Capítulo 7
El primer grupo de jóvenes lobos —todos de alrededor de 15 años— ya estaba ahí. Eran cachorros llenos de energía y preguntas, ansiosos por demostrar su valía. Había un joven lobo llamado Caden, un líder nato, pero muy joven siempre bromista pero con una mirada decidida. Liam, por su parte, era más reservado, un observador atento, mientras que Dante, el más impulsivo, siempre estaba en problemas por actuar antes de pensar.
—¡Escuchen! Hoy les enseñaré cómo atacar de forma efectiva y letal, como lo hizo Jasper cuando nos entrenó para aquella batalla hace años —dijo Embry, proyectando una autoridad tranquila mientras se transformaba en su forma lobuna, su imponente figura de pelaje gris oscuro brillando bajo el sol filtrado entre los árboles.
Lynxin observaba todo desde una pequeña colina, sus ojos fijos en Embry mientras él daba indicaciones a los jóvenes. Había algo en la forma en que su compañero se movía, la gracia y precisión con la que atacaba los maniquíes, que la dejaba fascinada. Aulló emocionada, no pudiendo contener su admiración. Para Lynxin, Embry no solo era su compañero, era un guerrero impresionante, y la forma en que se movía le provocaba una mezcla de orgullo y emoción.
«¡Quiero intentarlo también!», dijo telepáticamente, casi saltando del entusiasmo.
Embry se detuvo, sintiendo una pequeña ola de preocupación. Sabía que Lynxin era hija de Paul, lo cual significaba que la loba tenía su propia determinación salvaje e imponente, pero temía que pudiera lastimarse al ser tan pequeña en comparación con los jóvenes lobos.
—No estoy seguro de que sea buena idea... —comenzó a decir, pero antes de que pudiera detenerla, Lynxin ya había saltado al área de entrenamiento.
Con un rugido agudo y vibrante, Lynxin se lanzó hacia uno de los maniquíes, sus colmillos brillando bajo la luz. Su destreza era impresionante para su tamaño, y aunque no alcanzaba la altura y fuerza de los lobos adultos, su agilidad era incomparable. Embry observaba, nervioso pero impresionado. Ella no era solo la hija de Paul, era una luchadora en sí misma.
A pesar de su nerviosismo, Embry sintió una sonrisa formarse en su rostro. "¿Será igual de rebelde y encantadora que su padre?" pensó para sí mismo. Apenas había terminado de pensar eso cuando algo lo hizo fruncir el ceño.
Uno de los jóvenes lobos, Caden, junto con otros dos cachorros, Rory y Finn, empezaron a acercarse demasiado a Lynxin. Al ser la única loba de su tamaño, parecía que despertaba demasiada curiosidad en ellos. Los cachorros olfateaban el aire alrededor de ella, acercándose con cautela pero llenos de preguntas.
«¿Quién es? ¿Por qué no la hemos visto antes?», preguntaron entre ellos, aunque Lynxin no podía entenderlos. Al ver la cantidad de lobos amontonándose a su alrededor, su instinto protector se activó. Sus colmillos brillaron como advertencia y sus garras se desplegaron, lista para defender su espacio.
Embry intervino rápidamente, corriendo hacia ellos y situándose entre Lynxin y los jóvenes lobos, que aún no entendían la situación.
—¡Alto! Ella no puede entender lo que dicen —les explicó, tomando el control de la situación—. Si quieren preguntarle algo, díganmelo a mí, y yo se lo comunicaré.
Los cachorros retrocedieron un poco, sorprendidos por la reacción de Lynxin y el tono firme de Embry. Aún así, Caden no pudo evitar sonreír con una mezcla de respeto y desafío.
«Está bien, hermano, pero parece que esta pequeña es igual de feroz que tú. ¡Y eso me gusta!»bromeó, a lo que Embry rodó los ojos, sabiendo que tener a Lynxin cerca significaba enfrentarse no solo a sus propios miedos, sino también a la curiosidad implacable de los más jóvenes.
El entrenamiento con los jóvenes lobos de la manada había concluido. Embry, en su forma de lobo, observaba a los cachorros agotados pero satisfechos tras un largo día de ejercicios. Habían trabajado en equipo para derribar maniquíes que simulaban vampiros, utilizando las tácticas de caza que alguna vez Jasper les enseñó. Los jóvenes lobos, Caden, Finn, Liam y Rory, todos de 15 años, habían mejorado notablemente en su coordinación, aunque todavía les faltaba mucho por aprender.
Embry les daba instrucciones con calma, enseñándoles cómo usar su fuerza de manera eficiente.
«Recuerden, no se trata solo de atacar rápido, sino de encontrar el punto débil y aprovecharlo»les dijo con voz firme.
Los chicos lo miraban con admiración, pero también con la picardía de la juventud. Finn, el más bromista, le lanzó una sonrisa descarada.
«Seguro que tú lo haces parecer fácil porque tienes práctica con vampiros de verdad»dijo con una risita, ganándose un golpe del hocico de Caden.
Embry solo rodó los ojos, acostumbrado a sus comentarios. Sabía que los cachorros veían las peleas con vampiros como algo emocionante, cuando en realidad eran brutales y letales. No obstante, les dejaba bromear; era parte del aprendizaje.
Lynxin, que había estado observando desde la sombra de un árbol tras no estar acostumbrada a estar rodeada de ese tipo de personas ni lobos mas enormes que sus hermanos, y era una sensación muy diferente de estar con su padre que compartía la igualdad de tamaño con ellos, de pronto, caminaba curiosa hacia el centro del campo de entrenamiento, su andar grácil y salvaje capturando la atención de los jóvenes lobos. Con su pelaje rojizo y blanco, y esos ojos negros como la noche, parecía una reina del bosque, completamente ajena a las tensiones de los humanos.
Embry la notó de inmediato, sus ojos siguiéndola con una mezcla de fascinación y preocupación. Desde que la había conocido, siempre había sentido esa extraña mezcla de emociones, una conexión profunda con ella, pero también una sensación de responsabilidad abrumadora. Ahora, al verla acercarse al campo de entrenamiento, supo que quería participar.
Lynxin se acercó a Embry y, con una mirada decidida, soltó un aullido agudo, como si pidiera permiso para unirse a los ejercicios. Embry sonrió incómodo, sabiendo que el carácter salvaje e imponente de su compañera no le permitiría quedarse de lado por mucho tiempo.
—¿Quieres intentarlo también, eh? —le dijo en voz baja, sabiendo que Lynxin no podía responderle con palabras, pero que entendía perfectamente sus gestos y tonos.
Aulló una vez más, impaciente por comenzar.
Los jóvenes lobos la miraban con admiración y curiosidad, pero pronto esa curiosidad se tornó en algo más. Finn, uno de los más impulsivos, se acercó un poco más, olfateando el aire con interés.
«¿Quién es ella para ti? No es de la manada»preguntó con su característica torpeza.
Embry rápidamente se puso tenso al notar cómo Finn junto con otros lobos, empezaban a acercarse demasiado a Lynxin, olfateándola y mostrándose demasiado curiosos para el gusto de ella. Lynxin, al sentir que invadían su espacio, mostró los colmillos en advertencia, emitiendo un gruñido bajo que hacía eco en el aire.
Embry intervino de inmediato, poniéndose entre Lynxin y los jóvenes.
—¡Alto! —gruñó, transformándose de nuevo en lobo para dejar clara su autoridad. Todos se detuvieron en seco, sorprendidos por la intensidad en su voz.
«Ella no entiende sus preguntas, es mi impronta»explicó, «Si quieren saber algo, pregúntenme a mí, y yo se lo comunicaré a ella.»
Los chicos se miraron entre sí, un poco avergonzados por su reacción. Finalmente, Finn dio un paso atrás, pidiendo disculpas.
«Recuerden siempre mantener la cabeza fría en combate. No es solo atacar rápido, sino atacar con precisión »les dijo Embry, su voz resonando en el claro del bosque. Los lobos más jóvenes lo miraban con admiración y algo de agotamiento, asimilando sus palabras.
Lynxin, mientras tanto, observaba desde las sombras con curiosidad, para no volver a sentirse en centro de atención en el entrenamiento. Siempre estaba cerca de Embry, nunca alejándose mucho. Aunque no participaba directamente en los entrenamientos de la manada, no dejaba de mostrar interés en lo que hacían los lobos. Su naturaleza salvaje se manifestaba en la forma en que miraba los movimientos de Embry y los otros lobos, como si evaluara sus habilidades y comparara sus tácticas de caza con las suyas.
Embry notó la mirada intensa de Lynxin cuando dio por finalizado el entrenamiento. Inquieta, Lynxin no pudo evitar nuevamente acercarse a curiosear.
Finn, se acercó un poco más de lo que Lynxin consideraba aceptable, nuevamente como si no hubiera sido clara la primera advertencia. La loba mostró los colmillos en advertencia, un gruñido bajo resonando en su pecho.
Embry, sintió de inmediato el malestar de Lynxin en su mente.
«Estos lobos no saben mantener distancia», la voz telepática de Lynxin resonó clara y firme en la mente de Embry, transmitiendo su irritación.
Embry sonrió ligeramente, aunque con nervios, mientras se transformaba de nuevo en su forma humana.
«Tranquila, Lynxin»le respondió tratando de mantener la compostura«No están acostumbrados a tener una loba como tú cerca»
Dirigiéndose a los jóvenes lobos, Embry aclaró la situación con un tono serio pero calmado.
«Repito por última vez, Ella no los entiende como yo. Si quieren preguntarle algo, háganlo a través de mí. No puede escuchar lo que piensan. Es la última vez que te lo advierto Finn»explicó, siendo directo.
Los lobos retrocedieron de inmediato, con una mezcla de respeto y nerviosismo, Embry sintió el alivio de Lynxin en su mente. A pesar de que ella era feroz e imponente, el respeto por su espacio era algo que consideraba esencial.
Con el entrenamiento terminado y los jóvenes lobos marchándose, la noche comenzó a caer rápidamente sobre el bosque. Embry y Lynxin, ahora que tenían algo de tiempo para ellos, decidieron dar un paseo en la forma que más los conectaba: como lobos.
Embry con su gran cuerpo lobuno alineándose al lado de Lynxin, y juntos corrieron por el bosque bajo la luz de la luna. El aire fresco y el sonido de las hojas bajo sus patas los hacía sentir en casa, parte del entorno. Lynxin, más acostumbrada a la vida salvaje, guiaba el camino con una precisión instintiva, mientras Embry intentaba mantenerse a su ritmo, disfrutando del silencio cómplice que solo ellos compartían.
Embry y Lynxin, ahora con la energía renovada, se adentraron juntos en el bosque. Embry en su forma de lobo, corriendo a la par de su compañera. Los árboles se cerraban a su alrededor mientras el fresco aire nocturno llenaba sus pulmones. Lynxin se veía radiante bajo la luz de la luna, como una criatura puramente salvaje, un espíritu indomable.
Después de un rato, llegaron al claro donde la "Manada de la Luna", la familia de Paul y Amore, se había reunido para dormir. Los lobos estaban disfrutando de una gran presa, desgarrando la carne con facilidad, mientras Paul, en su forma lobuna, levantaba la cabeza al verlos acercarse. Les dio un saludo con un leve gruñido amistoso, invitando a Embry a unirse a la comida.
Embry se acercó algo vacilante. No era común para él comer carne cruda, pero decidió no rechazar la oferta de Paul. Sin embargo, antes de que pudiera dar un mordisco, Lynxin lo miró con determinación.
«Yo debo cazar mi propia comida», comunicó telepáticamente a Embry, quien se quedó algo sorprendido pero respetó sus costumbres.
Juntos, emprendieron la tarea de cazar su propia presa. Embry, en su forma lobuna, se daba cuenta rápidamente de lo inexperto que era comparado con Lynxin. Mientras ella se movía con una gracia y precisión impecables, él tropezaba con ramas y hacía ruido. En cuestión de minutos, Lynxin ya había localizado un venado y lo había acorralado con astucia. Embry se detuvo, impresionado por su habilidad.
Lynxin atacó sin titubeos, derribando a la presa y dejándola lista para comer.
Embry, aunque en su forma de lobo, se daba cuenta de lo torpe que era comparado con Lynxin cuando se trataba de cazar de verdad. Ella se movía con una gracia natural, casi flotando sobre las hojas del bosque mientras identificaba a su presa. En cuestión de minutos, había localizado un venado y lo acorraló con una precisión sorprendente. Embry, por otro lado, se sentía torpe, haciendo más ruido del necesario y fallando al intentar seguir su ritmo.
Lynxin le lanzó una mirada divertida, pero paciente.
«No te preocupes, ya aprenderás. Mira y observa», le dijo telepáticamente, guiándolo mientras se acercaba silenciosamente al venado. Embry intentó imitar sus movimientos, aunque con más torpeza.
En un abrir y cerrar de ojos, Lynxin se lanzó sobre el venado, derribándolo con una eficacia que dejó a Embry impresionado. No solo era rápida, sino precisa y letal. Él, en cambio, solo se quedó observando, sin saber por dónde empezar.
Lynxin se acercó a Embry, mostrándole cómo y dónde debía morder para desgarrar la carne de manera eficiente.
«Aquí, en los costados. Es donde la carne es más suave y sabrosa», le indicó, su tono mostrando una mezcla de paciencia y orgullo.
Embry siguió sus indicaciones, mordiéndole el costado al venado con algo de vacilación, mientras ella le observaba satisfecha. No estaba acostumbrado a comer carne cruda, pero la compañía de Lynxin hacía que todo se sintiera más natural. A medida que iba comiendo, sentía que estaba entrando en un mundo nuevo, el mundo salvaje de su compañera.
La conexión entre ellos se profundizaba con cada momento compartido, cada lección que Lynxin le enseñaba de su vida salvaje. Aunque él era un lobo acostumbrado a alternar entre lo humano y lo animal, sabía que Lynxin vivía en un estado mucho más primitivo, un mundo que apenas comenzaba a comprender. Pero mientras devoraban juntos la presa que ella había cazado, Embry se dio cuenta de que estaba aprendiendo más de lo que jamás había esperado.
Y, por primera vez, se permitió disfrutar de esa conexión, sin preocuparse por lo diferente que eran sus mundos.
Embry Call nunca imaginó que terminaría cazando un venado en el corazón del bosque, bajo la luna llena, guiado por una loba salvaje que ahora era su compañera para toda la vida. A pesar de los años de ser parte de la manada y de entrenar con los suyos, había algo en esa experiencia con Lynxin que lo sacaba de su zona de confort de una forma que jamás había anticipado.
Al principio, la idea de cazar su propia comida le resultaba casi absurda. Había vivido la mayor parte de su vida comiendo carne cocinada, humana, y nunca se había considerado un experto en supervivencia salvaje, aunque su capacidad de transformarse en un lobo poderoso sugiriera lo contrario. Y ahora, aquí estaba, observando a Lynxin con asombro mientras ella cazaba con una precisión instintiva. Ya era el segundo venado, su pequeña loba tenía mucha hambre.
«Nunca pensé que cazaría como tú», transmitió Embry a Lynxin, su tono de voz interna cargado de honestidad y un poco de nerviosismo.
Lynxin lo miró por un momento, sus ojos brillando bajo la tenue luz de la luna. Su comunicación siempre era directa, clara y, en cierto modo, reconfortante.
«Solo sigue mis movimientos. Tienes la fuerza, solo necesitas aprender a usarla», le respondió ella con paciencia, moviéndose con la gracia y la destreza que sólo alguien criado en la naturaleza podía tener.
Embry intentó imitarla mientras observaba cómo ella acechaba al venado, pero todo le resultaba demasiado nuevo. Su propio cuerpo, aunque fuerte y rápido en combate, no parecía adaptarse a la caza con la misma naturalidad que Lynxin. Mientras ella se deslizaba con una precisión letal, él hacía ruido, sus pasos se sentían torpes y pesados, y aunque intentaba mantener la calma, se notaba claramente que esto no era lo suyo.
Cuando Lynxin derribó al venado en un abrir y cerrar de ojos, Embry se detuvo en seco, observando con una mezcla de asombro y frustración. Él no había participado en la caza, apenas había intentado acercarse.
Lynxin le lanzó una mirada comprensiva, pero llena de confianza.
«Estás aprendiendo. No te preocupes. La caza es parte de mi naturaleza, pero no es tu forma habitual de ser. No tienes que ser como yo, solo necesitas adaptarte a este momento».
Embry se sintió algo avergonzado, pero no podía negar lo mucho que le fascinaba ver a Lynxin en acción. Era algo más que una loba salvaje; era una maestra en un mundo que él aún no entendía del todo. Se acercó a la presa, y aunque todo en él gritaba que esto no era lo que estaba acostumbrado, decidió intentarlo. Lynxin le mostró cómo desgarrar la carne en los lugares correctos, y Embry hizo su mejor esfuerzo por seguir sus instrucciones.
El sabor de la carne cruda era fuerte, y aunque su estómago protestaba, se obligó a continuar. Mientras devoraba la presa junto a Lynxin, sintió que no solo estaba alimentándose, sino que estaba conectando con una parte más profunda de sí mismo, una parte que hasta ese momento había ignorado.
Lynxin, siempre perceptiva, sintió la incomodidad de Embry y se acercó a él, rozando su cabeza contra su costado en un gesto de apoyo.
«Lo estás haciendo bien», le dijo, su tono de voz mental era suave y reconfortante.
Embry sonrió para sí mismo. Sabía que aún tenía mucho que aprender, y que este mundo, el mundo de Lynxin, era completamente nuevo para él. Sin embargo, no podía evitar sentirse agradecido por la oportunidad de verlo a través de sus ojos, de experimentar algo que nunca hubiera considerado si no fuera por ella.
Mientras la noche avanzaba y el bosque se llenaba de los sonidos de la naturaleza, Embry se dio cuenta de que estar con Lynxin significaba mucho más que compartir una vida juntos. Significaba aceptar lo salvaje, lo desconocido, y aprender a adaptarse a un nuevo tipo de realidad.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro