Capítulo 10
El viernes, Embry se encontraba en el taller, rodeado de herramientas y el olor a aceite. Sabía que tenía que arreglar un auto clásico para el día siguiente, y aunque amaba trabajar en su pasión, la idea de estar todo el día ocupado sin poder ver a Lynxin lo ponía nervioso. Era la primera vez que no podría avisarle, y la preocupación lo invadía. ¿Cómo le explicaría que se quedaría a dormir en el taller?
Mientras se sumergía en su trabajo, sus pensamientos vagaban hacia Lynxin. La había dejado esa mañana, pero ahora, al caer la noche, sentía un vacío. Sabía que ella debía estar en casa, probablemente extrañándolo. Sin embargo, no podía evitar pensar en lo difícil que sería para ella comprender su ausencia.
A medida que la oscuridad se asentaba, el taller se volvía más silencioso. Embry trató de concentrarse en el auto, pero su mente no dejaba de divagar. De repente, un sonido rompió el silencio: un aullido bajo, seguido de rasguños en la puerta trasera de metal. Se detuvo, el corazón latiéndole más rápido. ¿Podría ser?
Se acercó a la puerta y la abrió con cautela. La imagen que se le presentó hizo que su corazón se llenara de alegría. Lynxin estaba allí, con su pelaje brillando a la luz tenue del taller, sus ojos oscuros reflejando la luz como dos pozos de estrellas.
—Lynxin —susurró, sintiendo que la ansiedad se desvanecía de inmediato al verla.
Ella se acercó, moviendo la cola con energía. Embry se agachó para acariciarla, y su corazón se sintió completo de nuevo. Comprendió que el mundo humano en el que vivía no era el lugar adecuado para ella; no podía comunicarse como lo hacía con su madre. Esta conexión que compartían era única y especial, algo que él empezaba a entender.
—No esperaba verte aquí —dijo, mirándola a los ojos. Lynxin le devolvió la mirada con una mezcla de ternura y determinación. A pesar de las dificultades, estaba dispuesta a estar a su lado.
Sin pensarlo, decidió que no le importaba trasnochar en el taller si eso significaba tener a Lynxin cerca. Se acomodaron en un rincón del espacio, donde la luz era suave y cálida. Ella se acurrucó contra él, y Embry sintió una oleada de calma al tenerla allí.
Mientras acariciaba su pelaje, recordó las palabras de su madre sobre la conexión que compartían. Sabía que no solo eran dos mundos separados; eran dos almas que encontraban consuelo en la presencia del otro. A pesar de las barreras, Lynxin siempre haría el esfuerzo de estar con él.
—Mañana será un día largo —le murmuró—, pero valdrá la pena si estás aquí conmigo.
Lynxin movió la cabeza, como si comprendiera. Embry sonrió, sintiendo que la preocupación se disipaba. Estar con ella hacía que cualquier desafío pareciera más fácil de enfrentar.
«Embry, ¿qué es esto?»preguntó telepáticamente, mientras olfateaba las herramientas y los repuestos esparcidos por el suelo. Su curiosidad era contagiosa.
—Esto es un motor, Lynxin. Lo estoy arreglando para un auto clásico —le explicó, señalando las piezas. Ella se acercó, estudiándolas con atención.
«¿Y eso?»preguntó, apuntando a una llave inglesa. Embry sonrió ante su entusiasmo.
—Es para apretar o aflojar tornillos. Pero tengo que terminarlo para mañana, así que necesito concentrarme —respondió, sintiendo la presión de la tarea que tenía por delante.
Ella se acomodó a su lado, observando con interés todo lo que hacía. Mientras trabajaba, él la sintió preguntar mentalmente sobre cada herramienta y su función, su voz llena de curiosidad.
«¿Y esto? »volvió a preguntar, tocando con una pata un objeto que parecía un filtro.
—Eso ayuda a que el motor funcione mejor —contestó, sintiendo cómo su atención lo motivaba. Era agradable tenerla cerca, incluso si su mundo era tan diferente al de ella.
Con cada explicación, Lynxin se mostraba más intrigada, incluso cuando el tiempo se escurría rápidamente. Embry sabía que debía apresurarse; el auto clásico no se iba a arreglar solo. Pero tenerla a su lado le daba energía.
A medida que la noche se convertía en madrugada, Embry se sintió aliviado cuando Lynxin se acomodó junto a él, sus ojos fijos en su trabajo.
«¿Vas a estar aquí todo el tiempo?»preguntó, su voz telepática llena de esperanza.
—Sí, aunque tendré que trabajar duro. Pero mientras estés aquí, todo será más fácil —respondió, acariciando su pelaje.
A medida que la luz del taller se atenuaba mientras la noche daba paso a la madrugada, la sensación de tranquilidad se instaló en el aire. Lynxin seguía haciéndole preguntas, cada vez más interesada en el funcionamiento del lugar.
—No puedo esperar para mostrarte más cosas —le dijo, y ella le devolvió una mirada llena de complicidad.
Esa noche, el taller se llenó de tranquilidad. Mientras los sonidos de los insectos nocturnos se desvanecían afuera, Embry cerró los ojos un momento, al haber logrado terminar de arreglar y poner todo listo, adormilado subió al sofa donde Lynxin en un salto se recostó sobre él, sacándole un aire por la sorpresa pero no dijo nada, solo se adaptó al momento que compartían, acariciandola de vez en cuando el pelaje del cuello al lomo; sabiendo que, sin importar lo que sucediera al día siguiente, siempre habría un lugar para Lynxin a su lado.
Embry sabía que el sábado sería un día largo, pero con Lynxin a su lado, estaba decidido a hacer todo lo posible para cumplir con su tarea. Ella era su fuerza, y nada podría interponerse en su camino mientras tuvieran ese vínculo especial.
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