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Capítulo 2

Embry observaba a Lynxin con una mezcla de fascinación y ternura mientras la cachorra de lobo, pequeña y curiosa, devoraba con entusiasmo un trozo de carne cruda que Paul, en su imponente forma lobuna, le había entregado. Él, en cambio, sostenía una hamburguesa a medio comer, mirando a su alrededor como si aún no terminara de creer lo que estaba sucediendo. De vez en cuando, sus ojos volvían a posarse en la pequeña loba de pelaje rojizo, que parecía completamente absorta en su comida, sin apartarse de su lado.

A pesar de lo extraña que era la situación, Embry no pudo evitar sonreír. "¿Cómo es que terminé aquí?", pensó mientras daba un mordisco a su hamburguesa. Lynxin, por su parte, comía con un instinto feroz, pero de vez en cuando alzaba la cabeza y lo miraba con aquellos ojos negros llenos de curiosidad. Estaba claro que no quería alejarse de él ni un segundo.

Sin pensarlo demasiado, Embry rompió un trozo de su hamburguesa y se lo acercó a Lynxin, extendiéndolo como una especie de oferta.

—¿Quieres probar? —le dijo, sonriendo mientras movía la mano frente a ella.

Lynxin ladeó la cabeza, olisqueando el aire con evidente interés. «¿Qué es eso?», preguntó telepáticamente, sus orejas agitándose con curiosidad. Embry todavía no estaba acostumbrado a la comunicación telepática, pero se alegraba de poder entenderla.

—Es comida humana —le respondió, susurrando casi sin darse cuenta—. Está bastante buena, te va a gustar.

Lynxin se acercó, sus ojos brillando con una mezcla de duda y emoción. Con cautela, abrió la boca y mordió suavemente el trozo de hamburguesa, masticando despacio. Embry la observó, esperando una reacción, cuando de repente la voz de Amore resonó en su mente, grave y decidida.

«¡No, Lynxin!», la loba alfa de pelaje rojizo pardo y blanco gruñó telepáticamente, sobresaltando tanto a Lynxin como a Embry. «Ningún cachorro mío puede comer comida humana. Es mala para su pelaje natural y su estómago.»

Embry dio un respingo y miró a Amore, quien los observaba con una mirada severa desde el otro lado de la fogata. Paul, en su forma lobuna de gran tamaño y pelaje gris oscuro con algunas manchas más claras, estaba sentado cerca de ella, pero su expresión era más relajada.

«Lo siento...», pensó Embry, un poco avergonzado al darse cuenta de su error.

Lynxin, por su parte, se relamió y bajó las orejas, evidentemente disfrutando el nuevo sabor, pero sin querer desafiar a su madre. «No sabía que no podía...», se disculpó telepáticamente, moviendo su cola nerviosa.

«No es que no puedas, pequeña», dijo Amore suavizándose un poco, «pero no te acostumbres al sabor. Demasiada comida humana te hará daño

«Yo solía comer hamburguesas todo el tiempo, antes de que todo esto de la impronta pasara,»comentó Paul, interrumpiendo la tensión. Su voz resonaba en la mente de Embry y de los demás lobos con una mezcla de nostalgia y resignación. «Pero claro, cuando te vas a vivir al bosque, aprendes rápido que las cosas cambian.»

Embry soltó una risa suave, observando a Paul con curiosidad. «¿Extrañas algo de esa vida?», preguntó mentalmente, no del todo acostumbrado a esta nueva forma de comunicación, pero dispuesto a adaptarse.

Paul movió su enorme cabeza, sacudiendo las orejas. «Algunas cosas sí. La comida humana, por ejemplo. Pero nada se compara con la libertad del bosque. Y bueno, está Amore, así que… no me quejo.» El gran lobo lanzó una mirada afectuosa hacia su compañera, quien respondió con un leve gruñido de satisfacción.

Lynxin seguía mirando a Embry, claramente más interesada en él que en la carne cruda que tenía delante. «¿Por qué no puedo comer lo que tú comes?», preguntó con un tono de inocencia y curiosidad que hizo que Embry sintiera un nudo en el estómago.

—Supongo que es porque eres especial —dijo Embry, sonriendo y acariciando suavemente su cabeza—. Tienes que mantener ese pelaje brillante y bonito.

Lynxin movió la cola, visiblemente contenta con el cumplido, pero aún olisqueó la hamburguesa que estaba en manos de Embry.

«Sabía bien...», murmuró, y Embry no pudo evitar reírse.

—Te prometo que hay otras cosas que te van a gustar más.

«Espero que sí... aunque no quiero estar lejos de ti...», dijo telepáticamente, su mente proyectando una mezcla de ternura y confusión. Embry sintió una ola de calor en su pecho al saber que Lynxin, aunque desconocía casi todo sobre el mundo humano, ya estaba completamente unida a él.

Paul, que había estado observando en silencio, soltó un suspiro mental. «Ah, la impronta... Es un viaje extraño, Embry. Prepárate para que tu mundo cambie por completo.»

Embry ya lo sabía. Mientras observaba a Lynxin, comprendió que su vida había dado un giro radical, pero de una manera que nunca habría imaginado. Y, para su sorpresa, no quería que fuera diferente. Con una sonrisa, tomó otro bocado de su hamburguesa, disfrutando de la compañía de su nueva familia, y se preparó para lo que el futuro pudiera traer.

Embry miró a Lynxin con una mezcla de fascinación y responsabilidad. A pesar de que recién ese día la conocía, sentía esa conexión profunda e inexplicable que venía con la imprimación. Cada pequeño gesto de la loba hacia él reforzaba ese vínculo que no necesitaba palabras para entenderse. Lynxin no dejaba de pegarse a su lado, buscando calor, cercanía y... algo más. Embry aún no podía descifrarlo completamente, pero sabía que ella lo veía como su protector, su refugio.

En ese momento, Lynxin se recostó contra él, frotando su hocico suavemente contra su brazo como si intentara calmarse tras la incomodidad que el olor de Nessie le provocaba. Nessie, observando a la distancia mientras comía y reía levemente ante algunos comentarios que su amigo Jake le decía, no hizo ningún movimiento brusco, pero Lynxin no podía evitar sentir la tensión en el aire.

—Tranquila, pequeña —murmuró Embry mientras la acariciaba. Sabía que no podía romper la conexión telepática con ella, pero tampoco estaba seguro de cómo manejar sus emociones tan intensas hacia esta pequeña loba.

Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que los gemelos plateados, Opal y Orión, comenzaran a moverse, claramente sintiendo la tensión de su hermana menor, tras acabar de comer su carne cruda. Opal fue el primero en acercarse, con su pelaje gris brillante y ese aire siempre desafiante. Su mirada iba de Embry a Lynxin con una mezcla de curiosidad y territorialidad.

«¿Qué pasa, Lyn?», preguntó en un tono bromista mientras daba vueltas alrededor de Embry. «¿Por qué estás tan pegada a este humano? ¿Te gusta más que nosotros?»

Orión, como siempre, siguió el ejemplo de su hermano. «Quizá es que le gustan los humanos raros. Aunque... este no parece tan interesante.» Sus palabras eran acompañadas de un movimiento juguetón de su cola.

Embry sintió la competencia en el aire, pero trató de no hacer caso. Sabía que los cachorros, especialmente los gemelos, eran siempre territoriales cuando se trataba de Lynxin. Aunque no entendían del todo la conexión entre él y su hermana menor, sentían algo instintivo que los hacía protegerla... y, de algún modo, desafiar su lugar junto a ella.

Lynxin emitió un gruñido bajo, claramente molesta por las bromas de sus hermanos. «Dejen de molestar. Embry es mío.», dijo con una firmeza que sorprendió incluso a Embry. Su postura, a pesar de ser pequeña en comparación con sus hermanos, mostraba una autoridad latente. Había algo en Lynxin que, a pesar de su tamaño, la hacía destacar.

Embry sonrió un poco ante la escena. «Está bien, chicos. Solo estamos pasando el rato. No hay competencia aquí.»

Los gemelos lo miraron con escepticismo, pero antes de que pudieran seguir burlándose, apareció otro par de lobos: Tauro y Nylion. Como siempre, Tauro se adelantó con su pelaje rojizo y gris, su actitud bromista siempre presente.

«Ah, ya veo qué está pasando aquí», dijo Tauro mientras olfateaba en dirección a Lynxin y Embry. «Nuestra pequeña hermana ha encontrado un juguete nuevo. ¿Es divertido, Lyn? ¿Te deja jugar con él?»

Lynxin lo fulminó con la mirada, pero antes de que pudiera responder, Nylion, siempre más tranquilo y perezoso, simplemente bostezó. «No sé por qué hacen tanto alboroto. Estoy seguro de que preferiría estar durmiendo.»

Tauro soltó una risa. «Siempre pensando en dormir. Pero tal vez deberías prestar atención. Este humano parece estar ganando el favor de nuestra hermana, ¿no te parece curioso?»

Embry se sintió un poco abrumado por toda la atención. Aunque entendía que los hermanos de Lynxin solo estaban jugando y probando los límites, la dinámica entre ellos era intensa. El lazo entre la manada de lobos salvajes era fuerte, y cada uno tenía su propia manera de expresar su preocupación por Lynxin.

En medio de toda la broma y la competencia, Lynxin buscó nuevamente la cercanía de Embry, acurrucándose más a su lado. Aunque no lo marcaba, su instinto la llevaba a estar cerca de él, como si fuera su fuente de seguridad. Embry sintió esa conexión aún más fuerte, como si no hubiera necesidad de palabras para entender lo que ella necesitaba: su protección, su presencia.

Mientras tanto, Paul y Amore observaban desde la distancia, sabiendo que el encuentro con Nessie y otros humanos era algo nuevo para sus cachorros. Amore, con su pelaje rojizo y blanco, se mantenía tranquila pero vigilante, mientras Paul, con su pelaje gris oscuro, se limitaba a emitir un bajo gruñido de advertencia cada vez que sus hijos parecían acercarse demasiado a Lynxin y Embry para molestarlos.

La tensión entre los cachorros se mantuvo por un rato, pero al final, Embry logró calmar a Lynxin con suaves caricias, mientras los demás lobos comenzaban a perder interés en el "humano raro". Tauro y Nylion se retiraron, mientras Opal y Orión seguían observando a su hermana con un brillo competitivo en sus ojos, aunque sin hacer más comentarios.

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