Capítulo 8
Rubí
Las hojas de té seguían remojándose en el agua caliente mientras terminaba de recoger los pocos platos que habíamos ensuciado la noche anterior. Me estaba costando mantenerme despierta. No conseguía conciliar el sueño y cuando lo hacía estaba repleto de pesadillas que me dejaban más cansada que si no me hubiera acostado. Por culpa de eso tenía que tomarme al menos cuatro tazas de té para poder levantarme de la cama.
Miré a través de la ventana de la cocina e inspiré profundamente. Al menos nuestra casa se mantenía alejada de todo y podíamos seguir en paz. Solo se oía a los pájaros con tu tono alegre y de vez en cuando a algún ciervo se acercaba hasta la puerta para investigar, esa era las únicas visitas que habíamos recibido en dos años.
Llené un vaso con el líquido ámbar y me senté en la mesa de la cocina para continuar escribiendo. Había retomado la lectura y la escritura desde que nos instalamos. Leer me hacía olvidarme de todo, mientras que escribir me resultaba útil para plasmar todos aquellos sentimientos que me parecían difíciles de expresar o que todavía eran demasiado dolorosos como para pensar en ellos en primera persona. La casa estaba llena de hojas y cuadernos con apuntes e historias que me iba inventando o algún pensamiento que se me venía a la cabeza en el momento.
Por suerte yo no tenía que hacerme cargo de comprarme más tinta o más papel para escribir, de eso se ocupaba Erick. Que era precisamente a lo que había salido esta mañana. No podíamos arriesgarnos a que nadie nos descubriera y mi aspecto era demasiado llamativo.
Los primeros meses después de abandonar maternas estuvimos recorriendo todo tipo de lugares sin quedarnos demasiado en ninguno. No podíamos entrar en Xilex, así que nos quedábamos en los terrenos más neutrales. Casi seis meses después encontramos este sitio prácticamente en ruinas y lo arreglamos hasta conseguir algo que se pareciera a un hogar. Desde entonces vivíamos aquí y nadie nos había molestado. Yo no salía mucho de los alrededores y Erick solo lo hacía para ir a comprar las cosas más básicas.
La verdad es que nunca había sido tan feliz como en estos últimos meses. Si, echaba de menos a mis amigos y las torturas de Morriguen todavía seguían presentes, pero saber que cada mañana al despertar iba a poder verle era más que suficiente como para poder borrar todo lo demás. Erick y yo habíamos conseguido tener una rutina. Nos despertábamos, desayunábamos juntos, si era necesario el salía y si no se quedaba arreglando alguna cosa o hacía ejercicio fuera. Después comíamos y me ayudaba a entrenarme para que no perdiera el poco físico que tenía y mis dones no se oxidaran. Por la noche nos sentábamos en el suelo sobre una de las mantas y me escuchaba relatar la historia que había escrito ese día. Claro que todas estas actividades solían interrumpirse con una cantidad ingente de sexo. Creo que ya puedo llegar a comprender como las antiguas generaciones llegaban a tener tantos hijos.
Dejé las hojas tiradas en la mesa cuando oí sus botas contra la madera de la entrada. Abrí la puerta y le ofrecí una sonrisa.
—No tienes por qué abrirme siempre—me sonrió también.
—Me gusta darte la bienvenida—le hice un gesto para que pasara.
—Te he traído una sorpresa—me saludó con un beso corto en los labios.
—¿Qué es?
Erick dejó las dos bolsas de tela sobre la mesa y se giró con los brazos en jarras.
—Ve a la habitación mientras lo preparo—intenté mirar por encima de su hombro pero no logré ver nada.
—Que nervios—bromeé yéndome a nuestra habitación. Me senté en la cama y esperé con las piernas cruzadas.
Tras unos minutos Erick cruzó el marco de la puerta con un pastel del tamaño de las palmas de sus manos y sobre él una vela encendida. Contuve el aliento e intenté poner la mejor de mis sonrisas. Me lo acercó para que soplara y así lo hice. Debió notarme el cambio de humor porque dejó la tarta a un lado y se sentó junto a mí.
—No me acordaba de que era mi cumpleaños—hablé en un susurro—. En nuestro mundo me encantaba celebrarlo, era una de las cosas más importantes del año, y ahora ni siquiera me he acordado.
—Bueno el año pasado si te acordaste. Es normal que se te haya pasado si no sales de aquí.
—Perdona por haberme puesto tan melancólica—apoyé la cabeza en su hombro.
—Venga, vamos a zampárnosla—me agarró de las manos y me guio de nuevo hasta la cocina.
—¿Y quien ha dicho que la vaya a compartir? —me cruce de brazos y levanté las cejas.
—Bueno puedes hacer lo que quieras, es tu regalo de cumpleaños.
—A lo mejor me la extiendo por el cuerpo y dejo que la pruebes de ahí—sus ojos se clavaron en los míos.
—Pues eso no me parece tan mala idea.
Sus ojos se oscurecieron al acercarse hasta mí y me subió a la mesa. Así es como empezábamos siempre, una simple provocación es suficiente subir la temperatura. Me acarició los muslos mientras su boca rozaba la mía con delicadeza. Se pegó aún más sin dejar espacio entre nuestras caderas. Elevó una de las manos y la enredó en mi pelo para besarme con más intensidad. Metí las manos por debajo de su camiseta.
—A la cama—murmuré contra su boca.
Él asintió y no se separó hasta que no quedó más remedio que hacerlo. Un movimiento junto a la ventana de la cocina captó mi atención. Me giré para asegurarme de que Erick también lo había visto, él ya estaba de camino a la puerta. Cogió una de las espadas colgadas en el recibidor y salió. Le seguí, dispuesta a poner en uso todas esas horas de entrenamiento. La persona volvió a moverse, pero esta vez pude paralizarlo antes de que Erick le alcanzara.
Era un chico joven, de unos dieciocho años, y se encontraba en muy mal estado. Le solté los brazos, pero mantuve sus pies firmes en el suelo. Después de tanto tiempo mis poderes seguían en sus plenas facultades.
—¿Quién eres? —preguntó Erick, sin dejar de apuntarle.
—M-mi nombre es Joan—el desconocido me miraba intimidado. Tenía miedo.
Hundí los hombros y dejé caer la mano permitiéndole volver a tener el control de su cuerpo. El chico se quedó en el sitio, aunque esta vez parecía más relajado.
—¿Te has perdido? —presupuse debido a su aspecto desaliñado.
—Eso depende—dudó el chico—, ¿Tú eres quien se enfrentó a la diosa muerte y salió indemne?
La pregunta me pilló por sorpresa. Busqué la mirada de Erick, pero el estaba igual de confundido.
—Yo no diría que salí indemne.
—Entonces es verdad—suspiró aliviado—, llevo algunas semanas buscándote. Pensé que se me haría más difícil, que estarías en alguna montaña o algo así.
—Eres el primero que me encuentra—le atribuí ese mérito.
—Será mejor que entremos, no sabemos quién puede haberle seguido—como siempre Erick puso un poco de cordura en la escena.
—¿Quieres té o algo de comer? —le ofrecí cuando estuvo sentado a nuestra mesa.
—Eres muy amable, gracias.
Erick empezó a servir la bebida así que me senté junto a Joan y me dispuse a darle un trozo de mi tarta, aunque con lo hambriento que estaba seguramente se la querría comer entera. Antes de que pudiera hacerlo Erick se la llevó y dejó un plato con fruta en su lugar.
—Perdona, pero la tarta es su regalo de cumpleaños—se justificó.
—No te preocupes, esto es más que suficiente—Joan sonrió.
Esos pequeños detalles eran los que me hacían estar loca por él.
—Bien Joan, ¿Por qué me estabas buscando?
—Nikolái prendió fuego a mi pueblo—explicó mientras daba el último mordisco—. Yo estaba con los animales cuando empecé a ver el humo negro. Cuando llegué ya era demasiado tarde. No encontré a mi familia ni si quiera sus cuerpos, espero que pudieran esconderse. Pero el caso es que tenía la esperanza de que si las leyendas eran ciertas y pudiste enfrentarse a La Diosa, también le plantaras cara a él.
Bajé la mirada hasta sus manos, que se removían inquietas toqueteando el vaso. Arrugué el entrecejo buscando la mejor forma de decirle que yo no me enfrente a ella. Más bien me torturo e hizo que una de mis amigas intentara matarme, solo salí con vida gracias a la madre de Erick, sino estaría muerta.
—Hay algo más—añadió intuyendo de alguna forma la respuesta que iba a darle—, viniendo hacia aquí he podido oír todo tipo de rumores sobre vosotros los sucesores. Sin embargo, solo uno logró captar mi atención lo suficiente. A parte de los que llevaban hacia aquí claro está. Escuché como algunos hombres de Nikolái decían que habían logrado capturar a quien te ayudó a escapar, que le encontraron en un barco pirata, ¿Tiene algún sentido para ti?
Me dejé caer sobre la silla, mareada y sin fuerzas. Mi pecho comenzaba a aplastarse y las lágrimas amenazaban con salir desbordadas. Erick apoyó sus manos sobre mis hombros.
—¿Estás seguro de eso? ¿Puedes recordar algo más? —Joan miró a Erick intentando rememorar algún detalle.
—Uno de ellos dijo que lo había visto en la Isla Infernal y que se parecía mucho a él—dijo, refiriéndose a Nikolái—. Hablaron de una ejecución en público.
Mi estómago no aguantó más y vomité sobre el suelo. Ellos se apartaron por un acto reflejo.
—Vale, ya está—me calmó Erick, dándome golpecitos en la espalda—¿Quieres irte a la habitación?
Asentí. Me pasó un brazo por sus hombros y me levantó del suelo en un sencillo movimiento. Me limpié y enjuagué la boca antes de tumbarme en la cama y taparme hasta la cabeza. Mi temperatura corporal cayó en picado y empecé a temblar.
—Creía que era una heroína—oí como decía el chico desde la sala.
—Hasta las personas más fuertes tienen sus momentos malos. Es un tema sensible para ella—respondió Erick—. Puedes quedarte si quieres. El sillón no es muy cómodo, pero algo es algo.
Claro que no era una heroína, solo era la sucesora de una diosa que me había dejado aquí sola con el marrón. No me había explicado nada ni si quiera alguna pista de lo que hacer o como llevar mis poderes. Todo lo había tenido que aprender yo sola, dándome golpes de los que a veces no me quería levantar.
Era consciente de que en algún momento ese sueño idílico que habíamos estado viviendo durante esos años se acabaría, solo no quería que lo hiciera tan rápido, que tuviera que salir de mi escondite para enfrentarme de nuevo a ella. No quería ni pensar en lo que estaría pasando Ian, si es que era cierto que le habían capturado. Lo que estaba claro es que no podía dejarle allí, pero tampoco podíamos hacerlo solos. Con esos pensamientos conseguí quedarme en un estado de duermevela.
Erick se metió en la cama horas después, cuando el sol ya había caído y mi temperatura casi había vuelto a la normalidad. Me acerqué a él para sentir su calidez.
—¿Estás mejor?
—Creo que si—respondí con sinceridad.
—¿Qué quieres hacer?
—Tengo que sacarle de allí—aseguré—, pero no podemos ir solos y aún menos con Nikolái rondando. Nos matarían en cuestión de minutos.
—Si Ian está en la isla es bastante probable que haya descubierto tu mentira.
Si, también había pensado en eso. Sobre todo, conociendo a Morriguen y su pasión por el drama, no dejará pasar la oportunidad de descubrir una traición.
—Le prefiero enfadado a muerto.
—Eso ya me lo imagino.
Me rodeó con sus brazos. Apoyé mi cabeza en su pecho. El compás de su corazón hizo que mis pulsaciones se ralentizaran. No quería perder eso, no quería dejar ir esa paz. Nos quedamos unos segundos en esa posición hasta que volvió a romper el silencio.
—Entonces creo que está claro cual es nuestro siguiente paso.
****
Hola hola! Aquí os dejo este nuevo capítulo que me ha hecho emocionarme bastante porque echaba mucho de menos escribir desde el punto de vista de Rubí. Imaginar como ha sido su vida estos últimos años me parece precioso y vuelvo a sentir lo mismo que cuando escribí el primer libro.
¿Qué os ha parecido? ¿Les echabais de menos?
Próximo capítulo
02/04/22
pdt: Como ya dije en mayo tengo todos los exámenes finales así que seguramente actualizaré más despacio :))
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