Capítulo uno
Gocemos de lo que nos es dado, pero distingamos bien entre lo más importante y lo accesorio, y sepamos pasarnos sin esto cuando no nos lo ofrezca la ocasión, sin molestarnos ni añorarlo.-Epicuro.
El muchacho apenas lo sabía, recién lo habían informado de ese suceso, y fue de la peor manera posible. Él tendría, por aquel entonces, unos once años, ya sabía perfectamente lo que era el amor, entendía cómo era sentir amor por alguien. Tan mala noticia fue para él cuando supo que la chica de la que estaba enamorado era novia de su mejor amigo.
-Kirito, pensé... -Fue interrumpido.
-No creí que fueras a hablarle. Perdóname, pero en el amor y en la guerra todo se vale. –Kirito tomó del hombro a Eugeo para darle dos palmaditas, caminando a un lado de Alice, quien lo esperaba un poco lejos de donde estaban ellos.
Se sentía devastado, traicionado, todas sus ilusiones de un casi jovenzuelo se venían abajo. Sus ojos verdes lloraban a no poder más, sintiéndose en verdad desdichado.
Estaba callado a la hora de la cena, uno de sus hermanos sabía del tema, pero guardaría silencio hasta que fuera el momento justo para molestarlo.
No lo ayudaría, quería hundirlo más de lo que ya estaba.
Eugeo casi no había comido, no se sentía con hambre y la verdad es que seguía muy triste. Su desdicha tenía unas cuatro horas de haberle sucedido, y quizá le seguiría durante unas semanas más, en las cuales siempre preferiría la soledad a confiar de nuevo en una persona.
-Eugeo, ¿no piensas comer más? –Preguntó su padre.
-Casi no tengo hambre... -El niño se retiró de la mesa, con esa misma aura de tristeza. Al llegar a su cuarto, se acostó en su cama. Su hermano, en la cocina, suprimió una risa.
Él lloraba en su cama para desahogarse. Pensar en que Alice había preferido a su mejor amigo era lo que más le lastimaba el corazón, no tanto la traición de Kirito.
Nunca pensó que ella, en efecto, fuera una luz inalcanzable.
Sus dos hermanos entraron por la puerta, uno que se notaba bastante enfadado, por lo que se acostó en la cama contigua. El otro, y el que quería molestar a Eugeo, se quedó parado en la puerta.
-Oye, florecita, ya me dijeron que tu mejor amigo te robó a la chica que te gusta.
-Ya sé... -Masculló él, enojado.
-Oh, vaya. Parece que la florecita está llorando. ¿Qué pasa? ¿Quieres que te traiga una mantita y te arrope?
-¡No me digas así!
-Así, mocoso. –Su hermano cerró la puerta, caminando hasta quedar a un lado suyo. –Quiero que me obligues a que no te diga florecita.
-¿Quiere callarse? El día de hoy me fue muy cansado.
Aprovechando la distracción, Eugeo le soltó un golpe en el estómago a su hermano, pero por la diferencia de edades, no fue muy efectivo.
-Tienes valor, florecita. –Su hermano sonrió para luego tomar a Eugeo de ambas muñecas, poniendo su rodilla sobre el estómago de éste.
-¡Déjame, simio! –Exigió Eugeo.
-Cállate, niño. Oye. –Dijo, dirigiéndose a su otro hermano. –Trae un vestido de nuestra hermana.
-¡¿Qu-qué piensas haces?!
-¡Tú cállate, florecita!
No pasó mucho tiempo para que Eugeo, siendo arrastrado por su hermano, saliera del cuarto, con dirección a la sala, en donde su padre leía el periódico y su madre una novela.
-Miren que tal. Atrapamos a Eugeo poniéndose uno de los vestidos de Sulinea
-¡No es cierto, ustedes me lo pusieron!
-¡Eugeo! –Su madre se sorprendió para mal. Su padre arrojó el periódico al suelo.
-¿Qué fue lo que hice mal? ¡Mi hijo se hizo maricón!
-¡Pa-papá...en verdad, no les creas, ellos! –El padre de Eugeo le metió una bofetada.
-¡Cállate! ¡Ustedes dos, a su cuarto!
El padre de Eugeo era un homofóbico exacerbado, así que metió una paliza a Eugeo hasta hacerlo sangrar de la cabeza por un golpe que le dio con una pala de madera.
El pequeño Eugeo, más que asustado, odiando a sus hermanos y a su padre, se fue corriendo de la casa sin en realidad tener un rumbo fijo. Quería morirse, en un mismo día le ocurrían dos desgracias. Su ojo derecho no podía ver al estar rojo por la sangre que le caía de la cabeza. Apenas si podía mover las piernas, a las cuales les empezaban a salir moretones por los golpes recibidos.
Su padre gritaba su nombre, pero él ni de chiste regresaba a esa casa o era completamente seguro que su padre lo mataría. Prefirió seguir escapando. Aún no se ocultaba el sol, así que quizá ocultarse debajo del puente que quedaba cerca de su casa era buena idea.
Y eso fue lo que hizo, el pequeño Eugeo se sentó debajo del puente, abrazando sus piernas mientras lloraba amargamente. Él no sabía nadar, así que si se aventaba al canal era seguro que se ahogaría y lo pensó cuando se levantó, mirando como unas gotas de su sangre caían al agua.
-Mi mejor amigo me traicionó, la chica que me gusta me cambió por él, mis hermanos me odian y mi padre trató de matarme a golpes...¿qué es lo peor que me puede pasar? -Dando un paso, el joven escuchó como unas pisadas corrían hacía él, tomándolo de la mano para evitar que se cayera al canal.
-¡Oye! ¡¿Qué es lo que estás haciendo?! –Exclamó una voz. Eugeo se había estampado contra la pared. –Ay, por Dios...estás herido...¿qué le pasó a tu cabeza?
Una niña castaña, de ojos color miel y de piel aduraznada se había posado a un lado de Eugeo. Ella se había llevado las manos a la boca, y lloraba por ver a alguien así.
-¿Cómo te lo digo?...mi padre me lo hizo.
La niña se veía un poco mayor, sería por un año o quizá dos. Ella no lo soportó, tomó al muchacho de una de sus manos y lo encaminó a algún lugar.
-Venía a jugar un rato, pero nunca creí ver algo así. Vamos a mi casa, tienes que limpiarte esa herida.
El brazo de Eugeo tenía moretones en todo su largo y ancho, lo que preocupó mucho a la niña.
-¿Cuál es tu nombre?...
-Asuna...¿tú cómo te llamas? –Ella seguía sin mirarlo, tan solo lo guiaba.
-Eugeo...
-Vamos, te llevaré a mi casa. Rayos, creo que mis padres no están...espero que mi hermano aun tenga ropa que te quede.
Recordando que no quería confiar en nadie, Eugeo se soltó de la mano de Asuna, notándose asustado.
-¡No! ¡Sé que me harás algo, así que déjame tranquilo!
-Eugeo...por favor . No te haré daño, tranquilo. Confía en mi. -La sonrisa de Asuna tranquilizó a Eugeo, luego haciendo que comenzara a latirle fuertemente el corazón.
-Promételo...
-¡Prometido! –Ahora la sonrisa de la niña se trasformó en una que mostraba sus dientes.
Ambos se fueron tomados de la mano, caminando a la que era la casa de Asuna. Su hermano, de unos catorce, más o menos, se encontraba en casa, así que vaya sorpresa se llevó cuando Asuna entró a la casa con un niño desconocido, golpeado y con la cabeza ensangrentada.
La casa de ambos niños era bastante opulenta y ostentosa, de ahí que el joven un poco más humilde se sintiera sorprendido de las cosas que veía.
-Lo importante ahora es limpiarte la cabeza. –Dijo Asuna, conduciendo a su nuevo amigo al baño, donde tomó la toalla, mojándola por completo para después limpiarle la frente y parte de las mejillas.
Él de veces se dolía un poco, lo que en realidad era normal tras ser víctima de una verdadera paliza a mal que le habían dado. Eugeo veía directamente a los ojos a Asuna, quien se centraba más en limpiarle la cara. Cuando su labor fue terminada, ella también lo miró a los ojos, sonriéndole.
-Listo...
-Gr-gracias... -El muchacho, siendo más bien de carácter tímido, se sonrojó ante la sonrisa tan bella de su contraria. Quien ya estaba más tranquila. Aun así, todavía tenía sangre en el ojo, haciendo que se le viera rojo.
Al llegar los padres de Asuna, vaya que se llevaron una muy mala sorpresa de ver a Eugeo en su casa, pareciéndoles una irresponsabilidad de su hija.
-Esperen...¿no le ven el ojo? ¿No ven sus brazos? Cuando lo encontré...se quería aventar al canal, me dijo que su padre lo intentó matar a golpes.
-Ay, Dios mío. –La madre de Asuna casi se rompía a llorar.
-¿Por qué? ¿Qué hizo el niño?
-No lo sé...pero, por favor, dejen que se quede. El dinero nos sobra según ustedes, y si Eugeo vuelve a casa, seguramente su padre lo terminará de matar.
-¿Eugeo?...
-Sí. Así se llama.
-Odio aceptarlo...pero tienes razón, Asuna. No podemos dejarlo a su suerte y menos si es en las condiciones que nos dices. Cenaremos pronto, así que sería bueno que lo invitaras a la mesa.
En la mesa, justamente, Eugeo contó lo que le había pasado para que su padre quisiera matarlo a golpes. Insistió de forma repetida que él no era homosexual, algo que no les importaba a los padres de Asuna, al ser ellos tolerantes en esos temas, por lo que no vieron problema si es que lo era. De hecho, casi mejor para el padre de Asuna, quien quería estar tranquilo con su hija.
Ya en la noche, y con Eugeo bañado y arreglado para ir a la cama, los padres de Asuna se despidieron de él, deseándole buenas noches.
Pasó un rato, pero el niño se soltó a llorar. Le parecía horrible que personas desconocidas lo trataran mejor que su propia familia, algo que lo martirizaba tanto hasta el punto de hacerlo llorar.
Sabía que si bien no le tenían aprecio, odiaba el hecho de que fuera una especie de estorbo para su familia.
-Imagino que estarán muy alegres ahora que no estoy en casa. –Las lágrimas de Eugeo eran de las peores: las de amargura y dolor absolutos.
La puerta de su cuarto se abrió, Asuna se asomó por la misma. Eugeo se volteó, no queriendo que ella lo viera llorar. La niña entró en el cuarto, caminando tranquilamente hasta la cama del niño, en donde se metió.
Él quería correrla para que lo dejara solo, pero era grosero de su parte al ser la casa de Asuna, no la suya. De hecho, nada en si era suyo, todo se lo habían prestado.
-¿Por qué lloras, Eugeo? –Preguntó la niña, abrazándolo por la espalda.
-Mi familia me odia y mi padre intento matarme por una broma que me hicieron mis hermanos.
-Sería más raro que no llores por eso. Pero no te preocupes, aquí eres bienvenido. –La chica sonrió sin abrir la boca, a pesar de que Eugeo no la veía. –Espero que seas bueno conmigo, porque mi hermano también es un pesado.
-Gracias, Asuna. Seré la mejor persona contigo. –El niño se volteó, mirando a los ojos a su contraria. –Sí, te lo prometo. Seré muy bueno contigo.
Las lágrimas de las mejillas de Eugeo seguían bajando, pero ya no eran de amargura, sino de alegría. Ambos se abrazaron, Asuna trataba de secar las lágrimas de su nuevo amigo. No quería verlo triste.
Los años pasaron, y ambos, Asuna y Eugeo, si bien no fueron criados como hermanos y tampoco se consideraban hermanos, tenían una relación muy afectuosa y linda.
En ese momento, Asuna llegaba a la casa, era su cumpleaños y la atosigaron de regalos en su salón sus amigas y pretendientes. Ninguno de esos regalos le importaba, quería ver uno en especial.
Cada noche, sin falta alguna, se acordaba de ese momento: en el que vio a Eugeo ensangrentado de la cabeza, llorando, y con moretones en los brazos. Un segundo recuerdo le llegaba a la mente: cuando ya lo veía limpio, sonriendo. Ella se había enamorado de aquel niño.
Eugeo, como no sería de otra forma, igual se enamoró de Asuna ese día, cuando le juró ser el mejor para ella, pensaba cumplirlo a carta cabal. De puro milagro, y ya a sus diecisiete años, nunca se habían confesado lo que sentían en el uno por el otro.
Eugeo, con un pastel individual en la mano y un ramo de rosas en la otra, esperaba a Asuna en la cocina. Escuchó como ella dejaba todas sus cosas en el comedor, suspirando pesadamente.
Cuando entró a la cocina, se llevó una gran alegría.
-¡Sorpresa! –Eugeo se había arrodillado, ofreciéndole las rosas con su mano izquierda. Ella sonrió de felicidad.
-Ay, Eugeo. Te acordaste.
-Por supuesto. ¿Cómo no recordar el cumpleaños de la persona más especial para mí? No he olvidado que te dije que sería la mejor persona contigo, y quiero cumplirlo. ¡Pero espera, que no ha sido todo! –Ahora el muchacho tomó el pequeño pastel que tenía en la mesa, prendiendo la vela que tenía. –Pide un deseo...
-Eugeo... -A Asuna le causaba muchísima ternura esos gestos que su buen amigo tenía con ella. Pidió su deseo <<Quiero ser la novia del chico que más amo en esta vida>>. Inmediatamente después de eso, sopló, tomando el pastel para quitarle la vela y darle una mordida.
Lo dejó en la mesa, aparte de las rosas, lanzándose contra Eugeo para darle un fuerte abrazo.
-Gracias, eres la persona más tierna y dulce que haya conocido nunca. –Le dio un beso en la mejilla.
El muchacho sonrió mucho, levantando a Asuna del suelo con el abrazó, ya que le sacaba una cabeza de alto. Eugeo giró sobre sí mismo, causando las risas de Asuna, quien de verdad no podía estar más feliz.
Lo podían sentir en sus corazones, cuyo latido era uno mismo. Se amaban, no podía haber nada más que pudiera describir esa relación que tenían de años de amistad, no de familia.
-No es nada. Quiero que la luz de mi día sea feliz. Nunca me cansaré de verte sonreír, Asuna.
-Quisiera agradecerte...
-¿Por qué? Es por tu cumpleaños, no deberías...
Sin esperar más pretextos, Asuna se levantó de puntillas, colgándose del cuello de Eugeo para robarle un beso en los labios. Él se sorprendió, no sabiendo si responder o dejarse llevar. <<¿Qué diablos?>> se dijo, por lo que se dejó llevar.
Fue como cuando se abrazaron, Eugeo cargó a Asuna en sus brazos para besarla, y ella lo tomó de las mejillas. Tenían sus ojos cerrados, más que nada imaginando el amor que se tenían. Veían un color: rojo. El color que los unía ya que era, para mal, el color del primer recuerdo de ambos juntos, pero ahora era porque, naturalmente, el rojo es el color de amor, de su amor.
Al separarse del beso, Asuna desvió la vista al piso, sonrojándose notoriamente de ambas mejillas. Cuando iba a soltarse del abrazo, Eugeo se lo impidió.
-Asuna...¿sientes por mí, lo mismo que yo siento por ti?
-Di-dime que sientes para darte una respuesta.
-Asuna Yuuki, por ti y sólo por ti...siento un amor verdadero.
Ella se abrazó de nuevo al muchacho, riendo de la felicidad. Él regresó el gesto, tomándola como si fuera su propio corazón en sus brazos.
-Yo siento por ti un amor enorme y verdadero, así que no sentimos lo mismo. Pero quiero preguntarte una cosa, Eugeo...¿quieres ser mi novio?
-Hasta la pregunta ofende. Claro que sí.
Ambos sonrieron ampliamente, juntando sus frentes a la vez que se tomaban de las manos. Esa espera de casi seis años, valieron la pena. Al fin se habían confesado lo que sentían el uno por el otro.
...
Paseaban por el campo, tomados de las manos y con una esperanza linda en su corazón.
Era su primera cita, de ahí que fuera un día especial. Se acostaron en el pasto, besándose de forma medianamente apasionante. Estaban desesperados por amarse, apenas si podían detener los sentimientos desbordantes que tenían el uno por el otro.
Eso era lo que los hacia lindos. Eugeo tomó a Asuna de la cintura, subiéndole la blusa que ella tenía puesta. La muchacha se sorprendió, dando un jadeo de sorpresa. No se lo impidió, quería ver qué pasaría si dejaba a Eugeo a sus anchas.
Lo que pasó no fue menos decepcionante, el muchacho le besó el vientre, pero luego comenzó a hacerle cosquillas, lo que hizo que Asuna estallara en carcajadas, pataleando y luchando contra Eugeo por liberarse de esa tortura amigable que recibía.
-¡No, déjame, déjame! ¡No, Eugeo, me haces cosquillas! -Reía Asuna en todo momento, pero su amado no daba tregua alguna hasta que finalmente calló sus risas con un beso en los labios.
Ella lo quería tan cerca suyo que lo tomaba de las mejillas y de la nuca, transmitiéndole así calor.
Para desquitarse, Asuna le agarró cerca de la entrepierna, haciendo que el se ruborizara hasta los cabellos. Ella se soltó a reír de forma directa, pero Eugeo se apenó bastante. Era la primera vez que pensaba en que era virgen, al igual que Asuna.
Su amor era tan inocente hasta ese entonces, que jamás se había imaginado hacerle el amor a Asuna, en tocarle lo que no fuera debido sin que ella se lo permitiera, de ahí que el muchacho se apenara de que su contraria le tocará cerca de su intimidad, aunque estaba lejos, de cualquier modo.
-Awww, mi vida. No te apenes, Eugeo. -Ella le dio un beso en la nariz, tranquilizando así a su amado.
Se acostaron nuevamente en el pasto, tomándose de la mano para mirar al cielo, sumamente relajados.
-Claro que me apeno. Somos novios, pero es que... -El muchacho se volvió a sonrojar. -Me da pena que me puedas tocar ahí.
-¿Ahí dónde? -Se burló ella.
-En mi entrepierna.
-Hum...bueno, quería desquitarme contigo, y no hallé mejor manera. -Asuna tomó de la mejilla a su rubio favorito, besándolo on lentitud y pasión.
El muchacho sonrió para sí mismo, tomándola por la espalda. Pasados unos segundos en donde Asuna se colocó sobre el muchacho, ella le mordió el labio de manera fuerte, lo que hizo que Eugeo apretara los ojos, tratando de separarse.
-¡Me lástimas, Asuna!
-Ya, ya, perdón. -Rió ella, inocentemente. -Perdóname. -Ahora le dio un besito, como de consuelo.
-Bien, te perdonó, Asuna. Sólo porque te quiero mucho. -Él le acarició su melena castaña, haciéndola sonreír.
Pasado el rato, el sueño empezó a mellar en ambos, Eugeo abrazó como pudo a Asuna, juntando su frente con la mejilla de ésta.
-Te amo más que a mi propia existencia, pues tu eres la luz de mi día, aquella que me alumbra como la estrella. Asuna Yuuki, tu eres mi vida y existencia.
Ella no dijo nada, las palabras quedaban de sobra. Simplemente tomó a su hermoso rubio, dejando que se durmiera a un lado de ella, acurricandolo.
-Te amo, Eugeo... -La castaña lloraba de felicidad, ternura y agradecimiento. No quería separarse nunca de él, pues sin su rubio, Asuna moriría de tristeza.
Siempre estarían unidos, pues su luz de amor siempre se reflejaría en ellos sin apenas importar que. Se amarían para toda la vida, en cada día, hora, momento, minuto, segundo. Empezarían de nuevo una y otra vez, enamorándose infinitamente.
...
(Lemmon que pueden encontrar en el fic Quién eres tú para mí De Revan_Imperial222 yo lo escribí para su historia aunque lo expropié pues se me hace de los mejores lemmons que haya escrito?
Era la ocasión en que habían decidido perder la virginidad juntos, se dijeron que sería una noche de la semana, y éste era el día indicado. Estaban parados a un lado de la cama, así que Asuna llevó su mano hasta la intimidad de Eugeo.
Él hizo lo propio, pero con mucha más lentitud, ternura y timidez. Su mano temblaba en todo momento, incluso cuando tocó el seno de Asuna, quien se cubría el pecho con una omblguera de tela delgada y pegada a su cuerpo, por lo que se le marcaban los pezones.
Irónicamente, Eugeo fue quien gimió al sentir entre sus dedos el pezón de Asuna, sonrojarse hasta los dientes.
-No seas tímido, amor. De cualquier forma...Hoy vamos a perder la inocencia. -Ella se sonrojó un poco.
Un beso rápido ocurrió entre ambos, siendo interrumpido por que Asuna tiró a Eugeo en la cama, quien se sorprendió.
Ella lo miró apenada. –N-No creas que soy una pervertida.
–Nunca lo hice.
La chica se subió a la cama, arrodillándose en la cadera de Eugeo para quitarse su ombliguera, mostrando sus senos.
De forma inevitable, el muchacho se empezó a excitar al ver el torso desnudo de Asuna.
–N-No mires mucho... Y también quítate la playera, me parece incómodo ser la única desnudándose.
–Tan tierna como desde que te conozco. –Sonrió el muchacho, acariciando la mejilla de Asuna para quitarse la playera.
Asuna se recostó sobre Eugeo, besándolo. Él podía sentir los pechos de su contraria chocar contra su piel, lo cual lo excitaba más.
Asuna se encendía al sentir los delicados dedos de su amado rozar su piel, también excitándose, bajando su rostro hasta quedar frente a la entrepierna del muchacho.
Asuna le desabotonó el pantalón, mordiendo la bragueta del mismo para bajar el cierre con sus dientes, observando con bastante lujuria en sus ojos.
Eugeo de cubrió la cara, muerto de la pena. –¿Lo disfrutaré?...
–Yo me encargo de eso. –Respondió ella, entre dientes.
Al haber bajado el cierre en su totalidad, Asuna le bajó el pantalón a Eugeo, quedando con su miembro entre su rostro.
Al tomarlo y masturbarlo un poco, Asuna beso la pelvis de su contrario, algo que lo estremeció. Ella comenzó a acercar su boca hacia el miembro de Eugeo, pero se detuvo para dar una ahorcada.
–No puedo, me da asco. –Ella tuvo una ahorcada más. Eugeo se soltó a reír.
-A mí también me daría asco. –Asuna subió su rostro hasta quedar frente al de Eugeo no sin antes darle otro beso en la pelvis. –No obstante...
El muchacho sonrió, tomando a su contraria de la cintura para ser él quien quedaba boca arriba. Besando suavemente el abdomen de Asuna, el chico se quitó los pantalones, quedando desnudo y mostrando que su erección iba en aumento.
De inmediato, comenzó a quitarle la falda a Asuna, dejándole puestas las mallas que ella tenía.
–¿Por qué no me las quitas?
–Me excita más que las tengas puestas. –Confesó el rubio, recorriendo su cuerpo hasta quedar emparejado con el de Asuna. –No se te olvide...que te amo infinitamente.
–Adelante, hazlo. Quiero que nos amemos más allá de lo convencional.
Cubriéndose con la colcha de la cama, ya que tenían frío, y siendo protegidos por la misma, Eugeo entró en Asuna, sacándole un suspirar fuerte, acompañado de un gemido leve.
Empezaban a tener el calor por todo el amor que brotaba de ellos, querían amarse, y lo estaban logrando en ese momento. Eugeo atacó suavemente a la chica, la cual lo tomó del cuello y de la cabeza, queriéndolo cerca de ella como ese día en el campo.
El muchacho le besaba con delicadeza el cuello, apenas si es que sus labios tocaban la piel de Asuna, lo cual era estremecedor para ella, causándole excitación.
Con cada embestida de Eugeo, su ritmo se aceleraba, por lo que Asuna gemía tiernamente, ya que sentía placer y amor en aquello que su amado le hacía.
–Hazme tuya.
–Yo me quiero entregar a ti por completo... –Teniendo la necesidad de amor mutua, los dos se entregaban el amor de forma romántica, besándose, sintiéndose la piel y haciéndose el amor.
–Te amo, mi rubio hermoso.
–Quizá yo te amo más, luz de mi día. -Siendo de forma suave y delicada, Eugeo seguía embistiendo a Asuna, quien arañaba fuerte y lentamente la espalda del muchacho a la vez que con la otra jalaba levemente sus cabellos de oro.
Asuna se empezó a levantar de la cama, tomando a Eugeo de las mejillas para besarlo, recostándose sobre él tras caer en la cama una vez más.
Ella movía ligeramente su cintura, ambos se besaban tranquilamente, a pesar de que sus respiraciones eran agitadas por las sensaciones y movimientos que se efectuaban.
Él pasó las yemas de sus dedos por todo el cuerpo de Asuna, ya fuera por la espalda, su cintura, sus muslos, su trasero. Lo disfrutaba, disfrutaba de tocar la piel de la muchacha, al igual que ella disfrutaba ser tocada, ya que eso la hacía sentir protegida contra el desamor.
Ella levanto su torso, apoyándose en las piernas de su contrario para mover sus caderas de atrás hacia adelante. Él la tomó de la cintura, ayudándola a entrar más rápido.
-Dah, dah. Ah. Así, así, ¡Ah! ¡Así!...¡Eugeo!
Asuna enterró sus uñas en las piernas de su contrario a la vez que seguía gimoteando, entrando a conciencia en su amado, queriendo ser únicamente suya.
La noche se impregnó de una pasión sensual que nunca imaginaron, pero lo disfrutaban.
Eugeo pasaba sus manos por todos los rincones de la blanca piel de Asuna, queriendo morderla con suavidad y fervor.
Tras hacer una leve pausa para besar a Asuna y morderle suavemnete el labio, ella se recargó en la pared, estando completamente desnuda a los ojos de Eugeo.
Sus manos se apoyaban en la cabecera de la cama, Asuna arqueaba levemente su espalda, remarcando la línea de esta misma, la cual enloquecía completamente a Eugeo.
–Dicen que duele. –Advirtió el.
–No importa...si es contigo, no importa que me duela.
–Bien... –Eugeo besó el cuello de Asuna haciéndole el cabello a un lado para tener más facilidad de hacerlo.
Tomando su miembro excitado, Eugeo lo condujo de tal forma que empezó a sodomizar (Si no saben que es, busquen), a Asuna, la cual abrió sus ojos de sobremanera, soltando un gemido.
–¿Te duele? –Preguntó el muchacho, apenado.
–N-No....sigue. –Gimió Asuna. Eugeo le tomó de un pecho, acariciándolo, además de apretarle ligeramente el pezón, que por el frío y el placer se había endurecido.
Mientras la sodomizaba, Eugeo veía con fervor la línea de la espalda de Asuna marcarse, además de que sus muslos se marcaban por las mallas que tenía puestas.
–Sigue, Eugeo. Un poco más adentro.
–Como me lo pidas amor. –El chico hizo lo pedido, introduciendo su miembro un poco más adentro, provocando que Asuna gimiera fuerte.
Acelerando sus movimientos, Eugeo tomó fuerte de la cadera a Asuna, ganando además fuerza.
–Au, Au. –Gemía ella, soportando un leve dolor por la poca delicadeza con la que ahora le hacían el amor. –Se más respetuoso...recuerda que es mí primera vez.
–S-Si...lo siento. –Ahora Eugeo sodomizaba a Asuna un poco más lento, besándole el cuello y las mejillas, pasando sus dedos por la espalda desnuda de ella, causándole un escalofrío placentero.
Con las mejillas y parte de la nariz enrojecidas, Asuna seguía gimiendo por el placer. Unas gotas cayeron derramadas en la cama desde su entrepierna, algunas cuantas le bajaron por las piernas.
–Ya no puedo....Eugeo. –La chica cayó rendida en la cama, torciendo los ojos del placer que aún sentía a pesar de que salió de su amado
–No te preocupes. –Eugeo se recostó a un lado de Asuna, colocándose sobre ella para tomarla de las manos, haciéndole el amor nuevamente.
Asuna arqueaba la espalda, gemía y se retorcía de placer. Eugeo acelero su ritmo todavía, haciendo que ella gimiera más, aparte de ser movido todo su cuerpo de arriba a bajo.
-Ya, Eugeo. Por favor, me rindo, ya no puedo, me ganaste, dame un descanso.
-De acuerdo. -El muchacho salió de Asuna de forma definitiva, recostándose a su lado y tomándola de una mejilla. -Te esperaré cuanto tiempo sea necesario. Pero lo que no puedo esperar, es esto. –Eugeo le dio un beso a Asuna, quien lo respondió con un poco de esfuerzo. Ya que seguía perdida o desorientada por el mundo de los cielos en el que había estado.
Ambos quedaron dormidos en aquella cama, agotados, sudados, pero siempre abrazándose como llevaban años de hacerlo y lo seguirán haciendo.
...
Ya habían pasado los años, bastantes, para ser exactos, pero se seguían amado como desde el primer momento, siempre igual, nunca se habían dejado de amar. Eso sí, se amaban más conforme su amor maduraba, en vez de decrecer con el matrimonio, las responsabilidades, los hijos, entre cosas varias.
Eran ya ancianos, amándose igual que cuando eran unos jóvenes aventureros, aquellos que salían a pasear al parque, hacían el amor todas las noches, corrían tomados de la mano.
Esos días ya se habían quedado atrás, pero no por ello no los recordaban. Asuna, cuyas manos estaban ya manchadas por la edad, llenas de arrugas y con las venas marcándose, miraba con una enorme sonrisa en su rostro una fotografía de ella y Eugeo cuando eran niños todavía.
Al desvanecerse su sonrisa, se podían ver sus arrugas, esos ojos apenas con un rayo de vida mantenían todavía un ligero brillo, pues la edad se había encargado de apagarlos.
-Asuna...¿Asuna? -Preguntó Eugeo.
-Aquí estoy, amor.
-¿Qué haces, mi viejita? -El ya anciano de ojos verdes y cabello blanquecino se acercaba a la puerta, alarmándose al ver a Asuna sentada en la cama. -¡Ya sabes que deberías reposar!
-Tranquilo, por favor, o el que se va a morir eres tú. -Ella rió como jovenzuela, aunque con esa voz de anciana.
-No es un juego, ¿qué es lo que veías? -El anciano Eugeo vio la fotografía, y no pudo evitar sonreír de forma muy amplia, casi divina. -¿Quién es esa niña tan hermosa? Dios mío, es la niña más hermosa que haya visto en mi vida.
-Eugeo. -Sonrió Asuna. Podría tener ochenta años, pero seguía siendo romántico como a sus dieciséis. -Éste niño de ahí lo conocí una vez, era molesto, llorón, odiaba dormir solo y le daba miedo la obscuridad y las palas de madera.
El anciano rió jocosamente, tomando a Asuna de su blanquecina cabellera, alborotandola un poco.
-Sí, se ve que era un niño muy llorón. No obstante, yo lo veo como uno...que siempre amará a una mujer únicamente, así pasen los años.
-Creo que estamos igual... -Asuna se acercó a Eugeo, tomandolo de las mejillas para darle un beso en los labios, el cual él correspondió.
Recordaba el cómo había sido esa sensación una vez, los labios suaves y carnosos de Asuna ahora eran delgados, tristes, insaboros. No obstante, disfrutó de ese beso así como si fuera el primero.
Asuna cayó en la cama, con los ojos cerrados, su respiración era tan delgada que apenas si se podía verle mover el pecho por esa misma razón.
-Eugeo...siempre te amaré con las fuerzas que no tengo. -Y así fue, con su último aliento, lo que pudo decir Asuna antes de dejar de respirar. El anciano de ojos verdes se rompió a llorar ahí mismo de forma irreparable.
La luz sale en el horizonte cuando comienza el día. Naturalmente, tarde que temprano, llega la noche. Ya no había luz en el día de Eugeo.
Acomodó a Asuna para que parecía que ella dormía, siempre llorando. Sintió un vacío en su pecho, uno tan grande que le causó falta de aire en el mismo.
-Bueno, no tendré que esperar tanto para volver a verte, amor mío. -Eugeo, sabiendo que sus segundos eran contados, sintió paz, limpiandose las lágrimas para que no le salieran de nuevo.
Se acomodó a un lado de Asuna, abrazándola, sintiendo que ya el aire le faltaba.
-Yo también te amaré siempre con las fuerzas que tuve, y que ahora me faltan. -Antes de dar un último suspiro, el viejo Eugeo le dio un beso en los labios a Asuna, sonriendo para sí mismo y para ella.
Siempre igual: dormían abrazados de niños, de jóvenes, de adultos y ahora de ancianos. Su destino era abrazarse para toda la eternidad, unidos en su amor tan verdadero y enorme.
Fin
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Créditos a Sumi por la imagen asugeo la verdad es que es hermosa uwu
Pues aquí queda este lindo y bonito hermoso one-shot asugeo. Nunca esperaron algo así de mi, ¿o no? Pues digamos que yo tampoco :v Pero tras leer cierto lemmon que escribí, me convencí de hacer finalmente un asugeo bien hermoso y cute :3 aparte el final es ¿conmovedor? Eso lo dirán ustedes xdxd aunque es tierno imaginarme a Asuna ya de anciana, a Eugeo no lo puedo visualizar así de ninguna manera. Asuna sería igual de hermosa siendo viejita uwu espero no hayan llorado, a mi me dio sentimiento, ya saben como soy :v
La verdad la trama no tiene mucho sentido, pero shhh, el chiste es que es hermoso >:v el asugeo es bonito, pero no es mi ship preferido por nada del mundo xdxd
Nos vemos luego.
Siempre tuyo:
-Arturo Reyes.
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