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Capítulo 97

—Parece que alguien ha tenido unos días difíciles.

Los brazos de Lilith me sujetaron con fuerza mientras hablaba en voz baja. Cuando la abracé de repente, su reacción no fue de sorpresa. Se sintió como algo muy natural. Aunque lo pensé, no lo dije en voz alta, pero parecía estar acostumbrada a mí. Realmente lo estaba. No había duda de ello, pues la respuesta a esa suposición se encontraba en lo que vi en mis sueños.  Ella y yo nos conocíamos, aunque todavía no sabía cómo lo hicimos. 

—Lo siento—murmuré.

Comencé a apartarme y ella me dio otro ligero apretón antes de inclinarse hacia atrás para mirarme a la cara.

—Me alegra que de vez en cuando dejes que tus emociones tomen la rienda de tus acciones. Eso significa que cada vez estás más cerca de volver a ser tú misma.

Me acarició el pelo y me regaló una sonrisa tranquilizadora mientras comenzaba a alejarse. 

—¿Te parece bien que salgamos a tomar algo de aire fresco?—posó sus ojos en una de las paredes blancas y después volvió a centrar toda su atención en mí—. Creo que a las dos nos vendrá bien.

Miré a nuestro alrededor en busca de una puerta o de algo que pareciera indicar que había algún tipo de salida y no encontré nada parecido. ¿A qué se estaba refiriendo entonces?

—¿No se supone que estás presa aquí?

—Así es—colocó su brazo alrededor de mis hombros y me acercó a ella—. Verás, yo creé este lugar en el pasado. En ese entonces lo utilizaba como un despacho en el que podía trabajar sin ser molestada, pero como siempre tiene que haber una balanza, incluí otra habitación completamente diferente a esta.

—Eso significa que hay algo más allá de estas cuatro paredes.

—¿Quieres verlo?

—Me encantaría.

—Sígueme.

Observé su mano tendida en el aire y no dudé en cogérsela. Otra vez estaba actuando sin pensar, aunque no sentí que estaba haciendo nada malo. Lilith avanzó en dirección a la pared que teníamos frente a nosotras y no pude evitar cerrar los ojos cuando la tuve a escasos centímetros. Nunca llegué a sentir su frialdad contra mi cara. 

—Ya puedes abrir los ojos. 

 Cuando le dice caso, una suave brisa acarició mi rostro.  

—¿Esto es...?—la sorpresa me impidió terminar mi pregunta. 

—Mi hogar.

Lo que tenía ante mí era una copia exacta de la casita del bosque que había visto dos veces en mis sueños. Era la viva imagen de la cabaña que visité la noche anterior. La única diferencia era que la luz del sol se colaba a través de las ramas de los árboles, esparciéndose por todos lados y creando una atmósfera cálida y agradable que te invitaba a permanecer allí.

—Se siente tan real—dije sintiendo cada rayo de sol sobre mi piel. 

Soltó mi mano y avanzó un par de pasos hacia delante, quedando de espaldas a mí. Observé la forma en la que la luz incidía en su melena rojiza y el recuerdo de un fuego ardiente devorándolo todo se coló entre mis pensamientos.

—¿Qué te tiene tan preocupada, Nina?—preguntó con voz pausada. 

Todos los pensamientos que rondaban por mi mente se estaban convirtiendo en una gran bola enmarañada y sabía que la única forma de solucionarlo era hablar de ellos en voz alta.

—Tengo miedo de no saber quién soy en realidad. 

—Yo sí lo sé, por suerte—dijo mientras comenzaba a andar hacia la casa—. Hablemos de todo esto con calma.

Se sentó en el banco de madera de la entrada y palmeó el hueco que tenía a su lado, invitándome a que lo hiciera junto a ella. Al hacerlo, se giró completamente hacia mí.

—Sé que no tenemos mucho tiempo—dijo con voz suave—. Te están esperando, ¿verdad?

—Lilith—me froté las manos, nerviosa. No sabía cómo empezar esa conversación ni la reacción que ella podría tener—. Hice un trato con alguien y es probable que cumplir con mi parte ponga en peligro a mis compañeras. Puede que a ti también—me llevé las manos a la cara y me froté las sienes—. No sé qué pensar. No sé qué hacer.

—¿De qué tipo de trato estamos hablando?

Evité su mirada al hablar y noté mi pulso acelerarse al tiempo que sentía que la temperatura de mi cuerpo se elevaba con cada palabra que decía y con cada silencio que las seguías. 

—Él me ayuda a practicar para cada prueba y responde a las preguntas que le hago sobre mi pasado a cambio de que yo lo haga cuando me necesite.

—¿Y qué tiene de malo?—la confusión teñió sus palabras—. Los brujos tienen la obligación de ayudaros.

Si no le decía toda la verdad, Lilith seguiría malinterpretando mis palabras y eso era lo último que quería. 

—No es un brujo—respondí con voz temblorosa—. Ni siquiera está aquí en la academia.

—¿Quién es el?

—Es un ángel de la muerte.

El silencio que siguió a mis palabras me obligó a mirarla. Era la primera vez que le contaba ese secreto a alguien sin saber cómo podría reaccionar.

—¿Qué te ha pedido a cambio ese ángel de la muerte?

—Él quiere...—titubeé—. Él quiere entrar en la academia.

—Déjame preguntarte una cosa—mi última conversación con una persona adulta y cuerda fue con Cassandra, así que se temía lo que podría decirme a continuación. Al fin y al cabo, acepté un trato sin conocer la parte que me correspondía—. ¿Qué te ha estado diciendo sobre tu pasado?

Pensar en eso me hizo ser más consciente de que él había estado cumpliendo a la perfección con la parte que le correspondía. Le conté varias cosas como que Cassandra me engañó para protegerme o cuáles eran las verdaderas intenciones de Morgan y qué relación tenía con Cassandra y con Iria.

—Lo último que me ha confesado es que fue mi padre el que bloqueó todos mis recuerdos de antes de los diez años.

—Te ha dicho la verdad en todo momento—dijo tras una larga pausa—. ¿Me has contado todo esto para darte mi opinión al respecto o esperas algo más?

—No sé qué debo hacer, Lilith. No quiero cometer los mismos errores que en el pasado.

No quiero perderlo al igual que perdí a Luc.

—Todos sabemos que el pasado no se puede cambiar. Sin embargo, cada día y con cada decisión que tomamos escribimos una pequeña parte de nuestro futuro—envolvió mi mano, transmitiéndome el calor que tanto necesitaba—. El motivo de por qué te preocupa tanto este asunto está justo delante de ti.

—¿Y cuál es?—pregunté con cautela. 

Pareció mirarme con compasión antes de decir en voz lo que yo misma estaba pensando. 

—Tienes más miedo de lo que pueda pasarle a él que de lo que pueda pasarle al resto e incluso a ti misma, Nina. 

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