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🩸 CHAPTER 63 - Remordimiento


Y la tarde se había vuelto lluviosa, creo que tener el don de Clark no me venía nada bien en estos momentos, aún así, abrí mi armario para alistarme e ir hacia Palazzo Dei Priori, pero antes siquiera de poder ver mi ropa, vi la de Daniel tendida en una esquina de mi armario, había vivido con él por tanto tiempo que inclusive guardaba algo de comida en un refrigerador pequeño que él había traído, había restos de comida y también una que otras cajas de pizza en la basura.

También recordé sus gritos y como pedía clemencia y ayuda, pero no le ayude.

Creo que Daniel no merecía una muerte así...

Nadie merecía siquiera una muerte así, pero Daniel la tuvo, cuando le prometí que no lo mataría y le di la espalda para que Cayo lo hiciera. En ese entonces no me sentí culpable, como ahora me estaba sintiendo, recordar a Daniel entrar a mi cuarto o comer mientras me sentaba a leer, escucharlo llamar todas las noches a su madre por teléfono en Brasil o mirar la televisión con él cuando algo me interesaba, las veces que le veía dormir en mi cama y dejaba que se quedará sin deudas. El lugar entero olía a Daniel, olía a su fragancia pegajosa y feliz.

Sabía que Nico no me preguntó por él, porque él ya había leído esa parte de mi alma.

Pero la pérdida de Daniel, me causó pena por su persona, por haber confiado en mí, seguramente ahora estaría sepultado con los demás cuerpos en putrefacción al fondo del palacio.

Y me hizo sentir culpable de no haberlo obligado a quedarse en casa cuando creía que los vulturis realmente no serían crueles con él por estar conmigo.

Al final eso no fue cierto. Al final, Daniel había muerto.

Saqué uno de mis vestidos negros y los acompañe con mis tantos botines que cargaba al fondo del armario, me quité la ropa que traía encima y que había comprado en Forks y la tiré sobre la cama, a través de la ventana la lluvia caía sin cesar y estaba segura que era gracias a mi malgenio o tal vez al sentimiento de traición que me hacía sentir una mierda.

Me puse el vestido, me puse las botas, me faltaba el peinado y el abrigo rojo que siempre utilizaba para con los vulturis, pero sentada en la cama y mirando hacia el armario, el abrigo rojo realmente no me llamaba la atención, en cambio entre tanto rojo y negro, había un abrigo morado que Daniel me había comprado como "regalo" y me recordó a Renesmee.

Nunca había utilizado el abrigo, aún cargaba la etiqueta.

Pero el hecho de irme con el preciado color de Aro a mi matadero, no me parecía lo más convencional, pues morir sintiéndome imponente frente a los demás cuando lo era, es estar ciega a las cuchillas que se clavaban en mi espalda. De un impulso terminé frente al armario y tomé el abrigo morado con mis manos, la textura era de algodón, me recordaba a las capas que utilizaba cuando de neófita me paseaba por las calles de las ciudades con Carlisle o cuando disfrutaba de mis distintos papeles en busca de los mejores poderes para Aro.

Saqué el abrigo morado de su tendedero y arranqué la etiqueta de la marca, le abrí los pocos botones que traía y me acerqué al espejo para ponerlo sobre mi cuerpo.

Y por un instante delire con la presencia de Daniel, amando la forma en la que me quedaba el abrigo que con tanto esmero él había comprado para mí y sentí como mi corazón ardió, pues por primera vez la muerte de Daniel estaba llegando a afectarme y me deteste en ese momento, dejar que matarán a Daniel, dejarlo llevar sin resistirme, ahora frente al espejo no veía más que el reflejo de Daniel siendo llevado por Cayo, siendo alejado de mí.

Ahora con todo mi ser sentía que realmente debía morir, por ello.

Mi pecho descubierto demostró la falta del collar que me habían dado como vulturi y recordé que lo había dejado en aquella cabaña, sentí que así volvería no siendo una vulturi.

Que la marca de ellos no estaría sobre mí.

En cambio tan solo llevaba mi cuello descubierto.

>> te queda bien ese collar <<la voz de Daniel en mi cabeza me hizo sobresaltar.

Y tan solo fui capaz de responder tan tarde>> gracias... <<porque sabía que Daniel había sido mi fuente de alimento desde que nos conocimos y me había salvado de tantas cosas, de tantas ansias, él había estado conmigo.


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