14. Muerte en Sarajevo
—05/05/2022 ♛
♛ AU: Muerte en Sarajevo
♛ Canción: Sarajevo — Sabaton
EL ONE-SHOT NO ES FIEL A LA HISTORIA REAL, INCLUYE PERSONAJES FICTICIOS Y HECHOS MODIFICADOS. No tomar como referencia cultural.
28 de junio de 1914 | 7:57 am | Edificio Mostarska, departamento 3, calle Odobašina, Sarajevo, Bosnia-Herzegovina.
—¿Más café? —preguntó al dejar su taza rellena en la mesa y luego señalar la de Dragan, pero él negó con tranquilidad.
—No, así está bien —dijo con una pequeña sonrisa.
Se volvió a sentar en la mesa y acabó mi pan con mantequilla, no es que se pudieran permitir un gran desayuno, pero eso junto a las sobras de anoche eran más que suficiente.
—¿Tú vas a ir a ver al Archiduque? —preguntó después de unos segundos en silencio, pero durante todo ese tiempo Kristijan se había quedado viendo el reloj que sonaba periódicamente en la cocina. Por eso al escuchar su voz, sacudió su cabeza volviendo a conectarse con el mundo.
—¿Qué? Perdón, me quedé pensando —se excusó con una risita que fue compartida con Serifovic.
—Que si vas a ir a ver al archiduque.
—Ah, no lo sé. Ahora yo quedé con Ragnar, supongo que si hay tiempo daré una vuelta, pero no lo tenía planeado. ¿Y tú?
—No voy a ir solo, pero creo que Gavrilo y los otros van a ir así que si no tengo nada mejor que hacer, iré.
Él asintió lentamente aún fijándose en su compañero.
—Dragan, ten cuidado. Sabes cómo son ellos, no sabemos qué van a hacer o siquiera cuáles son sus intenciones realmente. Somos del mismo grupo pero... hay distintos matices, ¿sabes?
Él asintió de vuelta y luego miró más fijamente a Kristijan.
—Hablando de los matices y todo esto, ¿estás seguro de que ese Ragnar no sabe nada? ¿O que si lo supiera, no va a hacer nada?
—No sabe nada —negó con seguridad antes de mirar su taza y soplar un par de veces para dispersar el vapor—. Y si se enterara... espero que no haga nada.
Ragnar Leifsson formaba parte de la nobleza islandesa, era de ese grupo privilegiado que tenía cierto poder sobre el territorio aún bajo el dominio danés, pero además de todo eso, desde que se habían conocido tenía con Kristijan algo que dentro de nada sería una relación formal.
Por otro lado, Dragan y Kristijan junto a otros jovenes serbios y bosnios, formaban parte de la llamada Joven Bosnia, un grupo de estudiantes que ligados con la organización Mano Negra, buscaban la independencia de Bosnia y Herzegovina del Imperio Austro-Húngaro para unificarse con Serbia y formar el estado de Yugoslavia. No sólo eran jóvenes bosnios, otros chicos con los mismos ideales procedentes de Serbia u otros países balcánicos apoyaban el movimiento, como era el caso de ellos dos. Ese era el motivo de que llevaran ya casi un año asentados en Sarajevo, para asistir a las reuniones y apoyar en lo posible a su causa.
Pero como había dicho Kristijan, había matices de radicalidad dentro del grupo. No todos sabían las intenciones de los demás, incluso había movimientos que se hacían en secreto a otros miembros. Ellos dos vivían juntos y se habían hecho amigos por cosas del destino, por esto mismo era que se tenían tanta confianza, pero incluso entre ellos dos había cosas que se guardaban por distintos motivos.
Ragnar estaba en Sarajevo por estudios, llevaba meses ahí, pero su influencia dentro de la alta sociedad también era destacada. Y no era ningún secreto que muchos nobles islandeses deseaban finalmente una independencia de Dinamarca, pero sí que lo era si Leifsson era de esa idea o no, si deseaba que el futuro Reino de Islandia fuera aliado o enemigo del Imperio Austro-Húngaro.
La nobleza era lo de menos, el propio Kristijan tenía sangre noble aunque apenas fuera reconocida y él le diera aún menos valor, lo importante era su posición frente al Imperio. Petrovic, evidentemente, estaba en contra al igual que Dragan, de ahí sus preocupaciones por saber la posición de Ragnar ya que era cuestión de tiempo que se enterara de que formaban parte de la organización, más aún si su relación con Kristijan continuaba avanzando.
Dragan lo miró unos segundos y luego suspiró antes de volver a morder su pan que estaba a punto de terminarse.
—¿Y ya decidiste si te vas a ir o no? —preguntó Kristijan después de un tiempo a lo que Dragan negó con un largo suspiro.
—No lo sé todavía... Hace casi un año que no he vuelto a Kikinda, lo más seguro es que vaya a casa y luego ya vea a dónde iré.
—¿Y a dónde te gustaría ir? —recargó la cabeza en su mano mirándolo con media sonrisa.
—No lo sé... Quizá Rusia o Polonia... Alemania incluso. Sólo quiero conocer algo más, ver qué hay fuera de todo esto.
—Entiendo, entiendo. ¿Recuerdas lo que dije de los matices? —cuando él asintió, Kristijan utilizó sus manos para simular divisiones y poder explicarse mejor— Muchos de la organización no piensan como tú: su mente es Serbia, Serbia y sólo Serbia, la creación de Yugoslavia, liberar Bosnia... no salen de los Balcanes. Por eso te digo que tengas cuidado. Yo creo que no por querer viajar y conocer mundo, apoyes menos la liberación del Imperio, al contrario, creo que conocer lo que hay fuera de tu mundo te hace más poderoso; pero mucho seguro que sí lo piensan así que ten cuidado con eso, ¿sí? Pero que sepas que yo te apoyo, espero que te decidas pronto y puedas irte a donde quieras a estudiar.
Dragan lo miró antes de dibujar una sonrisa algo insegura y terminar por fin su comida.
—¿Y tú no has pensado en irte también?
—Veo un tanto difícil eso de irme. No sé cuánto tiempo más estaré en Sarajevo, pero seguramente luego tenga que volver a Belgrado y trabajar de algo porque la comida no se gana sola... Pero supongo que los pensamientos son libres así que quizá me gustaría conocer algún lugar nuevo aunque sea dentro de unos años.
—Pero ya trabajas, sabes buscarte la vida. Te las arreglarás para ir a otro lado a vivir o aunque sea a conocer, eres posiblemente la persona más adaptable que he conocido.
—Me refiero a trabajar decentemente, Dragan —dijo con una risa entristecida mientras recorría el borde de la taza de café con el dedo. Pero pronto alzó la mirada con una sonrisa mucho más animada—. Pero gracias por pensar así de mí. Espero que algún día se pueda y te llegue una postal mía desde la otra punta del mundo.
—Seguro que sí.
El reloj de la pared emitió un sonido ligeramente más fuerte que los anteriores, así que la atención de ambos fue directa a este.
—Tengo que irme. Quedé con Ragnar a las siete y media en la cafetería.
—¿Tan temprano? —dijo con una pequeña risa al verlo levantarse de golpe.
—Hay cosas que hacer en el día —empezó a recoger sus platos pero Serifovic le quitó las manos haciéndole un gesto de que se fuera.
—Yo recojo, tranquilo.
—Gracias, Dragan —hizo un gesto algo apurado antes de caminar hacia la salida tomando lo necesario—. ¡Nos vemos en la noche!
—¡Sí! —dijo mientras recogía los platos— ¡No corras tanto, no te vayas a desmayar, hace mucho calor! —Kristijan no pudo terminar de escuchar la exageración de parte de su amigo, por eso mismo Dragan rio antes de dirigirse a lavar todo lo que habían usado y luego alistarse para salir también, pero con menos prisa.
28 de junio de 1914 | 9:38 am | Cafetería Zvijezda, calle Strossmayerova, Sarajevo, Bosnia-Herzegovina.
—¿En serio te dijo eso? —dijo Ragnar en mitad de las carcajadas de ambos y él asintió varias veces sin poder dejar de reír.
—Sí, sí, en serio que uno se entera de cada cosa con los clientes que ni te imaginas —dijo tras un largo suspiro aún entre risas.
—Un día debes contarme todas las anécdotas del trabajo, por favor.
—Sí, es más, un día pido permiso para que vayas. Hay una señora que se ve que no tiene mucho que hacer, y cuando no hay nadie en la tienda y viene de comprar, se queda conmigo hablando en la entrada. De no ser por esa señora las jornadas serían eternas, te lo juro.
Ambos siguieron riendo mientras sus manos permanecían entrelazadas encima de la mesa quedando con una libre para poder beber de la taza de café, bueno, sólo Ragnar lo hacía ya que Kristijan recién había desayunado junto a Dragan. Usó de excusa no querer dejar solo a su amigo en el desayuno, pero en verdad él había desayunado en su casa aún sabiendo que irían a una cafetería porque lo más seguro es que no se pudiera permitir nada de ahí sin sentirse culpable de haber invertido dinero en algo que no lo valía realmente.
No es que su situación fuera la mejor. Ellos estaban en Bosnia por la organización, tuvieron que buscarse trabajo de una forma u otra. Dragan lo consiguió en una de las bibliotecas de la ciudad por haber tenido experiencia trabajando con su madre en la de Kikinda y también saber moverse en la de Belgrado. Kristijan había pasado ya por varios empleos: había trabajado en un restaurante nada más llegar, pero pronto encontró trabajo en la oficina de telégrafos donde trabajó hasta que esta se incendió y tuvo que buscar un empleo lo antes posible que terminó siendo en un almacén de ropa para mujer. Vendían sobre todo corsets, enaguas y medias. No le desagradaba el trabajo realmente, tenía un salario bastante estable, su jefa no se veía con intenciones de despedirlo y en verdad iba cogiendo cada vez mejor el truco del negocio.
Pero casi desde que llegaron a Sarajevo, él conseguía dinero por otros medios también.
En un su segundo mes en la ciudad hicieron una pequeña reunión en un bar-cabarett. Por la pelea que se desató entre un par de borrachos que llegaron a lastimar a una de las bailarinas, la policía llegó al lugar. Y para no levantar sospechas cuando uno de los chicos bosnios le estaba pasando un documento importante a escondidas, fingieron estar en un momento de pasión en el baño, justo a tiempo para que la policía los encontrara besándose mientras comenzaban a quitar sus camisas para dar credibilidad. Sólo tuvieron que fingir estar avergonzados por ser interrumpidos así, realmente estaban tranquilos porque el plan había salido a la perfección.
Pero eso no quedó ahí. La mente ágil de Kristijan los ayudó a planear aquella actuación para no levantar ninguna sospecha, lo hizo por su seguridad y el bien de la reunión. Pero aquel chico que era sólo un año menor que él no lo vio de la misma forma. El beso que para Petrovic no significó nada, a aquel chico le robó el corazón. Quizá había vivido menos, había experimentado menos -aunque en ese entonces Kristijan sólo había tenido una pareja en el instituto- y no consiguió superar aquella farsa.
Por eso un día al acabar una reunión le pidió que acabaran lo del otro día, a lo que Kristijan se negó por creer que era alguna broma o ironía. Pero en la siguiente reunión volvió a suplicarle, suplicó al grado de ofrecerle dinero porque lo hicieran. Fue gracias al dinero que le ofreció, que cumplió el deseo carnal de aquel chico desesperado. No significaba nada para él, no sentía que su virginidad valiera algo; él apreciaba muchas más cosas por encima de aquello.
Y aquel muchachito volvió a suplicar. Le ofrecía más de lo que ganaba en una noche en el restaurante, para él era completamente una ganancia. Le daban dinero a cambio de... nada, para él no era nada, es más, era a cambio de un placer físico por efímero que fuera. No perdía nada.
Luego fue el amigo del chico, luego la hermana del amigo... Y esto no pasó desapercibido para algunas de las trabajadoras del cabarett que cada vez frecuentaban más por las reuniones. Más que una advertencia, al saber que posiblemente no habría vuelta atrás, una de ellas le pasó la información de un burdel donde muchas de ellas vivían por si en algún momento necesitaba cobijo o incluso consejos para él mismo.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que se estaba prostituyendo. Y quizá lo que le resultó más doloroso fue que, precisamente, no sentía nada respecto a eso. Eran tiempos difíciles y había que comer de alguna manera, más aún siendo parte de una organización como lo era la Joven Bosnia. De hecho fue una prostituta del burdel quien lo contactó con la dueña del almacén donde ahora trabajaba.
De no ser por el dinero que ganaba por acostarse con más y más gente, posiblemente no se podría permitir un departamento tan cómodo como el que tenía junto a Dragan. Por eos no podía dejarlo.
Nunca le había dicho nada directamente a Dragan, era por medio de indirectas que dejaba caer cosas, también se enteraba por los cuchicheos dentro de la organización y de la gente que frecuentaban. Había visto los anticonceptivos y otros objetos que Kristijan llevaba en sus bolsos, los que guardaba en su cuarto; los dos sabían que Dragan lo sabía, pero nunca había oído nada directamente por parte de Petrovic. Y él respetaba su decisión, esas eran las cosas que por muy amigos que fueran no se decían, aunque el otro terminara por saber.
—¿Y ahora qué vas a hacer? —preguntó Kristijan suspirando mientras acariciaba con sus dedos la mano de Ragnar.
—Ahora tengo que ir al ayuntamiento para la ceremonia de recibir al archiduque, luego creo que iremos a algún banquete así que toca pasar el día en cosas aburridas y elitistas.
Kristijan rio por compromiso y por la forma en que lo dijo, pero realmente él había comenzado a tener una desagradable sensación en lo profundo de su corazón por saber que el día de Ragnar sería a favor de lo que su organización quería erradicar, por poder darse una idea de su posición.
—¿Y tú?
—No tengo más planes después de esto... Hoy no tengo trabajo así que puede que vaya a pasear o esté un rato en la biblioteca, luego supongo que me tocará hacer la cena porque Dragan se fue con sus amigos. Pensé que si estabas libre podríamos ir a dar una vuelta o algo así.
—Ah, lo siento mucho, me encantaría pero no puedo —dijo con lástima al ver la mirada ciertamente entristecida del opuesto—. Si en la noche estoy libre, ¿puedo pasar a ayudarte con la cena?
Cuando volteó para mirar a Ragnar se topó con su cálida sonrisa que consiguió enrojecer las mejillas de Petrovic por aquella dulce propuesta.
—Claro, te estaré esperando. Pensaba hacer alguna ensalada o algo rápido, pero si vas a venir haré algo especial. ¿Has probado el burek?
—No, ¿qué es? —su sonrisa se amplió al ver cómo la del contrario regresaba.
—Es una comida típica de Serbia, es como una empanada si lo podemos llamar así. Se rellena de carne o queso, en mi casa mi abuela no se andaba con tonterías y lo rellenaba de los dos así que siempre lo hago así. No saldrá tan bueno como el de ella, pero me voy a esforzar. Además es un plato para después de irse de fiesta así que a lo mejor le hará falta a Dragan.
—Acabamos de desayunar pero ya quiero que sea la cena, se ve muy rico —asintió compartiendo una risa por unos instantes.
—Oye, ¿a qué hora es tu reunión? —su expresión cambió de golpe al darse cuenta de que podría ser que ya se fuera la hora.
—Diez y media debo estar allá.
—Son las diez.
—¿¡Ya!? Ay Dios, el tiempo se me fue volando —ambos se levantaron de golpe y Ragnar fue a la barra para pagar su comida mientras Kristijan reía por la repentina prisa del chico.
Lo esperó afuera de la cafetería y una vez salió apurado consiguió detenerlo delante suyo.
—¿Entonces te veo en la noche? —preguntó poniendo una mano en el pecho y parte del hombro de Ragnar, sintiendo la tela fina de su traje que, aunque a simple vista fuera parecido al de Kristijan, hablando de materiales y calidad sí que había una enorme diferencia.
—Sí, en cuanto acabe voy a tu casa, ¿necesitas que compre algo?
—No, yo tengo todo, no te preocupes.
—Está bien, entonces nos vemos en la noche —Kristijan asintió ante las palabras de Ragnar, y él fue quien recortó la distancia para despedirse con un beso antes de que Leifsson saliera corriendo en dirección al ayuntamiento y Kristijan siguiera su camino mucho más tranquilo peor con el corazón al cien por pensar en la cena que tanta ilusión le había provocado.
28 de junio de 1914 | 10:10 am | Calle Zelenih Beretki, Sarajevo, Bosnia-Herzegovina.
Kristijan apenas había caminado unos pocos minutos, estaba dispuesto a ir a la carnicería para comprar lo necesario para aquella cena que lo tenía con el corazón al mil, pero fue el sonido de una explosión lo que lo alertó.
Se giró hacia donde había escuchado el ruido, parecía ser desde la calle del río, justo la paralela a la que estaba. Escuchó unos cuantos gritos provenientes de la gente, y le tomó unos segundos reflexionar en que algo debía haber sucedido en el paseo donde la gente recibía al archiduque.
—No puede ser que ya... —murmuró antes de correr en esa dirección.
Llegó rápidamente y vio a varias personas correr en dirección contraria, vio la aglomeración que se revolvía en todas direcciones. Consiguió ver a lo lejos los coches que desfilaban y ahora estaban detenidos.
Estaban cerca del puente, cruzó hacia la calle del río y comenzó a buscar con desesperación entre la gente.
Ragnar había ido al ayuntamiento, sólo esperaba que ya hubiera llegado o por lo menos hubiera tomado otra ruta. Dragan, Gavrilo, Nedeljko y otros chicos habían ido a ver el desfile del archiduque, esperaba no encontrarlos cerca tampoco.
Entonces vio en la ribera del río a un chico aún vestido con su traje convencional, estar bocabajo y recién salido del agua. Pensando en que se podría tratar de algún herido por la explosión, bajó al ver que nadie parecía ponerle atención.
—¿Estás bien? —le puso una mano en el hombro justo cuando aquel chico vomitó haciendo que Petrovic diera un paso atrás aún en cuclillas.
Pero una vez lo vio alzar la mirada, se asustó aún más.
—Nedeljko, ¿qué pasó? ¿Qué haces así? —lo ayudó a salir por completo del río aún sin soltarlo del hombro y viéndose cada vez más nervioso.
El chico sacó de su bolsillo una pequeña cajita metálica que le entregó junto a otro objeto sin poder hablar mucho, y el golpe en su cabeza no ayudaba mucho. Se había lanzado al río tras tragar una pastilla de cianuro, pero este ya estaba descompuesto y el río apenas tenía profundidad; por eso su suicidio no tuvo éxito.
Él tomó la caja y luego puso la mano en la herida de la cabeza de su amigo.
—Vete, Kris —consiguió decir.
—¡Ahí está!
Al escuchar a unos guardias desde lo alto del puente, Petrovic se asustó aún más. Le habló a Nedeljko pero este apenas pudo escuchar sus palabras, su cabeza seguía demasiado turbia en esos momentos.
—Vete.
Lo dejó para comenzar a correr en dirección contraria y luego volver a subir a la calle y correr hacia el interior de la ciudad de nuevo. Su corazón latía al cien, apenas podía respirar pero parecía que nadie lo seguía.
Entonces metio la mano en su bolsillo sintiendo los dos objetos que le había entregado Nedeljko. Se quedó oculto en un callejón un par de minutos y respiró con profundidad para tranquilizarse.
Una vez consiguió que su corazón se tranquilizara, supo que tenía que disimular de alguna forma para evitar que dieran con él aún después de ser visto con Nedeljko en la orilla del río. Por eso decidió que seguiría con su plan como si nada hubiera pasado, luego iría a buscar a Dragan.
28 de junio de 1914 | 10:30 am | Ayuntamiento de Sarajevo, Sarajevo, Bosnia-Herzegovina.
Ragnar había llegado justo a tiempo al ayuntamiento, sólo recibió una llamada de atención por su impuntualidad. Se alistó junto a los otros invitados y recibieron al archiduque quien no aceptó con gusto su recibimiento.
—Señor alcalde, vine aquí para hacer una visita y me lanzaron una bomba. ¡Es ultrajante! —el propio archiduque interrumpió el discurso del alcalde quien sólo pudo intentar disculparse.
La esposa del archiduque lo tomó del brazo y le habló al oído pretendiendo calmarlo.
Habían llegado las noticias de la explosión, de que había un par de personas heridas y de que a pesar de todo, los duques estaban a salvo y volvieron al ayuntamiento.
Pero la mente de Ragnar sólo estaba centrada en Kristijan. Ellos estaban cerca de donde había sido la explosión, ¿habría estado entre las personas heridas? Esperaba que ni siquiera se hubiera acercado al desfile, que hubiera tomado otra ruta, o por lo menos que sólo hubiera recibido un susto y ahora estuviera a salvo en casa o de camino a ella.
—Señor alcalde, si nos excusan, después de esta bienvenida iremos al hospital para visitar a los heridos por la bomba, es lo menos que podemos hacer —habló con diplomacia la duquesa sin poder recibir alguna respuesta negativa.
Después de que ese pequeño recibimiento terminara, la pareja se dirigió de vuelta a los coches para volver hacia el hospital y poder cumplir lo que dijo la mujer.
—Leifsson, ¿nos acompaña? —lo invitó uno de los miembros del desfile que también habían viajado en otro de los coches.
—C-claro —asintió un poco distraído todavía.
28 de junio de 1914 | 10:50 am | Puente Latino, Sarajevo, Bosnia-Herzegovina.
Habían pasado unos cinco minutos desde que se subieron a los coches y emprendieron el viaje hacia el hospital.
Ragnar debía admitir que se sintió un poco abrumado al tener a tanta gente haciendo una pasarela por toda la calle para poder mirar a los duques. Pero él sólo podía fijarse en buscar entre la gente a Kristijan para asegurarse de que estaba bien. Deseaba verlo, pero quizá sería mejor que no, pero porque este estuviera ya en su casa.
Iban a girar justo en la calle que se desviaba hacia el interior de la ciudad desde el Puente Latino. Él siguió mirando entre las personas sin poder encontrar a Petrovic y tampoco a Dragan a quien ya conocía por las veces que coincidían en su casa.
Estaba tan sumido en sus pensamientos que sólo salió de estos al escuchar dos disparos. La gente comenzó a gritar, se revolvían en la calle, y cuando miró atrás se dio cuenta de que el coche del archiduque se había detenido y ahora todos se acercaban a este.
—¡Sophie! ¡Sophie! No mueras, por favor... vive para nuestros hijos. ¡Sophie!
No podía creer lo que veía. El vestido de la duquesa estaba manchado de sangre al igual que el cuello del archiduque.
Kristijan corrió al igual que Dragan, entonces fue cuando Ragnar pudo verlos segundos antes de que los guardias los atraparan.
—¡No dejen que se escapen!
Vio cómo lo sujetaban del brazo y la cabeza llevándolo contra la pared para que no se pudiera mover o defenderse.
Mucha gente huía, pero sólo capturaron a unos cuantos. El pensar en los motivos por los que los pudieron capturar hacía que Ragnar no quisiera aceptarlo, no podía ser cierto.
—¡Kris! —no pudo evitar gritar al ver cómo no lo dejaban moverse y otros guardias se le acercaban
Bajó del coche intentando acercarse, pero se lo impidieron.
—No se acerque, nos ocuparemos nosotros.
—¡Pero él no hizo nada! Dejen que se vaya, sólo corrió porque estaba asustado...
Entonces otro de los guardias que estaba ayudando a sujetar a Petrovic, se acercó a Ragnar y su compañero dejando una pistola en su mano.
—La llevaba en el bolsillo —fue lo único necesario para que Ragnar se quebrara aún más sin querer aceptarlo—. Nos encargaremos de esto, vaya a ponerse a salvo.
Cuando se llevaron a Kristijan ahora esposado, pudo mirar sus ojos sin ser capaz de moverse. Su mirada congelada chocó con la quebrada y húmeda de Kristijan, entendió una disculpa sólo con sus ojos, y eso lo hizo romperse por completo.
28 de junio de 1914 | 14: 20 pm | Cuartel General de la Policía, Sarajevo, Bosnia-Herzegovina.
—Dragan Serifovic, nacido el 6 de mayo de 1895 en Kikinda, Serbia. Se te acusa del asesinato del archiduque Franz Ferdinand y su esposa la duquesa Sophie Chotek el 28 de junio de 1914 aproximadamente a las 10:50 de la mañana cerca del Puente Latino en la ciudad de Sarajevo.
Dragan sólo miró a la chica que lo interrogaba sin poder hacer nada.
—¿Cómo te declaras?
—Inocente —fue lo único que dijo.
—Y como serbio y parte de la organización Joven Bosnia, ¿sabes quién fue el culpable?
Él negó con la cabeza viendo las caras de hastio de los oficiales.
—¿Qué estabas haciendo antes de que sucediera el atentado?
—Salí desde temprano con unos amigos, fuimos a ver al archiduque pero por la explosión nunca llegó a donde estábamos, por eso nos fuimos al café del Puente Latino y salimos a verlo cuando pasó por ahí.
—¿Conoces a Nedeljko Cabrinovic?
—Sí.
—¿De qué?
—Somos compañeros de estudio.
—¿Sabes que ahora él está detenido aquí también por haber lanzado la bomba contra el archiduque?
Dragan negó con la cabeza.
—¿Conoces a Kristijan Petrovic y Gavrilo Pincip?
—Sí. Princip es amigo de Cabrinovic, y Petrovic y yo vivimos juntos.
—Los tres fueron detenidos después de los actos y también están aquí, probablemente estén siendo interrogados también, ¿sabes? Fuiste el único que no fue encontrado con una pistola en el lugar del atentado así que eres quien probablemente tenga más posibilidades de ser inocente y salir de aquí sin sentencia o con una pequeña, pero no será posible si no colaboras.
Dragan sólo se quedó callado pensando en cómo sólo había comenzado a correr después de los disparos y luego fue detenido viendo cómo al otro lado de la calle le sucedía lo mismo a Kristijan.
Era cierto, en su bolsillo sólo encontraron un pequeño explosivo, fue identificado rápidamente y al saber que era parte de la organización fue detenido. Pero no tenía el arma con el que se realizó el ataque, no podía ser él.
—¿Quién de los tres lo hizo?
Él no dijo nada.
—Aún no eres mayor de edad, no puedes recibir pena de muerte, quizá recibas como condena años de prisión, pero si colaboras demostrando tu inocencia te dejaremos ir, quizá recibas unos meses de cárcel y luego serás deportado a Serbia. ¿Acaso no te parece una buena opción?
Pero él se quedó callado de nuevo, sólo mirando fijamente a la mujer. Llevaba por nombre Calíope Karpenko, pero Dragan ni siquiera sabía eso, mucho menos que se volvería una de sus peores pesadillas.
—Llévenselo.
28 de junio de 1914 | 14:34 pm | Cuartel General de la Policía, Sarajevo, Bosnia-Herzegovina.
—Kristijan Petrovic, nacido el 7 de diciembre de 1892 en Belgrado, Serbia. Se te acusa del asesinato del archiduque Franz Ferdinand y su esposa la duquesa Sophie Chotek el 28 de junio de 1914 aproximadamente a las 10:50 de la mañana cerca del Puente Latino en la ciudad de Sarajevo. ¿Cómo te declaras?
—Inocente —dijo mirando a su interrogante tratando de demostrar la veracidad de sus palabras.
—¿Y sabes quién fue el culpable?
—No lo sé.
—¿Qué hiciste antes del atentado?
—Salí temprano de mi casa y fui a desayunar a una cafetería, luego iba hacia la carnicería pero escuché la explosión y fui a ver qué sucedía, luego fui a buscar a unos amigos para asegurarme de que estaban bien, cuando los encontré sucedió el atentado.
—No hace falta que seas tan misterioso, queremos escuchar nombres —dijo su interrogador dando un golpe con un palo en la silla donde Kristijan estaba sentado—. ¿Con quién fuiste a desayunar?
—Con mi pareja.
—¿Quiénes eran esos amigos?
—Gavrilo Princip y Dragan Serifovic.
—Ambos miembros de la Joven Bosnia, igual que tú —él asintió ante sus palabras—. Igual que Nedeljko Cabrinovic, quien lanzó la bomba contra el auto y luego intentó suicidarse... El mismo chico a quien quisiste ayudar antes de escapar y luego volver a aparecer en el Puente Latino.
—No sabía que lo había hecho él, pensé que estaba herido por la explosión.
—¿Entonces por qué no explicaste eso también ahora que te preguntamos?
—Pensé que no querrían saberlo.
—Ahora mismo queremos saber todo de ti, no seas tímido —el chico que llevaba interrogándolo todo este tiempo, Mika Bellerose, le tomó ambas mejillas sólo con una mano antes de seguir preguntando—. ¿A qué te dedicas?
—Trabajo en una tienda de ropa para mujer en el centro de la ciudad.
—¿Por qué un ciudadano legal en Sarajevo, que trabaja y es inquilino de un departamento, atentaría así en contra del archiduque? Porque eres parte de la organización, ¿cierto? Eso significa que tu mentalidad es la misma: estás en contra del Imperio.
Él sólo los miró unos segundos consiguiendo enfurecer al Bellerose quien volvió a golpear la silla y se dirigió a los guardias que custodiaban la entrada.
—Llévenselo. Sepárenlo de los otros dos.
30 de junio de 1914 | 18:12 pm | Cuartel General de la Policía, Sarajevo, Bosnia-Herzegovina.
El agua fría conseguía despertarlo y evitar que quedara inconsciente por los golpes que llevaba recibiendo durante todo el día y el anterior.
Pero había un punto en que el tiempo de estar sumergido era demasiado y volvía a caer en la posibilidad de desmayarse.
Cuando Bellerose apretó de nuevo su cabello para jalar su cabeza hacia afuera de la cubeta con agua, volvió a respirar con desesperación.
—¿Entonces? —preguntó acercando su cara a la de Kristijan pero este negó de nuevo.
—No lo hice —dijo recuperando la respiración.
—¿Y no sabes quién lo hizo?
—No, no vi nada.
Se quedó unos segundos más por fuera y luego consiguió escuchar un grito desde la celda contigua acompañado con el chasquido de un látigo.
—Dragan —murmuró.
—¿Qué? —se volvió a acercar— ¿Dragan lo hizo?
—No.
—Veamos si se te refresca la memoria —y rápidamente volvió a meter su cabeza en el agua.
Pasaron más tiempo igual, sin recibir las respuestas necesarias. Entonces Bellerose lo soltó dejándolo caer al suelo.
—No vamos a conseguir nada así —suspiró caminando hacia la entrada—. Encadénenlo.
Los guardias hicieron caso y lo tomaron sin que opusiera resistencia para así enganchar los grilletes que ya tenía a las cadenas de la pared.
Se volteó para mirar a Mika y al verlo caminar hacia él de vuelta, maldijo a quien fuera que pudiera escuchar sus pensamientos.
—Vamos a cambiar de método.
De nuevo sonó un chasquido, pero lo escuchó después de sentir cómo el látigo le cortaba la piel.
Apretó las cadenas e intentó no gritar. Consiguió aguantar varios azotes hasta que Karpenko entró a la celda.
—¿Ya dijo algo? —se interrumpió Mika.
—No, se desmayó. ¿Y él? —lo señaló con la cabeza.
—Tampoco.
—Déjalo, mañana seguimos. El jefe nos quiere en una reunión, además así los dejamos reunir fuerza, a ver si mañana lo que gritan es el nombre del culpable.
Lo soltaron y él cayó al suelo quedándose así un buen rato una vez los oficiales se fueron cerrando la puerta. Le tomó eternos minutos recuperar fuerza como para moverse hasta la esquina donde estaba la manta que le habían dejado para que no se congelara con la humedad de la celda antes de decir lo que ellos querían oír.
Sólo quería dormir, sólo quería dejar de sentirlo todo. Encogerse en ese rincón y despertar cuando el sol que entraba por la pequeña reja, lo calentara hasta que volvieran a entrar para torturarlo inútilmente.
Pero abrió los ojos al escuchar la voz de Dragan al otro lado de la pared. Se dio cuenta del pequeño hueco en la pared que hacía de alcantarilla, por ahí podía escuchar lo que pasaba en la celda contigua, y si hubiera algo de luz, también podría ver algo.
—Dragan —lo llamó sin querer alzar mucho la voz.
Parecía que recién se había despertado después de desmayarse en mitad de la tortura. Por eso seguía tan desubicado y él tuvo que explicarle lo del hueco para que pudiera acercarse.
—Espera... lo estoy intentando —murmuró Serifovic entre jadeos por intentar levantarse para ir desde la pared donde lo azotaron hasta la que tenía el hueco.
—Tranquilo. Aquí voy a estar —dijo con lástima aún hecho un ovillo con la cara casi pegada al agujero.
Después de varios minutos, Dragan finalmente llegó y pudieron verse por la escasa luz de la luna y la adaptación de sus pupilas a la oscuridad.
Se lo dijeron todo con la mirada. Kristijan se ahogaba en la impotencia, los dos lo hacían, sabían que los iban a torturar hasta matarlos, y lo más triste era que no le temían a esto. Sólo estaban resignados.
Kristijan pasó el dedo por el hueco y Dragan hizo lo mismo. Así fue como consiguieron tocarse en mitad de la pared, así fue como durmieron sin soltarse las manos, temblando por el frío y el dolor de las heridas en la espalda.
1 de julio de 1914 | 08:30 am | Cuartel General de la Policía, Sarajevo, Bosnia-Herzegovina.
Kristijan se despertó por el horrible sonido chirriante de la puerta de su celda abriéndose. Se puso alerta y trató de ver quién estaba al otro lado, pero no vio entrar a Bellerose ni a Karpenko, sólo oyó la voz de la chica antes de que un chico vestido con un traje casual pero bastante fino entrara a la celda.
—Kris —lo llamó acelerando el paso hasta llegar a él.
—Ragnar —murmuró su nombre de vuelta, sin poder dar crédito a sus ojos, ni siquiera sintió que fuera real cuando él lo abrazó.
Creía que seguía durmiendo, que su sueño se había endulzado con la imagen de Ragnar entrando a la celda. No fue hasta que él le tocó una de las heridas, que supo que ya estaba despierto, que no era un sueño.
Se aferró a Ragnar controlando sus ganas de llorar.
—Kris, estoy haciendo lo posible para sacarte de aquí, en unos días los dejarán ir, confía en mí —murmuró en su oído sintiendo cómo Petrovic asentía sin querer soltarlo—. ¿En serio no sabes nada?
Kristijan lo miró sin saber a lo que se refería.
—¿No sabes quién lo hizo? Si les dices todo lo que sabes, ya te van a dejar ir. Kris, si lo sabes por favor dilo, ya no te van a torturar así... No quiero que te hagan daño —por momentos sintió ganas de llorar al ver lo demacrado y golpeado que estaba su novio a comparación de la última vez que lo vio.
—No sé nada, te juro que no sé nada —negó suplicando con la mirada de nuevo. Por momentos su resignación se fue, ahora ardía una pequeña chispa de esperanza en él.
—Dicen que encontraron una pistola en tu bolsillo, te quieren acusar por eso.
—Me la dio Nedeljko cuando lo encontré en el río.
—¿Y ya se los dijiste? ¿Dijiste que el arma no era tuya, que no quisiste disparar?
—Ya se los dije pero no me creen —negó viéndose desesperado por unos momentos, justo antes de que su voz se quebrara mientras observaba a Ragnar fíjamente—. No me creen, Ragnar...
Una lágrima se escapó del ojo del mayor al escucharlo así. Por eso lo abrazó con fuera una vez más para poder hablarle al oído.
—Yo sé que no lo hiciste, Kris.
Pero Kristijan no pudo hablar, sólo se quedó abrazado a él, llorando en contra de su voluntad y temblando de frío entre los brazos de su novio quien le acariciaba la nuca ahogado en impotencia.
—Te voy a sacar de aquí, sólo aguanta un poco más, vas a ver cómo lo consigo —le aseguró Leifsson antes de separarse y tomarlo de la barbilla con dulzura—. Vas a irte a casa y podremos cenar el burek que me prometiste. Te sigo debiendo una cena, ¿no?
Él asintió aún temblando por querer normalizar su respiración sin mucho éxito.
No les permitieron mucho más tiempo juntos, por eso Ragnar se despidió con un profundo beso antes de salir de la celda dejándole el saco de su traje para que pudiera abrigarse mejor.
2 de julio de 1914 | 10:04 pm | Cuartel General de la Policía, Sarajevo, Bosnia-Herzegovina.
La noche anterior, después la sesión de tortura rutinaria, dejaron a Dragan en la misma celda de Kristijan. Al parecer estaba más débil y al ponerlo junto a su compañero, esperaba que se pudiera hacer algo para tenerlos vivos el mayor tiempo posible.
Al contrario que la noche anterior, ahora habían encendido la calefacción que hacía que las mazmorras ahora fueran casi una sauna. De hecho Kris y Dragan dormían en esquinas opuestas para recibir algo de frío por parte de las paredes, y no acalorarse al estar juntos.
Los dos ya estaban dormidos a esa hora. El cansancio se hacía cada vez más presente. Karpenko era la encargada de interrogar a Dragan, y por desgracia parecía ser muy fanática de los latigazos y encadenamiento por largos periodos de tiempo. Mientras que Bellerrose, el encargado de Kristijan, no dejaba que pasara un día sin que torturara a Petrovic metiendo su cabeza en el agua helada hasta segundos antes de que se ahogara para luego golpearlo hasta que se cansara.
La tortura de Dragan acababa cuando él se desmayaba y la de Kristijan cuando Mika se cansaba.
Pero su sueño se interrumpió al oír las llaves de la celda. Esta vez la puerta se abrió lentamente, pero nadie entró con la confianza de siempre, es más, la puerta sólo se abrió lo suficiente como para que alguien se escurriera por el hueco y pasara.
—Ahí tienes —era la voz de Karpenko, la misma que le provocó un escalofrío a Dragan y temió porque incluso la tortura comenzara en mitad de sus horas de lo que se podría llamar descanso.
—¿A cuál? —pero la voz era la de un hombre, uno de los que los habían interrogado y más de una vez estaban presentes en las sesiones de tortura.
—Al que quieras. Pero no te pases de tiempo, ¿eh? —le advirtió la chica antes de cerrar la puerta de nuevo.
El hombre fue directamente hacia Dragan quien estaba en la esquina más cercana a la puerta.
Entre la voz de Calíope y las palabras aterradoras que había escuchado, sólo se quedó acostado, casi sin poder moverse por el dolor de las heridas en la espalda que no mejoraba con el contacto con el suelo y el calor húmedo de aquella noche.
Lo tomó del hombro para así ponerlo completamente bocarriba, y por el momento en el que su espalda ardió como el infierno, no se dio cuenta de que él ya se había colocado encima suyo y le había comenzado a desabrochar la ropa.
—¡No! ¡No! —gritó intentando empujar el pecho del hombre, pero sus brazos estaban muy débiles como para conseguir nada. Y aunque quisiera escaparse, el arrastrar su espalda pocos milímetros ya era un suplicio.
Gritó con cada vez más desesperación queriendo librarse de él, tanta que apenas notó que Kristijan se había movido de su esquina y ahora rodeaba el cuello del hombre desde un abrazo por la espalda.
—Lárgate —lo intentó apartar, pero al ver cómo su abrazo no pretendía ser algún movimiento para quitarlo de encima de Dragan por la fuerza, se quedó extrañado.
—¿Qué te va a hacer él? No es más que un niñato virgen y asustado. Además en esas condiciones no durará ni cinco minutos —dijo mientras metía lentamente la mano en la camisa del hombre y se acercaba aún más para poderle susurrar al oído—. ¿No prefieres a alguien con un poco más de experiencia?
Quitó la mano del cuerpo de Dragan y este miró aún aterrado cómo el hombre ahora tocaba el brazo que Kristijan tenía en su camisa, mientras que con la otra mano ahora tocaba la pierna del chico que seguía detrás suyo.
—¿Me ofreces algo mejor que un chico virgen e indefenso entonces?
—Te ofrezco lo que tú quieras.
—¿Y qué pasa si me decepcionas después de haber intervenido en la decisión de un teniente? —aunque simulaba una amenaza, la voz del hombre dejaba claro que sólo quería seguir la conversación cada vez menos contenida de Kristijan.
—Ya me han dicho que nadie coge como yo en Sarajevo, dudo que pueda decepcionarte.
—¿Tan confiado me lo dices?
—¿No prefieres probarlo por ti mismo —su voz alcanzó el punto máximo de seducción para aquel hombre cuando, remató sus palabras y tono con una ágil lamida a la parte exterior de su oreja antes de susurrar—, teniente?
Kris quedó de espaldas unos metros más allá de donde estaba Dragan. Al principio no quiso mirar por respeto a Petrovic, sabía por qué lo había hecho, sabía que llevaba haciéndolo todo ese tiempo sólo para sobrevivir, y hoy no había sido la excepción. Pero luego se permitió mirar, encontrándose con la cara seria de Kristijan, como si no estuviera sucediendo nada en ese momento, parecía no afectarle.
De vez en cuando abría la boca para soltar suspiros y pequeños sonidos que eran completamente falsos, parecía no necesitar hacer ninguno de estos. Quizá era por la excitación del hombre que no lo notaba, o porque Dragan ya conocía suficientemente a Kris, pero sólo es parecía notar lo indiferente que se mostraba.
Incluso miró a Dragan tiempo después, lo miró unos eternos segundos y eso hizo que Serifovic dejara libres varias lágrimas que callaba por hacer lo posible para que no se hiciera notar su presencia.
Kristijan estaba como si nada, no sufría, pero tampoco lo disfrutaba. Se había ofrecido de esa manera para protegerlo y ahora él sólo podía ver cómo aquel hombre jugaba con su cuerpo sin poder hacer nada además de resignarse una vez más. Se sentía tan culpable, pero tan agradecido.
Finalmente el teniente abandonó la celda y Karpenko le abrió dejándolos encerrados de nuevo. Kris se quedó de lado, mirando un momento al suelo con la vista apagada y la ropa a medio poner.
—Kris... —lo llamó Dragan poniéndose lentamente de pie y caminando hacia él, ya con el llanto desatado— Perdóname, por mí tú tuviste que...
—Está bien, no te preocupes —negó con una sonrisa suave mirando al tan preocupado Dragan—. Esta sólo fue una de muchas, mejor a que fuera una de pocas para ti. Lo importante es que estás bien, ¿sí?
—De todas formas, yo... lo siento mucho, Kris, en serio —le acomodó el pelo para dejar así despejada su cara y quizá aminorar un poco el calor que había empeorado aquel acto.
—No te disculpes, en serio —insistió con su tono de voz tan tranquilo de siempre.
—¿Te lastimó mucho? Tú también tienes herida la espalda, y todos los golpes... —le puso una mano en el hombro e intentó mirar cómo las heridas mucho menos abundantes y menores en su espalda, sí que se habían inflamado un poco.
—No, todo está bien. Ahora sólo es que... tengo calor, ¿sí? —le volvió a sonreír y él asintió para así corresponder.
Le acomodó mejor el pelo e incluso lo abanicó con la mano en un intento de ayuda sin poder sentir que en verdad estaba compensando en algo su sacrificio. Pero ese pequeño acto de ayuda le arrancó una sonrisa de ternura mucho más sincera que todas las anteriores a Kristijan, es más, lo hizo recordar lo mucho que quería a ese chico, que había valido la pena haberlo protegido de aquel hombre.
Pero Dragan se fijó en cómo tenía las marcas de los dedos de aquel hombre en su cadera y parte del abdomen, y sobre todo en cómo le temblaban las piernas.
Miró una vez más los ojos de Petrovic y vio por un instante cómo estos quisieron llorar, pero luego volvieron a suavizarse en la sonrisa de siempre. Le había dolido, seguro que físicamente también, pero Dragan se había dado cuenta de cómo en verdad le había dolido muy en el fondo de su consciencia y corazón. Entonces pensó en todas las demás veces. Siempre actuaba como si no le importara, se aprovechaba del efímero placer que le producía prostituirse por dinero, pero hasta entonces no había pensado que quizá esa no había sido la primera vez que le sucedía: que se resignaba aunque le doliera saber lo que le hacían sin poder negarse, sin darle valor a su cuerpo.
Constantemente azotaba por su mente aquel pensamiento de que estaba traicionando a sí mismo, que él mismo se exponía como un objeto sin valor, por eso estaba tan desesperado porque alguien le diera el valor que merecía. Pero nunca lo diría, sólo le dedicaba una suave mirada a todo el mundo y volvía a decir:
—Está bien.
4 de julio de 1914 | 11:26 am | Cuartel General de la Policía, Sarajevo, Bosnia-Herzegovina.
—¿Y bien? —preguntó Bellerose de nuevo sacando la cabeza de Kristijan del agua fría.
Él sólo lo miró, ya cansado de responder lo mismo una y otra vez.
—¡Te dije que no me miraras así! —sin soltar su cabeza, le dio un golpe en la mejilla dejándolo caer al suelo antes de tomar su brazo y así poder tener acceso a su abdomen para golpearlo de nuevo.
Aquel teniente no supo tener la boca cerrada. Por eso a la mañana siguiente, antes de que el cuartel se activara de nuevo, regresó para volver a probar que aquellas palabras que el mismo Petrovic le dijo eran ciertas.
Y en esa noche regresó junto a Bellerose, quien quiso su propio momento a solas con Kristijan. Esta vez fue directo a él, no tuvo que ofrecerse en lugar de Dragan, pero él hubiera querido que fuera así, de esa forma sentiría que todo aquello había tenido un bien mayor.
Y cuando Kristijan miró fijamente a Mika quien comenzaba a ser dominado por sus instrintos, por las sensaciones que estallaban dentro de su cuerpo en aquellos momentos. No se gustaba sentirse vulnerable, pero todo fue a peor cuando vio la mirada fría de Petrovic que no sólo lo hizo sentirse débil sino que también amenazado. En ese momento también lo golpeó deteniéndose unos instantes para luego volver a exigirle que no lo mirara y poder continuar después.
—¿Entonces qué? —lo tomó por las muñecas para ponerlo de rodillas de nuevo frente al balde de agua.
—No sé quién lo hizo —murmuró con la vista gacha.
Lo que más detestaba Mika era que, aunque por cada día de prisión y torturas, Petrovic estuviera más débil físicamente; mentalmente cada vez parecía más inmune a las torturas. El cubo con agua fría era algo rutinario, sólo se negaba hasta que Bellerose se cansara y luego lo golpeara antes de irse.
No le tenía miedo, después de las primeras horas de tortura le perdió el miedo y eso hacía enfurecer a Mika. Dragan seguía desmayándose en las torturas, suplicaba en ocasiones y Calíope le describía el terror y desesperación en sus ojos. Por eso la resignación y, sobre todo la indiferencia de Kristijan, mataban a Mika por dentro. Su ira lo hacía golpearlo más fuerte, pero ver cómo esto apenas tenía efectos en el serbio, lo hacía enfurecer más.
—¡Mika! —lo llamó Calíope desde la puerta— El general nos quiere ver.
2 de julio de 1914 | 15:45 pm | Cuartel General de la Policía, Sarajevo, Bosnia-Herzegovina.
Ragnar entró corriendo a la celda donde ahora sólo estaba Kristijan, aprovechándose del sol que lograba calentarlo miserablemente. Estaba acostado en el suelo, con sangre en la cara además de la humedad restante del balde.
Pero cuando esperó ver a Calíope devolviendo a Dragan a la celda como hacían después de la tortura sin éxito, entonces él iba a su lado y lo intentaba cuidar hasta que despertara y luego pudiera volver a dormir.
Aún recordaba su última conversación esa mañana. La noche fue fría así que durmieron abrazados, más aún después de la visita de Bellerose y el teniente.
—Dragan, por favor dime que cuando salgamos de aquí te vas a ir a otro país, vas a hacer lo que querías.
—Sí, no lo dudes.
Ni siquiera mencionó que no era seguro que salieran, era mejor hablar de cosas que existieran fuera de las paredes de ese calabozo, no importaba que fueran inalcanzables.
—¿Y a dónde te vas a ir? Dime.
—Aún no lo sé... Pero creo que cambié de parecer.
—¿Cómo?
—No quiero irme a un país donde todo sea mejor que aquí, que hay muchos. Quiero... ayudar de alguna forma, aportar aunque sea un poco en vez de huir de esta realidad. No somos el único país de los Balcanes que lo está sufriendo, tampoco del mundo. Montenegro, Bulgaria... la guerra que hay en Marruecos... No lo sé. No nos tocó vivir la paz, por eso no quiero huir de lo que nos está pasando, quiero enfrentarlo de alguna forma. No quiero sobrevivir a todo esto y simplemente encerrarme en mi casa a vivir una vida de lujos como si nunca hubiera pasado, quiero hacer que haya valido la pena sobrevivir.
Kristijan sintió un soplo de esperanza al escucharlo hablar así, recuperó las ganas de salir de ahí, quiso recordar la mínima cosa que lo animara a sobrevivir, justo como hizo Dragan. Su respuesta estaba clara: Ragnar. Se iría con él al fin del mundo, dejaría de atarse a su vida previamente sentenciada, se rebelaría contra todo sólo para vivir aquella felicidad que tanto merecía y que tenía a su lado.
Y ese día finalmente llegó la noticia.
—Vas a salir de aquí, los dos lo harán —dijo Ragnar abrazando con fuerza a Petrovic.
—Sí, dijiste que nos sacarías... seguimos esperando, tranquilo —murmuró con la voz notoriamente cansada.
—No, Kris, ahora —asintió mirándolo de frente—. Ya los van a sacar, conseguimos convencerlos de que fueron inocentes, quizá los demás lo logren también.
—¿Ahora?
—Sí, ahora —asintió levantándose y tomándolo de los brazos para que se pusiera también en pie.
La expresión de Kris era indescriptible. Apenas podía creerlo.
—Ragnar... —murmuró su nombre derramando las primeras lágrimas desde que lo encerraron en el cuartel. Eran lágrimas de felicidad— Gracias.
Lo tomó de las mejillas teniendo que ser sostenido por Leifsson para no caer debido a la debilidad momentánea de su cuerpo, y observó su rostro que lucía mucho más hermoso que nunca. Era el rostro de su amor, era el rostro de su libertad y también el de su futuro; de todo de lo que quería gozar a su lado.
—No, Kris, no me agradezcas nada. Vamos fuera, ¿sí? Iremos a tu casa para que puedas descansar, para que comas... tendré que prepararte yo la comida así que dejaremos el burek para otro día cuando te sientas mejor, ¿sí?
Kristijan no podía hablar, no podía expresar sus sentimientos en ese momento. Sólo miró con una sonrisa bañada en lágrimas a Ragnar.
Salieron de la celda y caminaron en dirección a las escaleras para subir a la planta principal y poder salir hasta el coche que los esperaba para llevar a Kristijan a su casa. Dragan ya estaba arriba.
Pero antes de pisar los escalones, Ragnar sintió cómo todo el peso de Kristijan se le vino encima. Lo quiso sostener de inmediato, pero el sonido ensordecedor del disparo que aún retumbaba en su cabeza, lo hizo perder por completo la razón.
—¡Kristijan!
Pero él no lo pudo escuchar. Sintió cómo su espalda se le llenaba de sangre y aún en los brazos de su novio, exhaló su último aliento sin dejar de pensar en el rostro más precioso que jamás vería.
Ragnar se quedó con él en brazos, ahora en el suelo, y miró hacia atrás cómo Bellerose apenas bajaba el arma que había matado a Petrovic, y con Calíope a su lado, se detuvo a una distancia prudente.
—¿¡Qué hicieron!? ¡Ya iban a liberarlo! —gritó perdiendo por completo los estribos.
—Serifovic confesó —dijo Karpenko provocando que el corazón de Ragnar diera un vuelco.
—¿Q-quién mató al archiduque? —preguntó mirando por un instante el rostro carente de vida de Kristijan.
Por más que su mente estuviera colapsando de ideas en ese momento, se negaba a aceptar que hubiera sido él quien le disparara. Ahora sabía lo de la organización, ahora sabía que lo habían detenido con una pistola en el bolsillo, pero siempre supo cómo era Kristijan, y lo veía incapaz de hacer algo así.
—Gavrilo Princip —respondió Mika.
Por una parte, Ragnar se alivió de saber que aquel a quien amaba no había sido el causante de todo eso. Pero ni siquiera lo notó, la ira volvió a arder en él.
—¡Pero a Princip ya lo arrestaron hace días!
—Lo sabemos. Él mismo confesó haberlo hecho —dijo con seguridad Mika.
—¿¡Entonces por qué no los dejaron ir cuando lo supieron!?
—Queríamos saber el grado de lealtad de la Joven Bosnia, cuánto tardarían en traicionar a los suyos aún siendo inocentes.
—Serifovic hoy confesó haber visto cómo Princip disparaba, por eso ya lo dejamos libre. Pero Petrovic nunca dijo nada.
Su cuerpo temblaba de odio, de dolor, de ira... Pero sólo pudo ver cómo los dos chicos iban escaleras arriba, cómo caminaron al lado del cadáver de Kristijan sin siquiera mirarlo. Sólo pudo escuchar a Bellerose una última vez antes de quedarse a solas con el cuerpo herido y vacío de su novio muerto.
—No derramó ni una lágrima en vida... Esa puta sabía tener la boca cerrada.
Ragnar se rompió al enterarse de que pudo contemplar las primeras y últimas lágrimas de Kristijan al sacarlo de ahí.
A Princip lo habían encarcelado de inmediato, él mismo dijo que lo había hecho. Sólo jugaron con Kristijan y Dragan para ver cuánto aguantaban, y Dragan fue el primero en caer, terminó por confesar teniendo la esperanza de que los dejarían ir como prometieron. Pero la desventaja con la que jugó Petrovic desde el primer momento fue que él en verdad nunca supo quién había disparado aquella mañana, aunque hubiera querido rendirse y hablar antes, aunque eso provocara la muerte de su amigo sin que él lo supiera; Kristijan no sabía qué era lo que realmente había pasado. Él había ido a buscar a Dragan y Gavrilo, pero fue encontrado con los documentos y la pistola de Nedeljko en los bolsillos.
Ragnar se sintió tan miserable, se sintió tan ingenuo... ahora él sólo quería morir junto a él.
Por primera vez en su vida estaba sufriendo un dolor real, y era tan insoportable que sólo quería reunirse con Kristijan para que este se aliviara al volver a ver su sonrisa, al menos en la otra vida.
Es momento de llorar ;_;
¡Bueno, pues este fue el nuevo one-shot que salió de mi cráneo! De nuevo interrumpimos Stalingrado por otro one-shot distinto, pero espero que les haya gustado. Así también extendemos más las actualizaciones y no nos hartamos del mismo tema.
Este AU se me ocurrió escuchando la canción de Sabaton que les puse en la multimedia, y la verdad es que me hizo mucha ilusión escribirlo aunque sí tuviera planeado un final dramático. Supongo que ya estar llevando otro AU de guerra me impulsó a sacarlo sin más.
Pretendía hacer un poco de intriga a lo largo de la historia, sin dejar saber quién había realizado realmente el atentado: si Kristijan, Dragan o Gavrilo. Al final resultó ser este último, justo como sucedió en la vida real. Pero creo que no me salió muy bien el juego, quizá por las prisas XD Aún así espero que les haya gustado otro one-shot que acaba con la muerte sin más del protagonista.
Además publicado un día antes del cumpleaños de Dragan... felicidades, mi vida :^) <3
Muchas gracias por leer y nos vemos pronto <3
Atsushi~
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