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Capítulo 16

La cara de sorpresa de Carrick Grey es algo que recordaré por un buen tiempo. Me quedé parada en la acera hasta que el auto se perdió en el tráfico antes de volver a entrar a mi edificio.

Con el baile de la gala en mente, pedí ayuda a Kate con el peinado sabiendo que haría más que eso: el maquillaje y la elección de los accesorios también fue su idea, aunque tengo que admitir que algunas cosas no las habría seleccionado yo misma.

— ¿Segura que tienes todo?

Me pregunta cuando abro la puerta de su auto para bajar en la casa de los Grey. Kate pensó que mi pobre Wanda le quitaría encanto a mi look de princesa. Al parecer, es mejor tomar un taxi que ser vista en mi viejo escarabajo.

— Móvil, brillo de labios, dinero... Si, llevo todo.

— Bien, ¡Diviértete! — Sacude su mano hacia mi — ¡Oh! ¡Saluda a tu novio por mi!

— ¡Kate! — Me cruzo de brazos cuando cierro la puerta — ¡No es mi novio!

Ella solo sonríe y me ignora para conducir de vuelta a la avenida. Por lo que sé, tiene una cita con un amigo de José o algo así.

Me aliso el vestido con las palmas sudorosas una vez más antes de caminar hacia la puerta principal, un letrero indica que el baile se lleva a cabo en una enorme carpa a un lado de la casa. ¿Qué hago?

— ¡Ana! — El señor Grey sonríe desde el caminillo que conduce a la fiesta — Me alegra verte, Christian está esperándote en la sala.

— ¿Si?

— Si, siéntete como en casa — Una pareja se detiene junto a él y se gira hacia ellos para saludar.

Giro la perilla de la puerta para ir directo a la sala donde un hombre vestido elegantemente de negro me da la espalda. Luce algo nervioso.

— ¿Christian?

— Gracias a Dios — Susurra — Creí que al final te acobardarías.

— ¡Claro que no! Tengo el vestido, el peinado y lo demás, así que más te vale que ésta sea una gran noche.

Sonríe divertido antes de tomar mi mano para ir a la carpa. Sé que está acostumbrado a esto, pero de igual forma voy describiendo el lugar y señalando los posibles riesgos por tropezar.

Y no mintió cuando dijo que las miradas estarían en él. Mientras hacemos nuestro camino a la mesa, las personas nos observan con demasiado interés.

— Siento como si fuera un animal en exhibición — Gruñe a mi lado.

— ¿Ah, si? — Intento quitar la presión — Y yo que creí que me miraban a mi.

— Si lo hacen. Se preguntan cómo es que conseguí a la chica más linda de la fiesta.

Rayos, sus palabras me hacen sonrojar tanto que seguramente se nota a pesar del maquillaje que llevo. ¿Podría ser más adorable?

— ¿Piensas invitarme a bailar o solo vas a quedarte ahí a hacerme sentir incómoda con tus cumplidos?

Intento sonar graciosa, pero sueno más a chica quejumbrosa. Pero él, como todo un caballero, se levanta de la silla y extiende su mano así mi para ir a la pista.

Y me sorprende darme cuenta que es muy bueno bailando, tanto que termino exhausta y acalorada en nuestra mesa. No nos hemos separado en toda la noche porque realmente estoy disfrutando la velada.

— Tengo que ir al baño de damas, no tardo — Palmeo su hombro pero él toma mi mano.

— No tardes, no me dejes solo con los lobos.

— No seas tonto, no te pasará nada. Solo dame unos minutos.

Voy hasta los sanitarios portátiles en la orilla de la carpa y me tomo un momento para comprobar que mi peinado y maquillaje siguen en su lugar. Es la primera vez que estoy en un lugar tan elegante, con la alta sociedad de Seattle reunida en un mismo lugar y quiero estar a la altura.

Compruebo la hora en el móvil y lo guardo de nuevo en mi cartera de mano. Christian está aún en nuestra mesa, golpeando su pie contra el piso.

Antes de que pueda llegar a él, unos brazos tiran de mi hacia la pista. Un odioso hombre rubio de traje gris y sonrisa descarada que me causa irritación.

— Luces hermosa.

— Gracias, ahora apártate, quiero volver con mi cita.

— ¿Tanto te preocupa el bastardo? — Se ríe y me hace girar con él para no topar con las otras parejas — Seguro puede quedarse ahí sentado un par de minutos, me gustaría bailar contigo.

— ¿Por que? — Le gruño al idiota — ¿Por qué estás siendo amable conmigo?

— ¿No puedo serlo? — Su mano derecha se desliza más abajo en mi espalda.

— Me llamaste Soplona — Le recuerdo — Y aún creo que eres un pedazo de mierda por ser cruel con tu hermano.

— Lo superará, ahora deja de pensar en él.

Puedo ver a Christian mientras giramos en la pista, por más que odie tenerlo cerca, no me atrevo a hacer una escena frente a su padre. Sé educada, Ana.

— ¿Por qué no te olvidas de él y me dejas acompañarte el resto de la noche?

— No me interesa.

— ¡Oh, vamos! No seas aguafiestas.

— Dije que no — Empujo sus hombros pero solo se ríe de mi.

— ¿A qué le tienes miedo? ¿A un hombre de verdad?

Suficiente.

Papá, perdóname. Este chico también necesita una lección de modales.

Uso el tacón de mi zapatilla para clavársela en el pie, en el pisotón más fuerte que alguna vez dí. Por supuesto que la discreción sale volando por la ventana cuando el imbécil comienza a chillar.

— ¡Bruja estúpida! — Gruñe apretando los dientes.

Pero me alejo de él porque Christian está incorporándose de la mesa. Sus manos frotan su rostro y me pregunto si no estará aturdido por tanto ruido y luces multicolores.

— ¡Christian! ¿Qué pasa? ¿Estás bien?

— Creí que te habías ido — Fuerza una sonrisa en sus labios — Me duele un poco la cabeza ahora.

— No me voy a ir sin despedirme, ahora ven, te llevaré a tu habitación para que puedas descansar.

Me aferro a su brazo de nuevo y lo empujo hacia la salida ante la mirada de algunos curiosos, incluido su estúpido hermano que me mira con enojo.

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