★XVII★
★Punzadas★
★Shisui★
El golpeteo de mis dedos sobre la madera de la mesa resonaba al compás de las gotas que se estrellaban contra la ventana sin descanso. Llevé mis ojos a ésta, pensando en cuando Suki había escapado por ella la última vez que la vi.
La vez que la besé.
La vez que me permití perder el control.
Despegué mis ojos de cualquier atractor de recuerdos y terminé por mirar el plato vacío que había dejado a un lado. Habíamos acordado con Itachi que pasaría por mi casa después del almuerzo para ir a descubrir lo que sea que haya tras la única habitación que no pudimos revisar de la casa de Katsuro, aquella con el papel bajo ésta, pero llevaba más de una hora de retraso.
Y eso solo me recordaba a los altos mandos de nuestro clan y su desconfianza a la lealtad de mi amigo. Confío en él como en ningún otro, y con esa convicción acepté vigilarlo tal como ellos lo pidieron.
Un par de golpes en la puerta resonaron sobre el tamborileo de mis dedos en compañía de la lluvia, por lo que me puse de pie y caminé en dirección a la entrada. Abrí la puerta a la vez que un trueno gruñía con furia en la tormenta despampanante que ocupaba el cielo y ante mí, esperando al otro lado de la puerta, se presentó quien yo no planeaba ver.
Katsuro, con sus manos resguardadas en los bolsillos delanteros de su pantalón, parecía totalmente ajeno al temporal cayendo sobre él. Completamente desinteresado.
—¿Recuerdas la visita que me hiciste hace tiempo? —Preguntó sonriendo de soslayo, pero con los ojos cargados de seriedad—. Bueno, ésta vez es mi turno.
Lo observé de pies a cabeza, notando su cansancio y buscando cualquier otra cosa que pudiese destacar de su expresión corporal. Pero era precavido y no podía ver nada más allá de su aspecto físico, evitando que alguien pudiese leerlo.
Le permití el paso y me asomé lo suficiente para comprobar lo que ya sospechaba, aún no había señal alguna de Itachi. Cerré la puerta y observé a Katsuro colgar en el perchero junto a la puerta su chaleco táctico, sacudió su cabello con ambas manos para liberar los restos de agua sobre él y volteó a verme igual de serio que yo.
—Deberías tomar asiento, no sé como te tomarás la notícia que vengo a traerte —Opinó hundiéndose de hombros.
Lo pensé durante unos pocos segundos, dudando de la razón de su visita y la llegada inesperada. Su aparición al momento anterior a iniciar nuestro plan de infiltración en su casa podía ser una casualidad, pero no sabía que esperar de él. Le indiqué que me siguiera con una seña de manos y volví a caminar a la cocina que conectaba directamente con la sala. Retomé mi lugar anterior mientras él ocupaba la silla que estaba al otro lado de la mesa, enfrentando nuestras miradas.
—¿A qué vienes? —Pregunté directo y sin escrúpulos.
Era claro que no era una visita amistosa, no teníamos ese tipo de relación. Prácticamente no teníamos nada que nos conectara más que el clan.
Porque Suki no podría considerarse como una unión cuando él parece verlo como una rivalidad.
—¿No te alegra verme? —Preguntó con una obvia sonrisa falsa—. A mí tampoco, la verdad —Confesó dejando atrás su fachada de burla para dirigirme una mirada feroz, incluso su tono de voz se había vuelto más profundo con leves tintes de amenaza—. Pero tengo que hablar de unas cosas contigo.
No me molesté en contestar, solo mantuve mi expresión seria y mi mirada fija en la suya.
Su apariencia no mostraba nada, pero ésta vez sus palabras se encargaron de delatar su nefasta capacidad del control de emociones. Antes solo hubiese culpado a su actitud agresiva y poco amigable, pero ahora que sabía lo que escondía en su baño comencé a cuestionarme si es que llevaba la medicación consigo en las misiones o si es que había ciertas actitudes que ni con pastillas era capaz de reprimir.
—¿No piensas decir nada? —Inquirió apoyando sus brazos sobre la mesa, manchando con humedad las partes dónde su ropa mojada hizo presión contra la madera—. Entonces lo haré yo. Deja de marcar a mi novia como si fuese tuya.
—No sé de qué hablas.
Y sí que lo hacía, pero no lo admitiría. Si fuese solo por mí lo haría con total orgullo, pero no hablaría cuando la más afectada terminaría siendo Suki por algo que yo pude haber evitado. Ella no cargaría con el peso y la culpa de algo que yo permití que ocurriese.
—¿Necesitas ayuda para recordar? —Cuestionó ladeando la cabeza y entornando los ojos—. Hace unos días fui tras ella al arrepentirme por comportarme como imbécil, entonces justo desde ahí los ví —Señaló sobre su hombro la ventana de la sala y tragué con fuerza al saber lo que saldría de sus labios—. No finjas, sé cuánto disfrutaron de lo prohibido.
—¿Suki lo sabe? Qué nos espiaste —Aclaré, dando una mirada efusiva al sillón dónde todo había comenzado antes de volver a analizar su expresión crispada—. Porque si tanto dices saber, supongo que entenderás que la responsabilidad es mía.
—¡Qué romántico, cargando con toda la culpa para que ella no sufra! —Exclamó con fingida emoción, perdiendo la compostura y exponiendo su inestabilidad tanto con sus palabras como con sus movimientos. Elevó los brazos al aire con falso júbilo antes de dejarlos caer con fuerza sobre la madera y volviendo a adoptar su expresión agresiva—. Claro que es tu culpa. Ambos sabemos que ella está enamorada de tí hace años, todo el tiempo lo supe, pero siempre te mostraste indiferente a sus sentimientos —Sus dientes rechinaron, en un vago intento de contener la ira, y sus manos formaron puños que presionaron la mesa— ¿Cuando al fin acepta mis sentimientos es el momento en el que decides luchar por ella?
—Yo no me decidí a nada —Sentencié dejando en claro que sus pensamientos eran errados.
No esperaba que aceptase tan abiertamente estar al tanto del verdadero interés amoroso de Suki, porque junto a ello confesaba saber que sus propios sentimientos no estaban siendo correspondidos de la forma que el esperaba. Por otro lado, mis palabras eran ciertas; que la haya besado aquella vez no significaba que ahora lucharía por estar con ella.
Katsuro no era bueno para ella. Pero yo tampoco.
—¿Entonces qué? ¿Solo te estás divirtiendo un poco? —Preguntó con cierta burla agria. No pude evitar fruncir el seño con molestia al escucharlo suponer que estaba jugando con sus sentimientos—. Tu diversión llegó al punto de dejar marcas en el cuello de mi novia —Se levantó consumido por el enojo, apoyándose sobre la mesa con los brazos temblando de impotencia— ¿Sabes quién asumió la culpa de ellas como propias cuando nuestros compañeros las vieron al comprobar su pulso? ¡Yo! Porque no solo soporté verlos, sino que también tuve que encubrirlos.
—¿Comprobar su pulso?
Estaba tratando de mostrarme tranquilo y alerta ante cualquier cosa que se le ocurriese en un arrebato de ira, pero mi raciocinio se detuvo al escuchar con atención su queja. Podía ver su rabia emanar en cada movimiento, mirada y palabra; pero no me importó en lo más mínimo.
Sonrió de soslayó, relajando todo su cuerpo hasta dejarse caer con pereza contra el respaldar. Apoyó su mejilla en su palma y me observó con suficiencia, como si se regocijara de mi desconocimiento. Su cambio de actitud fue tan exagerado que llegué a observarlo con extrañeza mientras él parecía nunca haber estado enrabiado solo segundos atrás.
—Cierto que aún no lo sabes —Canturreó con una creciente sonrisa.
—¿Qué le ocurrió? —Me limité a preguntar, haciendo mi mejor esfuerzo por mostrarme tranquilo.
—Está en el hospital, luchando por vivir.
El no movió ni un solo músculo, pero cuando mi cerebro procesó la información fue como si hubiese golpeado mi pecho con todas sus fuerzas y estrujado mi corazón con ambas manos, atrayendo una incontable cantidad de punzadas.
Una sensación de dolor que jamás había sentido ni en mis peores enfrentamientos. Un pesar interno más inaguantable que cualquier herida visible.
Tuve que apoyar ambas manos sobre la mesa buscando estabilidad ante la incipiente caída, aunque de nada serviría cuando lo que se desataba se encontraba en mi interior.
—Alto ahí —Alzó su índice, señalándome con advertencia cuando amagué a ponerme de pie—. Aún no termina nuestra conversación.
—Yo le doy fin justo ahora —Sentencié con autoridad. Me incliné acortando nuestra distancia, mis brazos completamente rígidos me sostenían sobre la mesa.
—¿También piensas perder los estribos? —Preguntó con gracia, mirando con un brillo de diversión en sus ojos oscuros.
—No soy de esos —Refuté con simpleza, denotando la clara diferencia entre él y yo—. Pero conozco mis prioridades, y tú no eres una de ellas.
—No hay nada que puedas hacer por ella en éste momento —Contestó con hostilidad—, ni yo pude hacer más que cargar su cuerpo inconsciente con el miedo de perderla en el camino.
—Quizás no haya nada que pueda hacer ahora, pero no significa que me quede aquí de brazos cruzados. No soy de los que se rinden fácil —Respondí irguiendo mi postura.
Sus ojos me escanearon sin pudor hasta que terminó por reparar una última vez en mi rostro. Suspiró, cerrando los ojos con aquella acción, para terminar hundiéndose de hombros y alzando las manos en derrota.
—Bien, haz lo que quieras. Aunque ya lo venías haciendo de todos modos —Habló con cansancio y se puso de pie—. Un último consejo —Se humedeció los labios y frotó sus hombros con expresión adolorida—. Por alguna razón más de uno de ustedes me considera una amenaza, dejen de imaginarse cosas y manténgase fuera de mis asuntos. Eso incluye a Suki, porque si crees que yo soy malo para ella deberías de fijarte en que corre más peligro a tu lado que junto a mí.
—También deberías dejar de imaginar cosas, yo sé lo que debo o no hacer —Respondí con tranquilidad.
—Seguro que lo haces —Sonrió de soslayo. Dio un golpe amistoso a uno de mis brazos y se alejó caminó a la puerta—. Te buscaré en otro momento, aún hay cosas que tenemos que hablar.
En el momento que cerró la puerta, y su presencia abandonó mi hogar, fregué mi rostro con ambas manos en molestia.
Ese desgraciado puede lucir tan cómodo incluso cuando la persona que dice amar está luchando por su vida en el hospital, mientras yo no puedo sacar la presión en mi corazón. Definitivamente no era la clase de sujeto con el que quería que Suki estuviera, porque aunque no me gustaba pensar en ella junto a otra persona al menos deseaba que fuese alguien quien se preocupe por su salud y por verla bien toda la vida.
Alguien que le brinde la felicidad, compañerismo y bienestar que yo no puedo ofrecerle.
Capítulo de 1815 palabras.
Ugh, lo que me COSTÓ escribir esto. Siento que podía haberlo hecho mejor, pero Shisui es alguien complejo de escribir (y ya era hora de una actualización). Él es tranquilo, racional y busca resolver conflictos sin recurrir a la violencia. Pero imaginar su reacción y pensamientos al tratarse de un interés amoroso es complicado.
En fin, ya comencé a escribir el próx, que por suerte es más fácil de escribir y espero que les resulte interesante.
¡Gracias por todo el apoyo que le dan a la historia! Procuraré darles una buena obra y hay varias cosas por exprimir aún.
¡Nos leemos pronto!
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