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Capítulo 71: ME RINDO A TI🌌

Capítulo dedicado a:

Todos los lectores💗

Saludos y un fuerte abrazo✌

___________________________

[NTV]

1 Reyes 19:4

Luego siguió solo todo el día hasta llegar al desierto. Se sentó bajo un solitario árbol de retama y pidió morirse: «Basta ya, Señor; quítame la vida, porque no soy mejor que mis antepasados que ya murieron».


●°●°●—————— 🩰 ——————●°●°●


Estaba preocupada. Diego quedo en enviarme un mensaje cuando llegara a casa, ya había pasado 1 hora y no había señales de él, su última conexión fue desde la mañana.

Y según lo que me había dicho, de mi casa a su casa solo eran 20 minutos caminando.

¿Le habrá ocurrido algo malo?

Negué con la cabeza intentando alejar esos pensamientos. Me levanté de mi cama y me puse a orar.

— Dios, cuida de Diego...

Cuando acabe de orar nuevamente me acosté e intenté dormir. Y lo conseguí luego de varios minutos.

El sonido de mi celular timbrando me despertó. Lo prendí, eran las 12. Ya era de madrugada.

Restrege mis ojos y cheque el mensaje que tenía.

Era Diego.

Inmediatamente abrí el mensaje.

Princesa
Lo siento por no avisarte...
en el camino ocurrió un percance, gracias a Dios estoy bien solo con mucho dolor...
Pero no te preocupes...solo ora por mi...
Te veré luego🌻

No cesaba de preguntarme ¿qué le habrá pasado?

¿Qué percance?

¿Lo habrán atacado?

De tantas preguntas que tenía se me olvidó responderle. Me puse a orar pidiendo que Diego estuviera bien y luego volví a quedarme dormida.

.....

Día siguiente.

4:00 p.m

Salí del trabajo hace unos minutos atrás pero en vez de ir a casa me dirigí hacia la casa de mi amigo. Nunca había ido pero tenía la dirección.

Solo esperaba no perderme o equivocarme de calle.

Luego de casi 20 minutos logré llegar.

Toqué el timbre y esperé que me abrieran. Poco después una señora apareció frente a la puerta.

— Buenas tardes — saludó.

— Hola Señora — sonreí amablemente — ¿Aquí vive Diego?

— Si — respondió — ¿quién lo busca?

— Soy una amiga, Mía.

— ¡Ah, Mía! — exclamó alegre y se acercó a abrazarme — ¡Mi hijo me hablado mucho de ti, es un gusto conocerte al fin!

— Igualmente — dije un poco extrañada.

¿Diego le había hablado de mi?

— Pasa, pasa.

Su casa era muy linda por dentro y por fuera, tenía un toque único que lo hacía acogedor.

— Diego está en su habitación...Te acompañaré...

— Okey, Gracias...

— Anoche llegó muy golpeado — Decia a medida que íbamos subiendo las escaleras — Dice que dos hombres lo atacaron en un callejón cuando regresaba.

— ¿Quién le habrá hecho eso? — pregunté.

— No lo sé, pero le doy gracias a Dios que mi hijo está bien, solo adolorido y con moretones...

Cuando llegamos a su habitación, la puerta estaba abierta, su madre entró primero y luego yo detrás de ella.

— Tienes visita — le dijo.

Diego, quien estaba acostado en su cama se removió un poco para verme.

— Hola — le dije. Él no dijo nada.

— Los dejaré un momento a solas — Asentí, la señora salió de la habitación.

Cuando ya se fue, pude detallar un poco mejor a Diego. Su labio estaba partido, y tenía moretones en las mejillas.

— ¿qué haces aquí? — soltó de pronto — Te dije que estaba bien...

— ¿Quieres que me vaya?

— No, no, no — se apresuró a decir — es solo que...— bajó la mirada — no quería que me vieras así...

Me acerqué más y me senté en la silla que estaba cerca de su cama.

— ¿Quién te hizo esto?

Iba a decir algo, pero no dijo nada al final. Luego de varios segundos solo respondió que no había distinguido quienes eran ni porque lo habían golpeado.

No sé por qué pero me daba la impresión que algo me estaba ocultando y si sabia quienes lo atacaron. Pero no quise preguntar más, lo bueno era que estaba bien salvo por los moretones.

Luego de hablar un rato, me despedí de él y de su madre y me fui.

Mientras caminaba de regreso a casa, caminé por el callejón por el cual Diego había pasado para ver si encontraba algo, una pista de quien había sido.

Grave error.

Porque cuando estaba a punto de salir de ahí sentí que alguien me jaló del brazo y el miedo comenzó a inundar todo mi ser.

— ¡Suelteme! — forcejee para que me soltara.

— Calmate Mía, solo quiero hablar...

Esa voz. Esa voz la reconocería inmediatamente.

Erick.

Cuando me soltó volteé a verlo.

Estaba igual que la primera vez que lo conocí. Sus cabellos rubios desordenados, sus ojos verdes encantadores...

— ¿Qué haces aquí tan sola? — preguntó mirándome de pies a cabeza — puede ser peligroso para ti...

— voy a casa — fue lo único que dije y bajé la mirada.

— ¿Te acompaño?

— No, puedo ir sola...

— Entiendo, pero si fuera Diego entonces si dejarías que te acompañe ¿o no?...— rió sarcástico.

— ¿Cómo sabes su nombre? — le pregunté confundida y alzando mi vista.

— Tengo mis contactos — sonrió — Por cierto, ¿Ya lo has ido a ver luego de la golpiza que le dieron?

— Si — respondí — Pero tú como...Aguarda un momento...¿Tú lo golpeaste?

Erick solo rió un poco.

— Fue lindo verlo quejarse del dolor.

— ¿por qué lo hiciste? — la pregunté alterada — Él no te hizo nada...No tenías por qué...

— Si había un motivo — respondió — Tú...si tú no te hubieras acercado a él nada de esto habría ocurrido...Si tú no hubieras terminado conmigo nada de esto habría ocurrido.

— Me engañaste — le recordé — ¿cómo querías que siguiera contigo así?

— Fue tu culpa — se encogió de hombros — Todo es culpa tuya...Diego estaría bien si no fuera por ti...

¿Todo es mi culpa?

— No — logré decir. Un nudo en mi garganta comenzaba a formarse.

— Si, lo es...y si no quieres que algo más pase será mejor que te alejes de Diego...

— Tú no eres nadie para prohibirme eso — le dije al borde de las lágrimas.

Ya no queria estar ahí. Ya no quería estar cerca de él.

Intenté irme pero me detuvo. El miedo se hizo presente en mi, temía que fuera a lastimarme o hacerme algo malo.

— Tú no te vas hasta que yo lo diga — ordenó.

— por favor — Supliqué.

— No — dijo y me acercó más a él. Yo solo quería huir de ahí.

Podía sentir su respiración cerca de mi. Quería apartarlo pero era más fuerte que yo.

— Dios, Ayudame — oré.

Cuando intentó besarme cerré los ojos y sin darme cuenta las lágrimas comenzaron a brotar.

Erick me soltó mientras se reía.

— Oye, no voy a hacerte daño — dijo — Solo quería besarte.

— Pues yo a ti no — limpié mis lágrimas y me di la vuelta para salir de ahí lo más pronto posible.

Esta vez no me detuvo. Solo pude escuchar lo último que dijo:

— Aléjate de Diego si no quieres que nada malo le pase...Si algo sucede es Tu culpa, todo es culpa tuya...

Salí del callejón y caminé lo más rápido que pude hasta mi casa.

Al llegar allá, Entré e inmediatamente fui a mi habitación y una vez ahí, no aguanté más y me desplomé. Lo que Erick me había dicho fue la gota que derramó el vaso.

Ya no podía más.

Ya era suficiente.

Ya estaba cansada de todo lo que estaba viviendo.

Ya no quería seguir, ¿para qué? ¿Qué sentido tenía?

Solo era una carga para todos. Un problema. Todo era culpa mía.

Ya no tenía fuerzas para seguir.

Caminé en círculos en mi habitación llevando mis manos a mi cabeza desesperada, mientras las lágrimas corrían por mis mejillas.

— Ya no puedo Dios, ya no puedo — dije — Por favor...solo acaba con esto de una vez...Quítame la vida...

En mi corazón había un gran dolor, y lo único que quería era renunciar a todo.

Pensaba que Si moría, todo acabaría, pero no tenía valor para atentar contra mi vida, y más aún sabiendo que no era algo que a Dios le agradaba. Porque Dios es el dueño de la vida y solo él decide cuando acaba nuestro tiempo aquí en la tierra.

Él tenía poder para quitarme la vida así que en ese momento solo quería que lo hiciera de un vez. Ya no soportaba todo lo que estaba viviendo.

Caí de rodillas al suelo con mis manos en mi cabeza y llorando a mares.

— Por favor Dios, ya no aguanto más...

No podía controlarme, las lagrimas abundaban.

Y fue en ese momento de debilidad, en que sentía ya no poder más, que escuché una voz que hablaba a mi corazón y decia: No es el final...

No es el final...

Cerré los ojos.

Y en ese preciso momento a mi mente llegó la historia de Elias. Elias era un profeta en el reino de Israel, al cual Dios había encomendado la misión de hablarle al pueblo para que ellos volvieran a Jehová y reconocieran que no había otro Dios aparte de Él.

Pero a raíz de esto tuvo que sufrir y huir para salvar su vida, pues la esposa del Rey lo buscaba para matarlo.

Elias, se encontraba en una situación difícil, débil, cansado, se enfrentaba al desánimo, había llegado un punto en el que Él le estaba pidiendo a Dios que le quitara la vida.

Y Dios en ese momento se manifestó en su vida, proveyó lo que él necesitaba, y le proporcionó palabras adicionales.

Elias deseaba morir, y la respuesta de Dios fue: Levantate, Come, porque largo camino te resta. Su misión aún no había acabado, aún no era el final. Dios aún tenía muchas más cosas para su vida.

Entonces comprendí. No era el final y Dios aún tenía un propósito que cumplir en mi vida.

Y aunque no tuviera fuerzas, Dios estaba ahí conmigo diciéndome que debía seguir y no rendirme ante las circunstancias que me rodeaban.

Recordé parte del mensaje que Dan había dado cuando fuimos a ver a Lucas al hospital.

Tenemos que rendir nuestras vidas a Él, porque solo así podremos experimentar su gracia en nuestras vidas.

— Dios...— comencé a decir — Me rindo a ti, y dejo que tu poder obre en mi vida. Sinceramente yo ya no puedo más, pero se que tú estas conmigo y me darás nuevas fuerzas para continuar, y al igual que Elias, hoy tu me dices: Levantate, continúa...

El ambiente de la habitación comenzó a cambiar. El espíritu Santo comenzó a descender sobre ese lugar. Pude sentir su presencia sobre mi vida que venía sobre mi trayendo nuevas fuerzas para levantarme y continuar una vez más.




















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