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XI

Diciembre 30, 2018.

7:30 pm.

Jungkook POV.

Soledad.

Una palabra que a la fuerza y a temprana edad comprendí pero sobre todo aprendí a la perfección jugando ésta en mi contra tal fuego irreversible siendo testigo mi infancia y adolescencia de pesares, tragedias y crudas realidades envueltas en mi no tan pequeño mundo. ¿Llorar? Lo hice suficiente en su tiempo. ¿Sirvió? Es más que clara la respuesta. Muchos más como yo viven aislados del mundo. Viven en una burbuja de soledad que se vuelve su forma de autoprotección. Sus armas blancas son las palabras y malos tratos. Y cuando algo se sale de control y alguien quiere destruir ese campo de autodefensa le dan inicio a su plan B; el ignorar y alejarse.

Vivimos creyendo que nadie nos necesita y planteamos frecuentemente por qué seguir malgastando oxígeno. Algunos no lo entienden y nos tachan de escorias que tan solo buscan llamar la atención. Nos sentimos inservibles y en las vidas de otros, desechables. Utilizables tan solo una vez y luego un bote de basura nos espera.

Pensamos constantemente que somos reemplazables.

Todo esto se debe al miedo. Aquel horrible sentimiento que te inunda los sentidos y lentamente carcome tus esperanzas. Eres frágil a causa de palabras, acciones o sucesos. Los recuerdos son tu mayor enemigo y así mismo tu más grande alarma que te mantiene en un insomnio por la vida. Un muerto viviente, uno más a la lista.

La depresión, aquella en la que no creías se vuelve tu peor pesadilla. Te vuelves su nueva presa favorita y no descansará hasta llevarte consigo. Pero, aunque creamos estar sin apoyo tan solo debemos abrir bien los ojos. Porque frente a nosotros se encuentran aquellas personas que nos protegen y tocan a la puerta de nuestro dolor.

Una vez les dejas entrar se vuelven medicina para el alma enferma. Te dan calma y alivian tus cargas volviéndolas suyas. Son pocos como ellos, pero cuando les encuentras no hay mal en la tierra que lo aparte de tu lado. Son así porque saben qué es estar en tu lugar, te comprenden y te vuelven fuerte.

Allí frente a tus ojos se encuentra una persona que entiende tu dolor. Sé que en este preciso instante es así, aquella es tu ángel guardián, tu aliado y mejor amigo.

Meneo la cabeza tratando de salir de mi ensoñación y vuelvo a la realidad

Shakespeare.

Romeo y Julieta. Sonrío de solo pensarlo.

Sí, tal vez su amor fue una tragedia y al final no terminaron juntos como hubieran deseado, todo por personas que no aceptaban la intensidad de su amor. O tal vez tan solo se obsesionaron con tener al otro cerca al punto de darlo todo. Hasta su vida.

El afecto puede convertirnos en monstruos sedientos por más y más.

Suspiré.

Me miré en el pequeño espejo que tenía y asentí satisfecho. Hace mucho no me tomaba más de un minuto para escoger una ropa presentable, acostumbré a ponerme lo primero que encontraba sin importar cómo me viera. Pero, hoy es un día diferente. Siento que el evento al que cierta castaña me ha invitado será emocionante, mis manos sudan en anticipo.

Frunzo mis cejas. De nuevo me veo al espejo. 

—Vamos Jungkook, no seas un hormonal, —bufó Yoongi —Has estado cambiando de ropa por media hora y te has vuelto a poner lo primero que escogiste. —soltó divertido — ¿Podrías parar? ¿Acaso eres la chica en esta cita?

—Que no es una cita, hyung. —respondí irritado —Ava es mi jefa y me ha invitado sin terceras intenciones, no seas un metiche y cizañero.

—¿Así me agradeces? Más respeto soy tu hyung, mocoso. —rodó los ojos. —Entonces deja de revolotear por la habitación como una mariposa.

—Yoongi hyung, quería que me ayudaras a elegir un atuendo en cuál no parezca salido de the walking dead, pero solo has estado allí  haciendo ruidos extraños cada que pido tu opinión. —dije apresurado y fruncí los labios —Eres un mal hyung.

—¿Acaso mi presencia no te es suficiente? ¿Yo te dije invítame? —dijo indignado con una mano en su pecho negando con la cabeza y luego me señaló con su dedo índice —No. Tú eres el mocoso malagradecido que me arrastró a las afueras de un mundo lleno de personas, ew.

Reí por eso ya que parecía un abuelo enfurruñado —Si sigues con ese carácter envejecerás rápido y morirás solo, hyung.

—Si muero primero te arrastro de las patas y te llevo conmigo, mocoso.

Me giré para dejar de observarlo por el espejo y cruzamos miradas manteniéndolas por un largo rato.

Solo lo tengo a él.

Es la única persona de mi pasado que ha quedado a mi lado, la única persona a la que permití quedarse pese a todo. Pero, de todas formas, no me quedaba nadie más que él. Su fuerte carácter me ha ayudado a superar cada problema y cuando yo me derrumbaba me sostenía salvándome de las pesadillas que día con día se volvían más reales.

—¿Por qué me miras tanto? ¿Al fin descubriste lo hermoso que soy y quieres seducirme? —solté una carcajada —Demasiado tarde, a mí no me gustan los mocosos como tú. —dijo girando la cabeza ignorándome.

Anciano narcisista.

—Ya quisieras que me fijara en ti, abuelo. —le guiñé un ojo y él soltó un gruñido.


—¿Ava?

—Jungkook, ¿qué pasó? ¿Ya llegaste? Voy a buscar-

—No, noona aun no. —la detuve. Marqué su número porque llevaba junto con el señor del taxi alrededor de media hora perdidos. Las calles estaban abarrotadas de autos. —No encuentro el lugar, ¿cuál era la dirección exacta?

Yoongi a mi lado ahogó un grito molesto.

—Jeon Jungkook si no me sacas de este taxi ahora mismo prometo que tu muerte será lenta y tortuosa.

—Kook, pásame al señor del taxi por favor. —me dijo Ava a través del celular.

Le tendí el celular al taxista y Ava se encargó de indicarle.

Recosté mi espalda en el respaldo y suspiré cansado, esto de salir no me agradaba, menos se me daba bien. Odiaba el tráfico, odiaba el ruido. Era como Yoongi en ese sentido, por ello nos entendíamos y preferíamos caminar tranquilos por la vereda e ir a lugares silenciosos donde escasee la gente.

Aunque, a mí no me desagradan todas las personas.

Tomé la mano de Yoongi.

—Tranquilo hyung. No hiperventiles, ya llegaremos. —sonreí en grande mirándolo, arrugó la nariz e hizo una mueca de asco.

—Suéltame mocoso, a veces eres muy molesto.— pero no hizo nada por quitar su mano de entre las mías.


Taehyung POV.

9:38 PM.
 

Dicen que hay más estrellas en el firmamento que los granos de arena en una playa. Más mentiras calladas con simples verdades, planetas y estrellas sin ser descubiertas y billones de éstas en espera de ser halladas. Agujas en pajares cubiertos de brillo confundiendo a aquellos que buscan encontrar su motivo de vivir, su razón de ser, su felicidad. El tiempo pasa, las personas cambian, pero no el mundo no sus obras producto de la naturaleza y no aquello que cubre lo que a simple vista los humanos no pueden ver.

Motivos.

Los que se anhelan para seguir.

Sueños, esperanzas y luces por los cuales mantenerse en pie y seguir luchando en un mundo donde la locura reina y hasta lo más natural e indefenso puede volverse en contra.

Cálido. Algo que por mucho tiempo no creí sentir, tal calidez que enmienda las heridas de cualquier corazón maltratado. No. Sacudo mi cabeza en un intento de aclarar mi mente. Claro que sí lo he sentido, mis sueños. Pero ahora es lo más cercano a lo que alguna vez creí instalarse en mi pecho reconfortante hasta tal punto de sentirme vivo por primera vez. No lo creo cierto hasta que después de ver el brillo en sus ojos me confirmara en silencio el secreto aún no descubierto por nuestras almas. ¿Es posible que tan solo con verlo posar una mirada sobre mi persona me haga sentir enternecido? ¿Es acaso posible que sienta esta atracción magnética cuál imán al metal?

Sus ojos.

Siento perder los estribos cuando sus ojos se pasean de aquí para allá en la escenografía del teatro, hay brillo reluciendo en ellos. No me ha visto aún pero ya he admirado mucho más que solo su perfil desde que ha llegado hace más de una hora y he estado observándolo.

Mierda.

Sabía que era él. El chico del parque. Jungkook.

Mierda, mierda y más mierda.

Mi corazón amenaza con salirse de mi pecho en cualquier segundo y mis manos tiemblan ante la posibilidad que el chico a escasos metros de mí haya sentido lo mismo que en mi pecho se desató; como lava ardiendo por mis venas.

Jodido.

Así estoy cuando he visto por quinta vez relamer sus labios. Solo nos separan una fila de asientos. Él abajo, acompañado de una castaña y un peligris. Aquella cabellera... Creo haberla visto en algún lugar, en alguna parte. Ahora que lo pienso, fue la noche en que dejaron la carta para mí, dicha carta que solo contenía siete sellos en diferentes colores, al finalizar la carta el mismo símbolo de la luna se encontraba pero esta vez el sol le hacía compañía y en el revés del sobre mis iniciales se marcaban en dorado.

No entendí nada. Tampoco pude leer más ya que Jimin arrebató la carta de mis manos y con una risa nerviosa la guardó en el cajón de su ropa asegurando que de una fan a mis fotografías se trataba.

No le creí, eso era seguro.

—Taehyung. —llamó Jimin a mi lado explotando mi burbuja de ramas.

—¿Que sucede?

—Te estoy hablando hace más de cinco minutos y estoy seguro que no has captando una sola palabra de lo que te he dicho, ¿Estás bien?

—Lo estoy, no te preocupes.

—Perdón por arrastrarte hasta aquí, sabes que es necesaria mi presencia o de lo contrario sería una falta de respeto hacia mis alumnos. —suspiró luego viéndome. —Prometo recompensar tu cumpleaños mañana, ¿Está bien?

—No te preocupes, Jiminie. Sabes que me gustan las obras de teatro. Entonces está bien, no es un problema acompañar a mi mejor amigo.

El rubio estiró un sonrisa volviendo su mirada al escenario.

Había olvidado mi cumpleaños. Yo mismo lo había olvidado. He tenido mi mente fuera de órbita las últimas semanas, era de esperarse. Aunque Jimin se ofreció en demasía para hornear un pastel, al final terminé cediendo porque en definitiva es un amor. Soplé las velas antes de partir al teatro y agradecí recibiendo su regalo. Él y yo. Nadie más. Nos tenemos y de mi pasado son fragmentos rotos. No existe madre ni un padre, por lo que mucho menos hermanos, Jimin es mi única familia. No recuerdo haber tenido nada más que los padres de Jimin en mi cuidado durante mi mayoría de edad donde nos mudamos y vivimos actualmente, él como bailarín yo como fotógrafo.

—Julieta ideará el plan de amor, pobre Romeo lo que se le esper...

Paró de inmediato al ver que el chico que acompañaba a Jungkook volteó despacio viendo sobre su hombro, no a mí. Su rostro se deformó en una mueca de susto. Se volvió más blanco –si eso puede ser posible– y se quedó viendo fijamente a Jimin, posteriormente a mí y de nuevo a él. Sentí al mismo removerse nervioso. No entendía nada. Dos segundos después el peligris se levantó de golpe alarmando a su amigo, luego pidió disculpas a las personas por no ser silencioso y acto seguido desapareció saliendo por la puerta del teatro.

Jungkook no se había percatado de mi presencia y no sabía si estar aliviado o ansioso. Las dos juntas tal vez. Vi a Jimin respirar pesado frotando sus manos contra la tela de su pantalón.

—¿Se conocen?

—¡NO! ¡Ah! ¡¿Que te pasa?!

Golpe seguro a sus costillas.

—¡¿Podrías bajar la voz?! ¡Te recuerdo que estamos en una obra de teatro, genio!

Hablé en susurros temiendo que el de seguridad nos sacara a patadas. El rubio bajó la mirada. Y conozco esa mirada, oh por supuesto que sí. Estaba mintiendo.

—No lo conozco. Solo-, su rostro se me hizo vagamente familiar.

—Vaya que sí, ternura. Para que quedaras como un fantasma y él igual...

—No es nada. Sigue viendo la obra. Tengo que ir al baño, vuelvo en un segundo.

Suspiré. Odio cuando Jimin me miente u oculta cosas que es más que estresante. Al rededor de una hora calculaba había pasado cuando la chica que acompañaba al castaño volteó en mi dirección buscando algo a mis espaldas. ¿Que tenían hoy con ver a mis lados? Bufé y después la chica susurró algo al oído del menor. Luego él giró su cabeza despacio hacia mi dirección y sentí mi alma dejar mi cuerpo cuando vi sus ojos, abrió demasiado los mismos y rápidamente regresó su mirada a la escena del teatro. Romeo le recitaba su amor a Julieta. Yo quería prestar atención, en serio traté de concentrarme pero me fue imposible cuando Jungkook reverenció a la chica y salió también del teatro.

Era ahora o nunca. Tenía muchas dudas, muchas respuestas que eran inconexas.

Jimin tampoco había regresado.

Me deslicé siguiendo sigilosamente el paso de Jungkook tratando de no ser descubierto. De niño mi sueño era ser detective pero después de descubrir que entre investigar abarcaba resolver misterios de muertes lo dejé. Sherlock te fallé, pues cuando creí no ser descubierto Jungkook paró abruptamente y giró su cuerpo dañando mi intento de detective.

Maldije por lo bajo.

—¿Me estás siguiendo?

—¿Me crees si quiera capaz? —pasé una mano por mi negro cabello.

—Vamos, es demasiada coincidencia que justo donde esté yo aparezcas tú.

—Las coincidencias existen, bonito. —reí al ver un leve sonrojo. Adorable.

—Deje de llamarme así.

—¿No te agrada?

El castaño retomó su camino resoplando sin responderme y salió completamente del teatro, llegamos a la parte trasera. Las luces de los faroles eran tenues en ese lugar, se recostó a la pared cruzando los brazos.

—¿Qué quieres, Taehyung?

Gemí con gusto para mis adentros al escuchar mi nombre de sus labios. Lo recordaba y eso me satisfacía más. Se notaba intranquilo, pero no molesto agradecí eso. Lo menos que quería en estos momentos era su indiferencia. No respondí de inmediato. Los segundos pasaron, segundos que aproveché para observar su vestimenta; una camiseta blanca adornaba su cuerpo, la chaqueta negra de cuero que cubría sus brazos combinaban perfecto con su pantalón del mismo color a juego con sus botas militares también negras. Cruzado de brazos y con la mirada gacha hablé después.

—¿Te gusta Shakespeare? —alzó la mirada, me sentí ansioso cuando pareció relajarse, aún así bufó irritado al no responder su pregunta.

—Es mi autor favorito.

—¿También tu obra favorita?

Se tensó y yo me acerqué dos pasos.

—¿Tú...? —dijo él.

—¿Yo...?

—Olvídalo.

Y mi sonrisa se desvaneció. Se notaba nervioso, la sola idea de que fuera por mí me deleitaba en demasía.

—¿Puedo preguntarte algo? —asintió descruzando los brazos. —Lo de tu trabajo, aquel día cuando... Tú... ¿También lo viste?

Tragué duro él pareció alarmarse y me acerqué más quedando medianamente cerca nuestros cuerpos. No pareció incomodarle, él hablo.

—No se de lo que me hablas. –desvió la mirada.

—¿Entonces ahora estoy demente?

—No lo sé, tú dime.

No respondí. En su lugar aproveché la tensión de nuestras miradas para acercarme completamente posando ambas manos a sus costados acorralándolo. Luego relamí mis labios y el castaño mantuvo mi mirada no mostrándose sumiso en ningún momento, pero sin oponer resistencia posó sus manos en mi pecho. Estaba viendo mis labios y yo los suyos acerqué nuestros rostros rozando suavemente nuestras narices luego sin que dijera palabra alguna dejé un casto roce en sus labios. Jadeé al sentir tal suavidad y mi corazón casi se sale del pecho cuando mordió su inferior e iba a profundizar nuestras bocas de no ser porque escuché murmullos detrás nuestro. Jungkook pareció escucharlos también. Compartimos miradas nerviosas y saliendo de ésta extraña burbuja me empujó suave apartándome. Maldije sin ser escuchado.

Hice una señal de que no hablara y él asintió con la mirada gacha. El sonrojo de sus mejillas me sacó un suspiro. Se puso a mi espalda y caminamos despacio luego recostados en la esquina de la pared con nuestras manos en ella. Escuché unas voces

—¡No vengas a decime lo que tengo o no para hacer!

—Jimin cálmate.

Agudicé mi oído al escuchar el nombre de mi amigo.

—¡No me calmaré hasta que me expliques porqué mierda le diste esa carta a Taehyung, Yoongi!

Jungkook frunció el ceño y yo me tensé al recordar la noche y su rostro. Por supuesto, era él con el que tropecé, maldición ¿Cómo lo olvidé? Tomé a Jungkook de la mano para que no tratara de intervenir pues de sobra sabía que era el chico con el que venía.

—Es necesario. Por favor escúchame. Te busqué desde que abandonamos el firmamento, desde la caída del cielo, Jimin. Tenemos que hablar, hay muchas cosas que debemos discutir. Muchas cosas que no le has dicho a...

—No tengo nada que hablar contigo.

—Jimin, basta.

—Suéltame imbécil. Déjame ir.

Se escuchó un forcejeo y entonces fui yo quien salí al rescate de mi amigo pero antes de siquiera salir la mano de Jungkook en la mía me detuvo. Sentí una corriente y puso su índice en mis labios suplicando con la mirada. Asentí.

—Las cosas se están complicado, los grandes están buscando al eclipse sabes lo que significa. Sabes que no puedes seguir reteniendo sus recuerdos. Namjoon ya conoce nuestra ubicación. Jimin, sabes lo que sucede cuando la luna y el sol se reencuentran.

—No dejaré que Taehyung pase por lo mismo, ¡No de nuevo, Yoongi!

—¡Taehyung merece recordar!

—No me hagas reír, ¿Ya le has dicho toda la verdad a Jungkook? ¡No vengas a reprochar algo que ni siquiera tú has podido hacer!

Me congelé. Vi a Jungkook limpiar sus ojos con las manos  y soltando mi agarre salió corriendo. Segundos después el peligris chocó conmigo abriendo sus ojos, haciendo ademán de hablarme. Alcé la mano indicando que no quería saber nada antes de ir tras el castaño que se perdió corriendo entre la multitud que salía del teatro.

La función había acabado. Los telones bajado y mi respiración cortado. Me sentía traicionado. Traicionado por mi mejor amigo. Y dolido al ver a Jungkook llorar. Dolía.

Las campanas anunciaron las doce en punto, dando a entender lo que me sucedía todos los cumpleaños desde hace más de diez años. Lo olvidé, lo olvidé por completo. Mi cuerpo brilló en un intenso manto zafiro, mis manos igual a la vez que sentía como la luna iluminaba mi cuerpo por completo. Jadeé de dolor cuando de mis manos se expulsó un frío desmesurado a tal punto de quemar mis palmas. Vi a Jimin correr desesperado a mi dirección con Yoongi a su lado, luego se tomaron de las manos apuntando a mi dirección.

El cielo se cubrió de nubes negras una voz resonó en el espacio y caí de rodillas al suelo envuelto en una burbuja de aire y agua. Segundos después todo fue negro ante mis ojos.

Sí que dolía.










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