Capítulo 29
CASSANDRA
Sentí un ligero vértigo cuando mis pies volvieron a tocar tierra. Me había prohibido a mi misma llorar delante de ellos, pero se me estaba haciendo complicado, sobre todo después de ver la cara de decepción de Ian. Su expresión al mirarme.
Nikolái aún me sujetaba por la cintura. Me alejé bruscamente.
—Gracias por ayudarme—masculló Yuky, que aún seguía realmente afectada. Vulnerable—. Tenemos que volver y darles caza.
Morriguen miró a Nikolái, que ya se había servido una copa de vino. No hizo ningún gesto que diera a entender que ni si quiera la estuviera escuchando.
—He de recuperar mi reino—insistió.
—Deja de quejarte por un maldito segundo—habló Nikolái desde su asiento—. Han estado a punto de matarte. Casi consigues que nos destruyan a todos. Así que te pido que cierres esa boca inútil que tienes y te mantengas de una puta vez al margen.
Morriguen cambió el peso de sus pies varias veces. Estaba claro que quería irse de allí cuanto antes, y yo también. La miré y ella entendió mi petición. Me agarró del antebrazo y se dispuso a fundirse de nuevo en las sombras.
—¿A dónde creéis que vais?
Nikolái había aparecido detrás nuestra en menos de cinco segundos.
—Me llevo a mi hija a casa.
—No tienes que seguir con la farsa querida, seguramente ya se acuerda de todo—era cierto, pero en ese momento prefería estar con ella—. Además, sabes de sobra que es mía.
—Nick, voy a llevármela—Morriguen se mantuvo todo lo firme que pudo.
—Espero que recuerdes que hay destinos peores que la muerte—contestó con voz afilada.
Morriguen dio un paso adelante, sin soltarme.
—Lo sé. Por eso se viene conmigo.
Hubo un momento de silencio, lleno de tensión y respiraciones forzadas hasta que Nikolái formó lentamente una sonrisa. Cerró el puño y lo estrelló de lleno contra el estómago de Morriguen. Esta se dobló por la mitad. El dolor la obligó a abrir la mano y dejarme ir.
Nikolái la empujó hasta que cayó al suelo sobre su espalda. Presionó la rodilla sobre su cuello.
—No estés celosa, cariño—acarició su rostro—. Nosotros tuvimos nuestro tiempo. Pero ahora ya no me sirves. Vete antes de que decida volver a utilizar la silla contigo.
Observé a Morriguen temblar.
Temblar.
Y supe antes de que pudiera hacerme cualquier cosa que iba a desear estar muerta muy pronto. Asentí hacia ella, porque no podía pedirla que se quedara por mí. No dejaría que arriesgarse todo por mucho que me hubiera usado como un peón en su partida. Al final Morriguen se marchó.
—Tú—le dijo a Yuky—, lárgate.
La diosa se movió con rapidez y se alejó de allí. No la culpaba. Era la primera vez que había visto a Morriguen tener miedo de verdad. La primera vez que un golpe le había dolido tanto como para no poder levantarse del suelo.
—Bueno, por fin estás en casa.
Miré a mi alrededor y me di cuenta de que debía de estar en Xilex, el territorio de Nikolái. Era, por lo que podía ver, el sitio más increíble de todo el continente, aunque lo mancillaba con su sola presencia. No contesté, así que él se acercó hasta estar justo enfrente. Me agarró a cara con las dos manos y me obligó a mirarle a los ojos.
—Solo quiero que seamos felices, tú y yo—su manera de hablar ahora era dulce y pausada.
—Piensas asesinarme en el fin de ciclo, no sé cómo vamos a serlo.
—Nadie dice que tengas que morir tú. Solo que el poder deberá ser exclusivo de una persona.
Parpadeé. Quería acabar con Morriguen.
—Por qué harías eso, ella es como de tu familia—contesté.
—Porque te quiero—dijo, como si fuera lo más obvio del mundo.
—Tú no eres capaz de amar a nadie.
Chasqueó la legua y apretó aún más sus manos contra mis mejillas.
—No te preocupes, volverás a ser la de antes—me soltó para volver a coger su copa—. Ahora vete, quiero estar solo.
No esperé a que dijera nada más. Hui de allí sin tener muy claro que dirección tomar. No tenía la opción de volver, eso lo sabía, y más con todos los soldados que había por cada metro cuadrado. Me asombré al ver las olas impactando sobre la cara sur del palacio. Basándome en la personalidad de Nikolái pensaba que su casa sería mucho más parecida a la de Yuky. Sin embargo, pude comprobar que Xilex, al menos dónde estábamos, era un lugar mágico. El sol se reflejaba en la espuma marina que se creaba al chocar contra los grandes acantilados. La temperatura era perfecta, primaveral. El palacio no tenía ni una sola puerta, todo estaba visible o colocado de forma estratégica para que no pareciera una habitación cerrada. Unas columnas enormes se extendían en los alrededores de los patios y las terrazas, decoradas con todo tipo de imágenes grabadas en la piedra. Ningún color sobresalía sobre otro. Seguían una gama muy estricta que iba desde el blanco más puro hasta el verde más oscuro. Todo colores que se podrían encontrar en la naturaleza, nada artificial.
Me senté sobre uno de los poyetes mientras aguantaba como todos los criados y los soldados me miraban con intriga. Alguna de las chicas más jóvenes, hacían incluso comentarios sobre mi aspecto o mi poco valor. Pronto se darían cuenta que hacer que Nikolái se fijara en ellas sería el mayor error de sus vidas.
Recordé la misma noche en la que yo me había propuesto que él me mirara. Solía venir para las batallas en la arena o para alguna cena formal en la isla, al igual que Zenón. Desde el primer momento había algo que me atraía como un imán hacia él. Así que como ya llevaba unos meses entrenando decidí participar en una de las peleas. Mi madre no estuvo de acuerdo así que tuve que poner un nombre falso en la lista y después engañarla para escabullirme. Había notado que Nick tenía cierto gusto por el dolor y la sangre. Al principio eso no fue algo por lo que preocuparse, a todos en la isla nos gustaban esas cosas. Esa noche le di un buen espectáculo. Maté a mis primeras dos personas después de perder la memoria y lo hice despacio sintiendo que con cada grito mi angustia interna menguaba. Tampoco dejé de mirarle mientras lo hacía. Así se fijó en mí.
Después de eso vinieron meses de secretos, más sangre y un sexo desenfrenado que nada tenía que ver con la pasión sino con el hambre. Nikolái devoraba toda la luz que me quedaba. Me aferraba a él, pensando que él era el propietario de ese destello, sin entender que me lo estaba robando. Me envenenó la mente de odio hacia los que supuestamente decía que eran los usurpadores y después me hizo sentir débil. Me convenció de que él era el único que podía salvarme de ellos.
Debí haberme dado cuenta de lo que era en ese momento. Pero no lo hice.
Con la llegada de Ian a la isla noté que su actitud cambió por completo. Antes tenía momentos buenos que compensaban todo lo malo, o al menos eso me decía a mi misma. Ian cambió eso. Se volvió más frío y distante. Me decía constantemente que era suya que él iba a acabar con ellos para que pudiéramos ser felices y dejara de tener miedo. Como una tonta lo llamé romanticismo. Acepté su plan de hundirlos desde dentro porque quería hacerle feliz, que volviera a ser el de antes. No me di cuenta de que no había diferencia alguna entre Nick y Nikolái. Siempre habían sido la misma persona.
La primera noche que vino a visitarme, antes de llegar a Maternas me dio instrucciones precisas de lo que debía hacer. Tenía que embaucar a Ian, tenerle de mi lado para crear brechas entre Rubí y él. Por eso me metí con él esa noche en el lago, por eso cuando me paré a mi misma y me di cuenta de lo que estaba haciendo, me llevé el primer golpe de Nikolái. Según él, no era su culpa. Yo le había desobedecido. Un soldado tenía que hacer caso a su superior. Supuse que era obvio y como no quería parecer débil, hice como si no pasara nada. La cosa se fue complicando cuando los primeros recuerdos empezaron a aparecer y desperté del sueño en el que llevaba años sumida.
Durante ese tiempo había pensado que Nick y yo estábamos hechos el uno por el otro, que me hacía sentir especial y en casa. Pero me di cuenta de que estaba intentando replicar lo que sentía por Ian. Quería encontrar a toda costa lo que había perdido, así que me refugié en lo más parecido que había. Nikolái se dio cuenta, por su puesto. No se le escapaba una. Esa fue la primera vez que sentí terror al verle. Me daba una última oportunidad. Tenía que llevarlos a todos a Lavender y allí les encerrarían hasta el cambio de ciclo. No me había parado a pensar en que pasaría conmigo. Ya no aguantaba más el peso de las mentiras ni de mis sentimientos. No aguantaba ser la villana para ellos y una desconocida para los otros. Tenía que elegir un bando, así que lo hice. Elegí a mi familia aún que no había recuperado todos mis recuerdos.
La noche en la que Ian y yo nos besamos venía de verle. Le dije lo que pensaba y que ya no sería nunca más su esclava para hacer daño a la gente que me importaba. Me aseguró que volvería con él y que lo pagaría muy caro. Mi traición valía un precio.
Y ahora solo me quedaba esperar para saber cual era.
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