Capítulo 13
IAN
Los últimos kilómetros antes de llegar a la frontera de Maternas habían sido tensos. Sobre todo, teniendo en cuenta la escena que habíamos presenciado en el pueblo de Lavender. Nos habíamos movido de noche y descansado de día en alguna cueva o espacio lo suficientemente cerrado para que nadie nos descubriera por casualidad. Puede que alguno de los soldados de Nikolái sobreviviera y si era así estábamos en peligro inminente. Teníamos que llegar al castillo cuanto antes. Por eso habíamos aumentado el ritmo y no parábamos a no ser que fuera estrictamente necesario. Cassandra no se quejaba de tener que andar seis horas seguidas, aunque la verdad es que parecía completamente sumida en sus pensamientos. No había hecho ningún intento de entablar conversación, así que yo tampoco lo hice. Por más que estuviera deseando preguntarle como se encontraba.
El bosque cada vez era más espeso y apenas nos dejaba ver lo que había delante, pero también se me hacía mucho más conocido así que pude orientarme sin problema. La luna nos daba la luz suficiente como para no tener que encender ninguna antorcha improvisada. Estábamos ya lo bastante cerca de Maternas como para que mi corazón empezara a palpitar con fuerza en mi pecho. Miré a Cassandra, pero ella seguía metida su mundo, siguiendo mis pasos sin prestar atención a su alrededor.
Por eso mismo supe que tendríamos que hacer una última parada antes de adentrarnos aún más en el reino. Cambié sutilmente de rumbo y tuvimos que andar solo diez minutos más hasta que di con aquello que necesitaba.
El lago estaba exactamente igual que cuando caímos en él hacía ya casi tres años. El agua olía dulce y los juncos de su superficie se movían al compás de la brisa nocturna.
—¿Reconoces este lugar? —pregunté, aún sin querer conocer la respuesta.
Ella recorrió el lugar con la mirada y una expresión casi aburrida en el rostro.
—No, pero me vendría bien un baño.
Antes de que pudiese procesar sus palabras ella ya se había quitado la ropa. Justo delante de mí. Tragué saliva al ver como sus curvas quedaban perfectamente perfiladas por la luz tenue de la luna. Ella obsequió con una media sonrisa y avanzó hasta mí con una seguridad que hizo que me temblaran las piernas.
—¿Vienes? —demandó cuando llegó a mi altura.
Cassandra no dudo en tirarse de cabeza al lago, cuando emergió su pelo se había echado hacia atrás dejando su rostro completamente al descubierto. Sus ojos oscuros me provocaron, intentando comprobar se iba a seguirla el juego. Bien, yo también podía hacerlo. Ya no era el mismo chico que había conocido hacia unos años del que ni siquiera se acordaba. Me quité la ropa y me acerqué hasta el lago con paso lento, dejando que me analizara de arriba abajo.
El agua estaba fresca, revitalizante después de tantos días de caminata sin descanso. Apoyé la cabeza en uno de los salientes de tierra y me quedé ahí disfrutando del silencio que traía la noche consigo. Sentí el movimiento del agua antes de abrir los ojos. Cassandra se había acercado con un aire vulnerable y de melancolía. Sus cambios de humor iban a volverme loco.
—No te he dado las gracias por escapar y seguir conmigo hasta ahora—murmuró—, podrías haberme dejado tirada y sin embargo me has traído a tu hogar, a pesar de saber quien soy y quien es mi madre.
—No dejas de repetirlo, como si esa fuera la única personalidad que te permites tener.
—Supongo que es lo único que he tenido en estos años—se encogió de hombros.
—Pues ya no tienes que aguantarlo más. Yo sé perfectamente quién eres, y estaré aquí cuando tú también lo recuerdes.
Ella se acercó más hasta que nuestros cuerpos se quedaron pegados, piel con piel. Bajé la vista hasta sus labios que estaban ahora entreabiertos. Tenía las mejillas coloradas y las pupilas dilatadas. Solté muy poco a poco el aire intentando controlarme en esta situación, cuando podía entrever la forma de sus pechos en el agua.
Cassandra se inclinó y se agarró con una mano a mi cuello para mantenerse a flote. Sus dedos se enredaron en mi pelo mientras su boca se dirigía a mi oreja como para decirme algo en voz baja. En vez de eso la beso y mordió mi lóbulo hasta que solté un gruñido de placer. Su aliento comenzó a bajar hasta mi cuello y dejó un recorrido de besos húmedos por él. Estaba al límite de mi autocontrol y mi cuerpo ya había empezado a ir por libre. Cuando se dio cuenta de mi erección se mordió el labio y deslizó una mano por mis abdominales sin llegar a tocarme en ese punto concreto. Definitivamente quería volverme loco. La agarré de las caderas e hice que sintiera la dureza. Cassandra gimió echando la cabeza hacia atrás.
Todos mis sentidos estaban puestos en ella. En como se movía, en los sonidos que emitía e incluso en como respiraba. Mi cerebro desconectó por completo y mis instintos tomaron el control. No quería parar. Siempre iba a necesitar más.
—Creo que es suficiente por hoy—sus palabras cayeron sobre mí como un balde de agua helada.
Se apartó con una sonrisa perversa y salió del lago sin decir ni una sola palabra más. Me costó unos segundos entender lo que había pasado y después ordenarme a mi mismo salir del agua sin que se me notara lo mucho que me había afectado aquel momento. Claro que la tremenda erección me delataba por completo.
Me vestí con la mayor dignidad y entereza que pude para después mirar a Cassandra con los ojos entre cerrados.
—¿No deberíamos ver ya el castillo? —preguntó, haciendo como si nada.
Pero tenía razón, las torres deberían de entreverse por en cima de la copa de los árboles. Me cercioré de que estábamos en el lugar correcto y después me pasé una mano por el pelo para apartar las gotas de agua que caían hasta mi frente.
—Vamos—ordené, sacando la espada de su funda.
Nos acercamos aún más a los árboles que rodeaban el castillo. Los pelos se me pusieron de punta. Percibí el olor y la energía de la magia mucho antes de darme cuenta de lo que estaba pasando. El reino entero estaba cubierto por la cúpula de un hechizo, al igual que lo estuvo el pueblo en su momento. La persona que lo había hecho era mucho más poderosa.
—Dime que tú también sientes eso—habló Cassandra con voz ahogada, como si todo aquello la abrumara.
—No te preocupes, solo es una barrera de protección.
Me adelanté para que viera que no pasaba nada y ella me siguió hasta que la magia nos envolvió por completo quitándonos la respiración por un momento. Miles de calambres recorrieron mi cuerpo, reconociéndome, y no pararon hasta que la traspasé. Me giré para comprobar que Cassandra seguía mi camino.
—¡Alto! ¡de rodillas los dos! —una voz sonora no dejó de gritarnos esas mismas palabras una y otra vez.
Al menos diez guardias nos rodeaban en un medio circulo con las espadas en alto. Me arrodillé exactamente como me decían, pero Cassandra se quedó muy quieta, todavía sobre sus pies, mirando a los guardias exactamente igual que había mirado a los soldados de Nikolái.
—Cass, arrodíllate—le supliqué.
Los guardias siguieron amenazando, pero ella continuó en la misma posición. Sentía como los nervios y la paciencia de Cassandra estaba llegando al límite, al igual que la de los guardias. Dos de los hombres se abalanzaron sobre ella y se enzarzaron en una lucha para conseguir someterla.
—¡Basta, somos amigos del rey! —los hombres rieron, Cassandra le propinó un cabezazo a uno de ellos en el momento en que le tuvo delante— ¡De Erick, somos amigos de Erick! ¡Me llamo Ian!
Uno de ellos le dijo algo al hombre que se encontraba al mando y este bajó su arma para mirarnos con una mayor curiosidad. Los otros dos habían conseguido inmovilizar a Cassandra que ahora soltaba todo tipo de maldiciones por la boca.
—Levántate—me ordenó—. Vamos a comprobarlo.
El castillo se extendía ante nosotros con las antorchas encendidas. Las personas iban y venían de un lado para otro sonriendo y comiendo en el césped delante de la entrada del pueblo e incluso en los jardines reales. Maternas estaba repleta de vida. Muy diferente a como la dejamos.
Subimos por las escaleras principales. Todos los recuerdos sobrevinieron a mi mente. La tristeza se apoderó de mí. Eché un vistazo a Cassandra para ver si le había llegado algún recuerdo, pero miraba aquella construcción como si fuera la primera vez. La entrada estaba llena de flores, con una alfombra de color rosa oscuro. Varias niñas jugaban por ahí con un escudo y una espada. Se me podría haber caído la mandíbula al suelo si no estuviera tan conmocionado por lo que estaba viendo.
Oí como alguien bajaba la escalera de forma rápida y bastante sonora. Me quedé petrificado al verla allí. Bajó corriendo los últimos escalones y se echó a mis brazos.
—¡Estas bien! —gritó Emma emocionada—¡Dios mío, Ian, estás bien!
—Apenas—hablé intentando que no se me metiera su pelo en la boca.
Mi pecho se sacudió con un sollozo del que no cayeron lágrimas. Pensaba que se haría menos duro volver, que estaría más contento. Después de examinarme al completo y asegurarse que estaba bien se volvió hacia nuestra amiga. Los guardias ya la habían soltado y nos observaba como a un par de monos de circo.
—Hola Cassandra—Emma se acercó unos pasos y extendió la mano. Estaba claro que se olía algo de lo que estaba pasando o no actuaría de ese mono.
La pelinegra miró la mano y después a Emma varias veces. No creía que fuera a ser agradable, pero al final decidió tomar la mano. Su ceño dejó de estar fruncido al instante y sus hombros recobraron una postura más cómoda. Cassandra abrió los ojos sutilmente en señal de sorpresa. Bueno, por lo menos ya sabía que todos nuestros dones habían aumentado estos años.
—No os esperaba hasta dentro de unos días—habló Emma cuando vio que el silencio empezaba a ser incómodo.
—¿Sabías que veníamos? —pregunté, aunque era una tontería ya que sabía perfectamente de sus visiones.
—Claro, si—sonrió—. Pero ya hablaremos mañana de todo. Estaréis cansados del viaje.
Cassandra me echó una mirada como diciéndome que no estaba entendiendo nada. Me encogí de hombros, ya éramos dos.
—¿No hay mucha gente para ser de noche? —curioseó Cassandra mientras subíamos las escaleras.
—Estamos organizando un par de cosas y ya veis los niños son todo energía.
Todo era extremadamente raro, no parecía el mismo sitio ni la misma gente. Estaban más felices, más despreocupados.
—No parece que hayáis sufrido ningún ataque—apunté, aunque sonó más reproche de lo que pretendía.
—Nadie que no sea bienvenido puede traspasar el hechizo—concluyó, sin dar más detalles.
O sea que los ciudadanos de Maternas no habían vivido ningún desastre en todo este tiempo. Me moría de ganas por hacer la pregunta más obvia, dónde estaba Rubí y los demás, pero me contuve. Estaba claro que Emma no iba a hablar más de lo necesario esa noche.
—Bueno—se giró hacia mí—ya sabes cual es tu habitación, yo me voy ya. Mañana os espero para desayunar, ¿Vale?
Me dio un beso en la mejilla y bajó de nuevo los escalones por los que habíamos subido.
—Buenas noches.
—Eso ha sido raro—pronunció Cassandra cuando supo que ella no podía oírla.
—Nada es normal cuando se trata de nosotros.
Abrí la puerta de madera que daba al antiguo cuarto de Cassandra. Ella me siguió muy de cerca. No terminaba de fiarse de quién podía estar allí. Su cuarto estaba exactamente igual, sin una mota de polvo, lo que me hizo pensar en cuanto hacía que Emma sabía que íbamos a llegar.
—Deberías dormir un poco—le sugerí—, creo que mañana nos espera un día largo.
Ella asintió, recorriendo todo el cuarto con la mirada. Cerró los ojos e inspiró profundamente. Una parte de mí esperaba que al estar aquí sus recuerdos fuesen fluyendo hasta su consciente.
—Espera—me frenó, justo cuando di unos pasos hacia mi puerta—, no quiero estar sola. No aquí.
—Nadie va a hacerte daño, te lo prometo.
—Eso no lo sabes, ¿Puedes quedarte? —pidió con un susurró—Eres del único que me fio en estos momentos.
No dudé, quería quedarme con ella. Pero me retuve unos instantes para no parecer desesperado. Sus manos se entrecruzaron por delante y se mordió el interior del carrillo como siempre hacía cuando estaba nerviosa.
—Así podré controlar que no vayas a por ninguno de esos guardias—bromeé, acercándome a la cama.
—Han sido unos idiotas.
Asentí.
Me quité la camiseta y me metí entre las sábanas. Había mucho por lo que preocuparse, mucho en lo que pensar, pero por una vez solo quería fingir que éramos solo nosotros dos, bromeando y riendo como una vez habíamos hecho. No quería que nada se interpusiera, ahora mismo esa cama me parecía un refugio del resto del mundo.
****
Hola, hola! Pues ya he acabado todos mis exámenes y estoy de vuelta para traeros un nuevo capítulo todas las semanas.
¿Qué os ha parecido la llegada de Ian y Cassandra a Maternas? SE VIENE LO BUENO.
Próximo capítulo
10/07/2022
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