"El chico del pelo azul"
Había pasado una semana desde que mi padre dijo que tenía que quedarme en el hospital. Gouenji no había aparecido. Y Yuuka venía todos los días por la tarde. Pero nadie venía a verme a parte de ella y Nana. Gouenji no aparecía a pesar de que de nuevo prometió venir a vernos, y papá estaba más triste de lo normal. Solo venía para llevarme de la mano a sitios que desconocía y meterme en máquinas raras.
-Papi- le dije saliendo por el pasillo detrás de él hasta que llegamos a su despacho-. ¿Puedo jugar al fútbol? Porfaaa~.
-Taiyou- se agachó delante mía-. Por ahora, tendrás que esperar, el fútbol no es lo importante. Pero mira lo que tengo para ti.
Alargó la mano hacia su escritorio y alcanzó un peluche que era casi igual de grande que yo. Un gran oso de color naranja, casi como mi pelo.
-¡Qué bonito!- grité con alegría mientras lo estrechaba.
-Me alegro, cariño.
Me abracé a papá y luego corrí de vuelta a mi habitación con el oso entre mis brazos. Ahora ese oso me haría compañía. Podría abrazarlo por las noches cuando las luces se pagaran y las enfermeras se fueran después de acomodar mi cama.
Pasé la tarde jugando con el oso, y decidí que su nombre... era Naranja. Un nombre simple para un oso de peluche de un niño simple como yo. Seguía sin entender qué era lo que ocurría y por qué ni podía salir de allí. Por eso... Decidí esperar.
***
Maldita sea, pasaba mucho tiempo. Ya no contaba los días porque se me hacían eternos. Mi papi parecía estar cada vez más triste, y yo lo único que buscaba era una pequeña distracción. Me paseaba solo por los pasillos del hospital y algunas veces me perdía. Sin embargo, aunque me llevaba alguna que otra regañina por parte de las enfermeras, volvía a mi habitación ileso. Después de mucho mucho tiempo, llegó mi cumpleaños. Las enfermeras me dieron permiso para salir del hospital y yo estaba muy contento.
Salí de la mano de Nana y Yuuka, incluso estaba papá. Pero... Gouenji seguía sin aparecer. Mi nuevo hermano, al que tan poco conocía en realidad se había separado de nuestro lado y ya no daba ni siquiera señales de vida.
-¡Feliz cumple, Taiyou!
Todo el mundo me decía lo mismo. Yo les sonreía, cantaba, me sentía feliz. Después de suplicar mucho rato, accedieron a dejarme ir al parque a jugar un poco.
Me sentía raro sin la ropa del hospital.
A ver, la noción del tiempo para un niño no suele ser la misma que para un adulto. A mi el tiempo se me había hecho muy largo, ¿pero y a papá, Yuuka y Nana? ¿Me echaban de menos? ¿Deseaban que saliera del hospital tanto como yo?
Había cumplido seis años, y era lo suficientemente listo como para saber que habían pasado varios meses, que la primavera había cesado, y también el otoño. Y también que entré en el hospital poco después de cumplir los cinco. Eso significaba que había pasado un año, un maldito año encerrado en aquel lugar. Todos los días con pruebas, vigilancia, regañinas y todo eso. Era un niño. ¿Es que acaso no me dejarían volver a serlo? ¿Tendría que ser una mota de polvo para toda la vida?
Esperaba que no.
Estaba decaído cuando llegamos al parque. Por alguna razón sentía que todos me ocultaban algo. Yuuka estaba contenta y triste a la vez. Papá no paraba de suspirar después de que Nana me echase miradas preocupadas... ¿Por qué no me decían las cosas claras? Ya no era tan crío, seguro que podría entenderles.
-Taiyou ¿jugamos?- preguntó Yuuka cogiéndome de la mano.
-Por qué no...- susurré encogiéndome de hombros.
Iba a seguirla cuando vi algo que me impactó. Una pelota de fútbol... Una de verdad. Se estaba acercando a mis pies, algún niño estaría jugando al fútbol por allí y por alguna estúpida razón universal acabó en mis pies. Pero tal fue el impacto, que la agarré con las manos y la sujeté entre los brazos con fuerza para evitar que se me escapasen. Ese balón... Me traía tantos buenos recuerdos, de Gouenji, de cuando aún podía jugar libremente, de la pasión que sentía por el fútbol...
-¡Eh! ¿Nos pasas el balón?
El chico que había hablado era mayor que yo, de pelo azul, ojos claros y una sonrisa que parecía permanente en su rostro. Miré el balón y luego otra vez a él. No estaba seguro de si quería devolvérselo, pero el balón era suyo.
-No tenemos todo el día- dijo otro chico.
El otro era más pequeño, como de mi edad. Por ende se notaba que era hermano del mayor. Su pelo era igual de azul, sólo que mucho más rebelde, y sus ojos eran del color del ámbar. Me miraban a la espera de que soltase la pelota.
Así que di un chut como Gouenji me había enseñado hacía ahora un año y poco más, y mandé el balón a su posición. Los chicos miraron impresionados la precisión con la que la manejaba a pesar de que era pequeño. El chico mayor se agachó para recoger la pelota y seguir su juego un poco más alejados.
Intenté olvidarme del balón. De los chicos. Del fútbol. Sólo quería sentir el sol que me daba de pleno en el rostro. Sí, quería fusionarme con él, olvidarme de todos los problemas que había tenido anteriormente. Quería olvidar que en el hospital a veces lo pasaba muy mal, y que si corría me dolía mucho al respirar, y que había sentido lo que era desmayarse demasiadas veces.
-Taiyou- dijo Yuuka cogiéndome la mano.
-¿Sí?- pregunté con los ojos cerrados.
-Papá está triste- susurró-. Está preguntado por Shuuya, y... dice que no le gusta este lugar.
-¿Qué quieres decir?
-El otro día- me empezó a decir como si fuera un secreto-, cuando salí de tu habitación, le escuché hablar con Nana. ¡No es que husmease!- hizo un gesto con las manos mientras sonreía- Pero oí que quieren que nos vayamos.
-¿Que nos vayamos?
-No lo sé- se encogió de hombros-. Es que no dijo nada más, sólo que ya casi están listas las cosas.
-¿Eso significa que me iré del hospital?- abrí los ojos ilusionándome demasiado.
Yuuka sólo se volvió a encoger de hombros y salió corriendo. Deseaba correr como ella, mas no sabía si era buena idea. ¿Darían mis pulmones lo que tenían que dar tan solo para que pudiera seguir a mi hermana?
No fue buena idea. Al hacerlo, primero... me sentí libre, feliz. Pero tras unos segundos sentí que el aire no llegaba a mi pecho, que no volvería a subir y a bajar. El aire me rasgaba la garganta, hacia que todo me doliese, quería no volver a respirar nunca más. Caí de rodillas mientras observaba lo que ocurría en el parque. Mi hermana gritaba a Nana que me había caído, Nana ahora corría hacia mí con papá, a los chicos del pelo azul se les quedó el balón atascado en un árbol... Y yo me ahogaba.
-¿Taiyou? ¿Me oyes?- papá estaba muy nervioso y Julia había abierto mucho los ojos intentando no llorar, estaba asustada-. Taiyou, mírame.
Pasaba la mano ante mis ojos pero yo sólo quería cerrarlos de una vez... De repente ¿por qué estaba tan cansado?
Mi mamá, mi mamá que me había dejado hacía tres años siempre me decía lo mismo: «Eres mi luz, pequeño, eres la luz que ilumina incluso la sombra más oscura» Recordaba muy poco de ella, pero si algo podía recordar era eso. Y esas, esas simples palabras permanecieron en mi mente mientras escuchaba las conocidas sirenas de ambulancia, y mientras me preguntaba de soslayo si los chicos de pelo azul habrían recuperado el balón de fútbol.
***
[Capítulo resubido] ¡Gracias por leer! :3
Marie~
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