🌵Sparta🎨
Llevo horas dibujando. Vangó está a mis pies, aparentemente dormido. Alguna que otra vez coloca su cabeza en mis rodillas pero, como no le hago caso, vuelve a echarse a mi lado.
La paloma que salió del sombrero de mago es blanca con algunas plumas grises. El cielo es casi naranja, como a veces se pinta en el crepúsculo. El sombrero lo puse sobre una tumba cubierta de flores, pero la tumba no está en el cementerio. Es sencilla y solitaria en medio del paisaje de árboles y hierva verde. Por supuesto, todavía los árboles no tienen todo el color. Tampoco la hierva, pero será intenso. Un contraste entre vida y muerte.
No sé mucho sobre la muerte. Pero siempre he pensado que a la muerte le gustaría estar más cerca de la vida.
Si me atreviera a dibujar una figura humana, aquí en este ángulo estaría el muchacho del cementerio. Podría reproducir su rostro, lo tengo bien grabado en la memoria, pero es difícil dibujar a una persona. Para eso tendría que aprender mucho más. Rosario no tiene demasiado tiempo, en vacaciones, va a dedicarme todos los días una hora. Quiero entrar a San Alejandro. Todo el que quiere ser pintor en La Habana, estudia allí. Es una academia antiquísima. Creo que la fundó un francés a principios del siglo diecinueve y existe desde entonces. Rosario estudió en esa escuela y Carlitos pasó también por ella, cuando no se había decidido por arquitectura.
Rius a visto mi dibujo. Me mira con ojo crítico. "Esta bien", me dice, "aunque el cielo tiene un color demasiado brillante". Luego me mira a los ojos y me pregunta cómo me siento. Está preocupada por mi visita al cementerio.
Le respondo con una evasiva. La verdad, la verdad es que estoy triste y eso sólo lo sabe mi querido Vangó.
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