3. Edith
—10/05/2021 ❥
❥ Fandom: Inazuma Eleven Orion
❥ AU: Takoyaki
❥ Personajes: Mizukamiya Judith (OC), Haizaki Ryōhei, Mizukamiya Seiryuu.
| ESPECIAL DÍA DE LA MADRE |
10.05.2021
— 11 años después.
Bostecé mientras caminaba por el pasillo, por cada paso que daba sentía que mis piernas se iban a doblar y me caería sin poder controlarlo, todas las horas de desvelo estaban haciendo estragos, me ha empezado a doler la cabeza desde hace horas y no se quita ni siquiera con las pequeñas siestas que he ido tomando.
Pero no me atrevería a dormir tanto tiempo de tirón, hay cosas mucho más importantes que descansar bien.
Entré en la habitación sintiendo cómo todo el ruido de los pasillos se neutralizaba ahí dentro, cómo se sentía un ambiente calmado y cálido aquí dentro. Sólo unos segundos después de entrar ya sentía cómo todo el pesar que cargué en este pequeño descanso que me tomé para comer se desvanecía.
Me acerqué a la cama y al ver el rostro tranquilo de Judith mientras dormía hizo que dejara de sentir todo mi cuerpo por eternos segundos. Aquel pánico de hace horas, aquella desesperación se iba completamente al verla simplemente dormir tranquila.
No quise tocarla ni hacer mucho ruido para no despertarla así que me alejé despacio y volví al sofá que estaba a poco más de un metro de su cama, me acurruqué y en poco tiempo me quedé dormido de nuevo estando cubierto por una de las mantas que trajimos. Por la cantidad de pensamientos e incluso las inquietudes latentes, podría tardar horas en dormir, pero el cansancio acumulado ganó y sólo me tomó unos segundos.
Cuando abrí los ojos lo primero que hice fue comprobar que la habitación estaba igual que cuando me fui a dormir, así era. Tomé mi teléfono y vi cómo había pasado hora y media, sólo ignoré los mensajes y llamadas perdidas para levantarme y volver a acercarme a la cama.
Esta vez me sorprendí al verla con los ojos abiertos, sus párpados se interponían de vez en cuando dando a entender que recién se había despertado, que seguía algo cansada.
—Ryōhei —su voz bajita llenó por completo la habitación opacando por completo los sonidos de las máquinas de fondo.
—Buenos días —sonreí colocando suavemente la mano sobre su mejilla teniendo cuidado con el tubo que iba hasta su nariz para darle oxígeno—, ¿cómo te sientes?
Ella amplió su sonrisa y luego volvió a hablar casi sin sonido real en su voz.
—Bien, no me duele nada —intentó reírse un poco haciendo que yo sólo pudiera sonreír más y más.
—Llevas un buen rato durmiendo, espero que hayas descansado un poco.
—Y yo espero que tú también.
Reí un poco y la miré fingiendo culpabilidad.
—Bueno, digamos que no es que haya descansado mucho, llevo más de 24 horas manteniéndome con mini siestas, pero no es nada, tengo que estar al tanto de todo, ¿cierto?
Cerró los ojos lentamente asintiendo de la misma forma para luego seguir mirándome a los ojos provocándome la sensación de ser el ser humano más afortunado del mundo entero. Hace horas recé a todo lo existente por que Jude estuviera bien, literalmente porque pudiera sobrevivir a la operación.
Lloré en la sala de espera ahogándome en impotencia sólo pudiendo esperar porque salieran a decirme algo de lo que sucedía. Y por suerte lo que me dijo la doctora en la última revisión hace sólo unas horas, era que ella estaba completamente estabilizada, que sólo tendría que estar en observación un par de días para asegurarnos de que todo fuera bien.
—Ryōhei, ¿ya la has...?
—Sí —asentí sabiendo perfectamente a lo que se refería sin que tuviera que decirlo. Sentí que me brotarían lágrimas de nuevo, pero estas eran muy distintas a las de hace horas, eran lágrimas de felicidad por saber que después de aquella conmoción todo iba bien ahora—, también está bien.
Su expresión se tranquilizó aún más y entonces le tomé una mano acariciándola con cuidado. Pero aquella pausa en el tiempo se rompió cuando ella suspiró iluminando sus ojos y buscando los míos.
—En serio que no puedo terminar de creerlo... —dejó libre una pequeña risa que resaltó el brillo en sus ojos y me la contagió de inmediato.
—Yo tampoco, pero más nos vale creerlo porque realmente está pasando —me agaché para besar su mano teniendo cuidado de no mover demasiado su brazo por si acaso.
Jude se refería a nadie más ni nadie menos que a Edith, nuestra hija. Es difícil terminar de asimilarlo, y con toda la conmoción de por medio sólo se volvió más difícil. Todo iba a la perfección, aunque los médicos nos habían advertido que por la enfermedad de Judith este sería un embarazo de alto riesgo, ella dijo que quería seguir adelante aún así. Desde que empezamos a salir juntos fantaseábamos con tener hijos cumpliendo así uno de los mayores sueños de Jude que terminó por convertirse en mío también; y después de casarnos nos centramos en planear cómo y cuándo sería.
Y hasta los mismos médicos estaban sorprendidos de lo bien que estaba yendo todo, Jude seguía todas las indicaciones y los meses pasaban uno tras otro sin que hubiera ningún problema, ella ni siquiera decía tener aquella fatiga constante o molestias que varias mujeres tienen en el embarazo, estaba al 250% si es que eso era posible. Más tarde supimos que tendríamos una niña y empezamos a prepararlo todo.
La semana pasada nos dijeron en la revisión correspondiente que programarían una cesárea para asegurarnos de que no hubiera ninguna complicación de último minuto, este fin de semana sería más o menos la fecha exacta en la que el bebé tendría que nacer naturalmente.
Y todo iba jodidamente perfecto, estuve toda la operación con Jude hasta que nació Edith y se la colocaron en el pecho para que la pudiera abrazar y la conociéramos. El problema vino segundos después, estaba tan inmerso en el shock de felicidad de haber visto cómo mi propia hija venía al mundo que no pude asimilar lo que sucedía. Sólo supe que Jude estaba sangrando más de lo normal, que su corazón empezó a latir muy rápido y no podía respirar, me pidieron esperar fuera mientras otras enfermeras se encargaban de Edith quien parecía estar completamente bien, pero Jude estaba teniendo una embolia amniótica según lo que dijeron. El líquido del bebé había entrado en sus venas.
Me quedé afuera sin saber qué hacer, la señora Mizukamiya también esperaba conmigo, ella estaba en la sala de espera aguardando porque pasara el tiempo y pudiera conocer a su nieta y todo fuera como lo planeamos, pero se rompió el plan cuando y salí del quirófano sin saber qué más hacer.
Pasamos eternos minutos allí sentados sólo esperando porque nos dijeran algo. Estaban atendiendo a Jude, estaban trabajando en que no muriera o se complicara aún más todo mientras que nosotros sólo podíamos estar sentados.
Incluso le llamé a mis padres, ellos vendrían esta tarde desde Okinawa así que no tenían ni idea de lo que estaba sucediendo, tuve que avisarles para que vinieran preparados.
Edith estaba perfectamente, ya la habían medido, pesado, incluso estaba limpia y envuelta en unas cobijas mientras que su madre seguía en el quirófano. Una enfermera nos dijo a la señora Mizukamiya y a mí que podíamos pasar a ver a la niña, que podríamos darle su primer biberón y estar un tiempo con ella mientras seguíamos a la espera de noticias sobre Judith.
Y definitivamente sentí algo tan complejo pero tan sencillo al poder tomar a ese bebé en mis brazos y pensar en que... era mi hija. Mientras le daba el pequeño biberón sólo podía mirarla perdidamente tratando de asimilar que era posible aquella felicidad, un mundo perfecto sería uno en el que en ese momento Judith estuviera a un lado simplemente descansando, no en la sala de operaciones.
Cuando ella salió se la llevaron a cuidados intensivos donde llevan horas monitoreándola y comprobando cómo va mejor y parece que sólo nos dio un susto enorme.
—¿Cómo es? Casi ni la pude ver... —murmuró acariciando mis dedos llevando los ojos de aquí para allá viéndose definitivamente mucho más alerta que horas atrás.
Para responder tuve que volver a proyectar la imagen de Edith que grabé a fuego en mi mente y eso sólo me hizo sonreír más.
—Es preciosa —llevé mis ojos a los suyos contemplando su rostro iluminado—. Es morena y tiene el pelo castaño, tiene bastante para ser recién nacida según dicen —no contuve una pequeña risa—. No pude ver mucho sus ojos, pero son como los de mi madre sólo que mucho menos rasgados... Creo que le dimos todos nuestros rasgos occidentales —ella rio de vuelta y entonces metí la mano en el bolsillo sacando mi teléfono—. Tu mamá nos tomó una foto, mira.
Le mostré la imagen en la que la tengo entre mis brazos estando sentado en una silla al lado de su cuna y al deslizar le enseñé la foto en la que ella se podía ver aún mejor.
—Dios mío... —sus ojos miraban perdidos la imagen mientras que unas cuantas lágrimas de felicidad le escurrían por las mejillas y poco tardé en secarlas— es nuestra hija...
—Sí, ella es nuestra hija, al final lo conseguimos —asentí sintiendo cómo mis ojos se cristalizaban también, después de todo este susto al fin puedo decir que todo va perfecto, que este momento es simplemente perfecto—. En serio te quiero mucho, te quiero mucho, Jude.
Ella rio de nuevo aún con unas pocas lágrimas resbalando por sus mejillas antes de que le diera un corto beso en los labios justo cuando yo tampoco contuve las lágrimas.
En los eternos minutos de incertidumbre y miedo por no saber lo que sucedía con ella sólo podía pensar en que quizá unas horas después podría volver a hablar con Jude, podría volver a ver su sonrisa y escuchar sus risas dulces que tan importantes se han vuelto en mi día a día. Lloraba cada vez que pensaba sólo por unos segundos que jamás volvería a cargar a su hija, deseaba desesperadamente volver al pasado y que nada sucediera, volver a estar con ambas en perfectas condiciones aunque Edith aún siguiera dentro de su madre, en serio me ahogaba en la desesperación al pensar en todo lo que podía salir mal, lucía muy lejano el poder volver a casa con nuestra hija en brazos y empezar nuestra vida como una familia de tres, empezar nuestra vida como padres.
Y ahora estoy riendo mientras lloro al igual que Jude sabiendo que ahora sólo faltarán unos días hasta que se recupere y podamos empezar aquel sueño tan anhelado desde hace nueve eternos meses.
—Cuando vengan a revisarte preguntaremos si pueden traerla aquí para que la cargues, seguro que está ansiosa por conocerte también.
—Sí, me muero por verla, en serio que sí.
Poco después volvieron para hacer una revisión más a Jude, parece que va mejor y mejor, pero aún así la están vigilando constantemente para detectar el mínimo problema ya que después de todo, lo que tuvo pudo haberla matado si hubiera llegado a peores.
—Mientras revisan a su esposa, ¿quiere que vayamos a ver a su niña? Ahora la vamos a traer para que pueda estar con su mamá pero puede acompañarnos si quiere —me dijo una enfermera mientras salíamos del cuarto.
Sigo sin adaptarme a ello, de por sí me costó acostumbrarme en su momento a que Jude era oficialmente mi esposa, ahora tengo que acostumbrarme a que somos padres, a que aquella niña preciosa de la que me enamoré con tan sólo verla un segundo era mi hija, nuestra hija.
—Claro.
Seguí a la enfermera y fuimos al cuarto de ayer, donde había varios bebés en cunitas de plástico transparente durmiendo tranquilamente, la verdad es que con sólo unos segundos delante del cristal que nos separaba del interior del cuarto en lo que la enfermera iba por Edith, podía sentirme completamente tranquilo, todos esos niños dormían sin miedo de nada, sin preocuparse ni darle importancia al mundo al que recién habían llegado.
Los veo y me parece casi imposible pensar que en algún momento yo fui así, en algún momento mi madre me cargó recién nacido y no era más que un bebé que desconocía todo el mundo que lo rodeaba. Jude también lo fue, fue una niña, una bebé preciosa cuyos progenitores nunca la tomaron en brazos, al parecer era hija de una mujer joven y que bebía aún estando embarazada, por eso la rechazó, por eso la dejó en el hospital y se fue a seguir su vida de perdición dejando abandonada a su bebé quien dos años más tarde finalmente conoció a su verdadera madre.
Y ahora, veintisiete años después tenemos una hija, una bebé que ya tenía todo nuestro cariño incluso antes de haber nacido.
La mujer se quedó dentro un rato, me dijo que tenía que revisar a algunos bebés y que cuando acabara finalmente llevaría a Edith con Jude así que podía esperarla aquí o regresar a la habitación. Decidí quedarme sólo para poder verla aún más tiempo, para quedarme en esta cápsula de tranquilidad que me aislaba del estrés que aún me quedaba de las horas anteriores.
Entonces sentí una mano colocarse en mi hombro, al darme la vuelta vi a Mizukamiya quien estaba a mi lado aún mirando a través del cristal.
—Haizaki —me saludó con media sonrisa finalmente mirándome a los ojos.
—Mizukamiya, hola... —realmente no sabía qué decir en ese momento, me vino de sorpresa.
—¿Qué tal? ¿Cuál es mi sobrina? Déjame adivinar... —echó un vistazo más centrado al interior de la sala— ¿la chiquitita morena de aquí enfrente?
—Sí.
—Pues es muy bonita... Felicidades, Haizaki, sé que vas a ser un buen padre —su mirada sincera y tranquila se posó en mí y me contragió aquella sonrisa calmada.
—Muchas gracias —entonces me quedé mirando unos segundos el cuello de su camisa negra que contrastaba con el blanco de la bata que ahora tenía abierta—. Mizukamiya, Jude está...
—Sí, ya lo sé —asintió intentano no alterar mucho su expresión—. Cuando pasó yo estaba todavía en la guardia, estoy en hematología así que me llamaron también. Pero está bien, ahora sólo necesita dejar que su cuerpo se recupere y, sobre todo, te necesita a ti.
Sonreí mirándolo a los ojos y asentí.
—Sí... Por eso no te preocupes, voy a estar para todo lo que necesite.
—También lo sé... por eso no estoy preocupado.
Los dos sonreímos con bastante más intensidad en ese momento y después él me dio un golpecito en el brazo.
—Bueno, yo vine a ver a mi sobrina así que haré uso de mis influencias como interno para que vayamos a verla en VIP —rio un poco sacando el gafete que tenía colgado al cuello y mostrándomelo aunque no fue necesario, le hizo señas a la enfermera que me había acompañado y rápidamente le dijo que sí podía pasar.
Ambos entramos en silencio y nos acercamos a la cuna de Edith. Estaba tranquila y durmiendo como si nada, nuestra presencia no le afectaba en lo más mínimo.
—No hay duda de que es su hija —rio hablando en voz muy baja después de unos segundos viéndola—. El pelo de Jude, tu tono de piel, sus rasgos europeos pero con los ojos de tu madre... En serio es preciosa —suavemente le acarició la mejilla con el dedo sonriendo perdidamene.
—Sí, y finalmente Jude la va a conocer, está ansiosa.
—Me imagino —separó lentamente la mano de su mejilla y la dejó en el borde de la cuna.
—Bueno, Mizukamiya, ¿y ustedes cuándo? —la cara que puso cuando le hice la pregunta me hizo reír aunque diera mi mejor esfuerzo por hacer el mínimo ruido posible— No es cierto, no hay que tener prisa, nosotros quisimos tenerla ahora pero supongo que el momento adecuado llega tarde o temprano, tampoco hay que meterle prisa a estas cosas.
Entonces él suspiró profundamente y me miró directamente a los ojos casi sabiendo la cara que pondría después de escuchar lo que dijo.
—Makiko ya tiene dos meses... Se supone que el bebé nacerá en enero.
*** *** ***
Bueno... ¿qué se siente ver a Haizaki y Jude como unos padres responsables? Es difícil de visualizar, lo sé, pero una vez lo haces es bien precioso ;w; ¡Además la sorpresa de los que fueron nuestros tortolitos protagonistas en la historia!
Sisisisi, sinceramente ya había planeado esto como un one-shot de cómo sería la vida de los personajes ya años después y pensé que sería una buena opción para el día de la madre ;w;
¡Feliz día de la madre a todos! No olviden de darles mucho amor a todas y todos los días del año, no sólo hoy <3 En mi país se celebra siempre el 10 de mayo, ¿cuándo es el día de la madre en sus países?
En fin, espero que les haya gustado y se preparen para otros one-shots de Takoyaki que irán saliendo con el tiempo ^^
Nos vemos pronto~
Atsushi~
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