarme, por la comisura de sus labios resbaló una gota de sangre.

—No te preocupes haré desaparecer las marcas de tu cuello y de la muñeca —mordió la yema de su dedo de la que brotó un poco de sangre y lo colocó sobre las heridas, primero en el cuello y luego en la muñeca. Las marcas desaparecieron como por arte de magia... ¡Era increíble!

—No solo hacemos cosas horribles los vampiros —afirmó.

—Vaya, no sabía que pudieses hacer eso —le dije realmente sorprendía por lo que había visto, su sangre podía curar...

Me miré al espejo para ver que realmente era cierto que ya no tenía marcas y así era, mi cuello volvía estar como siempre. Incluso se me había olvidado que estaba desnuda, pero a James no, cuando me di la vuelta me estaba observando detenidamente. Me ruboricé y me metí rápidamente en el agua, algo que le hizo mucha gracia porque comenzó a reírse de mí.

—Dejo que te bañes tranquila, no tardes, pronto amanecerá y no quiero que tengas problemas. ¿De verdad estás segura que quieres romper tu compromiso con Thomas? —la expresión de su rostro denotaba preocupación.

—Lo estoy —le aseguré.

Se fue de allí y me sumergí bajo el agua caliente, me esperaba un día duro. Cómo decirle a Thomas que no le quería y que no podíamos casarnos, qué razón podría darle sin meter por medio a James. Sabía cómo era y cual podía ser su reacción... Limpié a fondo la sangre de mi piel no podía quedar rastro alguno. Cuando me sentí lo suficientemente limpia, salí de la bañera y me vestí con mi ropa ensangrentada. Debía irme ya si no quería ser descubierta. Bajé las escaleras, vi que James estaba apagando la chimenea y ya se había vestido.

—Ahora si estás presentable —aseguró.

—Sí, si no fuese por el vestido sucio. He de irme ya aunque no me apetece nada —le confesé.

Se acercó y cogiéndome de la mano caminamos fuera de la casa. Mi caballo seguía atado a la pared esperándome, James me acompañó y me dio un beso. Después me ayudó a subir.

—Ten cuidado mañana, Thomas no me da buena espina y temo que pueda hacerte daño cuando hables con él.

—No te preocupes, no pasará nada —aunque lo cierto era que no estaba del todo segura de que no fuese a pasar nada.

Me alejé de allí bajo su atenta mirada.

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