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Capítulo 2.1


— Mìnghào.

Aunque su voz no fue para nada grave, se profundizo por las paredes frías de la casa. Explicarle por qué llego tarde sería aburrido, eran la una de la madrugada cuando recién termino todo el trabajo acumulado.

Dejo dos bolsas en la pequeña mesa y se guio a buscar a Mìnghào, tal vez despierto esperándolo o dormido. Intento girar la perilla que por sorpresa ya no tenía seguro, a un niño no puede durarle tanto el enojo. Al entrar, Mìnghào dormía plácidamente sobre la cama: enrollado entre mantas delgadas, hecho casi un armadillo protegiéndose de la fría noche, sus ojos al descubierto y una leve respiración lo acompañaba. A veces Jihoon comenzaba a cuestionarse si existía una manera de cambiar el lugar, aun sabiendo que era imposible. Su hijo no debió o debía estar pasando por todo lo que ha vivido. Tal vez su hijo pudo haber nacido en una familia más completa, sin huecos de problemas económicos, sin burlas y sin él; así Jihoon se quedaría con el dolor de un amor fallido y sus problemas.

Respiro profundo, las gotas caían empapando su cuerpo. Sentía como carne metida en un refrigerador.

Se recostó a un lado de Mìnghào, removió algunos cabellos castaños que interrumpían la frente, casi, o muy rara vez veía con determinación a su hijo. El nacimiento del niño fue casi vergonzoso, la doctora quería que lo viera y lo cargara, le dio asco verlo con tanta sangre y liquido; sus brazos dolía, de hecho todo su cuerpo lo hacía, por ello no quiso cargarlo. Después, en el trabajo solía llevarlo cargando sobre la espalda evitando el rostro, y si le daba leche tenía que estirar su brazo. Fue patético y seguía siendo patético, ser padre era complicado.

Fue solo inercia, o tan solo nada, sus labios dejaron un beso en la frente de su pequeño hijo. Ojala mañana te portes bien.

Los destellos de la luna dejaron que la noche se guiara tranquila.





— ¿Puedo ir con la abuela Tao? —pregunto.

Lo miro solo unos segundos. Confiar en su hijo de nuevo le costaría, ocasiono problemas en la escuela y lo que menos faltaba era tener problemas con sus vecinos y mucho menos con la abuela Tao.

La abuela Tao era una vieja arrugada y dulce, de aspecto adorable. Jihoon a veces le daba la mitad de su propina o él se encargaba de traerle las medicinas y alimentos que necesitaría. Tenía una fractura en la rodilla izquierda, usaba un bastón hecho de madera. La abuela le conto que nunca pudo tener hijos, tuvo un esposo que murió hace cinco años, dejándola sola. Cuando Mìnghào fue bebé lo dejo a cargo de la abuela Tao, ella lo trata como un nieto. Pero una vez que Mìnghào cumplió los tres años decidió que lo mejor era dejarlo en casa, sin causar desastres u otro inconveniente.

— No, no puedes.

Vio el puchero.

— Me quedare sin comer, hoy es miércoles. Volverás muy tarde y moriré de hambre.

Jihoon guardo todas sus cosas en un bolso café.

— Hare lo posible por pedir permiso y te traeré un buen ramen de la tienda del señor Wen.

Mìnghào entonces sonrió.

Qué fácil es convencer a los niños.

Aligero una media sonrisa. Los bocadillos para Mìnghào estaban listos.





El uniforme era tedioso, con regularidad sus manos terminaban atadas a los tirantes. Eran tan largas que Jihoon no podía realizar un simple nudo detrás, y ajustarlo a su altura. Al llegar a su trabajo, y ponerse ese delantal encima miro las cintas, tomo cada extremo y las enredo como sus manos lo guiaron, un moño era diferente a lo que él creo. Seguía fallando.

— Debe amarrarse los tirantes, el delantal se le caerá y le ocasionara problemas. —era la voz del señor Wen.

Fue atrapado por su jefe quien entro para hacer revisión de la mañana. Y Jihoon llego temprano; por suerte no lo encontró desnudo. El uniforme de trabajo contaba de una blusa café y un delantal negro o verde, a Jihoon le quedaba nadando la ropa. Eran anchas, y Jihoon era pequeño, el señor Wen le hizo unos ajustes pero el delantal seguía siendo un problema.

Oculto por un tiempo los tirantes dentro del pantalón, pero esta mañana el señor Wen lo atrapo en el acto de esconderlas e incluso le recomendó que fuera mejor atarse los tirantes. Es vergonzoso.

— Lo lamento.

El señor lo pasó por desapercibido, entre sus manos portaba una libreta con hojas malgastadas, veía con detenimiento las prendas y asegurándose que todo estuviera en su lugar.

El señor Wen era su jefe, una persona que rebasaba de la mediana edad, desconocía la edad exacta, pese que era un anciano seguía moviéndose como alguien joven; lo poco que sabía es que tenía una esposa y dos hijos, no sabía los nombres pero muchos aseguraban que vivían en otro continente; otra cosa que recién se entero fue que le encantaban las bolas de arroz (Onigiri), era un buen jefe. El salario era justo, al menos eso pensaba Jihoon, pero teniendo un hijo y ni quien lo ayudara la cuenta se multiplicaba.

— Señor Wen. —lo llamo, ajusto el gafete y se paró frente a él. — ¿Puedo salir por la tarde? —pregunto.

Wen lo miro, dejo de mover el bolígrafo y se quedó en silencio. Jihoon sentía nervios, cuando el silencio se apoderaba de la atmósfera significaba un rechazo: pedir permiso para una salida era mal visto en la mayor parte de los trabajos. Aun así se atrevió arriesgarse, porque prometió llevarle algo de comer a su hijo. Mìnghào era delgado, y quería que creciera sano.

— Asunto. —no, no fue una pregunta. O al menos para Jihoon no lo fue.

— Necesito ir a darle comida a alguien. —respondió.

Suspiro.

— ¿Media hora será suficiente? —cuestiono el señor Wen. — Después de las seis llegan nuevos paquetes; requiero su ayuda para acomodar los productos.

Jihoon asistió.

— Estaré lo más pronto posible, señor Wen. Muchas gracias.

Hizo una reverencia y el señor Wen le regalo una sonrisa.

— Los demás acaban de llegar, lo mejor será comenzar a abrir las puertas.

Si, era lo mejor. El señor Wen fue el primero ensalir con su libreta llena de apuntes. Jihoon sintió como los tirantes sedisolvieron, de nuevo. Un poco más tarde salió de los vestidores, un puño detela mal hecho colgaba alrededor de su cintura.





Dolía escuchar el sonido de los automóviles cuando se molestaban de no avanzar en el tráfico. Era muy tedioso y odioso escucharlo todos los días. Cuando llego al departamento suspiro, en su departamento y en el trabajo eran los únicos lugares donde encontraba paz.

Al entrar al comedor, Mìnghào jugaba con palos de madera: estos tenían cara, ojos y boca remarcados con tinta o marcador negro, adornados con hilos como forma de cabello y pedazos de papel como si fuera vestimenta. Eran palos de madera inservibles que su hijo los consideraba "juguetes" porque Jihoon nunca pudo comprarle algo como los niños de su edad y divertirse. Era un poco triste, la sensación hizo que cerrara los ojos. La abuela Tao se encargó de formar esos palos de madera en "juguetes" para su hijo; tal vez no eran lindos pero servían para entretener a Mìnghào, así que estaba bien.

— ¡Llegaste! —lo escucho decir.

Jihoon asistió. Su hijo levanto los brazos emocionado, ahora sonreía como si la pequeña pelea fue un olvido de un segundo.

— Traje el ramen que prometí. —alzo la bolsa.

Mìnghào sonrió, adjunto los "juguetes" de madera y los guardo en una bolsa, luego volvió a la mesa para limpiar su lugar. Le impresionaba que un niño tan pequeño pudiera saltar sobre una silla, muy pocas veces vio sonreír en grande a su hijo. Jihoon solo suspiro.

— ¿Es de mariscos o es picoso?

— Es picoso, el ultimo de mariscos se lo llevaron.

Vio un puchero en los labios de su hijo.

— A la próxima tendrás que ocultarlo en una caja. —recomendó. Jihoon tal vez lo tomaría en cuenta.

Destapo y rompió en dos los palillos de madera, lo puso enfrente de Mìnghào.

— Come.

Jihoon se encargó de preparó antes. Sirvió dos vasos de agua: uno para Mìnghào y uno para él. El niño pareció dudar cuando se dio cuenta que era grande, el aroma del ramen se dispersó por las fosas nasales.

— Jihoon... ¿comerás, conmigo?

Ah, quiso sonreír, revolvió los cabellos marrones de su hijo.

— Debo volver al trabajo, está bien. Comeré cuando tenga tiempo. Traje este especialmente para ti.

Mìnghào asistió sin comprenderlo. Los niños eran transparentes ante emociones, lo vio porque su hijo no dijo nada y puso una expresión entre triste e indiferente. Fueron segundos de silencio largos, ¿Por qué no te quedas?, Mìnghào se preguntó. Jihoon busco y ordeno unas cosas antes de irse.

— Recuerda bañarte. Volveré más tarde.

La salida de su padre fue en silencio. Mìnghào se quedó solo comiendo ramen.






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Ya no me siento emocionalmente perdida esta vez. En fin, solo quiero decir que el Soonhao de aquí será tardío. Mìnghào y Jihoon están en China (Beijing), Soonyoung esta en Corea del Sur; jsjsjs aún no hay posibilidades aquí.

Un datillo: Jihoon y Mìnghào hablan en coreano o en Inglés, no en mandarín porque a Jihoon todavía se le complica.

Gracias por leer <3

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