17. Un dulce deseo
—26/12/2022 ❅
❅ Historia original
—¡Hotaru, te buscan en el teléfono!
—Ay, ya voy.
Dejé los platos en la mesa de la cocina y fui corriendo hacia el pasillo donde estaba mi mamá con el teléfono.
—Es Hana —me dijo en voz baja antes de volver a la cocina para ayudar con las últimas cosas de la cena.
—Hola Hana.
Justo cuando la saludé, alguien tocó la puerta así que miré a la entrada sin poder ir a abrir por estar en el teléfono. Pero oí cómo mi papá decía que iría a abrir.
—Hola, Hotaru. Este... ya voy a salir de mi casa, en unos minutos estoy allá. Va a ser en tu casa, ¿verdad?
—Sí, sí, donde siempre, aquí en mi casa.
—¿Debo llevar algo especial?
—No, no te preocupes, no debes traer nada...
Entonces sentí una mano en el hombro y me volteé para ver cómo era mi papá quien iba ya en dirección a abrir la puerta.
—Dile que si quiere que vayamos por ella.
—¿Quieres que vayamos por ti, Hana?
—No, no se preocupen, me va a llevar mi papá en el coche.
—Ah, está bien... entonces ahora te veo, estaré al pendiente de la puerta.
Al contrario de mi nerviosismo al hablar por teléfono, ella sonó tan risueña como siempre antes de despedirnos y colgar.
Entonces vi cómo el señor Yoshimura entraba junto a su mujer. Me acerqué a ellos para saludarlos.
—Hotaru, qué grande estás, hace mucho que no te veía —me dijo ella al saludarme.
—Hola, hace mucho que no la veía tampoco —sonreí.
—Sí. ¿Cuántos años tienes ya?
—Dieciséis —sonreí mientras íbamos hacia el comedor donde estaban nuestros otros invitados: el señor Aoki, su esposa y sus dos hijos, uno de ellos con apenas un año.
—Ay, yo te habré visto cuando tenías como trece años yo creo. Hace ya mucho tiempo —me sonrió acariciándome la espalda justo cuando le abrí la silla para que se sentara junto a su esposo—. Eres igual a tu papá.
No evité reír pues es algo que me dicen demasiado, sobre todo los amigos de mis padres.
—Sí, desde antes ya se le notaba, pero ahora que ya va creciendo, que ya es un hombre, no cabe duda que es igual a Hiro.
Esta vez fue el señor Yoshimura quien me habló entre risas.
En eso mi mamá regresó al comedor con un gran plato de verduras hervidas y lo colocó en el centro.
—Ya casi acabamos con la comida, no se preocupen —sonrió ella dirigiéndose a los invitados—. Ya va a venir Hana, ¿no?
Yo asentí y ella volvió a mirar a la gente.
—En unos minutitos va a llegar nuestra última invitada y ya podemos empezar.
—No hay ninguna prisa, tranquila —le dijo el señor Aoki con su hija la menor en brazos.
—¿Te ayudo en algo, Kumiko? —preguntó la señora Yoshimura levantándose.
—No, no te preocupes, Midori, eres invitada, aquí yo me estoy ocupando de todo.
—Si necesitas cualquier cosa, no dices.
—¿Y tu madre? —le preguntó el señor Yoshimura a mi papá justo cuando se sentó a su lado.
—Se está arreglando. Estuvimos toda la tarde cocinando y arreglando la casa, casi no nos dio tiempo así que apenas se está cambiando.
Yo me senté en una de las sillas vacías, junto a Yuki, el hijo del señor Aoki, y con una silla vacía al otro lado reservada para Hana.
Mi mamá trajo un último plato a la mesa y finalmente se sentó en otro hueco libre de la mesa. Comenzaron a hablar entre ellos, pero no pasó mucho hasta que bajó mi abuela ya vestida para la cena. Todos la saludaron no solo con el debido respeto por ser la dueña de la casa y una mayor, sino con especial cariño y casi admiración de parte de los amigos de mis padres. El señor Aoki es amigo de mi papá desde la secundaria, y el señor Yoshimura y él se conocieron en el ejército. Él vive un poco más lejos pero su esposa fue amiga de mi mamá desde pequeñas, así que el vínculo es aún más fuerte y vienen hasta aquí para vernos en fechas como esta.
Justo entonces volví a escuchar cómo tocaban la puerta, supe que era Hana. Fui a abrir y efectivamente era ella. Traía un hermoso vestido azul claro de media manga que le llegaba hasta las rodillas, junto a un bolsito blanco que le combinaba a la perfección.
—Siento la tardanza —me saludó sacándome del trance de mirarla y yo sonreí un poco sonrojado. Ella se dio la vuelta y y despidió a su papá con la mano quien seguía en el coche.
Yo salí crucé el pórtico para ir hasta el coche y poder saludarlo adecuadamente.
—Hola, buena noches, señor Fujino.
—Buenas noches. Y feliz Navidad.
—Gracias, igualmente.
—¿A qué hora vengo por ella?
—No se preocupe, nosotros la llevamos.
—Oh, de acuerdo. Entonces la estaremos esperando.
—Sí. No llegará muy tarde, no se preocupe.
Él rio por mis palabras y se despidió después de darme un golpecito en el brazo. Inmediatamente volví con Hana invitándola a pasar por el frío de fuera.
—Si quieres deja aquí tu abrigo —señalé el perchero donde ya varios habían dejado sus pertenencias.
—Gracias —sonreí y ella dejó su abrigo—. Por cierto, Hotaru, qué guapo te ves hoy.
No supe cómo responder, cómo reaccionar, me sonrojé por completo, no supe ni a dónde mirar. Sólo sonreí agachando la mirada.
—Muchas gracias... Tú igual estás preciosa hoy, me encanta tu vestido.
—Lo compré para hoy —me dijo mientras tocaba la tela de este.
—¿En serio?
—¡Sí! Desde que me dijiste que estaba invitada a pasar la Navidad con ustedes, me emocioné mucho, nosotros no la celebramos así que no supe qué ponerme, entonces decidí que me compraría algo especial para hoy.
—Te queda increíble.
—Gracias —me sonrió y finalmente entramos al comedor con todos los demás.
Ella saludó a todos los invitados y se presentaron, aunque con mi familia no hubo necesidad de aquello.
—¡Ay, te pusiste el vestido! —sonrió mi mamá al verla.
—Sí, era para ponérmelo hoy, pero quise mantenerlo en secreto para sorprenderla —dijo con un chillido de emoción al igual que mi mamá.
—Es que la semana pasada fue a la tienda por un vestido, y al final se decidió por este, pero me dijo que era para un cumpleaños de una amiga —explicó mi mamá a los demás mientras la abrazaba por el hombro—. Siéntate, Hana, adelante, ya vamos a empezar a cenar.
Ella se sentó junto a mí, donde le abrí la silla con una sonrisa.
Al ser una noche especial como Navidad, antes de comenzar a cenar, mi abuela le tomó la mano al señor Yoshimura y a la señora Aoki, quienes hicieron lo mismo con quienes tenían al lado. Yo tomé de la mano a Yuki y Hana, pero ella era la única que tardó en entender que íbamos a rezar. El señor Yoshimura y su esposa tampoco son cristianos, pero celebran la Navidad con nosotros desde hace mucho, y aunque nosotros no la celebramoz en un concepto completamente religioso, sino en uno más familiar y de agradecimiento, sí que conservamos costumbres como la de rezar antes de la cena.
Hana me miró un poco confundida y yo sólo le hablé en voz bajita.
—No tienes que rezar, no te preocupes. Si quieres sólo cierra los ojos y... agradece por cosas que tienes, o piensa en algo bueno que deseas para el mundo.
Ella me sonrió y cerró los ojos.
Mi abuela dirigió una oración muy breve y luego estuvimos unos segundos en silencio, aún con los ojos cerrados.
—Amén —ella también indicó el momento en el que abrimos los ojos y nos soltamos las manos.
—Amén —repetimos los demás justo antes de empezar a cenar.
—¿Cómo se llama esto? —me preguntó Hana señalando lo que había en su plato.
—Eso... Creo que ravioli o algo así, es una receta italiana. Una amiga de mi mamá está casada con un italiano, le enseñó esa receta hace tiempo y hemos cenado eso todos los años en Navidad —le expliqué con una sonrisa—. ¿Te gustan?
—¡Me encantan! Quiero comerlos hasta reventar, en serio son deliciosos —suspiró ella con una gran sonrisa.
—Si quieres luego le digo a mi mamá que te pase la receta. Yo sólo sé que me ponen a rellenar pasta por horas, pero ni siquiera sé de qué está rellena.
Ella se rio y comenzamos a escuchar cómo estaban tirando fuegos artificiales e incluso se oían campanitas de los niños que corren con ellas por la calle. Yo sólo hice eso una o dos veces, pero siempre me gustó oírlos, es como si corrieran por todo el pueblo diciendo que ya es Navidad.
—¿Y esto lo hacen todos los años? —me preguntó con una sonrisa después de seguir comiendo.
—Sí, siempre —asentí mientras volvía a comer de las verduras hervidas.
—¿Qué hacen en Navidad? Cuéntame. Me llama la atención saber cómo lo celebran ustedes.
—Bueno pues... llevamos cocinando desde ayer, entonces hoy cuando me levanto me suelen mandar a comprar cosas, o a ayudar a terminar la comida. Luego suelo ir con mi papá a llevarle comida a los vecinos o a otros amigos nuestros. Comemos poquito y temprano para tener hambre en la noche, y luego paso un buen rato sin hacer mucho: me pongo a leer, sigo ayudando a mi mamá... Como a las seis ya me empiezo a arreglar porque a las ocho vamos a misa.
—Ahí es donde nos solemos encontrar —dijo Yuuki a mi lado y yo le di la razón.
—Sí, de ahí ya venimos a casa y toca preparar las... ¡Ay!
Salté un poquito en la silla al escuchar cómo uno de los fuegos artificiales sonaba muy cercano.
—Qué susto —reí al igual que Hana. Y las siguientes tres o cuatro explosiones fueron igual de fuertes y cercanas, pero ya no nos tomaron por sorpresa. Aunque la hermanita de Yuuki sí que comenzó a llorar por el ruido.
Pero yo dejé de sonreír y tomarlo como si nada, hasta que vi lo que sucedía en la esquina opuesta de la mesa.
—Hiro.
El señor Yoshimura quiso tomar del brazo a mi papá cuando se levantó, pero él sólo le hizo un gesto con la mano para que se detuviera. Y yo pude ver cómo su mano estaba temblando. Salió del comedor y pudimos escuchar cómo también salía al patio.
Intentaron que los demás no le dieran mucha más importancia. Yo había notado cómo tanto el señor Yoshimura como mi papá habían dejado de hablar y reír tanto cuando empezaron los fuegos artificiales, pero no le vi sentido especial hasta ahora. El señor Yoshimura tampoco se veía cómodo con el ruido, pero él sí se quedó en la mesa.
Mi mamá se iba a levantar, pero cuando vio que yo fui directo al patio, se quedó en el comedor.
Lo encontré sentado en el suelo, recargándose contra una columna de la casa y con los codos sobre sus rodillas.
—Papá —lo llamé mientras me sentaba a su lado—, ¿estás bien?
—No te preocupes —me sonrió con el rostro apagado—. Ven aquí.
Me rodeó con el brazo y comenzó a acariciarme la cabeza.
Suspiró y miró cómo seguían estallando en el horizonte los fuegos artificiales, mucho menos sonoros que antes.
—Son bonitos, ¿no?
Yo asentí.
—Bueno, tampoco te gustan tanto como a otras personas —dijo con una risa—. Cuando eras pequeñito te daban miedo por el ruido.
—Sí, a veces me asustan.
—A mí tampoco me gusta el ruido. Cuando eras chiquito salíamos al patio a verlos, y te tapabas los oídos para poder disfrutarlos.
—¿Y a ti no te importaba estar oyendo el ruido?
—Yo te hacía cosquillas para que te rieras —los dos reímos cuando lo dijo, y cuando me empezó a hacer cosquillas en el costado, nos reímos aún mas—. Y con tus risas no me fijaba en el ruido ni en nada.
Sonreí al escucharlo y mantuve mi mano en su pierna aún recargándome en él.
—¿Desde niño te daban miedo los fuegos artificiales?
—No. No eran mi pasión, pero no me daban miedo —aunque no lo especificó, su respuesta me dijo en qué momento de su vida comenzó a tenerles miedo.
—Cuéntame.
Entonces me miró y yo a él.
—Sé que nunca me cuentas de lo que viviste en el ejército porque no me quieres asustar, no quieres que yo tenga que pensar en eso, pero quiero ayudarte. Mamá tampoco me cuenta nada, pero yo quiero saber, quiero intentar entenderte, aunque nunca pueda hacerlo completamente sin haber vivido lo que tú.
Él me miró y luego soltó un suspiro de resignación con una sonrisita.
—Antes de enviarme a Tokyo por mi herida, estuve unos días en un hospital en Manchuria. No podían apenas tratarme así que intentaron que aguantara hasta que llegara el transporte a Japón. El último día yo ya casi no podía respirar, así que me pusieron una manguera en la boca, así pasaba por mi garganta y podía respirar algo mejor. Pero en la madrugada hubo un ataque, y se escuchaba como hoy: explosiones lejanas, y de repente empezaron a explotar partes del hospital. No nos podían sacar a todos, y no todos podíamos movernos como para huir. Se estaba derrumbando el hospital, ya nadie venía por nosotros así de cualquier manera me conseguí quitar el tubo e intentar escapar. Pero imagínate lo poco que uno podría aguantar así. Conseguí quedar cerca de una ventana o una puerta, no lo recuerdo bien. No estaba completamente atrapado pero sí suficientemente débil como para salir por mí mismo, así que me quedé un buen tiempo bajo los escombros, aún oyendo las explosiones, sin poder siquiera gritar porque me ayudaran.
Sus pupilas se agrandaban conforme seguía hablando, y llegó el momento en el que rodeó su cuello con la mano derecha y tuvo el gesto de aclararse la garganta.
Le he visto hacer eso varias veces, cuando se pone nervioso, cuando lo superan los recuerdos de lo que tuvo que vivir siendo tan joven, se toca el cuello y se aclara la garganta, comprobando qué no tiene una herida abierta ahí, comprobando qué puede respirar.
Lo miré con tristeza y llevé mi mano hasta la suya en su cuello.
—Pero ahora estás bien, estás aquí.
Sentí ganas de llorar realmente. Pensar en todo lo que tuvo que vivir como para que unos recuerdos así de intensos y crudos le lleguen incluso veinte años después, sólo por las explosiones de los fuegos artificiales.
Tomó aire con profundidad y vi cómo poco a poco su mirada regresaba. Me juntó más a él y con el otro brazo me rodeó por enfrente hasta juntar mi cabeza con la suya para darme un beso en el pelo.
—Tienes razón... Ahora te tengo a ti.
Juntó su frente con mi cabeza y nos quedamos abrazados unos segundos.
—Cuando acabó la guerra y regresé, incluso cuando tu mamá y yo nos casamos, esto me pasaba muy seguido. Pasaba días sin dormir, el mínimo ruido me alteraba... Disminuyó muy poco con el tiempo, pero cuando supimos que te íbamos a tener, cada vez me pasaba menos. Es como si me hubieras curado.
Oír aquello me hizo sonreír, aunque también me causó una nueva angustia.
—¿Es como si hubieras estado enfermo?
—No realmente... Muchos lo tuvimos, no tenía un nombre como tal: durante la guerra lo llamaban simplemente cobardía, falta de carácter por no querer luchar. Pero hace unos años nos dijeron que muchos soldados en Europa sufrieron lo mismo, lo estudiaron y lo llamaron war neurosis. Pero aquí no se ha estudiado tanto como en occidente, no es un problema así que... simplemente teníamos cobardía.
—¿¡Cómo van a llamar a eso cobardía!? Tú mismo acabas de decir que ese día luchaste por sobrevivir incluso estando herido, es normal que un recuerdo así te afecte incluso años después. Esos idiotas qué los llamaron cobardes lo hacen porque no vivieron nada como eso, si les pasara algo así ni siquiera se les ocurriría decirles nada a ustedes —lo sujeté de la pierna mirándolo a los ojos con mayor intensidad. Comenzaba a alterarme al hablar, pensar en que alguien pudiera menospreciar todo lo que mi papá y los demás soldados hicieron por sobrevivir, hacía que se me alterara el corazón.
—No muchos lo ven así, Hotaru. Pero me alegra que tú no pienses que tu padre fue un cobarde —lo dijo incluso con una corta risa.
—Claro que no. Eras muy joven... y te obligaron a vivir cosas horribles, ¿cómo pudieron decir cosas así de ustedes?
Él me miró con una sonrisa torcida y me empezó a acariciar la espalda.
—Supongo que eran tiempos diferentes, Hotaru.
Me acerqué a él para abrazarlo con fuerza.
—Gracias Hotaru —me dio un beso en la cabeza antes de apretar el abrazo y luego separarnos—. Te quiero mucho, hijo. Vamos adentro, ¿sí? Hay que acabar de cenar.
Volvimos al comedor donde todos intentaron no mirarnos directamente, y en verdad eso era lo que más necesitábamos los dos. Siempre he visto a mi papá como alguien muy fuerte, y sin duda lo es, pero como cualquier persona, tiene sus propios miedos y debilidades; pero a decir verdad, que tenga miedo de aquello que le recuerda a una situación tan terrorífica que vivió en su juventud, me parece algo tan valiente irónicamente.
Le sonreí a Hana y rápidamente quise desviar el tema.
—¿Está buena la comida?
—Este es mi segundo plato, está delicioso —rio cubriendo su boca.
Nosotros seguimos comiendo, y una vez terminamos, hablamos entre nosotros tres, de vez en cuando oíamos la conversación de los adultos, incluso nos pusimos a jugar un rato con la hermanita de Yuuki.
—Ah, chicos, había olvidado darles esto —entonces el señor Yoshimura nos llamó a los tres.
Fuimos con él y entonces nos dio una bolsita de papel con bengalas.
—Pueden ir al patio y encenderlas.
—¡Muchas gracias! —le agradeció Yuuki y luego nosotros dos.
Cogí una cajita de cerillos y los tres salimos al patio.
—¿Les gustan las bengalas? —preguntó Yuuki siendo el primero en llegar.
—Sí, a mí sí —sonrió ella.
—A mí igual. Los fuegos artificiales me asustan un poco por el ruido, pero las bengalas sólo tienen luz así que me gustan.
Entonces empecé a repartir las bengalas y yo las encendí para entonces empezar a moverlas un poco viendo los rastros que se formaban con las luces.
—¿Todo está bien con tu papá? —me preguntó Hana agachándose a mi lado mientras Yuuki correteaba por el patio.
—Sí, no te preocupes —le sonreí de vuelta.
—Perdón si sueno entrometida pero... hoy vi que tiene una cicatriz en el cuello. ¿Le pasó hace poco? ¿Es por eso que no has podido salir mucho en los últimos meses?
—Ah, no no, no es eso. Le pasó cuando estaba en el ejército... en China —mi voz sonó seria en aquellas últimas dos palabras, no sólo por estar hablando de algo tan triste en mi familia, sino porque le estaba diciendo todo lo que sabía al respecto. Las pocas veces que he preguntado sobre su cicatriz, ya sea porque lo hacía en un mal momento, él no quería recordarlo o yo era muy pequeño como para saberlo, siempre obtenía la misma respuesta: "En China".
—Ah, ya veo... —entonces bajó la voz un momento— ¿Y tú has estado bien en estos meses?
—Sí, sólo he estado ocupado ayudando a mi familia, está un poco complicada la situación y no quiero que ellos tengan que romperse trabajando sin que yo ayude.
—Claro... Sí, está poniéndose díficl la situación. Pero me alegro de que no sea por algo grave.
—No, tranquila. Aunque debo decir que extraño mucho verte en la escuela todos los días —sonreí con un poco de pena.
—Yo también, todos te extrañamos, Hotaru. ¿Pero te va bien en la escuela nueva?
—Sí, sí, va bien. Ya es sólo el último año así que casi no hay nuevos, pero me va bien. Quizá al principio sí tuve que pasar de nuevo lo de... los ojos y así, pero ya estoy teniendo algunos amigos y creo que me va bien con las materias, me gusta todo eso.
—Me alegro mucho —entonces me acarició la mejilla mientras su bengala se empezaba a consumir—. Aunque te extrañemos en clase, me alegro de que estés bien, de todas formas vivimos todos cerca así que podemos vernos cuando estemos desocupados. Y por lo de los ojos... recuerda que son preciosos, son únicos y es normal que la gente se sorprenda al inicio, pero no los escondas, no agaches la mirada sólo porque no te vean; deja que los miren, dales el gusto de contemplar tus ojitos.
Dejó su mano en mi mejilla y con sus palabras me dijo indirectamente que dejara de rehuir de su mirada. Por alguna razón hoy me estaba dando nervios verla directamente, quizá por lo bonita que se ve hoy o por llevar unas semanas sin poder verla.
Una vez me fijé en sus ojos le sonreí y ella a mí. Las bengalas se habían acabado ya, pero no les dimos importancia. Ella se empezó a acercar a mí y al no saber qué hacer, ella movió mi cabeza hacia la suya. Cerré los ojos y lo siguiente que sentí fueron sus labios contra los míos. Estaba nervioso, no sabía bien qué hacer... pero comencé a besarla y rápidamente ella me correspondió.
—¡Hotaru! ¿Me enciendes otra bengala? —pero nos separamos justo cuando Yuuki regresó corriendo a donde estábamos— Oh, este...
—Eh... ¡Sí, sí! T-toma —por los nervios se me cayó la bolsa de las manos y unas bengalas se salieron de esta así que recogí una y se la entregué a Yuuki para que la sostuviera mientras yo encendía el cerillo.
—Yo también quiero una —dijo Hana con una risa mientras sujetaba otra y la acercaba a la llama antes de que yo me encendiera una última también.
—¿Y ustedes pidieron algún deseo de Navidad? —preguntó Yuuki poniéndose en cuclillas junto a nosotros.
—¿Deseo? —lo miré un poco extrañado.
—Sí, cuando nos tomamos de las manos antes de cenar.
—Se supone que estamos rezando —reí—. Bueno, aunque rezar por algo y pedir un deseo no son cosas tan distintas en verdad...
—¿Ves? Por eso lo digo —me dio la razón riendo un poco también al igual que Hana.
—Bueno... yo deseé poder repetir esto: estar todos juntos, pasar un día así con ustedes, todos bien y felices. Esta fue mi primera Navidad, pero me gustó ver que es una fiesta que los puede unir así.
Yuuki asintió y comenzó a contar también lo que había deseado, pero sinceramente no le hice caso, estaba perdido mirando a Hana con una sonrisa.
—Sin duda es un deseo muy dulce.
*** *** ***
No quería quedarme sin subir algo por Navidad este año :') Un poquito tarde pero aquí está el mini especial, no tan elaborado como el del año pasado pero algo es algo. Quería hacer algo para Año Nuevo pero no sé si vaya a salir al final, ya que aquí ya está la actualización festiva... Y seguramente me ponga a escribir y preparar otros capítulos a ver si puedo actualizar algo después de las vacaciones, que vamos un poquito muy escasos de actualizaciones últimamente.
Espero que les haya gustado y que hayan pasado una feliz Navidad.
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