Capítulo 15. 1. La metida de pata de Carlos de Vil
Se deslizaron por el agujero para llegar a la Cueva de los Malditos. Al arribar, se sacudieron la ropa.
Inmediatamente Ben sacó el teléfono del bolsillo del pantalón y activó la luz para alumbrar. Justo en ese momento, oyó un suspiro de pesadez por parte de Mal.
—¿Pasa algo?
—Ben, quiero saber lo que hablaste con Yen Sid. Ahora mismo —sentenció. Él la miraba con una expresión cejuda. La chica estaba consciente de que por más que Ben la amara y todo eso, no sería fácil sacarle información—. ¡Vamos, Ben, dime algo!
—No.
—¿No? —exclamó ofendida y con la boca abierta—. ¿Escuché bien?
—Mal, por favor, no me insistas —sugirió acercándose a ella, hasta lograr que conectaran las miradas—. No quiero preocuparte.
—¡Por Dios, Ben! ¿En serio me los estás diciendo... —preguntó pasmada, llevándose orgullosamente la mano al pecho— a mí? ¿Cuántas cosas peligrosas no he pasado ya? —recalcó con un aire de suficiencia en la voz, insinuando su enfrentamiento con Maléfica y medio año después con los talismanes. Realmente quería pensar que seguía siendo esa misma chica fuerte de antes—. Muchas, Ben. No necesito que me cuides tratando de ocultarme cosas.
Si había algo que Mal no soportaba era que le ocultaran cosas para protegerla, ¡como si no tuviera el suficiente valor para afrontarlas! De haber sabido que Yen Sid hablaría un tema de esa categoría con Ben, se hubiera rehusado a salir del castillo por más que trataran de echarla a empujones.
—Podría ser una tontería. No sé si valga la pena pensar en eso ahora.
—No me salgas con eso, Ben, yo...
Ben la interrumpió poniéndole un dedo en los labios.
—No quiero que te preocupes más, ya suficiente has tenido con lo que te sucedió.
—Okey.
—¿Okey? —repitió Ben—. ¿Ya no me preguntarás nada sobre el asunto?
Con expresión maliciosa, Mal miró a Ben.
—Al contrario, amor. En cuanto salgamos de aquí, tú me llevarás al... —Tronando los dedos y con la mirada ávida al techo, intentaba recordar algo— Rincón de la Muerte.
—¿Al Rincón de la Muerte ? —indagó Ben seriamente confundido.
—Es un bar —respondio como si quisiera liquidar el tema rápidamente—. Así que sí creíste que te librarías de tus secretitos —añadió con tono desdeñoso—, créeme, estás bastante equivocado. Me llevarás y me contarás cada detalle de lo que Yen Sid te dijo, ¿de acuerdo?
Ben, aturdido, no dijo ni sí ni no. Pero Mal por él ya lo había hecho y más que darle elección para responder, pareció más una orden. Si, allí estaba de vuelta la Mal de la que se enamoró, sin ninguna duda. Mal se soltó de Ben y presionó el botón del reloj.
—¿El Rincón de la Muerte? Peculiar nombre para un bar.
—¡Estoy furiosa! ¡¿Cómo se atreve?! —gruñó con exasperación la chica de pelo azulado—. «Sí, Evie, pero a cambio de que hablemos sobre nosotros» ¡¿Cómo rayos le hace para parecer tan adorable y a la vez tan fastidioso?! Pero esto no se queda así. Ah, por supuesto que no.
La descendiente de la Reina Malvada entró a su habitación con un semblante lleno de enojo, como si le hubieran robado el puesto de las más hermosa del colegio. Era casi tan repugnante como eso. O lo era antes. Fácilmente podría discutir que mil veces prefería tener la etiqueta de la más fea a tener que ver a Doug de nuevo.
Cerró la puerta de golpe. Dejó caer su bolsa al suelo, sin siquiera percatarse de que ningún maquillaje importante se haya roto. Respiró hondo, pero de nada servía cuando tenía tantas ganas de golpear a alguien en ese preciso momento. Miró a su alrededor, las cortinas estaban corridas y el cuarto entre la penumbra. Quería encender el interruptor, pero pronto descubrió que no se encontraba sola en la habitación, había dos siluetas que le parecían familiares: en el suelo, estaban sentados Jay y Carlos.
—¿Así que ustedes son los que robaron mi llave? Claro, por eso no estaba en mi casillero cuando la busqué.
—Shhh —silbó Carlos, mirándola una fracción de segundo. Luego volteó hacia adelante, como contemplando algo de lo que no deseaba perderse un solo segundo.
—¿Qué me calle? ¿Saben lo qué es tener que pedirle un favor a tu ex? No es nada agradable, chicos. Si querían volver a tomar dulces de mi cajón me hubieran dicho. No tenían necesidad de entrar como criminales a mi habitación.
—¡Shhh! —dijo de nuevo y más fuerte Carlos.
¿Por qué los chicos no le prestaban atención? (Bueno, más bien: ¿Por qué parecían más interesados en mirar hacia la ventana que hacia una Evie enojada?) Eso sí que es nuevo, pensó Evie antes de inspeccionar por ella misma qué es lo que tan fascinados tenía a los chicos. Se aproximó con paso vacilante a ellos, en su mente preparando una regañada que disfrutaría ponerles.
Por un momento sintió una oleada de confusión, pero muy pronto se fue de ella tan pronto como llegó al vislumbrar una escena... Bueno, ¿cómo decirse sin que sonara incómodo? ¡Pues romántica! Maravillada y con una gran sonrisa que alivió la euforia que todavía hacía unos segundos sentía, divisó lo más hermoso que había visto en mucho tiempo: ¡Ben y Mal besándose!
Con ternura observaba la escena. Era como ver un video en vivo de una película de amor. Se preguntó a sí misma cómo era que Ben y Mal habían sido tan descuidados en ese aspecto, hasta que se dio cuenta de algo: ¡Prácticamente estaban espiando un momento íntimo de Ben y Mal y ella estaba convirtiéndose en la cómplice de los chicos!
—Un videojuego nuevo a que duran por lo menos un minuto más —apostó Jay a Carlos. Este último se frotó la barbilla, para luego dejar ver una sonrisa maliciosa.
—Está bien, pero si duran dos minutos más sin darse cuenta me comprarás una caja de chocolates por todo un mes —repuso Carlos. El chico a su lado asintió gustoso, lo que le dijo a Evie que tenía toda su fe en que le ganaría la apuesta a Carlos.
—Perdonen, ¿pero acaso están apostando sobre... sobre esto? —exclamó Evie sin encontrar las palabras adecuadas, al tiempo que le latía la vena de la sien de lo indignada que la hacía sentir el comportamiento inmaduro de sus amigos—. A ver, díganme cuánto tiempo llevan así.
—Aproximadamente un minuto con diez segundos —dio a observar cuando verificó en su cronómetro—. Pero cuando nosotros los vimos en el espejo, ya estaban bastante entretenidos. Mejor digamos... —Se aclaro Jay la garganta, mirando de soslayo hacia el Espejo Encantado—, demasiado entretenidos.
—¿Y por qué no les llamaron la atención?
—Mal se pondría furiosa. Además, es muy divertido —atajó con una risotada.
—¿Y no crees que se pondrá más furiosa cuando sepa que la están espiando? —dijo en casi un susurro, para que Ben y Mal no la escucharan—. ¡Ah! y para acabarla, que están apostándolos como si fueran un juego de Tourney.
—Bueno... si lo pones de esa forma, es probable. Pero vamos, ¿qué importa? Mal no nos puede hacer nada mientras esté del otro lado —dijo aliviado. Posó una mano sobre el hombro de Jay, que aún traía puesto su uniforme de Tourney—. Así que estamos a salvo.
—Son unos idiotas —crispó Evie, con la expresión de «¿En serio estos son mis amigos? Necesito conseguir más», sentándose a lado de los chicos.
Muy amargamente se hicieron a un lado. Carlos y Jay se dirigieron miradas maliciosas, como si tuvieran ya en mente fotografiar en sus mentes las caras de vergüenza que pondrían Ben y Mal cuando se dieran cuenta. Bueno, ¿también quien los mandaba a perderse del mundo? Después de todo, ellos tenían la culpa ya que en el último minuto habían hecho omisión alguna a los disturbios y refunfuños que albergó el cuarto en cuanto llegó Evie.
—Ejem... —empezó Evie aclarándose muchas veces la garganta para lograr que Ben y Mal la escucharan. Pero no sirvió de nada. Y con más fuerza en la faringe, hizo notar más su voz—. ¡EJEM!
Carlos se acercó, dispuesto a decirle algo por lo bajo a Evie. Ésta pegó la oreja, con la mente puesta en idear una forma de sacar a Ben y a Mal de su mundo. Y Jay, entretanto, se seguía riendo como loco, quizá pensando seriamente qué podría pasar si esos dos continuaban así. Sinceramente no quería ver eso y ciertamente tampoco sus otros dos amigos.
—No es por nada, —murmuró a Evie— pero si no intentas gritar más fuerte, esos dos se terminarán tragando antes de que podamos cruzar palabra siquiera. Me parece o no que estoy volviendo a odiar a esta pareja tan cursi. ¿Dónde está la Mal que decía que los novios no sirven de nada?
A los tres les sorprendió cuando tan súbitamente aquélla frase separó a Ben y a Mal de su tan largo beso. Enrojecidos de la pena, se apartaron el uno del otro cuando los grandes y brillantes ojos de sus amigos no dejaban de mirarlos con mucha curiosidad. Ambos como en sintonía se taparon con los dedos los labios, como si eso fuera a acabar con la tensión. Ben y Mal se dirigieron miradas nerviosas y después hicieron todo lo posible por no mostrar aquel mismo sentimiento a las personas que los veían desde el otro lado.
—¡Hey, chicos! ¿Cómo están? —exclamó Ben, poniendo todo su esfuerzo por hacer olvidar lo de hace un momento—. Creo que deberíamos olvidar, ¿no creen?
—¿Olvidar? —preguntó Carlos, riendo a zancadas—. Por supuesto que no. Ustedes deberían pensar seriamente en competir en algún concurso por el beso más largo. Me pregunto si habra uno en el cual se puedan inscribir en la Isla de los Perdidos —Mal abrió los ojos como platos. Y como si Evie descifrara lo que su amiga hubiera querido hacer en su lugar, le dio tremendo codazo en las costillas al pecoso para que no le quedaran ganas de seguirse burlando—. Bueno, solo decía.
Con un movimiento de labios bastante sutil, Mal pareció darle a Evie las gracias. Luego de los ocurrido pasaron varios minutos para que dejaran el tema del beso atrás. Ambos les explicaron todo lo que había pasado en el Castillo-al-otro-lado, desde el aliado en Auradon de Facilier, pasando por el Refugio de los Perdidos y terminando con la Piedra Descendiente, los tres elementos clave para entender lo sucedido en la Isla de los Perdidos con los villanos.
—¿Freddie cómplice de su padre? No, tampoco lo creo —comentó Evie.
—Podríamos preguntarle qué tanto ha sabido de su padre últimamente —sugirió Carlos.
—Lo hago yo. La veré a ella y a Jordan para entregarle su vestidos para mañana.
—Pero sé cuidadosa, E, nadie de Auradon debe saber por ahora el complot que armó el Doctor Facilier en la Isla de los Perdidos.
—No sé ustedes —empezó Jay— pero que la Piedra Descendiente esté justamente en el lugar donde Mal durmió un año entero a mí no me da buena espina.
—Concuerdo —expresó Evie con preocupación.
—No solamente eso, creo que la dejaron ahí a propósito —dijo Mal con una sensación de temor de la boca al estómago—. Creo que —Y apartó la vista de sus amigos— se trata del arma con la que me maldecieren.
Ben habían llegado a la misma conclusión que Mal y no le gustaba para nada. Sus ojos se clavaron en ella, alternativamente en Jay, Evie y Carlos. No podían negar que no era ni un poco descabellada la idea de que quien haya embrujado a Mal también causara el adiós de los exiliados con la Isla de los Perdidos.
Ben puso su brazo alrededor de los hombros de su chica.
—Con más razón vamos a deshacernos de esa cosa en cuanto podamos —decidió Ben.
Mal movió la cabeza como asentimiento, trazando al mismo tiempo una sonrisa.
—Eso está bien, pero ¿cómo la sacaremos de esa cueva? —preguntó Carlos.
Mal se había quedado pensando en la clase de protección que mantenía encerrada a la Piedra Descendiente desde que tomaron la misión de sacarla y se le ocurrió utilizar algo de magia y ciencia al mismo tiempo para resolverlo esta vez. Era simple, en realidad. Se trataba de destruirla con veneno ¿y por qué no el veneno más potente de la historia de Auradon? Un veneno capaz de debilitar la fuerza de la cúpula.
Entonces se los propuso a todos. Nadie lo vio mal hasta que Carlos preguntó cómo lo llevarían a Auradon sin tocarlo, pues les hizo recordar que bien podría estar en una siesta como el Ojo de Dragón en el báculo de Maléfica.
—Es un buen punto —admitió Mal—. No conocemos los alcances de ese artilugio. No sabemos nada de él realmente.
—Podría ser incluso una trampa. Quizá quien la toque... Bueno, ya saben, muerte segura —dijo Jay.
—Claro, ¿sino por cuál otra razón la dejarían ahí? —añadió Evie.
—Además de que no podemos llevárnosla a Auradon en cualquier cosa.
Todos asintieron ante el comentario de Mal y se quedaron pensando. El primero en dar con algo fue Ben.
—Hay que hacernos entonces de una reliquia poderosa con la capacidad de contenerla. La lámpara maravillosa.
No había demasiado que conversar para que los chicos entendieran lo que tenían que hacer. Robar la lámpara del Genio parecía una tarea algo complicada para Jay, porque aunque era un ladrón experto, ¿cómo haría el robo ante las narices expectantes de los héroes? Allí estaba el meollo del asunto. Por lo tanto, sería una tarea bastante difícil y mucho más si se tomaba en cuenta que Genio pasaba muchas horas al día ahí adentro. Después de todo era su casa.
—No tenemos muchas opciones, chicos. Tal vez si convencemos de alguna forma a Genio para que tome algunos de sus divertidos viajes, podamos idear alguna manera de que deje su lámpara en algún lugar donde la puedas tomar, Jay —sugirió Mal. Su amigo pareció pensarlo, pero rápidamente objetó.
—Es imposible. No recuerdan que mañana empiezan los "7 Días de los felices". Todo Reino Unido estará aquí celebrando, incluyendo Agrabah —explicó Jay desanimado—. Tenemos que pensar en otra cosa.
—¡Vamos, Jay, eres un ratero experto! Ya te las ingeniarás —animó Mal desde el otro lado. ¿Por qué no había de hacerlo? Ella misma había sido víctima de los crímenes de Jay. Y era raro, ya que ella de alguna forma también era ratera. Aunque esos malos caminos se habían ido de su vida.
—Si tú lo dices —espetó con pesimismo.
—Si, yo lo digo —dijo Mal orgullosamente, sonriendo a pesar del embrollo en el que estaban metidos—. Además, siempre hemos logrado nuestros cometidos.
—Pero es diferente, Mal. Ahora estamos separados. Ustedes en la Isla de los Pedidos y nosotros en Auradon. No sé de verdad por qué pareces realmente positiva —insinuó dubitativo, estudiando la reacción de Mal—. Y por si no fuera poco, el Hada Madrina nos pidió de favor que ayudemos con la organización de la famosa celebración. Ya que no tenemos rey...
—¡Carlos! —refunfuñó Evie, fulminándolo con el entrecejo fruncido para que cerrara la boca.
Ben entristeció la mirada un segundo, pero al girar a ver a su prometida, recordó cada una de las razones por la que había renunciado a ser rey y sonrió con desgana. Mal había estado tentada de pedirle a Ben que la dejara sola y que fuera a recuperar su reino, pero quizá era más egoísta de lo que pensó. No quería perderlo. Los chicos se le quedaron viendo. Fue Ben quien decidió interrumpir el silencio.
—Estoy bien, ¿sí, chicos? No tienen que preocuparse, de verdad —aclaró con una sonrisa—. Estoy... contento.
—¿Contento? ¿En la isla? —preguntó Jay con recelo y sorpresa—. Eso sí que es nuevo.
—Y creo saber el por qué de esa felicidad —repuso Evie—. ¿O no, Mal?
Con sus ojos marrón oscuro, llenos de curiosidad y burla, Evie miró, señalando hacia la mano derecha de Mal el anillo de compromiso que Ben tan solo ocho horas atrás le había dado. El anillo dorado y brillante con la forma de corazón no había pasado desapercibido por Evie. De hecho, ella misma fue a la persona a la que hacía un año y pico había recurrido Ben para que lo ayudara a darle la tremenda sorpresa a Mal. Por cuestiones de la vida, el mismo día la descendiente de Maléfica tuvo la desgracia de caer en un encantamiento, dejándolos a todos con el corazón herido. Así que la chica de pelo azulado lo reconocía sin lugar a dudas.
Mal miró a Evie de manera amenazadora, pidiéndole con complicidad que no revelara nada. En menos de lo que se esperó, Evie sonriendo grito casi a los cuatro vientos que Ben y Mal se casarían. Es más, hasta empezó a balbucear y a generar teorías de cómo pudo ser cuando Ben se lo pidió. Carlos y Jay ya habían intentado hacerlos razonar sobre su decisión, con la excusa de que les faltaba conocerse. Pero ¿quién creería que ellos eran de esa ideología? Lo único que buscaban era impedir que su hermana-amiga se casara tan joven. No era un secreto que ellos fueran tan sobre protectores con ella y con Evie, claro.
—¡CÁLLENSE YA! Me están haciendo perder la poca paciencia que me queda —espetó Mal, temblando terroríficamente uno de los dos ojos y sin previo aviso, le centellearon en un repentino pero corto período de tiempo de un verde intenso y penetrante.
Todos se callaron tanto de un lado como de otro. Ya que lo habían hecho, Mal explicó cómo habían ocurrido las cosas, y todos, incluso Ben, la escuchaban expectante. Al acabar, volvieron a surgir los disturbios.
—¿Ben se arrodilló o no?
—¿Se dieron un beso como el de hace rato?
—¿Piensan casarse pronto?
Ben alzó la mano para callarlos. De pronto se sintió como si estuviera en una junta con los Segundones.
—Demasiadas preguntas a la vez, ¿no creen? —preguntó sonriente—. Chicos, no saben cómo me gustaría hablar de mi compromiso con esta chica que tanto adoro —le echó un vistazo rápido suspirando, para volver de nuevo hacia Carlos, Evie y Jay— pero creo que antes necesitamos hablar muy seriamente sobre la Piedra Descendiente.
—Bueno, podríamos aprovechar las festividades de los Días de los felices —comentó Carlos.
—¿Tienes alguna idea? —preguntó Evie esperanzada.
—Eso siempre —dijo creído—. Basta con meternos lo más que podamos en la organización individual de cada descendiente. Escuchen —llamó la atención—, podemos ser Aziz y Linda.
Aziz es el hijo de Aladdín y Jazmín; Linda de Blanca Nieves y su principe.
—¿Te refieres a lo que creo que te refieres, Carlos? —preguntó Mal casi en un trabalenguas. Desconcertada ante la sugerencia algo disparatada pero bastante alentadora de Carlos, sumergió la cabeza al suelo, pensativa.
—¡Oh, sí! Recuerden que en la celebración de cada día, los héroes tienen acceso a aquellos objetos que ocupamos. Y mucho más cuando inauguren la celebración. Será como un gesto memorable.
—Sí, de hecho hoy cuando pasaba por la oficina del Hada Madrina, vi que estaba puliendo el cristal de la Rosa Encantada. Limpiándolo y todo eso —explicó Jay sin darle importancia a lo último.
—¿Y te pilló espiándola? —preguntó Mal con la esperanza de que fuera así. Jay la miró con recelo, pero igual respondió.
—No, de hecho yo mismo entré a preguntarle qué pasaría ahora que Ben ya no está —dijo, y prosiguió cuando presintió la pregunta que le harían a continuación—. Me respondió que es muy apresurado para pensar en ti, Ben, como un recuerdo. Me dio a entender que aún no estás absuelto del trono.
—Eso es maravilloso —Evie que había estado callada celebró con una mirada a Ben, que no hacía otra cosa que tratar de evadir el tema de ser rey de nuevo. Probablemente lo seguía siendo, pues no se podía quitar del trono así como así, pero de todos modos no se imaginaba a sí mismo volviendo como si nada hubiera pasado—. Bueno, ¿y a qué te referías —empezó dirigiéndose a Carlos— con lo de convertirnos en Linda y Aziz? Por qué creo que me perdí —avisó Evie desorientada—. ¿Quién más aparte de mí?
Ben y Jay levantaron enseguida la mano.
Carlos les explicó cuál era su plan. Era arriesgado, pero valdría la pena por frenar los planes maléficos de sus padres. No se saldrían con la suya mientras ellos pudieran evitarlo. La idea de Carlos consistía en que Mal usará sus poderes para convertir con la ayuda de su libro de hechizos a Carlos y Evie en Aziz y Linda, en aquel orden. Y de esa forma, sin tener mayor problema obtener aquellos objetos. Lamentablemente había tres márgenes de error en aquel plan.
—No sabemos si Mal con el descontrol que sintió con sus poderes pueda utilizarlos pronto —ilustró Evie.
—A pesar de que pudiera usarlos, ni siquiera puede salir de la Isla —resaltó Jay.
—Y no se puede usar la magia en Auradon. Y lo lamento, chicos, pero aunque haya renunciado a ser el rey de Auradon no puedo permitir que la usen —terminó Ben, sinceramente apenado.
—Vamos, Ben, no seas aguafiestas. Antes lo hemos hecho y no te habíamos consultado nada —reprochó Carlos, en tono de obviedad—. Es más, a Mal le tocaba utilizarla cuando las chicas de la Academia Auradon le pedían un cabello nuevo y si no recuerdo mal, tú estabas enterado y no le dijiste nada.
Ben objetó pero fallidamente. Era un buen punto del chico con pecas. Arrugó la nariz y era cierto, jamás le había pedido a Mal que dejara de hacer eso. ¿Será que se hacía de la vista gorda por su enamoramiento por ella o más bien estaba tan ocupado en sus propios asuntos que se le había pasado? Quizá las dos cosas. Carlos, enteramente perspicaz, con la ceja alzada esperaba que Ben pudiera contestar y asombrosamente así lo hizo.
—Bueno, estoy enamorado de ella, no de todo Reino Unido —dijo—. De la chica más guapa del mundo.
A Mal le hubiera gustado tener un líquido en la boca para poder escupir de la sorpresa ante la ocurrente respuesta de Ben. En vez de eso, tomó a Ben muy fuerte de la mano y él le devolvió una sonrisa, que ella también mostró por encima de que los chicos les pudieran decir algo.
A continuación, escucharon un ruido proveniente de los pasillos del dormitorio. Con cautela y con la mirada misteriosa, de puntillas, Evie fue a inspeccionar de qué se trataba la interferencia. Se asomó con presteza al abrir la puerta, pero la única persona que vio era Lonnie, pero ella estaba un poco lejos hablando con el insoportable de Chad sobre unas entrevistas que les harían a los hijos de los reyes de cada reino, entre otras cosas más de no demasiada importancia.
Con un gesto les indicó a los chicos que saldría a hablar con ellos dos. Ellos asintieron y esperaron a que Evie regresara.
—Chicos, no me digan que no cerraron la puerta —expresó Mal de mala gana.
—No lo sé. Evie fue la última en entrar. Pero como ustedes estaban demasiado ocupados para notarlo, presiento que no se dieron cuenta.
Ben y Mal se encolerizaron de nuevo. Creían que Carlos y Jay no dejarían de molestarlos en mucho tiempo por aquel beso.
Quince minutos después, Evie regresó de donde Chad y Lonnie. Cerró la puerta con todas las cerraduras que tuviera y hasta le arrebató la llave a Jay para asegurarla más.
—Estuve hablando con Lonnie. —inició Evie ya sentada de nuevo al frente del espejo—. Dice que las cosas van pésimo en el reino. Adam ha vuelto a ser rey de manera provisional y dicen que parece más enojado que nunca.
—Enojado porque Ben dejó los asuntos de un día para otro, ¿no?
—No nada más por eso —se lamentó Evie, con la impresión de que estaba vacilando demasiado—. Ben, tu padre no cree que hiciste lo correcto al preferir a Mal que a tu reino —Mal se sintió pésimo de nuevo y Ben la calló antes que dijera lo que ya sabía que diría. Por eso, la abrazó más fuerte—. No le dijimos que Mal había estado bajo un hechizo solo porque lo pidieron explícitamente.
—¿Y qué le dijeron? ¿Qué excusa pusieron cuando volvieron?
—Eh... bueno... les dijimos en sí la verdad, solo que omitiendo cosas y modificando otras —vagó Jay con voz rasposa.
—¿Cuáles? —preguntaron al unísono Ben y Mal.
Los chicos se debatían entre quién relataría la versión falsa que habían contado a Bestia, para que Evie al final aceptara explicarlo.
—Al llegar nos recibieron Bella y el Hada Madrina. Nos llevaron a la oficina de la directora y solo con la madre de Ben y el Hada Madrina, nos exigieron explicaciones. Como era de esperarse les extraño el hecho de que Ben no viniera con nosotros y tampoco Mal —los señaló y intentó recordar cada detalle de la versión alterada—. Les dijimos que habíamos encontrado a Mal, pero que se había negado a regresar y por eso Ben se había quedado a convencerte para que vuelvas.
—¿Y lo creyeron? —preguntó lacónicamente Mal.
—Sí —contestó Carlos.
—El punto es que no hay nadie que pueda inaugurar el último día. Ben es hijo único y ahora Adam no sabe cómo explicar que su hijo se fue en busca de la chica que supuestamente lo abandonó —dijo Evie—. La buena noticia —indicó con entusiasmo— es que Lonnie se encargará de la organización general, está como la anfitriona de la celebración. Y yo gentilmente puedo ayudarla.
—¡Fantástico! —aceptó Mal como si de pronto todo le hubiera parecido más agradable—. Una gran oportunidad para acercarte a Audrey.
—Exacto —afirmó Evie—. Pero no creo que quiera decirme nada sobre ti. Además, cuando fuimos a buscarla, nos enteramos que se fue de Auradon.
—Ya van a comenzar los Días de los Felices, ¿por qué saldría de Auradon justo en este momento? —arrojó Ben con suspicacia.
—Y eso no es todo —terció Carlos—. Dicen que se fue a medianoche del viernes. Es decir, —cabeceó como para enfatizar— cuando nosotros íbamos en camino a la Isla de los Perdidos.
—Sí es sospechoso, ¿okey?, pero también dicen que fue a visitar a sus madrinas. Probablemente para algo que tiene que ver con el Día de Sleeptown.
—No lo sé, Evie, eso de irse a medianoche es muy extraño —comentó Jay.
—Okey, no le demos vueltas a esto. Vamos a lo mismo: hay que sacarle información, y creo que existe otra manera —dijo Mal—. ¿Jay?
—¡Ah, no! Olvídalo. Jamás en mi vida me acercaré a ella.
—Jay, es por una buena causa —reprendió Carlos malhumorado—. Piensa en que de esa forma sabremos más sobre el día en que Mal se fue. Además de que podremos saber si tiene magia.
—¡Pero a mí no me gusta ya!
—Eso no importa, a Mal tampoco le gustaba Ben cuando le preparó la galle... —Carlos se detuvo al darse cuenta de su error. Ben desconocía la verdadera versión del objetivo del hechizo. ¿Ben no sabía la verdad? Sí, porque Mal nunca se atrevió a decírsela—. Creo que mejor me callo.
—Sí, deberías —masculló Mal a regañadientes. Agrandó los ojos más de lo normal, lanzándole una mirada asesina.
Todos centraron la atención en la reacción de Ben. ¿Sería capaz de enfadarse con Mal por una tontería como esa? Mal en su cabeza se torturaba pensando en esa horrenda posibilidad. Que tal si le decía algo así como: «Yo que sí te amaba y tú me engañaste por cumplir tu malvado plan de robar la Varita Mágica».
Asustada ante la mirada seria de Ben, se imaginó lo peor. Solo lo peor.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro