Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

El Heredero de Slytherin (3/3)

           Así era. Remendado, deshilachado y sucio, el sombrero yacía inmóvil a los pies de Harry.

Ryddle volvió a reír. Rió tan fuerte que su risa se multiplicó en la oscura
cámara, como si estuvieran riendo diez Ryddles al mismo tiempo.

—¡Eso es lo que Dumbledore envía a su defensor: un pájaro cantor y un
sombrero viejo! ¿Te sientes más seguro, Harry Potter? ¿Te sientes a salvo?

Harry no respondió. No veía la utilidad de Fawkes ni del viejo sombrero, pero ya no se sentía solo, y aguardó con creciente valor a que Ryddle dejara de reír.

—A lo que íbamos, Harry —dijo Ryddle, sonriendo todavía con ganas—.
En dos ocasiones, en tu pasado, en mi futuro, nos hemos encontrado. Han sido dos ocasiones en que no he logrado matarte. ¿Cómo sobreviviste? Cuéntamelo
todo. Cuanto más hables —añadió con voz suave—, más tardarás en morir.

Harry pensó deprisa, sopesando sus posibilidades. Ryddle tenía la varita;
él tenía a Fawkes y el Sombrero Seleccionador, que no resultarían de gran
utilidad en un duelo. No prometían mucho, la verdad. Pero cuanto más tiempo
permaneciera Ryddle allí, menos vida le quedaría a Ginny...

Harry percibió algo
de pronto: en el tiempo que llevaban en la cámara, los contornos de la imagen de Ryddle se habían vuelto más claros, más corpóreos. Si Ryddle y él tenían que luchar, mejor que fuera pronto.

—Nadie sabe por qué perdiste tus poderes al atacarme —dijo bruscamente Harry—. Yo tampoco. Pero sé por qué no pudiste matarme: porque mi madre murió para salvarme. Mi vulgar madre de origen muggle —añadió, temblando de rabia—; ella evitó que me mataras. Y yo te he visto de verdad, te vi el año pasado. Eres una ruina. Apenas estás vivo. A esto te ha llevado todo tu poder.
Te ocultas. ¡Eres horrible, inmundo!

Ryddle tenía el rostro contorsionado. Forzó una horrible sonrisa.

—O sea que tu madre murió para salvarte. Sí, ése es un potente contrahechizo. Tenía curiosidad, ¿sabes? Porque existe una extraña afinidad
entre nosotros, Harry Potter. Incluso tú lo habrás notado. Los dos somos de sangre mezclada, los dos huérfanos, los dos criados por muggles. Tal vez somos los dos únicos hablantes de pársel que ha habido en Hogwarts después de Slytherin. Incluso nos parecemos físicamente... Pero, después de todo, sólo
fue suerte lo que te salvó de mí. Eso es lo que quería saber.

Harry permaneció quieto, tenso, aguardando que Ryddle levantara su
varita. Pero Ryddle se limitaba a exagerar más su sonrisa contrahecha. Detrás de Ryddle, estaba Lyra levantada. Con una bolsa de algo y metiéndose trocitos de lo que parecía flan a la boca. Harry se preguntó por qué.

—Ahora, Harry, voy a darte una pequeña lección. Enfrentemos los poderes
de lord Voldemort, heredero de Salazar Slytherin, contra el famoso Harry Potter, que tiene de su parte las mejores armas de Dumbledore.
Ryddle dirigió una mirada socarrona a Fawkes y al Sombrero Seleccionador, y luego anduvo unos pasos en dirección opuesta. Harry,
notando que el miedo se le extendía por las entumecidas piernas, vio que Ryddle se detenía entre las altas columnas y dirigía la mirada al rostro de Slytherin, que se elevaba sobre él en la oscuridad. Ryddle abrió la boca y silbó... pero Harry comprendió lo que decía.

—Háblame, Slytherin, el más grande de los Cuatro de Hogwarts.

Harry se volvió hacia la estatua. Fawkes se balanceaba sobre su hombro.

El gigantesco rostro de piedra de la estatua de Slytherin se movió y Harry
vio, horrorizado, que abría la boca, más y más, hasta convertirla en un gran
agujero.

Algo se movía dentro de la boca de la estatua. Algo que salía de su interior.

Harry retrocedió hasta dar de espaldas contra la pared de la cámara y
cerró fuertemente los ojos.

Sintió que el ala de Fawkes le rozaba el rostro al emprender el vuelo. Harry quiso gritar: «¡No me dejes!» Pero ¿de qué le podía
valer un fénix contra el rey de las serpientes?

Una gran mole golpeó contra el suelo de piedra de la cámara, y Harry notó
que toda la estancia temblaba. Sabía lo que estaba ocurriendo, podía sentirlo, podía ver sin abrir los ojos la gran serpiente desenroscándose de la boca de Slytherin. Entonces oyó una voz silbante.

—Mátalo.

El basilisco se movía hacia Harry, éste podía oír su pesado cuerpo deslizándose lentamente por el polvoriento suelo. Con los ojos cerrados, Harry
comenzó a moverse a ciegas hacia un lado, palpando con las manos el camino. Ryddle reía...

Harry tropezó. Cayó contra la piedra y notó el sabor de la sangre. La serpiente se encontraba a un metro escaso de él, y Harry la oía acercarse.

De repente oyó un ruido fuerte, como un estallido, justo encima de él, y
algo pesado lo golpeó con tanta fuerza que lo tiró contra el muro. Esperando
que la serpiente le hincara los colmillos, oyó más silbidos enloquecidos y algo
que azotaba las columnas.
No pudo evitarlo. Abrió los ojos lo suficiente para vislumbrar qué sucedía.
La serpiente, de un verde brillante y gruesa como el tronco de un roble, se
había alzado en el aire y su gran cabeza roma zigzagueaba como borracha entre las columnas.

Temblando, Harry se preparó a cerrar los ojos en cuanto el monstruo hiciera ademán de volverse, y entonces vio qué era lo que había enloquecido a la serpiente.

Fawkes planeaba alrededor de su cabeza, y el basilisco le lanzaba furiosos mordiscos con sus colmillos largos y afilados como sables.

Entonces Fawkes descendió.

Su largo pico de oro se hundió en la carne del monstruo y un chorro de sangre negruzca salpicó el suelo. La cola de la
serpiente golpeaba muy cerca de Harry, y antes de que pudiera cerrar los párpados, el basilisco se volvió. Harry miró de frente a su cabeza y se dio cuenta
de que el fénix lo había picado en los ojos, aquellos grandes y prominentes
ojos amarillos. La sangre resbalaba hasta el suelo y la serpiente escupía agonizando.

—¡No! —oyó Harry gritar a Ryddle—. ¡Deja al pájaro! ¡Deja al pájaro! ¡El
chico está detrás de ti! ¡Puedes olerlo! ¡Mátalo!

La serpiente ciega se balanceaba desorientada, herida de muerte. Fawkes
describía círculos alrededor de su cabeza, silbando su inquietante canción,
picando aquí y allá en el morro lleno de escamas del basilisco, mientras
brotaba la sangre de sus ojos heridos.

—¡Ayuda, ayuda! —pedía Harry enloquecido—. ¡Que alguien me ayude!

La cola de la serpiente volvió a golpear contra el suelo. Harry se agachó.

Un objeto blando le golpeó en la cara.

El basilisco había lanzado en su furia el Sombrero Seleccionador sobre
Harry, y éste lo cogió. Era cuanto le quedaba, su última oportunidad. Se lo caló
en la cabeza y se echó al suelo antes de que la serpiente sacudiera la cola de nuevo.

—Ayúdame..., ayúdame... —pensó Harry, apretando los ojos bajo el sombrero—, ¡ayúdame, por favor!

No hubo una voz que le respondiera. En su lugar, el sombrero encogió,
como si una mano invisible lo estrujara.
Algo muy duro y pesado golpeó a Harry en lo alto de la cabeza, dejándolo
casi sin sentido. Viendo todavía parpadear estrellas en los ojos, cogió el
sombrero para quitárselo y notó que debajo había algo largo y duro.

Se trataba de una espada plateada y brillante, con la empuñadura llena de
fulgurantes rubíes del tamaño de huevos.

—¡Mata al chico! ¡Deja al pájaro! ¡El chico está detrás de ti! Olfatea...¡Huélelo!
Harry empuñó la espada, dispuesto a defenderse. El basilisco bajó la cabeza, retorció el cuerpo, golpeando contra las columnas, y se volvió para enfrentarse a Harry. Pudo verle las cuencas de los ojos llenas de sangre, y la boca que se abría. Una boca lo bastante grande para tragarlo entero, bordeada
de colmillos tan largos como su espada, delgados, brillantes, venenosos...

La bestia arremetió a ciegas. Harry, al esquivarla, dio contra la pared de la
cámara. El monstruo arremetió de nuevo, y su lengua bífida azotó un costado de Harry. Entonces levantó la espada con ambas manos.

El basilisco atacó de nuevo, pero esta vez fue directo a Harry, que hincó la espada con todas sus fuerzas, hundiéndola hasta la empuñadura en el velo del
paladar de la serpiente.
Pero mientras la cálida sangre le empapaba los brazos, sintió un agudo
dolor encima del codo. Un colmillo largo y venenoso se le estaba hundiendo
más y más en el brazo, y se partió cuando el monstruo volvió la cabeza a un
lado y con un estremecimiento se desplomó en el suelo.
Harry; apoyado en la pared, se dejó resbalar hasta quedar sentado en el suelo. Agarró el colmillo envenenado y se lo arrancó. Pero sabía que ya era demasiado tarde. El veneno había penetrado. La herida le producía un dolor
candente que se le extendía lenta pero regularmente por todo el cuerpo. Al extraer el colmillo y ver su propia sangre que le empapaba la túnica, se le nubló la vista. La cámara se disolvió en un remolino de colores apagados.

Una mancha roja pasó a su lado y Harry oyó un ruido de garras.

—Fawkes —dijo con dificultad—. Eres estupendo, Fawkes... —Sintió que
el pájaro posaba su hermosa cabeza en el brazo, donde la serpiente lo había
herido.

Oyó unos pasos que resonaban en la cámara, y luego vio una negra
sombra delante de él.

—Estás muerto, Harry Potter —dijo sobre él la voz de Ryddle—. Muerto.
Hasta el pájaro de Dumbledore lo sabe. ¿Ves lo que hace, Potter? Está
llorando.

Harry parpadeó. Sólo un instante vio con claridad la cabeza de Fawkes.

Por las brillantes plumas le corrían unas lágrimas gruesas como perlas.

—Me voy a sentar aquí a esperar que mueras, Harry Potter. Tómate todo
el tiempo que quieras. No tengo prisa.

Harry cayó en un profundo sopor. Todo le daba vueltas.

—Éste es el fin del famoso Harry Potter —dijo la voz distante de Ryddle—.
Solo en la Cámara de los Secretos, abandonado por sus amigos, derrotado al
fin por el Señor Tenebroso al que él tan imprudentemente se enfrentó. Volverás
con tu querida madre sangre sucia, Harry... Ella compró con su vida doce años
de tiempo para ti... pero al final te ha vencido lord Voldemort. Sabías que
sucedería. Si aquello era morirse, pensó Harry, no era tan desagradable. Incluso el
dolor se iba...Pero ¿de verdad era aquello la muerte? En lugar de oscurecerse, la
cámara se volvía más clara.

Harry movió un poco la cabeza, y allí estaba
Fawkes, apoyándole todavía la suya en el brazo. Un charquito de lágrimas
brillaba en torno a la herida... Sólo que ya no había herida. Lyra estaba a su lado, sujetandolo y gritándole a Ryddle.

—Márchate, pájaro —dijo de pronto la voz de Ryddle—. Sepárate de él. ¡He dicho que te vayas!

Harry levantó la cabeza. Ryddle apuntaba a Fawkes con la varita de Harry
Sonó como un disparo y Fawkes emprendió el vuelo en un remolino de rojo y
oro.

—Lágrimas de fénix... —dijo Ryddle en voz baja, contemplando el brazo de
Harry—. Naturalmente... Poderes curativos..., me había olvidado.... —miró a
Harry a la cara—. Pero igual da. De hecho, lo prefiero así. Solos tú y yo, Harry
Potter..., tú y yo...

Levantó la varita.
Entonces, con un batir de alas, Fawkes pasó de nuevo por encima de sus cabezas y dejó caer algo en el regazo de Harry: el diario.

Lo miraron los dos durante una fracción de segundo, Ryddle con la varita
levantada. Luego, sin pensar, sin meditar, como si todo aquel tiempo hubiera
esperado para hacerlo, Harry cogió el colmillo de basilisco del suelo y lo clavó en el cuaderno.

Se oyó un grito largo, horrible, desgarrado. La tinta salió a chorros del
diario, vertiéndose sobre las manos de Harry e inundando el suelo. Ryddle se
retorcía, gritando, y entonces...

Desapareció. Se oyó caer al suelo la varita de Harry y luego se hizo el
silencio, sólo roto por el goteo de la tinta que aún manaba del diario. El veneno del basilisco había abierto un agujero incandescente en el cuaderno.

Harry se levantó temblando. La cabeza le daba vueltas, como si hubiera
recorrido kilómetros con los polvos flu. Recogió la varita y el sombrero y, de un
fuerte tirón, extrajo la brillante espada del paladar del basilisco.

Le llegó un débil gemido del fondo de la cámara. Ginny se movía. Mientras Harry corría hacia ella, la muchacha se sentó, y sus ojos desconcertados pasaron del inmenso cuerpo del basilisco a Harry, con la túnica empapada de sangre, y luego al cuaderno que éste llevaba en la mano. Profirió un grito estremecido y se echó a llorar.

—Harry..., ah, Harry, intenté decíroslo en el desayuno, pero delante de
Percy no fui capaz. Era yo, Harry, pero te juro que no quería... Ryddle me
obligaba a hacerlo, se apoderó de mí y... ¿cómo lo has matado? ¿Dónde está
Ryddle? Lo último que recuerdo es que salió del diario.

—Ha terminado todo bien —dijo Harry, cogiendo el diario para enseñarle a
Ginny el agujero hecho por el colmillo—. Ryddle ya no existe. ¡Mira! Ni él ni el
basilisco. Vamos, Ginny, salgamos...

—¡Me van a expulsar! —se lamentó Ginny, incorporándose torpemente con la ayuda de Harry—. Siempre quise estudiar en Hogwarts, desde que vino Bill, y ahora tendré que irme y.. ¿qué pensarán mis padres?

Lyra miró a Ginny.

—Oh Lyra, Lyra perdóname.—sollozó

La rubia le acarició el cabello y la abrazó.

—Si te expulsan yo misma me encargaré de conseguir una plaza en Beaxbatons para tí—Aseguró Lyra—O mejor. Qué te readmitan en Hogwarts

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro