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Capítulo 93

—¿Cómo estás tan segura de que eso sucederá?

Lilith seguía dejando suaves caricias sobre mi espalda. El tiempo parecía haberse detenido sólo para ella. Su voz y su aspecto eran los mismos que cuando la vi en la academia. Lo único que había cambiado era su forma de vestir, ya que se ajustaba a la época en la que todo tuvo lugar.

—E...ella me lo ha dicho—gimoteé.

Sus brazos parecieron tensarse a mi alrededor y me inclinó ligeramente hacia atrás para poder mirarme a los ojos.

—¿Ella?—preguntó con cautela.

Asentí y me aferré a los costados de su vestido.

—A veces me persigue hasta casa y me dice cosas horribles.

—¿Qué es lo que te dice?

Negué con la cabeza y dos lágrimas rodaron por mis mejillas.

—Dímelo Nina, por favor.

Nuestras miradas se cruzaron durante un segundo cuando giró la cabeza hacia el lugar en el que me encontraba.

—¿Y si nos está escuchando ahora mismo?

Lilith acunó mi rostro y habló con voz dulce.

—Aquí estamos a salvo. Las personas malvadas no pueden entrar en esta casa. La barrera nos protege de los peligros del exterior, ¿recuerdas?

Cuando mencionó la barrera me acordé de la que rodeaba a la academia y me pregunté si cabía la posibilidad de que la mismísima Lilith la hubiese puesto ahí, pues ella fue su fundadora. Sin embargo, si allí había una, ¿cómo era posible que la hubiese cruzado sin problemas?

—Me amenaza con que le dirá a sus padres que es mi amigo.

—¿Qué es lo que te pide a cambio?—Lilith se aferró a mis hombros esperando una respuesta—. Tienes que decírmelo.

—Quiere que le enseñe a controlar las habilidades de las siete pruebas.

—Eso significa que también es como vosotras.

Contuve la respiración cuando me escuché a mí misma diciendo esas palabras en voz alta. Sentí una mezcla de tristeza y frustración. La expresión que reflejaba mi rostro era de auténtico terror. Así era cómo me sentía, aterrorizada.

—¿Le has mostrado cuáles son?

Negué frenéticamente con la cabeza.

—Todavía no.

Lilith apartó los mechones bañados en lágrimas de mis mejillas y las acarició con ternura.

—Tienes que prometerme que no se las enseñarás.

—Pero...¿y si le hace algo?—mi voz y mi cuerpo temblaron como si un terremoto estuviera sacudiendo el suelo a mis pies—. Tengo que...alejarme de él.

Me miró con tristeza y cerró los ojos con fuerza. Cuando habló, su voz fue apenas un susurro.

—Quizás sea lo mejor, tesoro. Esa mujer parece peligrosa. Debemos descubrir su identidad antes de que sea demasiado tarde.

—¿Mu...mujer?—pregunté—. No es una mujer.

—¿Cómo que no?

Un silencio ensordecedor cayó sobre nosotras. Retrocedí hasta que mi espalda se topó con la pared y comencé a frotarme las yemas de los dedos para liberar la sensación de ansiedad que me carcomía.

—Es una niña como yo.

Después de decir aquello no volví a hablar. Lilith me tomó entre sus brazos y me llevó hacia el interior. La seguí con la mirada hasta que desapareció al cruzar por el umbral de la puerta que había al fondo hacia la derecha y entonces, la vela del pasillo se apagó. La oscuridad se cernió sobre mí, pero no iba a dejar que me paralizase, así que me di la vuelta y tanteé la puerta hasta que encontré el pomo.

Cuando estuve fuera de la casa inspiré y espiré despacio tratando de ordenar el lío de pensamientos que se entrelazaban en mi cabeza. Nunca antes había oído hablar de otra niña. Me llevé las manos a la cara y me la froté con fuerza.

—¿Por qué soy incapaz de recordar?

Sentí cómo mi estado de ánimo caía en picado. La noche en sí no había empezado bien y lo más probable era que no terminara de la mejor manera. Para empezar, había perdido la conexión con Jared y en ese momento no tenía ni idea de dónde se encontraba. Quizás estaba enfadado porque no había hecho lo que me pidió. Al abrir los ojos, la conexión se hizo más débil y al hacerlo varias veces terminó perdiéndose por completo.

Eché a andar sin pararme a pensar en el lugar al que me dirigía. Caminar me ayuda a aliviar los nervios y a calmarme, pero en ese momento no podía parar de pensar en mi conversación con Lilith. Comprendí entonces que era verdad lo de que nos conocíamos de antes, aunque todavía no sabía por qué ella también estaba allí. Nuestra relación parecía tan cercana que sentí una opresión en el pecho cuando recordé cómo mis manos se aferraban a ella.

Seguí caminando hasta que vislumbré la luz de la luna a través de las ramas de los árboles. Mi sentido de la orientación era pésima y lo cierto era que no tenía ni idea de dónde me encontraba. Me detuve y miré a mi alrededor. El viento mecía las hojas y se llevaba su fresco aroma consigo. Me pareció escuchar algo en la lejanía y de pronto, un olor familiar me envolvió.

—No puede ser.

Avancé con paso acelerado y llegué hasta el final en cuestión de segundos. Cuando decía final me refería a eso mismo.

Mi mirada descendió siguiendo las rocas del acantilado sobre el que mis pies se posaban. Un mar oscuro y embravecido embestía contra ellas, como si la rabia estuviera contenida en su interior.

—¡Detente, Nina!—gritó una voz a mis espaldas.

No tuve tiempo de reaccionar. Pase de estar de pie a estar tumbada con Jared encima de mí en un abrir y cerrar de ojos. Colocó sus rodillas a la altura de mis caderas y me inmovilizó bajo él.

—¿Tienes idea de lo que estabas a punto de hacer?

Su voz denotaba desesperación. Tenía los ojos abiertos de par en par y el miedo se reflejaba en ellos. Lo miré sin decir nada mientras sus manos se aferraban con fuerza a mis muñecas, presionándolas contra la tierra.

—Si te pasara algo yo...

Su labio inferior tembló y comenzó a inclinarse hacia delante, haciendo que nuestros pechos casi se rozasen. En ese instante, aflojó el agarre de mi muñeca derecha y la colocó sobre su corazón.

—Me vas a volver loco.

Mi mano captó el calor que desprendía su cuerpo a través de la fina tela de su camiseta y también el latido frenético de su corazón.

—Te dije que era peligroso abrir los ojos. Cuando he dejado de sentirte...—liberó mi mano pero yo la mantuve en su sitio—. No vuelvas a hacer eso. No puedo perderte.

Volvió a inclinarse hacia mí pero esa vez fueron sus labios los que quedaron a escasos centímetros de los míos.

—No me voy a ir a ninguna parte—susurré—. No vas a perderme.

Traté de aparentar que estaba tranquila. Quería que él sintiera que no había corrido peligro en ningún momento, pero de nada sirvió porque cuando habló, su voz seguía alterada.

—Prométemelo—murmuró con nerviosismo rozando las comisuras de mis labios—. No huyas. No desaparezcas.

—Prométeme que serás tú el que no me deje sola—rozó la curva de mi mandíbula con los labios, trazando un camino de fuego y dejó caer su cabeza en el hueco de mi cuello—. Dime que pase lo que pase no me abandonarás.

—Ya te dije que por ti haría cualquier cosa.

Busqué su rostro con mis manos e hice que me mirase. Observé sus ojos negros mientras me preguntaba si cumplimiría su palabra cuando ese momento llegase.

—Podrías haber muerto.

Sus ojos se enrojecieron y sus hombros se hundieron hacia delante, como si un gran peso hubiese caído sobre su espalda.

—Tranquilo. Era consciente de lo que hacía. En realidad, no sé cómo he llegado hasta aquí.

Una chispa de preocupación e incredulidad prendió su mirada. Comenzó a apartarse pero antes de hacerlo rodeó mis antebrazos con sus manos y tiró de mí hacia él.Yo me quedé de rodillas y él aterrizó sentado. No pude pasar por alto que en esa posición los dos estábamos a la misma altura.

—¿No recordabas esta parte del bosque?

—No—admití—¿Debería?

Dudó antes de contestarme y eso me hizo pensar que los recuerdos que albergaba del acantilado no debían ser buenos.

—No—volvió a hacer una pausa y prosiguió—. Puede que no vinieras mucho por aquí y ese sea el motivo.

No le quise dar más vueltas al asunto pero esa idea me rondó la cabeza durante toda la noche y más después de contarle todo lo que había visto.

—¿Recuerdas la casita que hay en mitad del bosque?

—Sí—dijo mientras se cruzaba de brazos y yo me sentaba sobre el suelo.

—He entrado. Allí vive Lilith y al parecer nos conocemos muy bien.

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