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"Reencuentro tortuoso"


Bostecé y me desperecé haciendo posiciones extrañas y aparatosas sobre la cama. Se hacía de día, y yo me tenía que levantar, sino llegaría tarde al instituto. Como había pasado el tiempo... quien diría que yo algún diá me levantaría para ir al instituto.
Pero se había convertido en una odiosa y tediosa rutina en mi vida desde hacía dos años.
Había aprendido algo: Todo se basa en el dolor.

Puedes sentir más o menos dolor, pero siempre está ahí, siempre está presente en tu vida de cualquier modo.

Llevaba más de dos años y medio sin ver a Yuuichi. Él se había recuperado de las piernas, y después, se fue al extranjero a estudiar. Nuestra relación se había vuelto tan distante y fría como nuestros corazones. Yo no era el mismo Taiyou Amemiya. Creía que con el tiempo, seguiríamos hablando, nos llamaríamos, que nunca perderíamos el contacto. Pero ahora desconocía hasta el lugar en el que estaba. ¿Francia? ¿Alemania? ¿Rusia? Ni idea. Podía estar en la Antártica, yo no lo sabía.

Visualicé a Naranja en el otro lado de la habitación, recordé el día en el que lo trajo de vuelta después de que yo lo hubiera perdido.

***

Me dirigía con pesar hacia el instituto, una vez más y para colmo. Se habían solucionado muchas cosas en mi vida. Había recuperado una rutina cerca de mi ahora otra vez familia -Gouenji, Yuuka, el doctor Gouenji-, pero nada de esto me hacía sentir completo.

-¿En qué andas pensado amigo?

Era Yuki, un chico que conocía de aquel primer año de bachillerato, de mis últimos años antes de convertirme en universitario.

-Pensaba en...

-¿Chicas?- intentó adivinar.

-Chicas- suspiré resignado.

-¿No te gusta ninguna?- preguntó con ojos brillantes.

-No- admití.

-¿Entonces? ¿Quién te gusta?

-¿Por qué das por hecho que me debe de gustar alguien?- fruncí el ceño.

Me cogió de la mano. Sí, de la mano, y tiró de mí hacia la calle contigua.

-Porque si no es así... me das a entender otra cosa.

Yuki era un chico bastante esbelto y famoso por su popularidad entre las chicas. Cuando me acorraló en la pared, lo primero que pensé era que me iba a pegar. Pero Dios, era mi amigo, ¿para qué pegarme?

Eso... ¿Para qué pegarme pudiendo besarme como estaba haciendo?

Le di un empujón y lo aparté de mi lado con los ojos abiertos de par en par. Qué demonios hacía... ¿¡Qué demonios hacía!?

-¿Pero qué haces?- gruñí.

Sus ojos verdes se clavaron en mi rostro, mientras sonreía. Nunca me hubiera esperado algo así de Yuki, nunca. Yo le gustaba a un chico. Le gustaba a un chico... Ay esto era demasiado. No era que pensara ignorar mi homosexualidad, desde luego, las chicas no me llamaban la atención. Pero pensaba ignorar el hecho de que algún día un chico se enamoraría de mí. Sólo... quería a una persona.

Sacudió su largo y liso pelo castaño y pasó una mano por éste para colocarlo bien, como si se hubiera despeinado. Mi amigo nunca me había demostrado que le gustaban los chicos, es más, a pesar de su pelo largo y sus ojos verdes y adorables, nunca había dado indicios de ello.

-Me gustas Taiyou, me gustas mucho. Te quiero.

Puso un brazo sobre mi torso impidiendo que me moviera, y me quedé ahí, de nuevo contra la pared, mirándole de cerca antes de que volviera a besarme. Yo no quería eso. A mí no me gustaba Yuki, y nunca me gustaría. No porque él no pudiera ser un buen novio, una persona que me quisiera -algo que me demostraba como buen amigo-, sino porque yo nunca llegaría a quererle realmente.

-Yo a ti no- dije entre jadeos.

Pero sus labios no cesaron de besar los míos. Pasaba las mano libre por mi abdomen, por la pierna, por todos los lugares que quería. Me intentaba separar, pero... maldita sea, era más fuerte que yo.

-Déjame enseñarte, Amemiya, déjame... enseñarte.

Por unos instantes mi mente suplicó «enséñame cómo». Si así hubiera sido posible... pero no era posible. Nadie que no fuera Yuuichi podría hacerme sentir como él lo hacía. Ni Yuki, ni todas esas chicas que se declaraban, nadie...

-Por favor, Yuki, suéltame. Somos amigos, haré como que olvido esto y nada habrá ocurrido.

-No quiero que lo olvides, Taiyou.

Miré a los lados, pero el callejón era sin salida, y estábamos muy lejos de la esquina que giraba hacia la calle más cercana. No quería estar con Yuki a solas, parecía haberse vuelto del todo loco. ¿Cómo demonios había cambiado tanto en sólo un día? Nunca le había visto perder la cabeza de ese modo.

-Taiyou, déjame demostrarte que puedo amarte- me dijo al oído mientras mordía mi cuello. Solté un quejido y quise removerme, para que quitara las manos de encima de mi cuerpo.

-¡No!- grité.

-Por favor...

-He creído escuchar un no- oí decir a alguien a la espalda de Yuki.

Me senté en el suelo, como una mota de polvo, con la mirada pérdida, observando como alguien le daba un golpe a Yuki y lo alejaba de mí. Era más alto y... se me cerraban los ojos, estaba respirando muy rápido, hiperventilada y la visión cada vez era más borrosa.

-¿Estás bien?

Una mano apareció en mi campo de visión. Pero no pude agarrarla, me desvanecería en cualquier momento.

***

Me levanté de un salto en la cama y abrí los ojos respirando con fuerza. ¿Una pesadilla? Sí, debía de ser eso... Suspiré aliviado... Para luego sentir como la adrenalina me recorría el cuerpo al ver la hora que era. ¡El instituto! ¿¡Me había quedado dormido!?
Algo parecía haber cambiado en mi habitación, pero no tuve tiempo de verlo antes de caer mareado otra vez sobre la almohada.

Primero miré a la derecha, viendo el gran ventanal de mí habitación, el que me mostraba toda la ciudad. Luego, otra vez al maldito reloj de la pared, y después, hacia la izquierda, donde podía ver desde el mismo ángulo de siempre mi desordenada habitación. Sobre la cómoda había varias cosas, unas camisetas. En mi mesilla de noche aún descansaba la camiseta del club de fútbol del instituto el que estaba ahora, lista para ir a la lavadora nada más yo me acordase de hacer las tareas.

Luego, miré a la puerta con algo de inseguridad. Había una sombra.

Lo primero que pensé fue en que Yuki se había salido de mis pesadillas, que era real, que estaba allí y me haría cualquier cosa. Pero la luz que reflejaba mi ventanal era suficiente para iluminar mi gran habitación, capaz de mostrarme ese hermoso ámbar que sólo el sol sabía reflejar. La emoción me recorrió el cuerpo al ver que estaba en pié. Nunca le había visto en pié sin sufrir, sin hacer esfuerzos.

-Despertaste- dijo en un susurro.

Vi como se daba la vuelta para salir de mi habitación. Quise levantarme, pero estaba muy cansado, como si hubiera hecho una maratón o hubiera estado jugando a fútbol muchas horas seguidas.

-Espera Yuu...- murmuré.

Pero volví a dudar de haber estado soñando, cayendo de nuevo en la almohada.

***
[Capítulo resubido] ¡Gracias por leer! :3

Marie~

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