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Capítulo 32

Cierro la puerta de mi habitación después de que entramos y me giro para volver a sus brazos. ¡Lo extrañé! ¡Lo extrañé tanto!

Las palabras de Ray sobre estar demasiado enamorada vuelven a aparecer en mi mente mientras mis labios hacen contacto con los suyos con un movimiento suave. Pero estoy tan ansiosa que termino empujándolo hasta mi cama.

—Rayos, bebé, de verdad me extrañaste — Se ríe.

—Si, mucho — Me siento sobre su regazo y lo acerco para volver a besarlo — Espero que hayas traído condones.

—¿De verdad? — Sus cejas se arquean y una gran sonrisa se estira en sus labios — Estoy preparado, bebé.

Del bolsillo de su pantalón saca dos empaques metálicos y los levanta para que yo pueda verlos. ¿Realmente lo hizo? ¿Trajo condones?

—¡John! — Chillo sorprendida — ¿Dos condones?

Su ceño se frunce.

—¿Solo dos? Estoy seguro que tomé un puñado grande.

—¡John! ¡Dios mío! — Me sonrojo, pero no me muevo de su cómodo regazo.

—Debieron caerse en el auto — Se rasca una ceja con gesto pensativo — ¿O sería en la academia?

—No es cierto... Dime qué no...

Tengo que recordar cómo respirar porque la vergüenza de ser descubiertos aumenta mis niveles de ansiedad. Es decir, su padre lo sabe, pero eso no significa que podamos hacerlo libremente en su cara.

—Compraré más — Se ríe — Ven aquí.

Antes de que pueda protestar, sus labios se acercan a mi cuello para dejar una pequeña mordida ahí, que estoy segura que dejará una marca.

Cuando la vergüenza se ha esfumado de mi mente, vuelvo a mi tarea de desnudar al chico debajo de mi con tanta impaciencia que lo hago reír.

—Vas a romper mi ropa.

—No te preocupes — Lanzo su camisa al otro lado de la cama — Ahí tengo algo que te puede servir.

—¿Qué?

Estira sus brazos para apartarme y ahora soy yo quien lo mira confundida.

—¿Cuál ropa? ¿De quién es?

No puedo ocultar la gran sonrisa en mis labios que seguramente no puede ver. Grandísimo tonto...

—Es tu ropa, ¿Recuerdas? De cuando intentaste matarme de hipotermia.

—Yo no te... Ah, es cierto — Vuelve a acercarme a su cuerpo — Sigue con lo que hacías, nena.

—Celoso...

Lo empujo para que se recueste de nuevo sobre mi colchón, de esa forma puedo ver mejor su torso perfectamente marcado.

Rayos, ¿Es normal que un chico luzca así de bien?

—No quiero apresurarte, nena, pero...

—Shh — Lo interrumpo — Esta vez yo estoy a cargo.

Me aparto solo para quitar el resto de su ropa y la Sofía mientras pienso en alguna forma de retenerlo más tiempo conmigo.

—¿Te quedas a dormir? — Me siento a horcajadas sobre su cadera — Di que sí.

—¿Segura?

—¡Claro!

—Supongo que no hay problema, solo llamaré a papá para avisarle.

Me inclino sobre su pecho para besarle los labios y el rostro antes de bajar por su mandíbula, mis manos ansiosas recorren los músculos de su abdomen con lentitud hasta aquella parte sensible de su cuerpo.

—¿Quieres ponerlo tú? — Me entrega el empaque metálico del condón.

Siento el calor de la vergüenza subir a mi rostro cuando tomo el paquete con manos temblorosas. Claro que sé cómo se usan, solo que no es lo mismo hacerlo sobre una banana que ponerlo sobre su...

—¿Te ayudo? — Su pregunta interrumpe mis pensamientos — Creo que te hace falta mucha práctica y estoy dispuesto a ayudarte.

Deja de hablar cuando por fin deslizo el látex hasta la base y puedo acomodarme sobre él. ¿Quién diría que yo estaría ansiosa por estar con él?

—Si, nena... — Susurra con los ojos cerrados y la cabeza hacia atrás contra el colchón.

Sus manos sobre mi cadera me empuja para seguir el ritmo de nuestros cuerpos, ambas respiraciones agitadas y jadeantes. Mis uñas se clavan en su abdomen cuando siento a mi cuerpo tensarse.

—John — Su nombre sale en un gemido bajito.

Continuo moviéndome sobre él aunque mi cuerpo comienza a relajarse después de su liberación, es entonces que él toma el control girando sobre el colchón.

Observo fascinada cómo sus brazos se tensan a mis lados y un gruñido ronco se le escapa antes de dejarse caer junto a mí.

—Ahora necesito dormir un poco — Susurra con los ojos cerrados — Qué bueno que voy a quedarme a dormir.

—Lo sé — Me río — Pero llama a tu padre ahora, no puedes dormir hasta que lo llames.

—¿Por qué? — Se queja.

—Eres tú quién debe hablar con él, ¿Qué esperas que yo diga? ¿Que te quedaste dormido en mi cama y no quiero despertarte?

—Si, haz eso — Me hace una seña con la mano para que me levante — Dile que estoy exhausto.

—¡No voy a decirle eso!

—¿Por qué no?

—Sabrá que tú y yo... Ya sabes...

—¿Tuvimos sexo? — Se ríe — ¿Alguna vez dejarás de avergonzarte? Es sexo... ¡Sexo!

—¡John!

—Bien, dame tu teléfono para llamarlo y así le pregunto si encontró el resto de los condones que traía en el bolsillo.

—¡No!

—¿No? ¿Quieres que vayamos a comprarlos?

—¡No! Digo, si... Agh, no puedo pensar con claridad cuando lo único que sale de tu boca es sexo.

—Solo dame el móvil.

Me estiro sobre la cama para tomar la camisa que él vestía y cubrirme un poco para ir a la sala por mi mochila. Busco el número de Charles en los contactos del teléfono antes de entregárselo al chico de los ojos grises.

—¡Hola, Liz! — Saluda el señor Graham.

—Papá, soy yo — Dice mi chico — Voy a quedarme en el departamento de Liz, no es necesario que mandes al chofer por mi.

—Oh, está bien, hijo — Su tono de voz suena algo confundido — ¿Recuerdas lo que hablamos, cierto?

Arqueo mi ceja mientras miro fijamente a mi novio, pero él solo sonríe divertido. ¿De qué hablaron que le causa tanta gracia?

—¿Sobre las abejas y las flores? — Se ríe — Lo recuerdo.

—Bien, porque no estoy listo para ser abuelo. Lo digo en serio, John.

Estoy segura que dejé de respirar unos segundos al escuchar las palabras del señor Graham. ¿Hablaron sobre sexo? ¿De mi y John teniendo sexo?

¡John!

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