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Capítulo 15

IAN 

Volví a bajar a la cocina y me encontré con Emma en la misma posición que había estado por la mañana. Estaba empezando a acojonarme su don. La única diferencia es que ya había varias personas cocinando y preparando lo que supuse que sería la comida.

—¿No es mucha comida? —pregunté sirviéndome una taza de la infusión que por algún motivo seguía caliente.

—Mejor que sobre que no que falte—respondió sin más.

—Estoy mejor, por si te lo preguntabas.

—Lo sé—removió su taza en dirección de las agujas del reloj—. Cuéntame que has hecho estos años, porque solo podía saber que es lo que sentías y era muy frustrante.

Obvié el hecho de que podía saber exactamente lo que sentía y cogí una galleta de la bandeja.

—¿Sabías que Rubí me mintió y me dijo que Cassandra estaba muerta? —no se sorprendió—. Pues no pude con ello así que me marché, encontré un barco en el que me acogieron y me enamoré de una mujer increíble. Hace, no sé, unas semanas la teniente de Morriguen apareció buscándome y la mató junto a toda la tripulación. Me enviaron a la isla, me torturaron y conocí a ese hijo de puta de Nikolái, vamos lo que son unas vacaciones.

—Y ahora estás aquí.

—Cassandra me ayudó a escapar—le di un sorbo a la bebida—. Me costó mucho dejar de pensar que era una alucinación y aceptar que mi hermana y mejor amiga me había traicionado.

—Ella no es la misma que conocíamos. Puede que Rubí solo quisiera ahorrarte ese daño.

—¡Deja de justificarla! —la gente pegó un brinco por la sorpresa de mi grito.

—No estoy haciendo eso—explicó—, solo te digo que seguramente tuviera sus razones para mentirte. Nadie sabe lo que Rubí y Cassandra vivieron en esa isla.

—La solución no es decirle a tu hermano que la persona a la que más quiere a muerto—apoyé los codos sobre la mesa y dejé que mis manos mecieran mi cabeza—. Todas las noches tenía pesadillas sobre todas las torturas que podrían haberla hecho para que ella acabara cediendo y se rindiera a morir.

—Tienes todo el derecho del mundo a estar enfadado—asintió— y deberás hablar con Rubí seriamente, pero no puedes dejar que esto nos divida. Es exactamente lo que Morriguen quiere.

—Ya.

Nos quedamos en silencio. El único sonido que nos acompañaba era el de las ollas de metal chocando unas contra otras.

—Yo voy a casarme—soltó de repente.

Elevé una de mis cejas esperando alguna nota de broma o tono sarcástico en su voz. Su media sonrisa y el hecho de que evitaba mirarme fijamente me indicó que iba completamente en serio.

—¿Estas de broma? —mi emoción borró por completo el regusto amargo de los últimos minutos—¿Por qué no lo habías dicho antes?

—Porque quería esperarme—habló otra voz desde la puerta trasera de la cocina. Astrid.

Me levanté para saludarla y ella pasó uno de sus brazos por mis hombros.

—Perdón por no estar presente ayer pero me quedé muy dormida y esta mañana he tenido que salir temprano—se disculpó.

—¡Os vais a casar! —grité—Que fuerte, ósea siempre pensé que Emma sería la primera en casarse, pero joder no me lo esperaba ahora mismo.

—La verdad es que hemos querido esperar hasta ahora—justificó Emma mientras Astrid se sentaba en sus piernas.

—¿Y cuándo será?

—En unas semanas—contestaron a la vez.

—Pues me alegro de estar aquí. No me hubiera sentado bien perdérmelo.

—Ese era el punto de esperar—se rio Astrid, como si fuera lo más evidente del mundo. Emma le pegó un puntapié por debajo de la mesa.

—¿Qué pasa?

—Nada, cosas de enamoradas, ya sabes—el comentario me pareció raro y empecé a sospechar que sabía algo más que no me quería decir.

—Bueno chicas, estoy muy contento por vosotras dos y espero que seáis muy felices—Astrid me miró con ternura.

—Y bueno, ¿Dónde está la amnésica?

La comida fue rara. Astrid le hacía preguntas a Cassandra sobre como era la isla y su vida allí, si conocía bien a La diosa muerte o a cualquiera de los otros dioses. Cassandra por su parte se había dedicado a darle algunas respuestas cortas y poco elaboradas.

Cuando Astrid y Emma se fueron a su habitación, los dos nos sumimos en un extraño silencio. De esos que pasan cuando en tu mente estás imaginando la conversación con la otra persona, pero en realidad ninguno de los dos dice nada. Me apetecía asegurarle que no quería haber sido  recordaba la tumba de Jude y al mirarla solo pensaba que había fallado a mis amigos. Mi cabeza era un sinfín de voces y momentos desperdigados que se colaban entre mis defensas cada vez que podían. Era cierto que nunca había dejado de querer a Cassandra, pero también lo era que ella no era la misma. Yo tampoco. Así que era posible que siguiera queriendo a una persona que ya no existía y que lo estuviera haciendo desde la perspectiva de alguien que parecía haber muerto hace dos años al enterarse que iba a seguir viviendo sin ella.

Había amado a otra persona y no tenía nada que ver con lo que sentido antes. Por mucho que quisiera tampoco podía olvidarme de Olimpia, de cómo había sido correspondido por primera vez. Cuando miraba a Cassandra, también veía a la teniente de Morriguen clavándole un puñal en el estómago.

A pesar de todo, seguía siendo mi amiga e iba a hacer lo que fuera por protegerla. Morriguen no volvería a acercársele.

—¿Te apetece que te enseñe el castillo? —solté sin más. Una conversación incómoda no nos volvería a llevar al punto de partida.

Cassandra levantó los ojos del mantel bordado que decoraba la mesa. Sus pupilas se agrandaron, aunque no hizo otro movimiento que indicara que le había sorprendido la propuesta.

—Estaría bien.

Después de eso nos levantamos sin seguir la conversación y salimos del comedor. La planta principal era la más grande de todas. Al lado de la puerta estaba la sala del trono, donde se celebraban todas las fiestas y reuniones con el rey, ahora reina. En frente de esa misma puerta estaban las escaleras que daban paso a los pisos superiores. Aparte se encontraban también un comedor que se solía utilizar día a día tanto para las comidas como sala de descanso y lectura. También tenía un patio enorme que nadie utilizaba.

Cassandra se quedó maravillada al ver la sala del trono, sobre todo por que ahora empezaba a ser decorada para el inminente enlace. Como Emma se encargaba de todo, daba la sensación de ser aún más un cuento de hadas, si es que eso era posible. El trono ya no era tan amenazador como lo recordaba. Lo habían envuelto en sedas y flores mientras que la corona descansaba sobre un mullido cojín justo encima. Pasamos la cocina y llegamos a una de tantas salas secretas que Erick tenía por el castillo. Abrí la puerta para que la viera, pero no me animé a entrar. Me traía demasiados recuerdos del día que Rubí despertó. Tampoco quise bajar a la cripta y no hubo mucho problema porque Cassandra pasó de largo con paso rápido.

El primer piso fue su favorito. No solo porque estuvieran todos los mapas que se utilizaban en las batallas junto con piezas únicas del mundo que nos rodeaba, sino porque era el lugar de la biblioteca. Para mi sorpresa ya no era una sala medio vacía con libros viejos y un par de estanterías. Una mesa de té oscura adornaba el medio de la estancia con varios sofás de cuero rodeándola. Los libros estaban también escritos en el nuevo idioma de Maternas y había varias plantas colgando del techo. Continuamos la visita, pero estaba seguro de que Cassandra echaría la noche allí.

En el segundo apenas nos paramos, los antiguos aposentos del rey eran ahora de Emma y no parecía que quisiera que la molestaran cuando subió con Astrid hacia ya una hora. El tercero era nuestro piso y lo único que había eran habitaciones vacías que se usaban en caso de que hubiera invitados. Erick tenía también una habitación en el segundo piso pero al crecer decidió que quería estar todo lo lejos posible de su padre, así que se instaló en la planta superior. 

Contuve el aliento antes de poner un pie en las siguientes escaleras. Esos peldaños llevaban al sitio en el que había visto por última vez a Cassandra. Claro que ella no lo sabía y me miraba como si estuviera intentando averiguar un gran secreto.

Este era el único sitio que Emma no había tocado. Los muebles seguían tapados con sábanas y la capa de polvo aún cubría el suelo y las paredes. Los retratos de la madre de Erick nos miraron acusadores. Escuché a la perfección como Cassandra tragaba saliva y desviaba la mirada hacia sus manos.

—A lo mejor podemos dejar esta parte para otro día—propuse, notando su incomodidad y la mía.

—Si, siento como si estuviera allanando un sitio personal.

Asentí. Entendía ese sentimiento. Yo mismo lo había tenido el primero día que Erick nos invitó al refugio.

Para cuando bajamos las escaleras de la terraza el sol ya se estaba escondiendo por la copa de los árboles. Los jardines eran una de las partes más bonitas, pero después de esa mañana pensé que era mejor evitarlos, así que fuimos directos al campo de entrenamiento.

Una melena pelirroja destacaba entre los demás. Silbé con fuerza haciendo que todas las cabezas se giraran hacia nosotros. Cassandra me dedicó una mirada de odio puro, pero yo había conseguido mi objetivo. Fill se cernía sobre nosotros como un huracán. Los dos acabamos entre sus brazos soportando sus saltos y gritos en el oído.

—Seréis hijos de puta—habló justo después de soltarnos—, no he sabido nada de vosotros. Nadie os ha visto en años y habéis esperado un día entero para venir a saludarme.

Cassandra arrugó el entrecejo sin entender de que iba ese tío. Fill no se cortó un pelo al cogerla por los mofletes con una sola mano y zarandearla.

—No me pongas esa cara. Pensaba que un tiempo alejada te quitaría esa amargura tan tuya.

Ella no supo como reaccionar, se quedó patidifusa mientras esperaba a que el pelirrojo la soltara por fin.

—¿Cómo sabías que estaba viva? —pregunté, aunque antes de que se encogiera de hombros yo ya sabía la respuesta. —Emma.

—Esa mujer es increíble—alagó Fill.

Los demás aún seguían mirándonos y aunque reconocí a varias personas la mayoría eran hombres que no había visto en mi vida. Desde luego el número de guardias también había aumentado.

—A veces nos llegan refugiados, no tienen a nadie así que intentamos darles un sitio—explicó Fill—. Suelen venir solos, pero también con hijos o alguien a cargo. Lo peor es cuando llegan niños cogidos de la mano sin ningún padre a la vista.

Bueno, eso explicaba por qué de repente había tantos niños rondando el castillo. La edad de los guardias iba desde los catorce años hasta casi los sesenta.

—¿Cómo lo estáis haciendo? Con la escasez digo—antes de irme a penas había para alimentar al pueblo y era un número mucho más reducido de personas.

—Emma y Astrid elaboraron varios planes, entre ellos una dieta basada en plantas y legumbres para no depender del ganado—nos acompañó por el resto del recorrido y nos enseñó los nuevos cultivos—. Este es el sembrado más grande, pero se instaló un trozó de tierra en cada casa para que ellos mismos pudiesen cultivar y darse los unos a los otros lo que necesitaban. Hemos instalado un cercado  junto a los establos para los animales y al estar en mejores condiciones también han podido reproducirse más.

El plan era prácticamente perfecto, aunque no me resultaba raro ya que Emma siempre había estado preocupada por los derechos del medio ambiente y los animales. En casa no había comido casi nada de productos animales y se negaba a comprar ropa nueva habiendo tiendas de segunda mano.

—Todavía tenemos algunos problemas, pero vamos poco a poco. Tendrías que haber visto el desastre que hubo por aquí después que os marcharais—sabía que no lo había dicho con segundas y aun así me sentí avergonzado por haberles dejado solos.

Cassandra se adelantó para tocar a los caballos y darles un poco de hierba seca. Fill me miró de reojo mientras la observábamos.

—Esto es muy raro, que no se acuerde de nada quiero decir.

—Si, lo es.

La visita terminó en la entrada principal cuando todo el calor del sol se había esfumado y había sido sustituido por el del fuego de las antorchas. Le prometí a Fill que al día siguiente iría a entrenar con él y sus chicos, pero me arrepentí al momento, tenía las piernas echas polvo. Cassandra no había hablado prácticamente en toda la tarde. Se limitaba a responder cuando se la nombraba o a comentar lo interesante que era una parte del castillo en concreto.

El olor a la cena nos arrastro de nuevo hasta el comedor. Los pies nos pesaban por haber estado andando tantas horas, aunque hubiera sido en un mismo sitio. Las velas y candelabros a estaban encendidos por lo que supuse que Emma también querría recuperar fuerzas después de una tarde intensa de ejercicio horizontal.

Fill entró el primero mientras hacia bromas sobre mi tatuaje y lo que se parecían a mis habituales pecas, Cassandra fue la siguiente, mientras que yo me quede rezagado intentando que se me ocurriera alguna contestación ocurrente a los comentarios de Fill. La sala se quedó el silencio cuando sobrepasamos el marco de la puerta. Había cinco personas sentadas a la mesa, no dos como había esperado. Cinco. Y una de ellas tenía sus ojos escarlata fijos en mí. 

*****

AHHH, que emoción de capítulo!!! Pero tendréis que esperar hasta la semana que viene para leer la esperada reunión. 

¿Os ha gustado?

Próximo capítulo: 

25/07/2022

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