Sparta
Me gusta ir al zoológico a pintar animales. Paseo mucho hasta encontrar uno que me llame mucho la atención. Puede ser que me atraiga su cara o que esté haciendo algo curioso.
Unas veces parecen divertidos, otras, están mirando a lo lejos, como si recordarán su vida libre y feliz. Cuando los miro, siempre pienso en Vangó, mi perro. Se llama así porque cuando llego a la familia, yo había encontrado un libro de Rosario sobre Van Gogh, el pintor holandés, y casi durante un mes estuve contemplando su pintura. El perrito desde el primer día, me prefirió. Se acurruca a mi lado, y parecía mirar el libro con el mismo interés que yo. Es el animalito más cariñoso y bueno que he conocido. Vangó me despierta, por las mañanas, con varios lengüetazos en los pies y si tengo mucho sueño, entonces baja sus patas delanteras en la cama y me toca con su hocico. Por las tardes, me espera en el balcón de mi casa. No sé como se las arregla para adivinar mi llegada pero le anuncia a todos, con su cola, que en pocos minutos estaré de vuelta. Vangó tiene una mirada humilde y tierna. Yo siempre sé lo que quiere, y él intuye sí estoy contento o triste. Si me siente feliz, busca algo para jugar y me lo trae o se sube a mis piernas, pidiendo caricias. Si, por el contrario, me ve nostálgico y silencioso, se echa junto a mí o me pone su cabeza sobre las rodillas, como diciendo: "Estoy aquí, puedes contar conmigo".
Hay gente que no cree que los animales piensan. Esas personas ni tienen un Vangó como yo o nunca se han dedicado a observar a los animales. No sé si será científico y ni siquiera me importa, pero yo sí creo que piensan y sienten y el hombre debía dedicarse a conocerlos mejor, en lugar de utilizarlos a su antojo.
Me encanta dibujar animales. Pero hoy no fui al zoológico. El día estaba un poco gris y la cabeza la tenía, como dice mi abuelita, un poco loca. Por eso fuí al cementerio.
Me gusta recorrer el cementerio porque es un lugar donde hay silencio.
Un silencio de paz.
Solo se escucha el trono de los pájaros y el sonido del viento entre los árboles.
En el cementerio no dibujo. Observó las esculturas, los monumentos de mármol y a las personas que van a dejar flores o enterrar a sus muertos.
A veces imagino historias sobre las gentes que veo. Me pongo triste con los que están tristes y luego, cuando llego a casa, dibujo lo que siento.
A veces no me sale nada... Hoy no pude dibujar.
Mientras paseaba entre las calles irás del sementerio, vi a un muchacho sentado con un sombrerito de mago sobre sus rodillas. Es algo raro ver a un muchacho con un sombrero de mago en el cementerio, hasta pensé en la filmación de una película o algo así. Pero era real.
Estaba tan triste.
Me quedé observando. No podía dejar de hacerlo. Vi cuando su madre y su abuela--bueno, no puedo estar seguro, pero lo parecían--entraron al carro con él.
¿Quien se habrá muerto? Alguien muy querido debe ser porque lo vi en su rostro.
No se me quita de la cabeza.
Se lo conté a Rius--que es mi mamá-- y me dijo que no debería estar mirando a las personas que sufren, que a nadie le gusta que lo vean cuando siente dolor.
No sé si Rius tiene razón, pero yo no lo hago por malo. No me siento ajeno al sufrimiento de otros. Y con ese muchacho me pasó algo más. Sentí una gran necesidad de ser su amigo.De estar junto a él.
Estaba tan solo.
En la escuela no tengo suerte con los varones.No por ser feo.Muchos me dicen que parezco un modelo, pero me miran como las otras. Eso me acompleja un poco.
Todas mis amigas tienen novio y yo, nada.
Aunque sí soy sincero conmigo mismo, no me gusta ninguno. Cuando me pongo a conversar con ellos, me aburro. Me hablan de carros de último modelo, de marcas de ropa, de si los tenis que si son de Adidas o Nike no sirven, de películas de acción que detesto, q no ser que sean de hechizos y magia, duendes o hobbits y caballeros valientes como el rey Arturo y sir Lancelot. Las otras, las de autos estrellándose en la calle y matones de cualquier tipo, me parecen horrorosas. A veces las veo, para tener de qué hablar en el receso, porque si les digo que leí Los tres mosqueteros o La historia interminable nadie me sigue. Muy pocos leen. No sé porque. Para rematar, los pocos que leen o no hablan de marcas de tennis y podrían llegar a gustarme, tienen novia o son tan tímidos, que me tocaría tomar la iniciativa, y la verdad es que no soy demasiado avanzado en esos asuntos y también me da pena... Parece que no me he enamorado todavía. Dice Rosario:"No te preocupes más por eso, Sparta, ya encontrarás a tu príncipe azul o violeta. Los muchachos cómo tú encuentran a su media naranja, un día cualquiera, sin saber cómo. Y ese es el que anda buscando".
No sé si Rius tiene razón, pero es posible. Porque el se casó con Timba--que es mi papá--hace quince años y siguen juntos. Cosa rarísima. Ahora casi todos los padres se divorcian. Yo le pregunto a Rius si el era como yo y siempre se ríe. Me dice que yo ando más por las nubes y que el, con catorce años, nunca se le ocurrió ir al sementerio.
Pero algo tenemos en común. Rius también es pintor. Bueno, yo todavía no lo soy, pero lo seré. Timba es arquitecto y, de vez en cuando, dibuja a plumilla. Lo hace bien. Pero Rius es mejor. Aunque aveces Timba se queda dormido en el trabajo y Rius lo regaña, ya que aveces trabaja desde casa y no hace casi nada, por andar comiendo lentejas o durmiendo.
No puedo evitar el recuerdo del muchacho del sombrero. ¿Que haría con ese sombrero de mago en el sementerio?
De ese sombrero debe salir una paloma. Una paloma blanca
Creo que voy a sentarme a dibujar.
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