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Capítulo 19

IAN

—Tiene que ir más recto—ordenó Erick desde el otro lado de la carpa. Nos habíamos levantado antes de que saliera el sol para poder montar la decoración.

Ya habían pasado seis días desde la reunión en el refugio y habían sido todo lo incómodos que cabría esperar. Solo nos reuníamos un rato después de cenar para organizar el viaje, pero después cada uno volvía a lo suyo y apenas si nos hablábamos en las comidas. Una de las decisiones de ultima hora había sido adelantar la boda. No podíamos perder demasiado tiempo, aunque se establecieron los días justos para que no faltara ni un solo detalle en el enlace.

—Recordadme por qué ninguna de las chicas se ha levantado para ayudar—Fill dejó caer las sillas que traía sobre su espalda y se apoyó en ellas con una sonrisa socarrona.

—Yo estoy aquí—rebatió Rubí sosteniendo la tela de en medio de la carpa.

—Porque necesitamos tus poderes, si no estarías roncando como las demás.

Rubí levantó las cejas y acto seguido Fill estaba rodando por el suelo. Erick y yo soltamos una carcajada cuando vimos como la hierba se le pegaba a la cara.

—Eso te pasa por meterte con mi mujer—Erick le revolvió el pelo para después volver a colocar uno de los postes en su lugar—. Espera, mantenlo más arriba para que pueda enroscarlo.

Rubí subió la tela casi cinco metros de altura y Erick se colocó justo debajo. Ella fue descolocando la tela cada vez que él intentaba poner en su sitio la columna. Sus risas aliviaron el cansancio de todos los que tenían alrededor.

—Es un alivio saber que con todo lo que está pasando el amor sigue teniendo cabida—murmuró Fill volviendo a colocarse las sillas sobre la espalda.

—Sí, lo es.

Y tenía razón, pero no quería decirle que en Maternas no había pasado ni la mitad que en los otros reinos. No habían sufrido ningún ataque desde hace dos años, no tienen matanzas anuales e incluso la comunidad había prosperado desde la muerte del rey. No quería comparar, sin embargo, no pensaba que ellos se pudieran quejar de nada en esos momentos.

Para cuando terminamos era casi medio día y la mayoría habían entrado al castillo para arreglarse y ayudar a Emma con el vestido. Solo quedábamos Erick y yo. Los dos sabíamos que teníamos una conversación pendiente y por eso habíamos alargado los últimos detalles hasta quedarnos solos.

—Empieza tú—me dijo, pasándome un vaso de zumo y unas galletas. Nos sentamos al lado de una de las columnas de la carpa.

—Estamos muy jodidos—solté, porque era lo que llevaba queriendo decir desde que Cassandra y yo habíamos salido de la Isla Infernal—. Creo que no sois conscientes hasta qué punto estamos de mierda hasta el cuello. Lo más probable es que ninguno salgamos con vida de esta. Son demasiado fuertes, tiene demasiados adeptos. Ejércitos que cubren hectáreas enteras. Creemos que tenemos posibilidades porque hemos salido con vida dos veces, pero lo único que hacíamos era huir y aunque parezca una locura Morriguen no intentaba acabar con nosotros en ese momento, se que no. No quiero ni imaginar lo que nos harán en el momento en que se junten.

—Vuestros poderes son un reflejo de los suyos, puede que tengan más práctica, pero no son más poderosos—sus palabras no consiguieron aliviarme.

—Rubí es la más poderosa de todos nosotros y mira como le fue con Morriguen—rebatí.

—Es poderosa, pero hasta ella sabe que no es la más fuerte—inclinó la cabeza como si ese pensamiento le pesara. Sabía perfectamente a quien se refería.

—Se que pensáis lo contrario, pero yo tampoco confío en ella. Al principio me cegó el verla de nuevo, como si fuera un milagro, pero al llegar aquí entendí que ella es solo una chica y que yo he sido un idiota esperando—le di un trago a mi bebida intentando que el deshiciera el nudo de mi garganta.

—Cuando os conocí lo pensé. No entendía como alguien como tú podía seguir enamorado de alguien así—hice una mueca al escuchar la palabra enamorado—. Te juro que no podía quitármelo de la mente. No lo entendí hasta mucho tiempo después. Yo sabía que Jude y Cassandra tenían algo y un día, antes de que Rubí despertara les pillé besándose en el balcón. No le di importancia porque cada uno puede hacer lo que quiera y con quien quiera, pero esa noche Cassadra entró como una sombra en mi habitación y me amenazó. Me dijo que si te decía algo acabaría conmigo.

—Seguramente fue porque no quería que sus planes se fueran al traste—dije, refiriéndome a su traición con Jude—. Además, al final acabé enterándome.

—Ese es el punto—prosiguió—, la enfrenté y le dije que era una cobarde y que sabía perfectamente por qué lo ocultaba. Vi el terror en sus ojos cuando pronuncié esas palabras. Ella lo negó todo, pero al poco tiempo tú te enteraste y para mi está bien claro que fue para evitar que los demás pensaran lo mismo que yo.

—No se a donde quieres llegar con esto, Erick.

—Muy sencillo. Yo sí que confío en Cassandra. Se que no se acuerda de nada, pero también se que ese tipo de amor no esta en los pensamientos, si no grabado en el alma.

Sacudí la cabeza y me quedé en silencio. No, no iba a permitirme pensar en Cassandra de esa forma.

—Yo he amado y no se parece en nada a lo que piensas que ella siente por mí o incluso lo que yo pueda sentir por ella—rechacé su idea.

Erick se levantó, estirándose.

—Tus sentimientos por Rubí o por Emma tampoco se parecen en nada y eso no significa que las quieras menos—se llevó una de las galletas a la boca, la masticó despacio y después volvió a abrir la boca—. No puedes esperar amar de la misma forma a dos personas diferentes, igual que no puedes esperar que esas personas te amen de una manera idéntica.

Después de esas palabras me dejó solo, reflexionando y seguí haciéndolo hasta dos horas más tarde cuando ya estaba completamente vestido para la boda. La camisa blanca se me pegaba al pecho por el calor y los pantalones me quedaban demasiado ajustados.

Cuando volví a bajar, el jardín tenía un aspecto mucho más vivo con personas riendo y hablando mientras esperan junto a sus sillas. Erick también se había cambiado y hablaba con entusiasmo a varias personas que no había tenido la ocasión saludar al momento de su regreso. Fill por su parte no dejaba de rellenarse la copa. Me coloqué junto al asiento que tenía mi nombre y esperé a que los demás fueran haciendo lo mismo. Unos minutos más tarde los tambores comenzaron  a sonar con una melodía ascendente. Astrid se acercaba hasta la carpa cogida del brazo de la que supuse que era su madre.

La cola del vestido era inmensa y se arrastraba unos metros detrás de ella. Tampoco el color dejaba indiferente. Había elegido un tono verde oliva que contrastaba a la perfección con su piel blanca y pecosa. Los tambores tocaron con más fuerza según Astrid se fue acercando. La gente comenzó a tirarle pétalos y hierbas secas. Se posicionó bajo el arco de flores y frente a la mujer anciana que sostenía un libro antiguo entre las manos. Solo entonces el sonido cesó, dejando paso a un pulcro silencio.

No se escuchaba ni un murmullo mientras todos observábamos la puerta principal, expectantes. La música melodiosa del laúd despertó. La canción no era lo que pudieras esperar en una boda. Hablaba del amor, pero también de la pérdida y trasmitía un mensaje muy claro: "Hoy recordamos a todos aquellos que no están". Tragué con dificultad al notar como un sollozo pretendía escaparse de mi garganta.

Hubo suspiros cuando Emma bajó los escalones por fin hasta llegar a la verde explanada. Detrás suyo se encontraban Rubí, llorando a moco tendido mientras intentaba andar con normalidad y Cassandra, que parecía un poco perdida y fuera de lugar en esa situación. Su vestido nada tenía que ver con el de Astrid. Emma había preferido uno mucho más ajustado, de color blanco crudo y con largas mangas que le llegaban hasta el suelo. Además, había optado por recogerse el pelo en un moño ceñido en vez de dejárselo suelto. Estaba despampanante. La gente aplaudió e hicieron una reverencia cuando llegó hasta el altar improvisado. Rubí y Cassandra se sentaron justo en la fila que Erick y yo teníamos delante. Estaba claro que Emma había preparado hasta los detalles más pequeños.

El laudista toco unas últimas notas antes de dejar paso a la ceremonia.

—Todos sabemos para que nos hemos reunido hoy, la tradición manda que cuando un nuevo regente se case, sea la persona más longeva de la comunidad la que se encargue de oficiar la ceremonia—comenzó la anciana—. Es un honor para mi y un orgullo unir a estas dos mujeres. No solo por lo que conlleva el matrimonio real, si no porque sé que el amor que se procesan es uno de los más puros que puede haber.

Astrid y Emma se cogieron de las manos con una sonrisa iluminándoles el rostro.

—Colocadlas las cadenas—ordenó la anciana a los niños que tenía al lado. Estos procedieron a coger unos hierros parecidos a las esposas y se las cerraron a cada una en su muñeca, uniéndolas de forma física—Astrid, te ofrezco la llave con la que abrirás la cadena de tu esposa, para conservarla también como símbolo de que el matrimonio no es una cárcel si no la liberación, una promesa de amor y respeto eterno, ¿Aceptas esta llave?

—La acepto.

—Emma, te ofrezco la llave con la que abrirás la cadena de tu esposa, para conservarla también como símbolo de que el matrimonio no es una cárcel si no la liberación, una promesa de amor y respeto eterno, ¿Aceptas la llave?

—Claro que sí.

—Entonces podéis abrir las respectivas recitando las palabras sagradas de La Madre.

—Con este gesto te libero del peso de la soledad, de las cargas individuales, ahora lo tuyo es mío y lo mío es tuyo. Con esta llave sello la promesa y te entrego mi corazón.

Las dos cogieron las llaves y las metieron en la cerradura contraria. Sus ojos, ahora llorosos, no se apartaron de la otra mientras recitaron las palabras. Finalmente concluyeron con un beso y la gente estalló de alegría. No pude evitar, sobre todo después de mi conversación con Erick, que mi vista fuera a parar una vez más a Cassandra. La pillé secándose rápidamente una lágrima que  se le había escapado. Se alejó de los demás parándose a coger una de las copas que empezaban a servir de nuevo los camareros.

La gente se acercó para dar la enhorabuena así que me puse también a la cola.

—Ha sido precioso—dije sinceramente—, no tenía ni idea de esta tradición en las bodas.

—Bueno, eso es porque no hubo ninguna a la que pudierais acudir el tiempo que estuvisteis aquí—Astrid parecía estar a punto de estallar y llenarnos a todos de arcoíris y corazones.

La comida tampoco dejó indiferente a nadie. En mi casó comí tanto que a penas podía moverme sin que me entraran ganas de vomitar. Después de que Emma y Astrid hicieran la típica ronda para saludar a todos los invitados, la orquesta volvió a tocar para el baile nupcial. El sol ya estaba cayendo, dando un toque mágico a la escena. El vestido de Astrid brillaba bajo esa luz anaranjada cada vez que daba una vuelta o se mecía con rapidez. La pareja no dejó de girar y girar una y otra vez sin darse cuenta quien los miraba, solo pendientes la una de la otra.

Miré a Cassandra que mantenía ese aspecto de cuando te sientes fuera de lugar y la hice un gesto para que me siguiera más allá del gentío y la música.

—¿Estás bien? —le pregunté cuando llegó a mi lado.

—Sí.

—Siento si he sido un capullo estos días o te he hecho sentir que no te quería aquí—solté de golpe, como si esas palabras quemaran en mi boca.

Para mi asombro Cassandra soltó un sonido de sorpresa.

—No tienes de que disculparte—habló—. No es por tu culpa el que esté un poco ausente o encerrada en mi mundo y no es culpa tuya todo lo que he pasado con Rubí.

Esta vez fui yo el que la miré sorprendido.

—Tu mente no es ningún secreto, siempre llevas lo que piensas pintado en la cara—continuó Cassandra—. Además, tenías razón. No soy la misma persona y no quiero que me veas como la antigua yo. Preferiría que me tuvieras aprecio por quien soy ahora, aunque yo misma tampoco lo tenga muy claro.

—De acuerdo—sonreí—. ¿Entonces que es lo que ocurre?

—Nada en concreto. Es duro no sentirse parte de nada, no saber si eres la villana o la heroína.

—Siempre he creído que eso depende de quien cuente la historia—sus ojos centellearon. Se acercó un poco a la vez que su voz se volvía un susurro.

—¿Y quien soy en tu historia?

—Tendré que averiguarlo.

Le acaricié la clavícula con el dedo. Estaba deseando hacerlo desde que la había visto entrar con ese vestido. El viento se levantó haciendo que los mechones de su pelo revolotearan por toda su cara. Ella se quejó y empezó a apartárselos. No podía dejar de mirarla.

Escuchamos algunas voces más altas de lo normal, pero estábamos tan ensimismados que no nos dimos cuenta de lo que pasaba. Algo se estrelló contra la cabeza de Cassandra antes de que pudiera apartarse. No era duro ni pesado y de hecho no pude evitar contener una carcajada cuando fui consciente de lo que se trataba.

El ramo de Emma.

Cassandra se agachó y lo cogió del suelo algo malhumorada mientras yo continuaba riéndome sin parar.

—¿Qué significa esto? —preguntó ofendida.

—¡Lo siento, creo que lo he tirado demasiado fuerte! —se disculpó Emma desde unos metros más allá.

—¡Significa que eres la siguiente! —gritó otro de los asistentes. 

****

Hola hola! Creo que he llorado un poco demasiado escribiendo este capítulo. Me parece de los más bonitos que he hecho hasta el momento

¿A vosotros que os ha parecido? Os leo. 


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