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Pᥲrtᥱ 1

Maravillosa portada hecha por DanielaNavarro5.

¡No me cansaré de adorar tu arte!

Si alguien le hubiese dicho al Rey Min Yoongi, que esa misma tarde celebraría su boda con una hermosa princesa desconocida, no lo hubiese creído. Todo sucedió demasiado rápido. Las explicaciones y argumentos convincentes de los Ancianos Elementales; la petición de casamiento a las Tierras Frías, específicamente al Reino de la Lluvia; la llegada de la princesa y el revuelo en el palacio para preparar la ceremonia...

A pesar de todo, el monarca del Reino del Sol, capital de las Tierras Cálidas, solo podía pensar en la inigualable belleza de la joven que tenía delante. Su cabello era negro, largo, y podía imaginar que muy sedoso. Sus ojos, de un vibrante color violeta, pertenecían inequívocamente a la realeza. Finas cejas, largas pestañas, un tierno rubor en sus mejillas y unos exuberantes labios, por no decir seductores. El color del vestido que llevaba realzaba el perlado color de su piel y se ceñía a su cuerpo apretando su delicada y estrecha cintura. No revelaba nada más, pero el rey estaba seguro que debajo de aquellas suaves telas se escondían delicadas curvas.

Sin embargo, se veía asustada, fuera de lugar; como si la hubiesen sacado de su cautiverio en una pecera de cristal y la hubiesen lanzado al vasto mar. Yoongi estaba seguro de que la cicatriz en su ojo derecho no ayudaba para nada a que ella se sintiera cómoda estando cerca de él; sin mencionar la noche de bodas, o sea, después de la ceremonia.

El monarca no tenía opción. Era necesario. De lo contrario tendrían que esperar veinte años más y su pueblo no aguantaría. Las Tierras Cálidas, en especial el Reino del Sol, llevaban años sufriendo las adversidades de una cruda sequía. Como consecuencia, se habían desatado disímiles conflictos que terminaron en una guerra sin nombre y sin escrúpulos. La supervivencia del más fuerte: la minoría que tenía agua, cultivos, y con suerte un pequeño rebaño. Los demás morían o intentaban arrebatar lo que otros tenían.

Por eso la petición a las Tierras Frías, por eso la precipitada boda con la Princesa de la Lluvia. La unión física y espiritual de dos miembros de la realeza, pertenecientes a distintas castas, traería el equilibrio necesario. Por más que quisiera, a Yoongi le era imposible controlar su naturaleza elemental del sol si no tenía un elemento opuesto que equilibrara su poder. Sin un complemento, poco a poco el monarca sería consumido por aquella naturaleza abrasadora y destructiva, trayendo consigo mayores infortunios para su reino.

La Princesa Park Minji, del Reino de la Lluvia, haría llover sobre los extensos territorios que pertenecían al monarca; era su única salvación.

Sin embargo, la unión de ambas castas para lograr el equilibrio deseado no era algo sencillo. Después de todo, dos completos desconocidos debían intercambiar sus elementos vitales. Y la forma más rápida y efectiva era a través del contacto físico.


—No te haré daño, princesa. Confía en mí —dijo despacio Yoongi una vez que los dejaron solos en sus aposentos reales.

Cuando todo estuviera listo, ambos atravesarían el pasadizo secreto que los llevaría a las cuencas del Lago Ancestral; aquellas brillantes y mágicas aguas serían las únicas testigos del Intercambio Elemental de ambos.

»Sé que la ceremonia nupcial ocurrió antes de lo planeado, pero debido a los problemas con el clima las estaciones se han adelantado, y el solsticio de invierno ya ha comenzado —explicó el rey con calma mientras se acercaba a la joven—. Eso significa que faltan solo unos días para que el sol esté en su punto más cercano a la tierra. Si no intercambiamos nuestros elementos pronto, será demasiado tarde.

Ella permaneció en silencio y con los ojos bien abiertos.

A Yoongi le pareció que su carnoso labio inferior temblaba poquito. Era completamente entendible que ella estuviese asustada, pues no imaginó que tan rápido como llegara al palacio se efectuaría la boda y terminaría a solas con el monarca; deberían haber tenido más tiempo para al menos conocerse un poco. No obstante, los miembros de la realeza estaban acostumbrados a los matrimonios concertados por los Ancianos Elementales, quienes sabían cómo mantener el equilibrio tanto en las Tierras Frías como las Cálidas.

El rubio no iba a negar que su deseo carnal crecía cada vez más, pero a pesar de las habladurías y comentarios que afirmaban que era un hombre despiadado, no se consideraba tan cruel como para forzar a la chica. De todas maneras, un beso era más que suficiente para que el Intercambio Elemental tuviera lugar.

»Princesa... —Trató una vez más de persuadirla. Si continuaba comportándose tan reacia, le llevaría toda la noche convencerla.

—Pe-Perdóneme, Majestad... —Fueron las primeras palabras de la joven.

Y fueron música para los oídos de Yoongi. «¿Cómo puede tener una voz tan dulce?», pensó complacido. Sin embargo, reaccionó al instante al darse cuenta de que ella se había disculpado.

»Yo... no soy la princesa —murmuró después de unos segundos—. No... N-No puedo... No podemos...

—¿De qué hablas? ¿Cómo que no eres la princesa? —El monarca estaba ahora confundido—. Eres de sangre real, tus ojos...

—Sí, soy de la realeza, pe-pero no soy la princesa... —repitió la bella joven—. Soy... el príncipe.

«¿Qué?... La Princesa de la Lluvia es... ¡¿es un chico?!», fue todo lo que pasó por la mente del rey antes de que su cerebro dejara de funcionar.


—Quítate la ropa. —La voz del rubio era ahora fría y seca.

—M-Majestad... —tartamudeó la «princesa»—. No puede estar ha-hablando en serio...

—Hablo muy en serio —replicó con brusquedad—. Necesito asegurarme de que no estás mintiendo, porque ahora mismo no te creo nada. Solo intentas ganar tiempo, lo que significa que tramas algo.

—Majestad, dé-déjeme explicarle..., por favor.

La desesperación en su tono era casi palpable, mas el rubio estaba perdiendo la paciencia. «¡¿Es esto una broma?! ¡Tiene que ser una maldita broma!».

—He dicho... que te quites la ropa —gruñó al tiempo que sus ojos dorados centelleaban.

La joven delante de él se estremeció y sus ojos se llenaron de lágrimas al instante. Por supuesto que no tenía más opción que obedecer. Con lentitud, y sin mirar el rostro del rey, comenzó a desvestirse. Prenda por prenda fue cayendo hasta que quedó en ropa interior, que básicamente consistía en una bata blanca sin tirantes.

Yoongi la observó suspirar de forma temblorosa, mientras que sus manos se dirigían a su pecho para deshacer el lazo que mantenía la bata cerrada y en su lugar. En pocos segundos, el suave sonido de la tela deslizándose fue lo único que se escuchó en el silencio de la habitación, y delante de los pies del rey cayeron dos pequeños bultos tejidos que se ocultaban bajo la bata en la parte del busto.


Park Jimin mordió su labio inferior cuando una ligera brisa rozó su piel desnuda y le provocó un escalofrío. Sus brazos extendidos delante de su cuerpo trataban de cubrir sus partes privadas tanto como le fuera posible. Sin embargo, la penetrante mirada de aquellos ojos dorados le advertían que el rey había visto suficiente.

—Lárgate de mi vista... —murmuró en tono gélido. Al ver que no se movía, gritó—: ¡Que te largues! ¡Desaparece de mi vista!

Jimin dio un brinco involuntario y enseguida comenzó a recoger sus cosas del suelo y a colocárselas como mejor podía, pues sus manos temblaban sobremanera. Luego de un minuto, finalmente abandonó los aposentos reales, dejando tras de sí los pequeños bultos tejidos que antes simulaban un par de senos.

El rey se les quedó mirando fijo, como si aquellos trozos de tela tejida fueran a saltarle encima y atacarlo si dejaba de observarlos. El deseo que antes aumentaba en su interior, había sido sustituido por una ira voraz.

—¿Cómo se atreven? —Sus manos se volvieron puños apretados-. ¡¿Cómo se atreven a hacerme esto?!


Un relámpago surcó el oscuro cielo que se cernía sobre el Palacio Real del Sol, seguidamente, el estruendo de un trueno hizo que Yoongi se despertara de su inquieto sueño. «¿Una tormenta? Es imposible...».

Los toques en su puerta lo sacaron de su ensimismamiento.

—¡Adelante!

Un joven alto de cabellos crespos entró con pasos seguros a la habitación.

—Majestad —saludó con una reverencia, aunque su rostro lucía preocupado.

—¿Qué sucede, Taehyung? —inquirió el rubio—. ¿Por qué me despiertas a estas horas?

—Se trata de la princesa, mi señor. Ha escapado.


Jimin corría tan rápido como le daban sus cortas piernas, pero aquel enorme e incómodo vestido no ayudaba. Maldita la hora en la que había decidido largarse así mismo sin cambiarse a un atuendo más fácil de maniobrar en medio de una fuga, pero qué más podía hacer. El miedo se había apoderado de su corazón al ver la fría mirada del Rey Min posarse sobre él y su cuerpo desnudo. Sus dorados ojos, uno de ellos surcado por una fina cicatriz, lo perseguirían por el resto de su vida.

Tenía que huir, de lo contrario sería acusado de alta traición y ejecutado en la horca, o peor aún, cortarían su cabeza. Tragó en seco y continuó respirando agitado. La imagen del rubio con una espada a punto de degollarlo se dibujaba en su mente con más nitidez de la que le gustaría.

Se lo había dicho a sus padres; ese plan no iba a funcionar. Dicen que la mentira tiene patas cortas, igual que él; por eso no se sorprendió cuando no fue capaz de alzar bien su pierna izquierda y terminó tropezando con una rama. Cayó de forma estrepitosa, arañándose el rostro en el proceso y muy probablemente lastimándose un tobillo; un punzante dolor le recorrió la zona.

«Perfecto. ¡Justo lo que necesitaba!», se quejó lleno de sarcasmo. No podía apoyar bien la pierna sin chillar del dolor, y su estado de ánimo mezclado con su pánico estaban provocando una tormenta eléctrica de grandes proporciones. Encima, tenía la certeza de que para ese entonces, en el palacio ya se habrían enterado de su huida. Solo pudo recostarse al ancho tronco del árbol y aguardar su fatal destino.

Las ramas crujieron cerca de Jimin, y el pelinegro acogió con alegría la idea de que un animal salvaje apareciera y lo devorara en un instante. Sería mil veces mejor que las posibles torturas que sufriría a manos de Min Yoongi, el implacable monarca del que tanto había oído hablar en las Tierras Frías. Sin embargo, el Reino de la Lluvia estuvo dispuesto a ayudar; solo que las cosas no habían salido de acuerdo al plan.

—Pero miren qué tenemos aquí. ¿Estás perdida, dulzura?

Un hombre fortachón y de aspecto desaliñado apareció en su campo de visión. La expresión lasciva en su velludo rostro asustó a Jimin aún más. Justo ahora, era mejor perecer a manos del Rey Min, que lidiar con las intenciones de este hombre. «Ojalá encontrara un acantilado para lanzarme al vacío», pensó. Y cuando las gruesas manos del hombre hicieron ademán de agarrarlo, un relámpago atravesó el cielo y una voz grave se oyó en el silencio de la noche.

—Ponle un dedo encima y estás muerto.

Y el príncipe conocía esa voz, conocía ese tono, y conocía también el escalofrío de temor que provocaba en él.

»Je, je —se burló el tipo—. Yo la vi primero, pero tranquilo, podemos compartir. —Sin embargo, al voltearse y enfrentar la crudeza de un par de ojos dorados, el hombre se tiró al suelo de inmediato—. ¡Rey Min! ¡Mi señor!

—Piérdete —masculló el rubio—. Ahora.

El hombre se levantó al instante y se alejó pronunciando disculpas por lo bajo, incluso tropezó un par de veces antes de desaparecer en la oscuridad de la noche.

Jimin tembló más. «Es el final. Con algo de suerte, me matará rápido».

El mayor se acercó y se agachó delante de Jimin, el dorado en sus ojos ahora más brillante que nunca.

—¿Estás bien? —preguntó.

Jimin solo pestañeó sin entender la pregunta. «¿Por qué me pregunta si estoy bien? ¿No va a matarme? Entonces qué importa», quiso decir, pero el nudo en su garganta no se lo permitió. Estaba cansado, hambriento, adolorido; solo podía pedir que aquella tortura terminara lo antes posible. Entonces, se permitió llorar en silencio, pues la tensión en su cuerpo y la adrenalina del momento iban desapareciendo. Ya nada importaba.

»Dame tu mano —dijo Yoongi.

Resistirse sería un acto estúpido, ahora Jimin solo podía obedecer. Por eso extendió su brazo para tomar la mano del rubio e impulsarse, pero un intenso dolor le atravesó la pierna y le hizo gritar.

—Yo-Yo... Me lastimé el t-tobillo... —explicó bajito mientras cerraba los ojos con fuerza.

Supuso que al mayor no le importaría ese detalle, no obstante, sintió un cálido cuerpo alzarlo y tomarlo en brazos. Cuando abrió los ojos, el pálido rostro del Rey Min estaba muy cerca del suyo, sus largos cabellos rubios ondeaban con el viento. Otro relámpago iluminó el lugar y Jimin pudo ver la cicatriz con más detalle, no le parecía tan terrible y desgarradora. Un trueno se oyó a lo lejos, ya la tormenta se estaba disipando; pero ni una sola gota de lluvia había caído.

—Ma-Majestad... —murmuró el pelinegro cuando el rey comenzó a caminar en dirección al palacio.

El mayor emitió un gruñido bajo.

»¿P-Por qué me lleva así? —preguntó con una mezcla de miedo y timidez, pues había imaginado que lo cargaría como a un costal de papas.

—¿Así cómo?

—Como a una... chica.

Yoongi permaneció en silencio durante unos segundos al tiempo que seguía caminando.

—Es más fácil así —musitó—. No te quejes tanto y guarda silencio.

En ese momento, el rubio movió sus brazos hacia arriba con un poco de fuerza para acomodar mejor el menudo cuerpo de la «princesa», que se le resbalaba poco a poco por la textura de la tela de su vestido. Este gesto obligó al menor a sostenerse del cuello del rey. Y así, caminaron en silencio hasta llegar a las puertas del palacio; Yoongi con el rostro serio y Jimin con las mejillas encendidas.

Los centinelas les abrieron paso y los miraron sorprendidos, mas no dijeron palabra alguna. Yoongi, al ser capaz de rastrear el paradero del chico debido a sus poderes, no necesitó alertar a nadie ni pedir ayuda. En poco tiempo llegó a los aposentos destinados para la princesa, y depositó a Jimin en la cama adornada con un dosel de color malva.

Sin tiempo que perder, el rubio levantó el borde del sucio y rasgado vestido de boda.

—Tsk —se quejó—. Por fortuna no está fracturado.

El menor quedó anonadado al ver cómo el rey colocaba las palmas de sus manos alrededor de su tobillo, ahora hinchado y amoratado. Cerró los ojos por instinto, esperando que el dolor llegara otra vez, pero solo sintió un ligero calor en la zona.

»Muévelo —pidió el rubio después de apartar sus manos.

Decir que Jimin se sorprendió al abrir los ojos, era quedarse corto; estaba perplejo. Su tobillo había regresado a su color anterior, y sin ningún rastro de hinchazón. Lo movió inseguro, flexionando hacia arriba y hacia abajo. Nada. No dolía ni un poquito.

—Usted... me sanó...

El rey suspiró cansado y se sentó en la cama, cerca de los pies del pelinegro.

—¿Quieres explicarme por qué tuve que salir a buscarte en medio de la noche? ¿En qué diablos estabas pensando? —preguntó con una pizca de furia contenida.

—Majestad, usted me dijo... me dijo que me fuera. —Jimin hizo un puchero involuntario.

—De mis aposentos, ¡no del maldito palacio! —gruñó—. ¿Cuán desalmado crees que soy? Estaba enojado, y mucho, aún lo estoy; pero ¿cómo crees que iba a echarte del palacio?

El menor se mordió el labio inferior sin saber bien qué decir. Y Yoongi volvió a suspirar al tiempo que hablaba en un tono más calmado:

»Solo dime... ¿De qué va todo esto?

Su rostro se veía mucho más relajado. Serio, sí, pero no enojado; y esto confundía a Jimin. Sin embargo, si estaba dispuesto a escuchar las razones que habían provocado esta cadena de eventos, no se negaría a decirle la verdad al monarca.

—Mi nombre es Park Jimin —comenzó—. Y soy el hermano gemelo de la Princesa Minji... Yo... vine en su lugar porque ella fue secuestrada hace una semana —dijo con pesar—. Mis padres no sabían qué hacer. Ya habían aceptado la petición del Concilio de Ancianos. Solo querían que nuestro pueblo se sintiera orgulloso de sus monarcas, pues muy pocas veces en la historia de las Tierras Frías, se escogía al Reino de la Lluvia para alguna ceremonia.

—¿Por qué no lo dijeron antes? —inquirió Yoongi—. ¿Por qué no pidieron ayuda?

—Tuvimos miedo de que revocaran la decisión y cancelaran el matrimonio; quedaríamos en deshonra total —explicó el pelinegro—. Nuestro pueblo estaría descontento y nos culparían por la vergüenza. El Concilio nunca más consideraría a nuestro reino digno de nada.

El rey pareció pensarlo un momento.

—Te enviaron a ti pensando que la boda no sería tan pronto... —murmuró para sí—. Y así tendrían tiempo de rescatar a la verdadera princesa y sustituirte.

—Nuestras intenciones no eran las de engañarlo, Majestad, por favor créame —pidió Jimin—. ¿Qué habría hecho usted en mi lugar?

Aquella pregunta hizo eco en la mente de Yoongi. Era cierto. Cuando uno se veía acorralado, tomaba decisiones desesperadas que a veces no eran las mejores, pero en ese momento parecían ser la mejor opción.

—Te entiendo... Jimin... —Hizo una pausa antes de pronunciar su nombre por primera vez—. Pero ahora ponte tú en mi lugar. Mi pueblo lleva años sufriendo por mi culpa, porque mi naturaleza elemental del sol sigue aumentando sin medida. Necesito un complemento... Y solo la naturaleza elemental del agua puede complementarse con la mía —explicó—. Además, se supone que la princesa nos trajera de vuelta la lluvia...

Jimin bajó la cabeza apenado, pues las últimas noticias que llegaron del grupo de guardianes que salieron en busca de su hermana no eran muy alentadoras.

—Es nuestra culpa, Majestad... Perdone a mi pueblo, por favor —pidió con voz ahogada.

El rubio se llevó un par de dedos a su arrugado entrecejo.

—Es tarde... Descansa ahora. —Sin más, se levantó y se marchó.


Nota:

Historia dedicada a MaryKnighty 💜💜💜
Si se lo preguntan, hermosos Chimmies de mi corazón, sí, este two-shot está basado en un anime que vi hace mucho tiempo pero el resto de la historia es completamente original.

Voten y comenten que más tarde subo la segunda y última parte.

Besitos y abracitos 😘🤗

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