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11. Con Amor, Desde Stalingrado


—14 de marzo de 2022

AU: Con Amor, Desde Stalingrado

Canción: Obiymy (Abrázame) — Okean Elzy

SEGUNDA PARTE

20 de septiembre de 1942 | Stalingrado, Rusia.

Ángel llevaba un buen rato siguiendo con la mira del rifle al rubio, llevaría casi una hora. Estaba en una posición desde la que no podía ser visto pero aún así podía atacar en cualquier momento.

Aunque estuviera tan concentrado en su misión, él no quería ir, lo había dicho explícitamente.

Sasha había entrado a la tienda para avisarle de que estuviera listo porque en la mañana ambos tendrían una misión y debían tomar un transporte hasta las afueras de Stalingrado. Él le dijo que no quería, pero aunque Sasha le insistiera en que eran órdenes y que comprendía que no se sentía con ánimo por lo de Lander, tenían que hacerlo.

Todo terminó con un par de gritos por parte de Ángel y Sasha asintiendo con resignación antes de irse por respeto hacia él y Lander. Ángel sabía que Sasha no había tenido la culpa de que su mejor amigo ahora estuviera muerto, él ni siquiera estuvo ahí cuando sucedió. Pero al necesitar culpar a una persona y no a un objeto inánimado como era la mina que mató a su compañero, inconscientemente comenzó a culpar a Danilov precisamente por su ausencia en esa misión.

Desde que habían llegado a la base de Mokrous y formaron el escuadrón de élite, aquella fama poco conocida de Sasha, explotó. Él y el escuadrón entero ganaron fama por su eficiencia, por cumplir las misiones al pie de la letra, por tener resultados tan impecables. Y Danilov empezaba a ser conocido por la Unión Soviética como un solado impredecible, alguien que parecía no tener resentimientos al aniquilar a sus enemigos.

Sasha apreciaba mucho a Lander, los dos eran bastante amigos y trabajaban muy seguido en el reconocimiento de terreno; pero lo que hizo que aquel soldado desalmado no insistiera ni alzara la voz, fue ver cómo Ángel estaba devastado.

Incluso él mismo había comenzado a culparse. Luciel lo habló con Rhett y los Shevchenko al ver cómo Danilov se encontraba más y más perturbado por la baja que había sacudido a todo el escuadrón.

—Puede culparlo el general, toda la Unión Sovietica, el mundo entero incluso, y Sasha va a estar con la consciencia limpia por más que en verdad tenga las manos llenas de sangre. Pero Ángel empezó a culparlo, por eso se le cayó el mundo.

Sólo él era capaz de perturbarlo así, sólo él era lo suficientemente importante para Sasha como para cambiar completamente sus sentimientos.

Pero cuando Kuznetsov se enteró de que Ángel se negaba a asistir a la misión, él fue el siguiente en etrar a la tienda, pero con Kuznetsov no tuvo la valentía de recriminar la muerte de Lander, ni siquiera tuvo la oportunidad. El general lo miraba de una forma en la que lo único que se le permitía decir era que iría al día siguiente.

Realmente desde que Sasha salió, comenzó a darle vueltas a sus palabras, a recordarse a sí mismo que Danilov no había hecho nada ni pudo hacerlo respecto a la muerte de Lander, empezó a sentirse culpable y reflexionó sobre que él, seguramente, no era el único del escuadrón que había perdido amigos cercanos. ¿Por qué sólo él tendría el derecho de sufrir su muerte como si no estuvieran en guerra? Sasha quería darle ese lujo, pero Kuznetsov no lo permitió.

Pero ahora, con Sasha en la mira del rifle y el sonido de su respiración como el único existente, su mente había quedado en blanco. Estaba experimentando esa descripción que tantas veces le había dado Aleksei.

Era por eso que Pavlichenko podía hablar con soltura sobre disparar, que no le molestaba ser enviado a tantas misiones, él mismo se lo había dicho: dejaba de pensar en todo, dejaba de tener miedo.

La tarde ya estaba cayendo sobre las ruinas del pequeño poblado cuando Sasha volvió al edificio donde Ángel llevaba todas esas horas cuidándolo.

—Ya está, ahora tenemos que esperar a que caigan y dar el golpe de gracia —dijo con un poco de alegría en su voz por costumbre, pero al ver la seriedad de su compañero mientras este se quitaba la manta con la que llevaba cubierto un buen tiempo, bajó el tono de la voz.

Terminaron por hacer un fuego para calentarse y deshacerse de la humedad que llevaba horas calando los huesos de Ángel por estar dentro del edificio.

Ambos sacaron objetos de sus bolsos y se quedaron en silencio alrededor del fuego. Ángel calentó un poco de la comida que tenía mientras que Sasha empezó a hacer anotaciones en su libreta.

—¿No comes? —finalmente habló el mayor.

Danilov se sorprendió un momento y lo miró al haberlo escuchado, pero entonces negó con una pequeña sonrisa.

—No tengo hambre.

Ángel asintió y siguió comiendo ya que él en verdad ya sentía que sus tripas se le pegaban al espinazo.

El silencio se hizo entre los dos un rato más. Las pequeñas chispas de fuego que estallaban eran lo que hacía que no fuera un silencio absoluto. Para Ángel era un poco incómodo ya que nunca le había gustado la sensación de comer delante de alguien que no lo hacía, pero Sasha estaba completamente distraído haciendo las anotaciones en su libreta.

Estaba señalando todas las minas que había colocado en el día, la información que había recolectado mientras se paseaba por la calle ahora plagada de explosivos.

Ángel estaba a punto de preguntar qué era lo que anotaba, pero justo un sonido algo extraño para el español y vergonzoso para el ruso los interrumpió. Las tripas de Sasha acababan de sonar demostrando cómo estaba en las mismas condiciones que su compañero.

—Tienes hambre, ¿seguro que no quieres comer?

—No, no, estoy bien, no tengo hambre.

—Te están tronando las tripas —por primera vez en las dos semanas transcurridas desde la muerte de Lander, él dejó escapar una pequeña risa.

Sasha suspiró algo estresado y miró a los ojos a su compañero.

—Es que no traje comida, lo olvidé con las prisas de último momento —dijo recargando su cabeza en el brazo.

Recibió una mirada desconfiada, pero acto seguido Ángel dividió el pan que tenía en las manos y le entregó la mitad a Sasha.

—No, no, estoy bien así, tranquilo. Come tú, yo comeré cuando regresemos —rechazó el pan manteniéndolo en la mano de Ángel.

—No me voy a morir por medio pan menos, pero quizá tú sí. Ten.

Era un regalo de Ángel, cómo odió saber que se trataba de un regalo de la persona que en poco tiempo se había vuelto la más importante para él, pero aún así debía rechazarlo ya que él no le daría un buen uso.

—En serio que muchas gracias pero no me gusta comer en las misiones, digamos que es una de esas costumbres de guerra —en ese momento Ángel entendió lo que quería decir y asintió—. Muchas gracias y siento rechazarlo, pero mejor disfrútalo, ¿sí?

Él lo tomó y le devolvió la pequeña sonrisa, pero luego esta se volvió en un gesto algo culposo.

—Oye Sasha, siento mucho lo de ayer. Nada de esto fue tu culpa pero aún así yo te dije eso y... lo siento de verdad, no tengo excusa.

Los dos se miraron unos segundos, los justos antes de que la primera explosión sonara detrás de ellos. Inmediatamente tomaron sus rifles y se aproximaron a la ventana donde Ángel estaba antes para poder tener visual del enemigo.

Se trataba de un grupo pequeño, pero los dos disprararon inmeditamente. Ángel recargó el rifle para apuntar a la siguiente cabeza enemiga ahora víctima del pánico, pero Sasha sacó una de las granadas que tenía en el cinturón y la lanzó hacia los enemigos desatando el caos.

21 de septiembre de 1942 | Base de Mokrous, Rusia.

Los dos chicos bajaron del transporte nada más llegar a la base. Tuvieron que acampar una vez terminaron con éxito la misión, al ya ser de noche, eperaron el siguiente transporte en la mañana.

Sasha hizo el último turno de vigilancia así que era quien más cansado venía, y al saber que no había comido nada en casi todo el día, Ángel se ofreció a llevar el informe al general mientras su compañero comía y se iba a descansar un poco. Y así hizo, pero cuando iba de regreso para buscar al resto de sus compañeros y contarles que todo había ido bien, chocó con alguien haciéndolo caer por la prisa que llevaba el otro.

—Enver, lo siento, ¿estás bien? —le estrechó el brazo para que se levantara. Sabía que estaba bien, había sido una caída pequeña, pero al ver su cara se preocupó porque algo realmente fuera grave.

—Lo siento, tengo que ir... —ni siquiera completó la frase, sólo se levantó con su ayuda y corrió en dirección al hospital de la base.

Ángel quedó realmente confundido, pero de pronto vio a Artyom correr en la misma dirección que su compañero, es más, parecía ir detrás de él.

—¡Artyom! —lo llamó corriendo hacia él— ¿Qué pasa? ¿Enver está bien? Se fue corriendo hacia...

—Acaban de llegar algunas tropas que venían desde Kursk, pero en el camino hubo una emboscada y están trayendo aquí a los heridos —explicó brevemente—. Ahí está Edgar, el novio de Enver, nuestro primo y Misha también.

Ángel lo miró en silencio y asintió decidiendo que no iría por el bien de todos. Agradeció a Artyom la explicación y dejó que siguiera corriendo hacia su destino.

—¡Nowak! —Enver no contuvo las ganas y gritó su nombre buscando entre la desesperación que reinaba el lugar. Había tantas camas, tantas personas, tanto caos que su mente se nublaba por completo.

Artyom corrió hasta alcanzar a Enver y lo ayudó a buscar a Edgar. Supieron que llamarlo sería inútil entre todo el caos y el griterío ya existente, por eso simplemente recorrieron pasillo a pasillo entre las camas buscando así al chico.

Por un momento el castaño se detuvo y miró a ambos lados creyendo haber escuchado su nombre, Artyom lo imitó y pronto no hubo duda alguna.

—¡¡Enver!!

Con aún más desesperación miró a su alrededor para así encontrar finalmente a Edgar en una de las camas.

—¡Edgar! —corrió hasta ponerse de rodillas a su lado e instintivamente tomar sus mejillas para poder besarlo.

Artyom se acercó para no estorbar el paso principal y así también poder ver cómo el chico no parecía estar demasiado grave.

—¿Qué te pasó? ¿Aún no te han atendido? —preguntó Mirzayeva aún sosteniendo sus mejillas para luego observar el resto de su cuerpo.

Tenía una herida de bala en el abdomen y la pierna, pudo notarlas fácilmente.

—No es muy grave, tranquilo —dijo él mismo intentando calmar así a su novio—. Aún no, pero creo que pronto lo harán, tranquilo, ¿sí? De todas formas no duele tanto —dijo lo último intentando reír un poco.

—Me voy a quedar aquí hasta que te atiendan —asintió firmemente tomando su mano antes de mirar a su alrededor.

Artyom miró a su alrededor buscando a algún doctor o enfermera que les ayudara, pero se encontró con alguien que no esperaba ver ahí.

—¡Aleksei!

El rubio se giró al oír su nombre y pronto se acercó a ellos, pero por cada paso que daba podía ver mejor cómo los ojos del ucraniano estaban cada vez más aterrados.

—No encuentro a Misha —murmuró mirando con súplica a Artyom quien lo recibió en un abrazo inmediatamente.

—¿Misha? —murmuró Edgar.

Aleksei se separó del abrazo y lo miró asintiendo varias veces, se acercó a la cama y se agachó para poder verlo a los ojos y seguir suplicando con la mirada.

—Mijaíl Smirnov, del decimonoveno escuadrón de artillería.

—Smirnov... —intentó recordar Nowak sin mucho éxito— No lo sé, lo siento. Pero los del decimonoveno creo que aún no han llegado. Intenta preguntarle a una enfermera, quizá sepa algo...

La desesperación en la mirada de Pavlichenko sólo empeoró y se levantó pretendiendo buscar a alguna, pero no fue necesario. Una enfermera se acercó a ellos para evaluar la situación de Edgar y ver si podría encargarse ella sola o necesitaba la asistencia de un médico en ese momento.

—¿Sabe dónde están los de decimonoveno escuadrón de artillería? —preguntó Aleksei teniendo que interrumpirla y tomándola de sus brazos.

—No, lo siento mucho —negó con la cabeza viéndose también al límite por la situación.

Ella era una de las enfermeras que estaban establecidas en Mokrous, ya la conocían porque había sido ella junto a Rhett quines atendieron la quemadura de Luciel resultante del ataque donde Lander murió hace dos semanas.

—¿Sabe dónde está el Teniente Klimovich, Dima Klimovich? —finalmente habló Artyom dirigiéndose también a la chica quien esta vez asintió desesperada porque las palabras no iban tan rápido en su boca como en su mente.

—El Teniente Klimovich está ayuando a transportar a los heridos, debe estar en la entrada oeste del hospital —indicó de inmediato.

Aleksei no comprendía la relación de la información, de hecho su mente ahora estaba bloqueada para todo lo que no fuera Misha.

—Aleksei, Dima es primo de Anatoli y mío, es Teniente del decimoctavo escuadrón, quizá él sepa algo —tuvo que tomarlo de los brazos para que se fijara en él pero lo consiguió e inmediatamente salieron corriendo en la dirección indicada.

—¡Anna, te necesitamos aquí! —se oyeron las voces de unas enfermeras y la chica volteó algo estresada todavía.

—Vendré enseguida, traeré el instrumental y yo lo atenderé, aguante un poco por favor, Sargento —dijo ella antes de salir corriendo hacia la cama donde la solicitaban sus compañeras.

Enver sujetó la mano de Edgar con fuerza y lo miró a los ojos empezando a dejar unas lágrimas escaparse.

—No podía imaginar que te había perdido —murmuró Mirzayeva justo cuando Edgar pasó una mano por su cabello.

—Claro que no, tenía que verte por lo menos una vez más, ¿no? —dijo con una pequeña sonrisa.

Pero un par de pasos llegaron hasta allí, Enver miró al chico y por un momento se extrañó.

—¿Artyom? ¿Y Dima?

—Soy Anatoli —negó el chico recuperando el aliento—. Kuznetsov nos quiere reunidos en una hora en su oficina, vine corriendo a avisarles.

Enver asintió varias veces sin soltar la mano de Edgar.

—Me alegro de que puedan volver a verse —comentó con una tenue sonrisa mirando cómo Edgar la compartía también—. ¿Qué dijiste sobre Dima, Enver?

—Tu hermano preguntó por él, Anna nos dijo que está ayudando a traer a los heridos, ahora fueron por él.

Anatoli asintió y volvió a tomar aire.

—Iré a avisarles a ellos también. Ya le dije a Ángel y él irá por Sasha y Luciel.

Ángel nada más recibir el aviso fue hacia la tienda de campaña para buscar a Sasha, y efectivamente lo encontró ahí, estaba dormido sobre su cama teniendo un tazón a medio comer en la mesita.

El caos del hospital se difuminaba en el exterior, pero dentro de la tienda era inexistente. Se sentía una gran armonía nada más entrar que era ciertamente tranquilizadora. No sólo porque fuera un lugar cerrado, sino que el aura de esa tienda en específico era muy pacífica y tranquila, según varios era por la armonía que había entre sus ocupantes.

Sasha estaba encogido y durmiendo con toda la tranquilidad del mundo, por eso le llegó a dar un poco de lástima despertarlo. Se sentó en la cama de Luciel -justo la contigua a la de Danilov- y aprovechó ese ambiente de tranquilidad un par de minutos.

Estuvo casi media hora sentado viendo cómo dormía su compañero, pensando en tantas cosas y en nada a la vez hasta que la hora de la reunión se aproximó. Pensó en lo que habían hablado antes, en la misión, en lo mucho que Sasha lo conocía pero no Ángel a él, incluso pensó sobre ese tazón de sopa en esos minutos de sueño que le regaló a su compañero.

Le movió el brazo varias veces intentando hablar un poco más alto cada vez más pero sin sonar alterado.

—Sasha —al abrir los ojos inmediatamente lo miró—. Tenemos una reunión, Kuznetsov nos quiere en la tienda principal.

Le provocó un poco de risa su cara al seguir medio dormido. Le extendió la mano para ayudarlo a levantarse y que se pudiera poner de nuevo las botas.

Una vez listo se levantó en silencio siguiendo a Ángel hasta la salida de la tienda donde dormían. Por un momento parecía que se habían intercambiado los roles, ahora era Sasha quien no había abierto la boca mientras que Ángel incluso podría decirse que se encontraba algo feliz.

—Siento haberte despertado pero la reunión fue de emergencia... —ni siquiera terminó aquel intento de hacer conversación. Al ver de reojo cómo el rubio cambiaba drásticamente de dirección, él se dio la vuelta para mirarlo sin entender lo que hacía.

Lo entendió cuando lo vio tomar el primer recipiente que encontró para vomitar en él. Por un momento no supo qué hacer, se acercó un poco a él sin atreverse a hablar hasta que este parecía estar mejor.

—¿Estás bien?

Él asintió retomando el camino hacia fuera de la tienda.

—No me cayó bien la comida —fue lo único que dijo cuando Ángel lo tomó del hombro.

Entonces se vieron frente a frente, eran ambos de la misma altura así que sus ojos miraron directamente a los del otro sin dificultad. Ángel empezó a darse cuenta desde ese ángulo de algunas cosas que no había notado en su compañero: las ojeras que tenía al igual que casi todo el grupo, sus labios secos, el azul tan claro y brillante de sus ojos... Pero aunque nunca hubiera puesto interés en los rasgos de Aleksander, supo identificar que esa mirada caída no era propia de él.

Sin atreverse a decir nada más por saber que sería hipócrita de su parte mostrarse tan curioso después de haberlo culpado de la muerte de su mejor amigo el día anterior, sólo lo miró un poco preocupado y llevó la mano hasta su cabello para acomodarlo un poco ya que él no se había molestado en quitarse la marca de la almohada.

21 de septiembre de 1942 | Base de Mokrous, Rusia.

Los gemelos entraron a la tienda de los generales, estaban justo a tiempo pero sus compañeros ya estaban en el interior.

Rhett ayudaba un poco a Luciel aunque la quemadura en su pierna estuviera mucho mejor que antes. Ángel y Sasha estaban de pie enfrente del General, Enver y Deidra ya estaban también listos para la reunión.

Saludaron formalmente al entrar y se colocaron junto a sus compañeros dejando que Aleksei entrara también y ocupara su lugar sin haber saludado a los superiores siquiera.

—Me alegro de que ya estén todos —dijo Kuznetsov sin haber cambiado su tono comprensivo desde el primer día. La diferencia era que cuando se formó el escuadrón casi todos estaban normales, algunos emocionados por tener un equipo nuevo, pero ahora la gran mayoría no estaba en sus mejores momentos—. Están haciendo un gran trabajo entrenando a los reclutas y haciendo misones de élite, es más, han superado nuestras expectativas.

—Sabemos que actualmente el Camarada Mikhail Becke y la Camarada Nicola Deleito se encuentran en la capital, también somos conscientes de la baja del Camarada Lander Garatea. Fue un gran soldado y su trabajo fue fundamental para la ampliación de las rutas hasta el frente de Stalingrado —tomó la palabra otro superior junto a Kuznetsov.

—Por eso hoy vamos a recompensar el trabajo de todos ustedes. Den un paso al frente cuando los mencionemos —dijo Kuznetsov—: Anatoli Sergeyévich Shevchenko, Artyom Sergeyévich Shevchenko, Deidra Ácrux, Rhett Becke, Ángel Rey Cano, Enver Mirzayeva, Luciel Slocker y Aleksei Ivanovich Pavlichenko; reciben el cargo de Coronel. Lo mismo para Nicola Rocco Deleito y Mikhail Becke.

Aunque no podía sonreír, Sasha en verdad se sintió feliz al ver desde atrás cómo sus compañeros eran condecorados, cómo les entregaban unos galones nuevos para poner en sus uniformes. Pero eso era lo de menos, estaba feliz de ver que estuvieran reconociendo todo lo que habían tenido que pasar.

Les fue ofrecido un vaso con vodka que todos aceptaron y bebieron tras brindar con el acompañante del General. Una vez volvieron a su lugar, Kuznetsov siguió.

—También el Mayor General Aleksander Romanovich Danilov recibe el rango de Teniente General —realmente se sorprendió al escucharlo, pero dio el paso adelante recibiendo la felicitación de su superior, sus galones nuevos y también el vaso de alcohol.

Brindó teniendo que aguantar sus ganas de rechazar el vaso y conteniendo una arcada al tragar el líquido.

—Coronel Ángel Rey Cano —lo nombró el superior.

—Sí —dijo dando un paso al frente.

—Aquí están los galones del Coronel Lander Garatea.

Por un momento no supo qué decir, qué hacer. Sólo recibió los distintivos e hizo un saludo respetuoso al General sin poder entender la mezcla de sentimientos que le provocaron esos instantes. Cómo la preocupación por Danilov, lo que habían pasado en esos dos días, simplemente se iba para volver a ser ahogado por el dolor de la muerte de Lander.

—Aleksei Ivanovich Pavlichenko —fue nombrado de nuevo.

Él dio un paso al frente sin más, su mirada seguía perdida, se volteó hacia el General por pura cortesía, y lo miró sin ninguna expresión en la cara, la única que había era abrumadora e incluso fue transmitida a Kuznetsov por la intensidad de esta.

—El Camarada Pavlichenko es condecorado con un rifle Mosin-Nagant enviado desde los altos mandos de la Unión Soviética, y felicitado por su impecable desempeño.

Sus manos recibieron el fusil, lo miró unos segundos y luego volvió la vista a su superior pretendiendo seguir un protocolo de agradecimiento, pero Kuznetsov sintió era mirada como una de indiferencia total que supo entender y respetar.

Desde antes de entrar a la tienda, las mejillas de Aleksei estaban bañadas en lágrimas que no dejaban de salir pero no pudo seguir secando por formalidad. Callaba sus sollozos, pero aún así con sólo verlo a los ojos se podían escuchar los gritos de agonía que había en su interior.

Luciel lo miró cuando pasó al frente y la tristeza que no podía ser comparada con la de su amigo, empezó a contagiarse. Todos lo empezaron a sentir, algunos más claramente que otros, pero Ángel y Luciel sentían especial empatía por Aleksei.

—Los Camaradas Shevchenko, Mirzayeva y Ácrux serán enviados al frente en Kursk —comenzó a informar—. Danilov y Rey serán enviados de nuevo a una misión de reconocimiento en Stalingrado.

Nada de eso los sorprendió realmente, por lo menos Deidra ya sabía que era cuestión de tiempo que lo enviaran también a Kursk. El tránsito entre Kurks y Stalingrado era muy fluido, ambos eran frentes importantes y constantemente mandaban soldados entre ambos lados. Pero lo siguiente sí que le cayó como un cubo de agua fría al involucrado.

—El Camarda Slocker será transferido al ejército aéreo. Su petición escrita recién ingresado al ejército no pudo ser complacida hasta ahora. Recibirá la formación adecuada y pasará a formar parte de las divisiones aéreas.

Nadie se esperó que él fuera a responder.

—¿Eso significa que ya no seré parte de este escuadrón?

—Efectivamente.

Luciel sólo pudo asentir lentamente mientras volvía a su lugar. Siguieron diciéndoles información sobre sus futuras misiones, sobre cómo los habían distribuído... Pero cuando salieron de la tienda y se dirigieron a la de ellos, fue cuando todo estalló.

Había silencio entre todos, pero en la mente de Luciel sólo se repetía el mismo pensamiento.

—No quiero irme —finalmente lo dijo a un volúmen en el que Sasha pudo escucharlo y lo miró con algo de tristeza.

—Luciel, lo sé... —puso las manos en los hombros del chico intentando buscar su mirada mientras los demás seguían hundidos en sus propios sentimientos— Intentaré hablarlo, pero ya verás cómo volveremos a juntarnos cuando acabe todo esto.

Cuando Luciel fue reclutado, escribió una solicitud formal para ser destinado a la fuerza aérea por tener un poco de experiencia en ese campo, pero nunca le dijeron nada sobre esto, sólo fue enviado al mismo campo de entrenamiento donde conoció a Sasha. Llevaban juntos desde el inicio de su vida militar, podrían incluso llamarse mejores amigos. Era el primer amigo verdadero que había tenido Luciel, ese escuadrón era el primer grupo en el que sentía que encajaba y disfrutaba estar aunque fuera en esas situaciones.

Sentía enojo. Por tantos años ignoraron su petición y lo mandaron al ejército de infantería, lo entrenaron para ser tan sigiloso como para asesinar a un escuadrón entero y cruzar un campo de batalla sin ser visto. Había vivido cosas tan horribles en tierra, pero que siempre las pudo compartir e intentar superar junto a Sasha y ahora el resto del grupo a quienes apreciaba tanto, aunque muchos no lo creyeran.

Él los quería, él los veía como amigos, como gente muy importante para él, pero debido a su dificultad para expresarse, pocos lo sabían realmente.

Sólo Enver vio cómo Luciel se rompió la garganta gritando de odio y desesperación cuando sucedió el accidente hacía pocos días. Después de la primera explosión, Lander se dio cuenta de que estaba parado encima de una mina también, por eso empujó a Luciel lo más fuerte que pudo antes de alejarse también, pero él no logró huir. Slocker inmediatamente se lanzó de vuelta, se levantó del suelo sin temor a pisar otra mina y se acercó al cuerpo de Lander que ya no tenía vida, por suerte. Estaba tan herido y en mitad de tanto caos, que habría sido una muerte llena de dolor y miedo si no hubiera sido instantánea.

Enver se lo tuvo que llevar al ver cómo su pierna también estaba quemada, pero él no se quería separar de su compañero muerto. Mirzayeva tampoco conocía bien los sentimientos de Slocker, pero ese día le quedaron claros, por eso vio con lástima cómo Danilov lo abrazaba, e incluso se puso a un lado para poder ser el siguiente en consolar a Luciel. Pero algo de nuevo los interrumpió.

—¿Aleksei? —Ángel se acercó al chico quien había caído de rodillas dejando el rifle nuevo en el suelo y lloraba sobre él.

El llanto se le desató por completo, las lágrimas que escurrían durante la reunión no se podían comparar. Cada sollozo demostraba el dolor insaciable que sentía, cómo se quería arrancar el corazón y dejarse morir de una vez. Cómo sabía que ya no importaría cuánta gente matara, cuánto dejara su mente en blanco, ya no iba a dejar de sufrir.

Pero su privacidad no duró mucho más. Simplemente abrieron las cortinas de la tienda para buscar precisamente al chico.

—Coronel Aleksei Pavlichenko, lo necesitamos un momento.

Sin poder desobedecer, se levantó y acompañado por Artyom fue hasta donde lo solicitaron. Mientras tanto, Rhett sólo tomó del hombro a Sasha y también salió en otra dirección.

Luciel se sentó en su cama mientras Enver le colocaba una mano en el hombro. Ángel se sentó justo delante de ellos siendo acompañado por Deidra y Anatoli en un largo silencio que rompió el español.

—¿A dónde fueron?

—Aleksei seguramente fue para que le tomaran una foto, ahora sólo quieren darle más fama y motivar a que más gente se una —dijo Anatoli con tristeza al pensar en lo que tendría que estar pasando Pavlichenko—. Y Sasha seguramente se fue con Rhett al hospital.

La mirada de Ángel recayó en Anatoli quien suspiró mirándolo al igual que a Enver, y cuando Luciel le dedicó una expresión de aceptación, él suspiró.

—Algunos aún no lo saben y no sé si tendría que decirlo o no pero... Sasha está enfermo —los rostros de Enver y Ángel se concentraron más, pero el de Luciel seguía inmutable—, tiene cáncer. Lo sé por unas cosas que vi en sus cajones el día en que vinimos a buscar el vodka, y luego él me lo contó.

—¿Y por qué sigue aquí? —preguntó inmediatamente Ángel.

—Exacto, ¿no tendría que estar en el hospital o por lo menos en su casa? —lo apoyó Mirzayeva.

—Eso ya no sé si me corresponda decirlo. Pero por ahora pueden saber eso —fue lo único que dijo Shevchenko.

Ahora entendía todo. Por qué no comía, por qué parecía más cansado de lo normal para una sola noche de desvelo, por qué vomitó al comer medio tazón de sopa, pero sobre todo, el porqué de esa mirada caída que no parecía propia de él. Y ahora empezaba a tener sentimientos encontrados sobre ello.

Y en una de las oficinas, Artyom miraba con dolor ajeno a Aleksei quien era obligado a pararse delante de una pared, bien uniformado, luciendo su rifle nuevo y fingiendo heroísmo.

—No parece muy heróico, a decir verdad —dijo uno de los asistentes del fotógrafo.

Su mirada estaba rota, su cuerpo no tenía fuerza y sólo sentía el dolor en su pecho que le quitaba la respiración hasta para seguir llorando. Sólo estaba quieto y observando con esos ojos intimidantes y ahora destrozados, a los fotógrafos, periodistas y militares.

—Camarada Pavlichenko, por favor, sonría un poco, es necesario para la fotografía. Recuerde que debe inspirar valor en los demás.

Su mirada lo dijo todo, no quería hacerlo, pero no podía negarse.

De por sí sus sonrisas eran peculiares y escasas, pero ahora era incapaz de hacerlo en definitiva.

Tomó aire y llevó a su mente los recuerdos que eran capaces de hacerlo sonreír de inmediato, justo como dijeron sus compañeros en aquella reunión. Recordaba las tardes de su infancia con Mijáil, todas las veces que durmieron abrazados, incluso los días de entrenamiento en Kiev antes de que los separaran.

—Eso es, manténgase así.

Se apresuraron a capturar la pequeña sonrisa que mostró Aleksei. Pero una vez el flash estalló y lo cegó por instantes, su sonrisa se destruyó, a su mente vino el pensamiento de que ahora ya nada de eso volvería a pasar, de que no volvería a escuchar la voz que siempre lo protegió de todo, de que no volvería a sentir el calor de su piel; porque ahora Misha estaba muerto.

30 de octubre de 1942 | Stalingrado

Él seguía con la mira fija en el rubio, revisaba todo su perímetro una y otra vez, pero en ocasiones no evitaba distraerse mirándolo unos instantes fijamente. Aprovechaba el aumento de la mira para verlo con mayor lujo de detalles, y eso había empezado a hacerlo sonreír con más frecuencia.

Sasha llevaba casi dos horas colocando minas en una compleja red de explosivos por el camino principal a la zona, y todo ese tiempo Ángel lo iba cuidando desde la distancia.

Había entrado en una burbuja de silencio, de calma. Sólo oía su propio corazón latir y de vez en cuando a los pajaritos que cantaban al pasar volando sin atreverse a parar en la ciudad casi destrozada.

Pero fue por esas cosas del destino que decidió revisar de nuevo el perímetro, y fue un brillo desconocido lo que reventó completamente aquella burbuja de paz. Se fijó en el origen del destello y este venía de un edificio de la calle de enfrente.

Nada más observar cómo se trataba de un francotirador y que, precisamente estaba apuntando a Sasha desde la distancia, Ángel ni siquiera respiró antes de apretar el gatillo. Vació el casquillo e inmediatamente cargó la siguiente bala llevando la mira a donde estaba aquel enemigo.

Estaba dispuesto a disparar otra vez sin importarle que delatara su posición, pero cuando vio el rifle enemigo caer por la ventana, supo que lo había acabado. Volvió a revisar el perímetro con el corazón acelerado, pero cuando se dio cuenta de que Sasha lo miraba sin atreverse a moverse de nuevo, él le hizo una señal para que regresara al edificio.

Dejó la mina a medio plantar, puso la mano en su cintura para sostener la pistola de mano que llevaba y corrió lo más rápido que pudo hacia el edificio donde lo esperaba Ángel.

—¿Estás bien? —preguntó al oírlo subir las escaleras y entrar al cuarto donde él estaba.

—Sí, sólo me asustó un poco el disparo —asintió relajando su respiración y finalmente guardando la pistola en su cintura tras haber cerrado la puerta.

Habían tomado como base el comedor de una de las casas que ahora estaban abandonadas al tratarse del cuarto piso. Aún había muebles, aún había fotos de la familia que vivía ahí, su ropa, sus camas... incluso comida que ya se había echado a perder. Estar en esos edificios recientemente abandonados provocaba varios sentimientos encontrados, a todos les hacía pensar en que quizá algún día las casas donde llevaban viviendo estos años se convirtieran en escenarios de guerra.

—¿Viste algo más? —preguntó el rubio sentándose en el suelo, contra la misma pared de la ventana a la que estaba asomado Ángel.

—No, por ahora no. Vi el brillo de repente y resultó se un francotirador pero ya está muerto. No creo que haya más gente pero hay que tener cuidado.

Sasha asintió y se quedó sentado en silencio un tiempo más.

Plantar esas redes de minas era algo muy arriesgado. No importaba qué tanto supiera Sasha, cuántas minas hubiera armado y desarmado en los entrenamientos: alguna irregularidad del terreno, el clima, una piedra o incluso un disparo, podrían hacer que los explosivos se activaran accidentalmente y él fuera víctima de su propia creación. Además de que estaba mucho tiempo expuesto al crear las trampas, por eso es que siempre iba acompañado de por lo menos un francotirador. Y desde hacía semanas, el elegido por excelencia era Ángel.

—Creo que no hay nadie —dijo Ángel finalmente abandonando su posición y agachándose también—. Pero será mejor que nos quedemos aquí un rato más, además ya hay mucha luz, mejor esperar a que vuelva a ser de noche.

—Sí, de todas formas ya casi terminaba, si lo dejamos así tampoco pasará mucho —asintió Danilov.

Los dos se quedaron sentados juntos. La verdad es que comenzaba a hacer frío al estar a punto de entrar en el mes de noviembre, y las ventanas rotas que dejaban pasar el viento no ayudaban mucho. Los dos llevaban unos guantes de lana que les cubrían sólo la mitad de los dedos, por eso ya se había vuelto costumbre que en los momentos como este, juntaran sus manos para compartir el calor.

Desde la primera misión después de la muerte de Lander, ambos comenzaron a llevarse mejor. Sasha llevaba meses deseando acercarse a Ángel, pero por cuestiones de la vida y más tarde, la pérdida de su mejor amigo, no pudo sucedes hasta que el propio Rey se empezó a acercar a Danilov.

Tuvo que ser la noticia de Anatoli sobre la enfermedad de Sasha lo que terminó por unirlos. Esa misma tarde Ángel fue a buscar a Sasha a una de las zonas menos concurridas del hospital de campaña, Rhett le dejó pasar pidiéndole que lo cuidara un rato. Becke ya sabía de la condición de Danilov, por eso se encargaba de ayudarlo cuando podía sin ser muy evidente ya que no todos en el escuadrón lo sabían, o al menos no hasta que Anatoli lo dijo.

Ángel se encontró con Sasha profundamente dormido y con un catéter en el brazo que lo conectaba a un frasco con suero, la forma en la que Rhett intentaba que no se desnutriera tanto a pesar de casi no comer.

Y ahí se lo dijeron todo. Todas las disculpas, todos los deseos, las peticiones... Hablaron por horas y en la noche ambos volvieron a su tienda de campaña con la promesa de cooperar en esa amistad que los dos empezaron a desear, pero que ahora se había convertido en una relación amorosa aún no oficial.

—Toma, ponte esto —le ofreció Ángel su abrigo colocándoselo encima aunque él quisiera negarse—. Estás temblando, Sasha, toma.

Lo cubrió con este quedándose a su lado para compartir el calor en ese silencio que simplemente reinaba en todo el lugar. Tiempo después, Ángel tomó el bolso que había dejado en el suelo cuando llegaron al edificio la noche anterior.

—¿Quieres comer algo? —preguntó volteando a verlo, y al recibir una afirmación dudosa, él sonrió y volvió a colocarse a su lado para rebuscar en el bolso— A ver... Creo que lo más suave que tengo es pan. No creo que te vengan bien los frijoles y carne enlatada, además, sabe asqueroso.

Consiguió que Sasha le devolviera la risa mientras aceptaba el pan, pero antes de que lo tomara, Ángel hizo el gesto de no querer dárselo, sólo para poder pellizcar un pedazo muy pequeño y dárselo en la boca. Él lo miró con una sonrisa un poco débil y comió el pedacito de pan seguido de unos cuantos más.

No tenían que hablar para entenderse, sólo debían quedarse juntos en aquel momento tan peculiar. Casi a la mitad del pan, el dolor que sentía Aleksander al tragar cada pedazo lo superó y rechazó el siguiente para poder enroscarse y apoyar la cabeza en el hombro de Ángel quien entendió lo que pasaba.

Lo rodeó con ambos brazos y acarició el del opuesto bajo el abrigo. Los pequeños ruiditos que hacía Sasha de vez en cuando le dolían a él también, cada vez que el rubio tosía él sentía un nudo en su garganta, y cuando se clavaba las uñas en los brazos, él lo acariciaba intentando ayudar en algo.

Desde que su relación con Sasha se hizo más y más fuerte, comenzó a solidarizarse con él. Por el cáncer en su estómago que parecía haberse diseminado a los pulmones, Sasha comía cada vez menos y cuando lo hacía terminaba vomitando por el dolor la mayoría de veces. Por eso Ángel no comía hasta que Sasha lo hubiera hecho al menos un poco, pasaba todas esas horas muerto de hambre para no dejar solo a su compañero. Había veces en las que Danilov le decía que definitivamente no iba a comer ese día o que dejara de esperarlo y comiera tranquilo, y el principal motivo por el que Ángel cedía no era el hambre, sino que al estar Sasha cada vez más débil él debía protegerlo, pero no podría hacerlo si se desnutría o enfermaba por no comer.

Los pequeños quejiditos se callaron después de un tiempo, vio cómo ahora tenía los ojos cerrados aún recargado en él. Se había vuelto costumbre en Ángel revisar que Sasha estuviera respirando cada vez que se dormía espontáneamente o incluso por las noches, desde que Rhett les dijo que podría tener una metástasis en los pulmones, que Sasha dejara de respirar estando dormido se volvió su mayor temor.

Al comprobar que sólo dormía tranquilamente, él comenzó a comer también. Sasha pasó horas dormido, incluso Ángel se molestó en llevarlo al cuarto contiguo donde lo dejó en la cama que estaba en bastante buen estado. Sacó del armario un par de mantas y lo cubrió recuperando su abrigo para volver a montar guardia y vigilar el perímetro. Pero fue un día tranquilo, no vio a nadie más, nadie fue a buscar el cuerpo del caído, nadie activó la red de minas, por eso se tomó la libertad de reunir objetos de la casa y calentar su comida para luego acomodarse en un rincón teniendo una lámpara de aceite que lo iluminaba.

Sasha se levantó y salió del cuarto en dirección al comedor cuando ya había anochecido, eran más o menos las seis de la tarde. Ángel había dejado las persianas cerradas para que no se viera la luz del interior en la noche.

—¿Qué tal? ¿Dormiste bien?

—Dormí demasiado, diría yo —rio dejando su rifle junto al de Ángel y sentándose a su lado.

—Estuvo bien, te veías cansado. Además no dormiste mucho ayer —negó con una pequeña sonrisa.

—¿Quieres dormir? Yo vigilaré, no te preocupes.

—Estoy bien —volvió a negar convenciendo a Danilov con la mirada.

—Ni siquiera me di cuenta, ¿sabes? Sólo recuerdo que estábamos comiendo y de repente me desperté en el cuarto —dijo Sasha con un suspiro juntándose más.

—No te sentías bien, fue normal —buscó su mano dejando que tuviera la cabeza sobre su hombro de nuevo—. Pero ahora estás algo mejor, ¿no? Eso es lo que importa —él asintió y de nuevo hubo un breve silencio antes de que Ángel hablara con seriedad y cierta inocencia—. Sasha...

—Dime.

—¿Por qué estás aquí? —por un momento pareció confundido así que él siguió— Me refiero a, ¿por qué estás en el ejército? Estás enfermo y grave, ¿por qué no vuelves a casa? No tendrían que impedírtelo.

—No me lo impide nadie —respondió—. Pero creo que Kuznetsov pronto se va a enterar y quizá me mande de vuelta a Tobolsk.

—¿Cómo que se va a enterar? ¿No lo sabía ya? —por un momento el confundido ahora fue Ángel.

Sasha negó con la cabeza y entonces suspiró metiendo la mano en un bolsillo de su chaqueta.

—Nunca te he hablado de mi padre, ¿verdad? —Ángel negó y él sacó una pequeña libretita con un par de fotos. En la primera estaban sus dos padres hace ya varios años junto a su perro, pero luego le mostró una que tenía únicamente a su padre— Se llamaba Roman, Roman Ivanovich Danilov.

Él sólo miró ambas fotos casi con admiración. La primera mostraba una casa normal, ni muy humilde ni lujosa, pero estaba claro que las sonrisas de la pareja junto al entonces cachorro eran lo que hacían de esa foto algo tan valioso para Sasha. Y la segunda mostraba al mismo hombre aún más joven portando un uniforme militar.

—Él peleó en la revolución, era del Ejército Blanco. Él era muy listo, siendo muy joven obtuvo un puesto importante por saber cómo moverse en ese mundo aún siendo un recluta a la fuerza. Era tan importante que era parte de la guardia del Zar. Él estaba haciendo guardia cuando los bolcheviques tomaron la residencia y se llevaron a la familia imperial, le dispararon pero consiguió escapar. Estaba en Tobolsk así que ahí conoció a mi madre, ella lo ayudó y luego se enamoraron, se casaron y luego nací yo. Dejó de importarle todo cuando nací, creo que incuso antes, cuando conoció a mi mamá. Le daba igual que ahora los bolcheviques tomaran el poder, que se estuviera armando una revolución en el país entero, ni siquiera le importó saber que mataron al Zar poco después. Dejó todo atrás por nosotros. Y todo iba bien, se formalizó como ciudadano soviético cuando llegó el momento, empezó a dar clases en el instituto, todos en la ciudad lo respetaban y querían...

Conforme seguía hablando su voz se quebraba más y más, Ángel se dio cuenta de cómo miraba con más enojo la foto de su padre hasta el grado en que unas pequeñas lágrimas se le asomaron.

—Y un día simplemente lo mataron. Dejó el Ejército Blanco más de diez años antes, dejó la guerra definitvamente, se convirtió en padre y esposo... y un día lo mataron en nuestra propia casa —la mirada de odio y dolor de Sasha dio a parar en los ojos de Ángel sin poder contener las pocas lágrimas que escurrieron—. Volvía a casa con mi mamá y encontramos la puerta rota, los vecinos no sabían qué sucedía, y ahí adentro estaba mi padre con un disparo en la cabeza en mitad de la sala. Los comunistas lo mataron como si no pretendiera ser uno de ellos, como si se hubiera rebelado en algún momento.

Tuvo que dejar de hablar para tranquilizarse y secar sus ojos. Pero luego continuó.

—Me reclutaron a los veinte años, aún estaba estudiando pero no me pude negar, como todos. Evidentemente si pudiera elegir, yo elegiría estar con mi mamá, seguir estudiando y buscarme un trabajo; pero al no poder, elegí quedarme aquí hasta el final sólo para demostrarles a todos que soy el hijo del hombre a quien mataron injustamente. Dejé de odiar a los comunistas cuando me di cuenta de que no tenía sentido hacerlo, el odio no me iba a llevar a ninguna parte siendo soviético. Pero nada de eso quita que ellos mataron a mi padre. Por eso me he esforzado tanto, por eso llevo peleando por subir de rango y ganarme una reputación a como dé lugar. Seguramente nadie recurda el nombre de mi papá y mucho menos cómo lo mataron, por eso quiero que a mí sí me recuerden, quiero que conozcan mi nombre y que al escucharlo sólo puedan pensar "menos mal que no es nuestro enemigo". Quizá esto suena demasiado rebuscado, demasiado obsesivo... pero no quiero que piensen que ellos tuvieron clemencia al no matarnos a mi madre y a mí, quiero que ellos estén agradecidos de que yo no vaya a matarlos.

Ángel no pudo decir nada, no sabía nada de eso, pero ahora entendía muchas más cosas sobre Sasha.

—Por eso no puedo dejarme caer, no puedo irme y menos voluntariamente. Sé que es estúpido, que he pensado demasiado en todo esto... pero quizá es mi única forma de sobrellevar la guerra y también la enfermedad. Además, en verdad quiero a todos los del escuadrón, nunca les había tenido tanto cariño a unos compañeros.

—Sasha, yo soy el primero que quiere sacarte de aquí, llevarte a un hospital para que te traten como es debido, llevarte de vuelta con tu mamá; pero después de todo lo que has dicho sólo quiero que sepas que te voy a apoyar. Voy a cubrirte el tiempo que sea posible, voy a cuidarte hasta el último momento... Voy a demostrarle a todos que son afortunados de tenerte como aliado y no como enemigo.

Al oír todo aquello, los ojos de Sasha volvieron a humedecerse pero ahora con una sonrisa que crecía más y más y culminó con un abrazo fuerte a Ángel.

—Te quiero como no tienes idea.

El mayor rio algo sorprendido pero luego correspondió al abrazo dejando un beso en su frente.

—Sabes que yo también, Sasha.

Pero al volverse a acomodar vieron cómo las fotos habían quedado en el suelo. Ángel las quiso recoger para devolvérselas, pero al ver una tercera foto se sorprendió.

—No sabía que tú la tuvieras —dijo con una sonrisa al observarla mejor.

—Sí, ese fue el día de mi cumpleaños... En serio estuve muy feliz de pasarlo con ustedes y más aún sin ninguna misión ese día. Pero esa foto fue el mejor regalo del mundo —suspiró mirándola por enésima vez—. Me gustaste desde el primer día que te vi, me enamoré desde que te oí decir tu nombre pero no me atreví a acercarme a ti, sabía que no era rival para Lander... Pero cuando él me dijo que intentara ser más valiente empecé a dar pequeños pasos, y ese día te pedí una foto después de reunir mucho valor. Te dije que era un regalo de cumpleaños y en verdad lo fue. Seguro que el Sasha de hace medio año ni se imagina que algún día te contará todo esto.

Era una sensación rara para Ángel. Se sentía especial, se sentía querido, y ahora entendía por qué Lander de pronto comenzó a insistirle en que fuera más abierto con su capitán, que se dejara querer por los demás. Él supo mucho antes que el propio Ángel, que estaba destinado a amar a Danilov.

—Sasha, gracias —murmuró con una sonrisa.

—¿Gracias por qué?

—Por haberme tendio esa paciencia, por quererme como lo haces... Gracias por quedarte aquí.

5 de noviembre de 1942  |  Base de Engels

—Coronel Slocker —nada más escuchar su nombre, él se puso en pie con el debido saludo.

—Sí.

—Descanse. Soy el General Lidovsky, el encargado de Engels. Kuznetsov me dijo que me enviaba a un buen soldado, ¿es así?

—Sí, señor. Aprendí a pilotar aviones desde los dieciséis años en Vladivostok, recibí formación como soldado de infantería en Ekaterimburgo, me desempeñé como incrusor desde antes de llegar con el Camarada Kuznetsov. Recibí una formación intensiva para la fuerza aérea en el último mes, cuatro bajas enemigas confirmadas —inmediatamente comenzó a relatar su formación como le había indicado su antiguo general. Justo como predijo, a Lidovsky le sorprendió un poco aunque no llegara a demostrarlo.

—¿Y cuántos años tiene, Camarada?

—Veintitrés —respondió mirando unos segundos a los ojos de su superior quien esta vez sí que demostró su sorpresa.

—Estoy impresionado. Pero ahora le toca demostrarme todo eso, Camarada —dijo antes de dar media vuelta y hacerle un gesto con la mano para salir de las oficinas.

Luciel tomó la mochila que llevaba y se la colgó al hombro antes de seguir al general.

—Bienvenido a la base aérea de Engels. Esta es la zona de la administración, no tendrá que pasarse mucho por aquí pero si me busca, necesita hablar con algún superior o quiere enviar una carta, deberá venir aquí. Al fondo están las barracas, la de la izquierda es la masculina, la derecha la femenina. Ya tiene una cama reservada, vino en buena época, sólo compartirá el cuarto con un compañero, algunos reclutas llegaron a dormir en el suelo por haber demasiados soldados.

Luciel miró cómo, efectivamente, cruzando el campo de entrenamiento que estaba justo al lado del hangar y de la zona descubierta donde tenían más aviones fuera, estaban los dos edificios. Lidovsky les llamaba barracas pero parecían edificios bastante sólidos y aceptables, es más, tenían dos pisos y varias ventanas.

—Aquí está el campo de entrenamiento, es más bien un patio de recreo por si necesita ponerse en forma o resulta tener mucho tiempo libre —dijo con cierto sarcasmo—. Aquí tiene el hangar cubierto y al aire libre...

Pero mientras señalaba la zona y Luciel comenzaba a mirar los aviones, un soldado comenzó a llamar a Lidovsky, nada más alcanzarlo le pidió que lo siguiera, que lo estaban buscando en las oficinas.

—¡Kovacs! —alzó la voz haciendo un gesto con la mano— Discúlpeme, Camarada, tengo que retirarme. Pero aquí la Teniente Kovacs le seguirá mostrando el lugar.

La chica llegó a tiempo para escuchar lo que tendría que hacer y asintió antes de que el general se fuera.

—¿Qué tal? Adelina Kovacs, mucho gusto —se presentó estrechando la mano al chico.

—Luciel Slocker, igualmente —correspondió antes de recibir una sonrisita por parte de la chica.

—Bueno, pues ahora te mostraré el lugar —dijo antes de dar media vuelta y seguir caminando entre los aviones estacionado—. Acaban de transferirte, ¿cierto? ¿De dónde vienes?

—Sí, antes estaba en Mokrous.

—Ah, pues está cerca, creí que te habrían traído desde... no lo sé, Vladivostok o algo así —siguió ella mientras caminaba adelantada al chico.

—No, no, estuve destinado en Stalingrado hasta hace un mes. Aunque de hecho sí soy de Vladivostok.

Ella se volteó con una corta risa.

—¿En serio? Vaya, pues sí que tengo poderes de adivina o algo así. Yo soy de Hungría, de Budapest, pero he vivido prácticamente toda la vida en San Petersburgo —entonces volvió la vista al frente y señaló uno de los aviones—. Bueno, voy a pasar por una cosa rápido y ahora seguimos con el recorrido bien, ¿sí?

Él asintió y la siguió hasta llegar a un avión donde había otra chica recargada en el ala del avión escribiendo en una libretita. Era una chica de cabello negro y piel bastante pálida.

—Lotte, ya llegué —saludó ella, pero la otra se sorprendió al ver al chico—. Él es Luciel Slocker, acaban de transferirlo y Lidovsky me encargó enseñarle la base. Luciel, ella es Liselotte Wisten, una compañera de mi unidad.

Ambos se saludaron con un apretón de manos mostrando unas sonrisas más discretas pero educadas.

—R.

—¿Qué? —Adelina ladeó la cabeza al no comprender a lo que se refería la chica.

—R —repitió ella antes de señalar el papel con el lápiz.

—Aah —asintió la rubia al comprender, pero tomó el lápiz e hizo una rayita más en el dibujo—. No. Ya sólo te quedan dos oportuniades.

Lotte recogió la libreta y siguió a Adelina para empezar el recorrido, pero al ver que Luciel seguía confundido, ella rio un poco y le aclaró la duda.

—Jugamos ahorcado, así nos pasamos las tardes —Luciel sonrió un poco al entender y siguieron el recorrido.

—Bueno, como puedes ver, aquí tenemos el hangar. ¿Te gustan los aviones o te metieron aquí porque se les hinchó la gana?

—Me gustan —asintió él—. De hecho pedí ser de la fuerza aérea nada más reclutarme, pero hasta ahora me lo concedieron.

—Sí, no eres el único —rodó los ojos Adelina por pensar en la mala administración de los reclutamientos—. Bueno, entonces estás de suerte, tenemos todos estos modelos, según tu unidad usarás uno u otro, pero suelen variar si así lo quieren. Cuando quieras puedes pasearte por aquí y ver los modelos. La pista de aterrizaje y despegue está del otro lado

—Este es uno de los nuestros —señaló Lotte un avión.

—¿Un Polikarpov? —Adelina se giró al escuchar al rubio.

—Veo que sí sabes, ¿eh? —rio un poco— Nosotras somos del escuadrón 589, la verdad es que competimos mucho con las del 588, somos escuadrones de bombardeo nocturno. Por ahora ellas van ganando pero esperamos remontar pronto, este va a ser nuestro mes.

Lotte sonrió al escuchar a su compañera y luego se giró hacia Slocker.

—¿Y ya sabes a qué unidad te van a mandar?

—No, esperaba que el general me lo dijera pero aún no. Sólo sé que hoy en la noche me mandarán con un escuadrón para ver qué sé hacer.

—Ah, pues a lo mejor te mandan con nosotras, esta noche nos toca salir —dijo Adelina.

—Puede ser —asintió él—. Me dijeron que me tendrán aquí un tiempo y luego puede que me manden al este.

Entonces Adelina se detuvo en seco y Lotte hizo un gesto de lástima. Llegó a su lado y le puso una mano en el hombro a la rubia quien se volteó para ver de nuevo a Slocker.

—¿Con este te refieres a la zona de China, Vladivostok...?

—No lo sé —se encogió de hombros—. Quizá China...

—Si te mandan a China ten cuidado —fue lo único que dijo antes de dar media vuelta y seguir adelante. La sonrisa radiante que llevaba mostrando todo ese tiempo se deshizo en segundos, por un momento Luciel se desconcertó, pero Lotte suspiró y siguió caminando a la par del chico.

—En Manchuria últimamente hemos tenido muchas pérdidas, suelen mandar gente de esta base allá. Aquí estamos acostumbrados a matar nazis, a su forma de vuelo y sus aviones; allá está la guerra contra Japón. Muchos reclutas han caído por no saber adaptarse a su estilo diferente, de eso se están aprovechando los japoneses y... la verdad es que caemos como moscas.

—Y por Svetlyachok —dijo sécamente Adelina antes de adelantarse aún más para ya no escuchar la conversación de ellos.

Lotte volvió a suspirar y echó una última mirada dolida a Adelina antes de observar a Slocker.

—¿Svetlyachok?

—No sabemos si es una unidad o un soldado, pero de vez en cuando los japoneses usan nuestra técnica de bombardeo nocturno, sólo que a su modo... Dicen que no hay nada en el cielo, que está completamente oscuro, ni siquiera se oyen los motores, y de pronto se ven disparos en el cielo.

—¿Disparos? ¿No son bombas? —pero Lotte negó.

—No, primero son los disparos, como si se estuvieran persiguiendo con alguien. Y cuando esa persecución falsa ya robó la atención, es cuando los demás comienzan a tirar las bombas, no sabes de dónde vienen los demás, quizá de todas partes, todos los focos se centran en el avión de los disparos, a los demás no los localizan. Y el desgraciado que pilota ese avión sabe lo que hace, por ahora nunca han abatido a uno de esos, es más, a veces destruyen torres o artillería con los disparos. Creo que es por la mezcla entre los destellos en la oscuridad y la agilidad en el vuelo que le pusieron Svetlyachok... la luciérnaga.

Luciel asintió con seriedad al escuchar lo que la chica le decía.

—Al hermano de Adelina lo mandaron a Manchuria, en uno de los ataques nocturnos lo mataron, y también se lo han hecho a muchos que antes estaban en Engels.

Ellos siguieron caminando hasta la barraca masculina, donde Adelina los esperaba en la entrada. Al llegar podía verse en su cara cómo seguía afectada por el recuerdo, pero que estaba intentando reponerse para seguir.

—Pues aquí es donde vas a dormir —dijo antes de entrar como si nada seguida por ellos dos—. Tu cuarto debe estar arriba.

Al ir directa a las escaleras, uno de los chicos que estaba sentado en estas rio.

—Las Brujas de la Noche, qué milagro.

—Qué milagro encontrarte sobrio, Kolya —dijo Kovacs rodando los ojos sin inmutarse en su camino.

—¿A qué vinieron por aquí? ¿No quieren que nos divirtamos un rato? —esta vez habló otro chico en el pasillo superior.

—¿Quién es el nuevo? ¿Le damos la bienvenida?

—Ponte camisa, por favor, Vasya, no enseñes tus miserias —dijo con asco ella deteniéndose en mitad del pasillo, pero al seguir oyendo las voces burlonas de los demás dio un golpe en la pared de madera—. ¡Al próximo que abra la boca le corto los huevos! ¡Puta madre, déjenme hablar!

—Cuídese la boca, camarada, no es de señoritas decir esas palabras.

—¿¡Quién carajos tiene una cama libre en su habitación!? —alzó la voz ignorando las voces que ahora eran más bajas.

Por momentos nadie habló hasta que un chico que estaba sentado con otros dos jugando cartas, alzó la mano sosteniendo su cigarro con la otra.

—Que el nuevo se venga conmigo.

—Bien —asintió ella y luego señaló al chico que se estaba poniendo en pie—. Luciel, ahí tienes a tu nuevo compañero. Lo cuidas y le enseñas cóo nos manejamos aquí, no quiero enterarme de que se metió en problemas por tu culpa, ¿eh?

—Tranquila —asintió él con calma antes de despedir a las chicas y luego estrecharle la mano a Slocker—. Soy Onyx Sesame, del escuadrón 573.

—Luciel Slocker —respondió el saludo.

La vista de Onyx se quedó fija en la pierna del chico, desde que lo vio entrar se fijó en ese detalle.

—¿Puedo verla?

Por un momento el rubio no supo a qué se refería, pensó en su bolso pero no tenía nada de especial, luego en la carpeta que llevaba en la mano pero tampoco tenía sentido.

—La bayoneta —señaló de nuevo Onyx.

Él asintió y rápidamente la sacó de la funda que llevaba atada a la pierna para entregársela. El más bajo la recibió con media sonrisa, estaba orgulloso de sí mismo al poder haberla reconocido desde el primer momento.

—Bueno, ya oyeron todos: si se quieren pasar de listos con el nuevo, vamos a tener que aclarar las cositas después, ¿eh?

Luego le hizo un gesto con la cabeza para entrar a su cuarto donde sólo estaba ocupada una cama de las dos literas. Cerró la puerta una vez entraron y le devolvió la bayoneta yendo hacia su cama.

—Elige tu cama —entonces empezó a buscar algo en el cajón que había debajo de su cama—. Hoy es un día algo tonto para todos, pero a veces son unos idiotas así que no te tomes en serio lo que digan.

Luciel dejó sus cosas enla cama contaria, pero al darse la vuelta se encontró con Onyx sosteniendo una bayoneta igual a la que él tenía. Al ver su sorpresa, él sonrió.

—La vi desde que llegaste —dijo con una pequeña risa sacando el arma de su funda—. Del regimiento 46 de infantería, ¿verdad?

—Del 47 —aclaró él aún sorprendido, viendo mejor el arma—. ¿Era de tu padre?

Onyx asintió.

—Sí, estuvo en Riga, luego lo mandaron de vuelta a Rusia, estuvo en el Ejército Rojo.

—Esta fue de mi abuelo, igual estuvo en Riga, pero le tocó combatir desde el inicio de la guerra... De hecho murió en Riga, le mandaron a mi padre sus objetos y entre ellos la bayoneta, él la usó en la revolución. Ahora la tengo yo.

—¿Él era...?

—Blanco —aclaró esperando que eso no cambiara la actitud del chico, y así fue, sólo asintió—. Pero murió hace unos años, de meningitis.

—Lo siento.

Luciel sólo asintió lentamente antes de fijarse de nuevo en el chico y hablar, más que con tranquilidad, con resignación.

—Supongo que así es la vida, ahora nos toca a nosotros.

5 de noviembre de 1942  |  Moscú

—Creo que nos fue bien, ¿no? —preguntó la chica con un suspiro algo largo nada más salir de la gran sala.

—Sí, bastante —asintió Mikhail también un poco agobiado.

Aquella reunión acalorada había aclarado muchas cosas, había dejado claros los planes a futuro, las estrategias, las verdaderas causas de las batallas. Y cuando se plantearon abandonar completamente los frentes de Stalingrado para preparar una ofensiva más atrás y hacer de esta la línea definitiva para impedir el avance alemán, fue cuando ambos supieron que les tocaba intervenir.

Kuznetsov y los demás superiores los habían mandado para que defendieran la idea de resistir en Stalingrado, sobre todo porque se perderían todas las bases ya establecida. Y el detonante era que sólo ciertos superiores soviéticos sabrían de esa decisión, todos los soldados que estaban ahí serían dejados a su suerte, lucharían por defender sus bases sin recibir apoyo para frenar a los alemanes el mayor tiempo posible antes de que cayera la ciudad y luego ellos avanzaran hasta la nueva línea de defensa. Los iban a dejar morir aún haciéndoles creer que tenían apoyo mientras que no sería así.

Y el debate iba inclinándose hacia la idea nueva, los argumentos de los defensores de Stalingrado estaban cayendo. Nicola intervino casi al principio exponiendo sus datos, la opinión y argumentos de los soldados del frente; pero conforme el lado opuesto destruía uno a uno sus argumentos, ella empezó a caer en la desesperación de no poder seguir defendiendo su idea aunque tuviera que fingir en todo momento que sí.

Y Micah no podía intervenir, ella era la portavoz. Pero cuando la decidión estaba a punto de ser tomada, él le dijo a Deleito que pidiera la palabra, y una vez se le concedió, él se levantó.

La sala se quedó en silencio, llevó a los generales a apoyar a Stalingrado, rebatió sin dificultad los argumentos contrarios usando los informes de Nicola. Y la sesión terminó con la decisión de resistir y seguir mandando tropas a la ciudad.

Sus corazones estaban acelerados, aunque ya llevaran tiempo moviéndose en ese mundo, nunca habían ido solos, nunca había residido en ellos la oportunidad de tomar una decisión así de importante.

—¿Le importaría concederme una entrevista? —dijo espontáneamente una chica tocando el hombro de Becke y captando la atención de Nicola. Él asintió volteándose hacia ella, pero ni siquiera pudo imaginar de quién se trataba.

—S-sí, no hay... ¡Ljerka!

La chica rubia rio correspondiendo con la misma fuerza el abrazo dado por Micah. Niko no sabía bien quién era o qué estaba pasando, pero supuso que era alguna vieja conocida de él.

Los miró con una sonrisa manteniéndose a un lado, pero cuando vio cómo Mikhail se separaba para luego tomar sus mejillas y darle un beso en los labios, volteó para no verse tan indiscreta. Ese fue el momento en el que unió el nombre y la cara de la chica con aquella de la fotografía que le había enseñado su compañero tiempo atrás.

—¿Qué haces aquí? Creí que seguías en Kazajistán —dijo él sin poder quitarse la gran sonrisa mientras la tomaba de las manos—. Además aquí dice periodista, ¿de qué tanto me perdí? —mencionó señalando el gafete que llevaba al cuello

—Sí, sí, tengo mucho que contarte —asintió con euforia—. Digamos que no es que mucha gente esté entusiasmada en contratarme como fiscal, y menos cómo están las cosas así que una debe buscarse la vida. Ahora soy periodista política así que ni tan mal, ¿no?

Niko vio con ternura su reencuentro, incluso por un momento sintió que sus ojos se aguaban de felicidad ajena. Aunque hablaban en ruso, se notaba el acento kazajo de los dos, la felicidad en sus voces, y lo que más le encantó fue ver cómo sus ojos no se apartaban de los del otro.

—Lo siento. Niko, te presento a Ljerka Stanovic, mi novia. Ljerka, ella es Nicola Rocco Deleito, una amiga y compañera de trabajo.

—Mucho gusto —sonrió la rubia al saludar a la menor quien correspondió al apretón de manos seguido por un beso en la mejilla.

—Igualmente. Micah me ha hablado muchísimo de ti.

—¿En serio? —se cubrió la boca con algo de vergüenza— Me encantaría decir lo mismo pero ya ves que ha pasado demasiado desde que nos vimos por última vez.

Niko sonrió, pero al darse cuenta de lo oscuro que se veía el cielo a través de la ventana, miró su reloj dándose cuenta de la hora.

—Ya son casi las siete, creo que tendríamos que irnos, no vamos a encontrar lugar para dormir cerca de aquí si no nos apresuramos. Mañana debemos estar aquí para la reunión de las ocho.

—Ah, es cierto —asintió Micah mirando a la chica.

—¿No tienen dónde dormir todavía? —más que una pregunta, fue una expresión de sorpresa— Quédense en mi casa. No voy a venir a la reunión de mañana, o al menos no me han dicho nada, pero los puedo traer, no hay problema.

—¿Tienes coche? —preguntó con sorpresa Niko.

—Sí, mis jefes me prestaron uno para ir a las reuniones así que lo puedo usar con libertad —comentó con una sonrisa emocionada—. Vamos a casa, podemos cenar juntos. Hay espacio para todos.

No se hicieron mucho de rogar, la verdad es que estaban cansados de andar todo el día de arriba a abajo y todavía les faltarían unas horitas hasta encontrar hospedaje cerca. Nada más llegar al coche, Niko se sentó atrás y Micah al lado de Ljerka quien empezó a conducir.

—No vivo muy lejos la verdad, pero con el coche no hay problema, los puedo llevar y traer fácilmente —dijo mirando por la ventana para comprobar que podía salir y adentrarse en la calle—. Además, seguro que Micah ya no aguanta la espalda, ¿no?

Él rio un poco aún observando a través de la ventana opuesta teniendo que darle la razón. Llevaba todo el día con la prótesis, varios días de hecho, Ljerka lo supo al ver que todo lo que traía era una maleta pequeña al igual que Niko, no tenía ninguna muleta consigo. Y Ljerka mejor que nadie sabía que después de varias horas con la prótesis , pero aún, varios días, a él terminaba por dolerle la espalda al no estar acostumbrado a ella.

Estacionaron en una calle bastante tranquila, había varias casas pequeñas, pero no eran departamentos, parecía un pequeño barrio residencial. Ljerka les explicó que todo eso se lo habían dado sus jefes por su trabajo cada vez más activo.

Al llegar ella les mostró la casa, ellos dejaron sus maletas en las habitaciones y tras excusarse un momento Mikhail se quitó la prótesis de una vez por todas. Ljerka les ofreció un poco de la comida que le había traído la noche anterior su vecina, una mujer viuda y con un hijo en el frente que se había vuelto amiga de Ljerka y compartían sus ratos libres para disminuir un poco la soledad.

Terminaron sentados a la mesa del comedor, pasaron horas hablando y disfrutando de la comida y unas tazas de café. No sólo Micah y Ljerka intentaban ponerse al día, sino que también compartían todo tipo de anécdotas en sus nuevos empleos, le contaban historias de su infancia a Niko y viceversa.

—Entonces se conocen desde niños... Qué romántico —dijo Nicola con un suspiro y la rubia asintió.

—Sí. Mi familia se fue de Yugoslavia cuando yo tenía apenas tres años, entonces nos criamos juntos en Kazajistán. ¿Sabes cuál fue la primera vez que hablamos?

Niko negó con la cabeza antes de recargarse en la mesa mostrando interés inmediato en la historia a lo que Ljerka respondió con emoción empezando a contarle.

—Vivíamos literalmente enfrente, entonces yo llevaba muchos días viendo a los niños de la calle jugar y en esos momentos yo aún no sabía kazajo y apenas hablaba un poco de ruso, entonces me daba miedo ir a pedirles que si podía jugar. Un día me armé de valor y salí de mi casa en dirección a ellos, llevaba mi bolsita con canicas porque debes saber que me encantaban y las coleccionaba —comentó haciendo un gesto con la mano que hizo reír a la opuesta—. Pero a la mera hora me dio miedo y me quedé sentada junto a un árbol viendo cómo ellos jugaban, pero luego se ve que les dieron dinero sus papás y se fueron corriendo a comprar algo. Yo ya me iba a levantar para irme sin haberlo conseguido un día más, pero entonces me fijé de que Micah se había quedado en la entrada de su casa, estaba sentadito en las escaleras jugando solo con las canicas.

—No sé si se acercó por lástima o por las canicas —dijo él con una pequeña risa—. Pero se sentó conmigo y nos pusimos a jugar. Y así por mucho tiempo. Cuando los demás se iban yo me quedaba porque no me gustaba que me esperaran y evidentemente no podía correr, pero Ljerka empezó a jugar más conmigo y nos pasábamos las tardes jugando en la entrada o adentro de la casa.

Niko se sintió conmovida por la historia, en serio le encantaban ellos dos como pareja. Le parecía curioso pero tierno ver a su superior por primera vez como un chico normal, como alguien ajeno a la guerra.

Deleito le pidió más tarde a Ljerka hacer una llamada, quería aprovechar para llamarle a su familia, quería saludar a su padre y decirle que todo estaba bien ya que habían pasado casi dos meses desde la última llamada, y quién sabe si su carta ya le había llegado. Ella evidentementele permitió usar el teléfono y así hizo.

Sonrió al escuchar la voz de su padre al otro lado de la línea. Empezaron a hablar saludándose y tratando de alejarse de los temas tristes o del trabajo duro de Nicola, pero ella nunca esperó que la siguiente frase de su padre la alegrara tanto.

—Adivina quién está aquí y va a quedarse hasta Año Nuevo —ella se cubrió la boca con una euforia indescriptible—. Le voy a pasar el teléfono.

Escuchó un poco de ruido a la otra línea y luego pudo oír una respiración algo acelerada y que demostraba una risa en ella. Pero fue un sonidito agudo que pretendía ser un saludo, lo que la hizo incuso soltar una lárgima de la felicidad.

—Oksana, ¿cómo estás, mi niña hermosa? —sólo podía escuchar pequeños ruidos del otro lado y aunque a veces su padre le debía explicar si estaba asintiendo o se quería comunicar señalando objetos, los pequeños ruiditos de su voz la hacían inmesamente feliz.

Para no aprovecharse del teléfono de Ljerka tuvo que despedirse pronto asegurando que todo estaba bien. Pero al volver a la sala se encontró con los dos chicos sentados en el sofá estando abrazados y sujetándose la mano. Se sintió mal por interrumpir ese momento pero fue muy tarde cuando se dio cuenta, aunque a ellos no pareció molestarles, pero ella había tomado una decisión.

—¿Todo bien con tu familia?

—Sí todo, muy bien. Gracias por dejarme llamar —asintió con una sonrisa antes de dirigirse a la "dueña" de la casa—. Chicos, ¿saben qué? Creo que necesitan ponerse mucho más al corriente y la verdad no quisiera molestar, yo pasaré la noche en un hotel por aquí cerca.

—¿Qué? No, no, no molestas al contrario —negó ella con la cabeza inmediatamente.

—Además ya es tarde, ¿dónde vas a encontrar una habitación a estas horas? —esta vez intervino Micah aún sentado en el sofá.

Ljerka intentó insistir, pero ella negó con una sonrisa antes de hablarle en voz baja a la chica dejando una mano en su brazo.

—Oye, está bien, ¿sí? Tengan esta noche para ustedes, no se han visto en años —la cara dudosa de la rubia fue el reflejo de haber sido convencida—. Además seguro que Micah ya está harto de mí, dale una noche sin tener que estarme cuidado, ¿sí? —bromeó.

—De acuerdo... —quedó pensativa unos segundos más— La familia de una compañera del trabajo tiene un hostal cerca, te llevaré, ¿sí? Está bastante bien y está a menos de diez minutos. Mañana yo paso por ti y los llevo a la reunión.

Las dos chicas salieron convenciendo a Mikahil de que no hacía falta que las acompañara, y en el fondo él agradeció poder quedarse acostado en el sofá unos minutos, ya no aguantaba sus vértebras.

—Muchas gracias por acompañarme —sonrió Rocco recibiendo la misma respuesta de vuelta.

—Oye Niko, ¿puedo pedirte un favor? —dijo por primera vez mostrando una sonrisa algo decaída.

—Claro, lo que sea, ya has hecho mucho por mí hoy —asintió con seguridad volviendo a ponerse frente a la rubia quien agachó aún más su mirada.

—Cuida a Micah por mí —nada más pedirlo, ella asintió de nuevo pero sin comprender bien lo que quería decir—. Él a veces se sobreesfuerza, se frustra y no descansa hasta conseguir lo que quiere aunque eso suponga pasar los límites. Por la forma en la que creció: con todos teniendo que esperarlo, teniendo que buscarse solo la vida para que no lo dejaran atrás, prácticamente sólo teniendo a su familia y la mía apoyándolo... Él en el fondo siente que es una carga, le aterra serlo, por eso hará todo para que nadie pueda pensarlo. No puede correr, incluso usando la prótesis le cuesta mucho; pero él es capaz de correr hasta que se le rompan las vértebras sólo para que nadie pueda decirle que no sirve.

Fácilmente pudo ver en sus ojos la tristeza que la atacaba al contar todo eso, sabía que ella había tenido que vivir en persona todos los rechazos y crueldades que Mikhail tuvo que pasar, y sabiendo que lo quería tanto como era obvio, podía darse una idea del dolor que le causaba a Ljerka verlo así.

—Micah nunca se va a quejar, no va a mostrar debilidad y quizá nunca vaya a pedir ayuda; pero en el fondo sabe que la necesita, él puede estar muriéndose de dolor y nunca lo va a decir. Y él es capaz de muchas cosas, es la persona más fuerte que conozco, pero a veces no conoce la diferencia entre esforzarse y sufrir. Por eso te pido que lo cuides, que no cruce los límites, no dejes que él mismo se haga sentir inútil. —entonces suspiró entrelazando sus dedos—. Y no es sólo lo de su pierna, desde hace años tiene una infección crónica en el riñón, más de una vez se ha puesto grave por eso. Rhett lo sabe y es quien suele tratarlo, él mejor que nadie sabe cuándo su hermano está mal, pero me da miedo que con el caos y la cantidad de trabajo que tengan en el frente él no pueda fijarse en Micah. Además tú eres quien más tiempo pasa con él, por favor, avísale a Rhett si ves que se está enfermando de nuevo. Si no lo atendieran a tiempo teniendo una recaída fuerte él podría...

Al ver las pequeñas lágrimas que le empezaban a caer a la chica, Niko le tomó las manos haciendo que se fijara en ella y en la expresión segura y decidida que tenía en el rostro.

—No te preocupes, Ljerka, yo me encargaré —asintió con seguridad—. Admiro mucho a Micah, en serio que... es mi ejemplo a seguir si lo quieres ver así; él es increíble y no voy a dejar que nadie le haga pensar lo contrario. Y por lo de su salud tampoco debes preocuparte, estaré muy al pendiente. Él me habló de ti hace mucho y en serio que te adora, y ahora veo que tú también a él, por eso voy a hacer lo posible porque puedan volver a encontrarse pronto y disfruten de todos los planes que deben tener juntos. Micah en serio es afortunado de tenerte como pareja, Ljerka, tú también eres increíble.

Los ojos de la rubia se aguaron aún más, pero esta vez su expresión se torció en una pequeña sonrisa antes deabrazar con fuerza a Niko.

—En verdad muchas gracias, Nicola.

¡Y así acabamos otro capitulote de esta historia!

Esta vez sí me pasé, fueron un chingo de palabras, lo sé, pero pasaron cosas muy importantes. Además por votación general del Riker Time, se hizo todo en una parte y no en dos que alargarían más la historia.

¡AY ALEKSEI, AYAYAYAY ALEKSEI QUE AHORA ESTÁ VIUDO! Mi pobre bebé... y además lo obligaron a sonreír para la foto en el día más triste de su vida ;_; Luego también tuvimos el dramón de Sasha con cáncer, a Luciel que lo separaron del equipo y pocos supieron que en verdad él los quería mucho, a Ángel dolido y troste, la pinche historia del papá de Sasha, dos balazos para Edgar y para acabar buenos el día, Micah también está malito.

Pero tuvimos cosas buenas como que Ángel y Sasha (la pareja principal por si no lo habían notado) empezaron a acercarse y ahora son nonovios, EDGAR ESTÁ VIVO Y ES NOVIO DE ENVER, que Niko llamó a su family y es feliz, y que ahora Ljerka y Micah tendrán una noche para ellos solitos.

También aparecieron personajes nuevos como Nanami rebautizada como Anna, Dima, Onyx, Adelina, Lotte, Kurt... aunque esté en el más allá jugando fútbol americano con Lander. Podemos llamar a esto un día completo. Varios personajes sólo salieron a modo de cameo/mención y no volverán a salir o al menos no con mucha importancia, pero quería meter gente en este AU OwO

Al final no salió la primera parte para el 14 de febrero, pero sí sale esta para el día blanco, algo es algo. Pronto me pondré con el tercer capítulo ya que vengo bien emocionado con esta historia. Quién sabe cuándo vaya a salir, eso sí. Recordatorio amistoso de que las fotos y los edits no son sólo de relleno, como ya pudimos ver, algunas representan momentos que pasan en la historia de forma explícita o implícita o por lo menos son mencionadas, pero serán bastante importantes así que recuérdenlan. 

Ya para terminar, digo que la canción de esta historia se supone que es Kukushka, la mencionada en la parte anterior, es la canción de la pareja principal; pero en lo que no llega el momento de ponerla, iré poniendo otras canciones de distintas parejas o personajes. En este caso tocó la de Obiymy/Abrázame, que viene siendo la canción de Aleksei y Misha :^)

Espero que les haya gustado y gracias por comerse mis casi 13 000 palabrs si es que lo hicieron. Nos vemos pronto.

Atsushi~

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