Capítulo 5
Embry Call se despertó con una sensación extraña en el estómago. Abrió los ojos lentamente, recordando el tumulto de emociones de la noche anterior. Se estiró en la cama, tratando de despejar la mente, pero la imagen de la loba salvaje se mantenía vívida.
Con un suspiro, se levantó y comenzó a bajar las escaleras de su casa. La madera crujía bajo sus pies, un sonido familiar que lo reconfortaba. Mientras descendía, el aroma del café recién hecho y los panqueques llenaba el aire, dándole la bienvenida a un nuevo día.
Al llegar a la planta baja, vio a su madre en la cocina, girada hacia la estufa, concentrada en preparar el desayuno. Embry se detuvo un momento, observándola. Sabía que siempre sería su apoyo incondicional, pero esta vez, la preocupación lo invadía.
—Buenos días, cariño —saludó su madre, sonriendo al girarse—. ¿Descansaste bien?
—Más o menos —respondió Embry, un poco nervioso—. Creo que tengo muchas cosas en la cabeza.
—¿Te refieres a lo de anoche? —preguntó, su tono suave pero inquisitivo.
Embry asintió, sintiendo el peso de la situación aún presente. Justo en ese momento, escuchó un toque en la puerta. Era Billy Black, su figura imponente llenando el umbral.
—Buenos días, muchacho. Me imagino que habrás trasnochado por lo sucedido anoche —dijo Billy, con un aire de autoridad que al mismo tiempo le daba calma.
Embry tragó saliva, sintiendo que el momento había llegado. Billy continuó:
—He venido para aclarar algunas cosas con tu madre y calmar tus ansias también.
La madre de Embry se acercó, dejando de lado la cocina. Sus ojos reflejaban tanto preocupación como orgullo.
—¿Qué significa esto, Billy? —preguntó, su voz firme.
Billy se tomó un momento antes de responder.
—Tu hijo ha sido elegido como el siguiente guardián de la prosperidad para las tierras Quiluete. La Leyenda Kattüpraimar es cuando un lobo Quileute se imprima en descendientes de la Madre Luna, o sea, en lobos salvajes con rasgos mentales lógicos y razonables, como los de un humano, sin serlo corporalmente. Pueden tener una conexión comunicativa telepática entre Alfas de manadas de tribus con el gen lobuno activo, o solo conectores indirectos-directos con la Alfa de la manada de lobos salvajes.
Embry sintió que su corazón se aceleraba. Las palabras resonaban en su mente: "próximo guardián". ¿Realmente estaba listo para esto?
—Yo... no sé si estoy preparado —dijo, su voz temblando—. ¿Y si le pasa algo a ella? Me siento como si la hubiera dejado sola.
Su madre lo miró con comprensión y amor.
—Emby, has sido elegido porque eres fuerte, como tu padre. Tienes en ti la protección de la tribu. La comunicación que tendrás con ella no es un peso, es un vínculo.
Billy se acercó, sus ojos profundos mirando fijamente a Embry.
—No será un cambio inmediato. Esto tomará tiempo —aseguró—. Poco a poco, aprenderás a manejarlo. No estás solo en esto.
Las palabras de Billy comenzaron a calmar la tormenta en su interior.
—¿Y si no puedo cumplir con lo que se espera de mí? —preguntó, sintiendo que la culpa se aferraba a su pecho.
—Cada paso que tomes te acercará a ella —replicó Billy—. Eres un protector, y eso significa que estarás ahí, aunque a veces te sientas inseguro. La tribu confía en ti.
Miró a su madre, quien le sonrió con orgullo. Embry sintió cómo la carga en su corazón empezaba a aligerarse. Aunque la responsabilidad era grande, sabía que tenía el apoyo de su familia y de la tribu.
—¿Qué tengo que hacer? —preguntó, decidido a enfrentar lo que viniera.
—Escuchar a tu corazón y aprender a comunicarte con ella —dijo Billy—. Este es un regalo. Aprovecha cada momento.
Embry asintió, sintiéndose más seguro. Sabía que el camino no sería fácil, pero ya no se sentía solo. Mientras su madre comenzaba a preparar el desayuno nuevamente, Embry sonrió, reconociendo que el viaje apenas comenzaba.
[...]
En tarde del día siguiente, de ese noviembre de 2016, y Embry Call(26) estaba en el taller, puliendo la estética de un auto clásico. El olor a pintura y gasolina llenaba el aire mientras trabajaba bajo la atenta mirada de Sam Uley, el ex Alfa, que ahora dirigía el taller. Hoy, solo estaban trabajando Quil Jr.(26), Jared(26), Brandy(24) y Collins(24). La mayoría de los jóvenes de la manada estaban en la escuela, y el ambiente se sentía tranquilo, aunque cargado de energía.
Embry se detuvo un momento para limpiar sus manos en un trapo. Sentía las miradas curiosas de sus amigos.
—Oye, Embry —empezó Jared, acercándose con una sonrisa traviesa—. ¿Y qué se siente imprimarse en una loba salvaje?
Embry se inclinó hacia atrás, cruzando los brazos, y soltó un suspiro. Era una pregunta que sabía que vendría.
—Es... complicado —respondió, buscando las palabras adecuadas—. Hay algo indescriptible en esa conexión. Te sientes más vivo, pero también hay un peso sobre los hombros.
Brandy, que estaba trabajando en una motocicleta cercana, no pudo evitar intervenir.
—¿No te da miedo que te ataque por instinto al peligro? Quiero decir, es un animal salvaje.
—No lo sé —dijo Embry, encogiéndose de hombros—. Confío en que la conexión que tenemos no es solo instinto. Es más profunda. Pero sí, hay un riesgo. No puedo dejar de pensar en eso.
Collins, que había estado escuchando en silencio, preguntó con curiosidad:
—¿Qué sientes con el cambio que ha tenido Paul? Ya no es igual, ¿no te parece?
Embry frunció el ceño, recordando cómo Paul había cambiado desde su impronta con Amore.
—Ha madurado —dijo finalmente—. No es el mismo chico impulsivo de antes. Se preocupa más por su familia y su manada. Eso nos afecta a todos.
Quil Jr. se acercó, su expresión seria.
—¿Cómo crees que será tu vida en el bosque? ¿Te quedarás más tiempo o te sientes sofocado sin tu impronta aquí?
Embry pensó en la pregunta un momento.
—No sé. Me gusta la idea de estar cerca de ella, pero también es difícil. Hay un mundo fuera de la reserva, y no quiero perderme lo que tengo aquí.
Jared asintió, comprendiendo su dilema.
—La manada de la Luna se quedará una semana, ¿no? Quizás eso te dé tiempo para acostumbrarte.
—Sí —respondió Embry—. No se irán al bosque todavía, pero luego volverán a su rutina salvaje.
Brandy sonrió, intentando aliviar la tensión.
—Al menos tendrás tiempo para disfrutar de su compañía. Y quién sabe, tal vez encuentres tu propio lugar en ese mundo.
Embry sonrió, sintiendo el apoyo de sus amigos. Aunque había incertidumbre en su corazón, sabía que podía contar con ellos.
—Gracias, chicos. Hablar de esto me ayuda más de lo que pensé.
Jared, con una mirada traviesa, bromeó.
—Además, siempre serás nuestro héroe salvaje.
Todos rieron, y por un momento, las preocupaciones de Embry se desvanecieron. Estaba rodeado de su familia, y eso le daba fuerza para enfrentar lo que viniera.
[...]
La noche caía sobre el bosque cuando Embry salió del taller, habiendo finalizado su jornada laboral. Se transformó en lobo, su pelaje gris oscuro destacándose en la oscuridad. La emoción y la ansiedad corrían por su cuerpo mientras corría hacia el punto de encuentro. Allí estaba Paul, su figura robusta y poderosa, con sus ojos brillando en la penumbra.
«Listo para otra noche de vigilancia, hermano?» bromeó Paul, su tono ligeramente tenso, ya que la idea de tener un yerno aún no le agradaba del todo.
Embry se movió, dejando escapar un suave aullido. «Sí, pero no puedo evitar sentirme un poco... fuera de lugar, considerando que me he imprimado en tu cachorra.»
Paul soltó un sonido de risa baja, pero había un toque de seriedad en su mirada. «Te acostumbrarás. Pero recuerda, eres un intruso en su entorno, y yo soy su padre. Debes ganarte ese lugar.»
Mientras se adentraban en el bosque, el crujir de las hojas bajo sus patas resonaba en el silencio de la noche. Los sonidos de la vida silvestre los rodeaban, creando una atmósfera casi mágica.
«¿Cómo es ser un lobo salvaje?» preguntó Embry, sintiéndose vulnerable.
Paul se detuvo, su mirada fija en la oscuridad. «Es un equilibrio constante entre el instinto y la razón. Al principio, todo es instinto; todo lo que sientes es primal. Pero con el tiempo, aprendes a dominarlo, a dejar que la mente se una al instinto. Es difícil, pero necesario.»
«¿Y cómo lo haces?»Embry se sintió más inseguro, la inquietud en su pecho palpable.
«Suelto», respondió Paul, su voz firme y clara en la mente de Embry. «Aprendí a soltar lo que no podía controlar. No es fácil, pero te hace más fuerte. Debes confiar en tu instinto y en tu mente. Ahí está la verdadera fortaleza.»
Embry reflexionó sobre sus palabras. «A veces siento que podría perder el control. Con todo lo que ha pasado... y ahora, con Lynxin.»
Paul lo miró fijamente, comprendiendo sus temores. «Es normal sentirse así. Recuerda que también has sido elegido por una razón. Eres fuerte, Embry. La conexión que tienes con ella no es solo instintiva; es un vínculo profundo que se construye con el tiempo.»
«Pero, ¿y si me equivoco?»preguntó Embry, sintiendo que el nudo en su estómago se apretaba.
«Te equivocarás. Eso es parte del aprendizaje.» Paul hizo una pausa, dejando que sus palabras resonaran en su mente. «Siempre estaré aquí para guiarte, como lo hicieron conmigo. No tienes que llevar esta carga solo.»
La conversación se detuvo mientras ambos se concentraban en los sonidos del bosque, atentos a cualquier movimiento. El silencio era reconfortante, un recordatorio de que estaban en sintonía.
«Gracias, Paul», dijo finalmente Embry, su corazón latiendo con gratitud.
«No es nada», respondió Paul. «Recuerda que la vida como lobo salvaje es un viaje. No siempre será fácil, pero tienes a tu familia y amigos para apoyarte.»
Mientras la noche se oscurecía, Embry sintió que su carga se hacía un poco más ligera. Sabía que había desafíos por delante, pero con el apoyo de Paul y la manada, se sentía listo para enfrentar lo que viniera. La vigilancia en el bosque se convirtió en un espacio seguro para compartir temores, esperanzas y el futuro que les aguardaba a ambos.
Esa noche, mientras la luna brillaba intensamente, Embry observó a su impronta, Lynxin, desde la distancia. La pequeña lobezna dormía plácidamente cerca de su madre, luciendo como toda una mimada. Sin embargo, no pudo acercarse a admirarla; su madre y los demás lobos estaban alrededor, formando un círculo protector.
Lynxin era una visión encantadora: su pelaje rojizo pardo se mezclaba con manchas blancas, y sus ojos, cerrados por el sueño, le daban un aire de inocencia. A su lado, dos lobos casi idénticos, Opal y Orion, hacían compañía a su hermana. El color de su pelaje era similar al de Paul, pero con una pequeña mancha blanca en el lado derecho de Opal y en el izquierdo de Orion, que los hacía únicos.
Más allá, otros gemelos, Tauro y Nylion, con pelaje rojizo pardo y blanco, también dormían. Tauro tenía ojos negros como la noche, mientras que Nylion poseía unos ojos bicolores: dorado y negro. Era evidente que Lynxin, al igual que su madre, tendría un destino significativo, tan importante como lo era Amore para Paul.
A medida que la calma de la noche envolvía el lugar, Paul se acercó a ellos. Con ternura, abrazó con su hocico a su impronta, disfrutando de ese momento de paz. La felicidad iluminaba su rostro mientras miraba a su familia durmiendo juntos, seguros y protegidos.
Embry, desde la distancia, sintió una mezcla de emoción y ansiedad. Sabía que tenía un papel importante en la vida de Lynxin, pero también comprendía el peso que eso conllevaba. Aun así, esa imagen de la familia unida le brindó un poco de calma.
Finalmente, después de un rato observando, se dio la vuelta y se dirigió a casa. La mente aún llena de pensamientos sobre su nueva vida, se duchó y se preparó para dormir. Pero antes de cerrar los ojos, se sintió agradecido por el destino que le aguardaba y por la familia que lo rodeaba, aunque todavía fuera un intruso en su vida. La noche era joven, y la luna seguía brillando, reflejando la esperanza y los nuevos comienzos que estaban por venir.
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