Capítulo 89
Si lo que Rina decía era cierto, existía una pequeña posibilidad de que la verdadera Bruja Suprema supiera lo que estaba haciendo con nosotras.
—No sé qué pensar—murmuró Gwen mientras se cruzaba de brazos—. De lo que sí estoy segura es de que Morgan no cederá su puesto tan fácilmente.
—No lo hará.
—Tú eres la que más tiempo lleva aquí, Rina—comencé a decir—¿Sabes por qué no se han celebrado las siete pruebas antes?
—Es muy sencillo. Las pruebas sólo se celebran cuando la Bruja Suprema necesita ser reemplazada.
—¿Cómo puede saberlo Morgan?
Rina miró a Gwen y ella tomó su palabra.
—Hay cosas que permanecen ocultas incluso para los ojos más sensibles. Como ya sabes, mi don es la cartomancia y el mismo me permite ver esos detalles de los que te estoy hablando. Puedo ver partes de tu pasado, pero también de tu presente y de tu futuro—confesó—, aunque no todo es tan sencillo como parece, ya que la mayoría de las veces, son imágenes que sin un contexto, carecen de sentido para mí.
—Lo que quiere decir Gwen—continuó Rina—, es que conoce aspectos de la vida de cada una de nosotras, a pesar de que no sea a gran escala.
—El día que te leí las cartas—prosiguió—vi que siempre has estado acompañada de...
Tragó saliva y apartó la mirada, como si le estuviera costando decir esa palabra.
—La muerte—terminó Rina por ella.
—Por eso reaccioné así—cuando volvió a mirarme, sus ojos estaban ligeramente enrojecidos—. Es un tema del que no me gusta hablar, a pesar de que es lo único seguro que tenemos en la vida.
—No te preocupes, Gwen. Hay temas que todo el mundo prefiere evitar.
Las comisuras de sus labios se elevaron fugazmente e interpreté ese gesto como una forma de decirme que se sentía aliviada.
—Si bien puedo utilizar mi don acompañada de la persona a la que quiero echarle las cartas, también puedo hacerlo sola, aunque los resultados son menos precisos. En ese caso, lo único que necesito es un objeto que le pertenezca.
En ese momento comprendí que, para ella, los secretos eran como una especie de cortina de humo que se podía desvanecer con facilidad.
—Aquí llega lo interesante—volvió a ser Rina la que habló, pero no pude apartar los ojos de Gwen.
—Morgan es capaz de controlarlo casi todo por una razón muy sencilla.
Tras unos segundos de silencio absoluto, me atreví a preguntar.
—¿Cuál es esa razón?
—Su don es la clarividencia—dijo sin parpadear—. Eso significa que puede conocer lo que sucedió, lo que sucede y lo que sucederá. Puede parecer un poder similar al mío, pero no tiene ni punto de comparación.
—Si rompes un plato y ella lo toca, te verá a ti con él en el instante que sucedió—continuó Rina—. Si te hiciste una herida y ella la roza con sus dedos, sabrá cómo llegó allí.
—Y si planeas algo en su contra, es muy probable que acabe descubriéndote—dijo Gwen mientras se inclinaba hacia atrás—. Es por eso que únicamente nos reunimos cuando es seguro hacerlo.
A medida que hablaban, tenía que ir asimilando palabra por palabra. Morgan era clarividente y por ese motivo parecía tenerlo todo bajo control.
—¿Alguna de las dos sabe dónde va la noche anterior y posterior a las pruebas?
—Lo único seguro es que no sale de su habitación—dijo Gwen mientras posaba sus ojos en la ventana.
—¿Cómo...?—comencé a decir, pero Rina me interrumpió.
—Para salir de la academia, tienes que abrir la barrera desde dentro y después cerrarla. En primer lugar, no podría hacerlo sola y en segundo lugar, todos lo sabríamos, ya que provocaría un terremoto.
Supuse que todo eso lo sabían porque sucedió una vez en el pasado y una sensación pesada se instaló sobre mi pecho cuando recordé lo que pasó ese día. Un destello en los ojos de Rina la hizo parpadear un par de veces antes de seguir hablando.
—¿Su habitación está en la tercera planta?—pregunté.
—Sí y algo muy importante de lo que creo que no te has dado cuenta es de que ella no puede entrar a vuestras habitaciones.
Como Rina era la única que tenía una copia de todas nuestras llaves, no reparé en quién entraba y salía de mi habitación hasta ese entonces.
—¿Eso es posible?
—¿Cómo crees que no ha descubierto la rosa y los dibujos que tienes sobre el escritorio?
No fui capaz de contestarle.
—No te preocupes—dijo Rina mientras relajaba su expresión—. Tus secretos están a salvo con nosotras, pero ¿se puede saber por qué trajiste una flor mágica a la academia?
—E...era de mi madre—mentí diciendo lo primero que se me vino a la cabeza.
Asintió, pero no pareció muy convencida.
—Entonces, ¿tú sí puedes hacerlo y ella no?
—Sólo vosotras podéis—afirmó Gwen.
—¿Nosotras?
—Sí. Cada bruja tiene una habitación adjudicada y eso no se puede modificar. Al ser mestizas—continuó Rina—, podemos hacerlo sin problemas.
—Por eso entraste a la mía—dijo Gwen, confirmando mis sospechas.
—Sin embargo, la habitación de Morgan tiene un encantamiento tan potente que ni yo puedo quebrantarlo. El mismo lo colocó después de... aquel incidente.
—¿Por qué me decís todo esto ahora?
Ambas intercambiaron un par de miradas antes de contestarme.
—Porque queremos que seas la siguiente en intentar romper ese hechizo.
***
Nuestra reunión terminó sobre las tres de la madrugada. La primera en irse de la biblioteca fui yo y cuando lo hice, luché contra el impulso de salir corriendo. Entrar en su habitación me parecía una idea descabellada, casi tanto como intentarlo. Lo que querían era tomar prestado algo de Morgan para que Gwen intentase ver lo que pretendía hacer a través de las cartas del tarot. Si Rina no lo consiguió, ¿de verdad pensaban que conmigo tendrían alguna posibilidad?
Me despedí de ellas, deseándole suerte a Gwen para la cuarta prueba y quedamos en volver a vernos esa misma noche, de manera que también podría ponerlas al tanto de lo que hablaría con Lilith el día anterior.
Cerré la puerta a mis espaldas y gracias al encantamiento de Gwen, lo hizo en absoluto silencio. Coloqué mi pie sobre el primer escalón, pero me detuve. Retrocedí y me asomé por el hueco de las escaleras para ver la estatua de Lilith. Me sorprendí al observar que había alguien más en la entrada, así que agudicé la mirada y pude confirmar que era una de mis compañeras la que se encontraba frente a la estatua. La oscuridad me impidió distinguir tanto su rostro, como el color de su vestido y de su pelo. Podría ser Cleo, pero también Moira o Cora. No estaba segura. En ese instante, ella colocó su mano sobre la tela del vestido de mármol y la deslizó hacia arriba lentamente. Me pregunté qué estaría haciendo y si cabía la posibilidad de que supiera que ella estaba allí dentro atrapada, pero de pronto, cerró su mano en un puño y la golpeó con fuerza. Como era de esperar, ésta ni se inmutó, al contrario que mi compañera, que soltó un quejido de dolor.
Me tragué la exclamación de sorpresa y casi tropecé cuando comencé a subir las escaleras en dirección a mi habitación. Saqué la llave de mi bolsillo y mis manos temblorosas me impidieron encajarla en la cerradura al primer intento. Una vez dentro, dejé salir el aire que había estado conteniendo y me sequé el sudor frío de la frente. Me senté en la silla del escritorio sin encender la lámpara y me froté las yemas de los dedos para tratar de liberar el nudo de nervios que crecía en mi estómago con cada segundo que pasaba.
Me di una ducha rápida, me cambié de ropa y me tumbé sobre la cama, aunque me fue imposible deshacerme de aquella sensación de malestar general. Cerré los ojos y traté de calmarme, pero la voz de Rina diciéndome que debía intentar entrar en la habitación de Morgan y el recuerdo de mi compañera golpeando la estatua de Lilith me lo impedían.
Puede que pasaran minutos, tal vez horas, hasta que finalmente pude dormirme. Cuando abrí los ojos y vi las estrellas, la opresión que sentía sobre mi pecho disminuyó, así que me puse en pie y miré a mi alrededor.
—¿Jared?
El sonido del viento deslizándose entre las ramas fue mi única respuesta. Mi piel se erizó cuando pasaron los minutos y no apareció. Eché a andar notando la fuerza con la que el corazón martilleaba mis costillas mientras me preguntaba si algo malo le habría sucedido. La última noche que nos vimos, todo parecía ir bien, pero... ¿y si su Jefe había cancelado todos los planes que tenían?
¿Y si habían encontrado otra alternativa para cumplir con su misión?
¿Y si yo ya no era necesaria?
¿Y si... volvía a quedarme sola?
Llegué al claro del invernadero y me detuve en seco cuando lo vi apoyado sobre una de las columnas de mármol. Estaba de pie, con los brazos cruzados sobre su pecho y con los ojos cerrados. Me tomé unos segundos para mirarlo desde la lejanía mientras las pulsaciones de mi corazón volvían a la normalidad, pero justo cuando me coloqué la mano sobre el mismo, abrió los ojos y me miró. Ni siquiera me detuve a pensar en lo que hacía y comencé a correr en su dirección, pero siguió inmóvil y algo bulló en mi interior al ver que no reaccionaba.
Traté de desechar ese mal presentimiento y cuando estuve frente a él, rodeé su cintura sin pensarlo dos veces. Coloqué mi cabeza sobre su pecho y escuché su latido acelerado, pero sus brazos no me dieron la cálida bienvenida que tanto esperaba.
—¿Ha pasado algo?—pregunté con un hilo de voz y comencé a apartarme.
—Quédate así—dijo al tiempo que colocaba sus manos sobre mi espalda. Me presionó contra él y se inclinó hacia abajo, hundiendo su cara en el hueco de mi cuello—. Quédate así un rato más.
Mis manos se cerraron alrededor de la tela de su camiseta negra y mi respiración se aceleró.
—¿Ha...ha pasado algo?—repetí con voz temblorosa.
Apartó mi pelo hacia un lado y me recorrió la columna con los dedos de una mano. Después, presionó sus labios contra mi hombro con delicadeza y entonces habló.
—Hay algo de lo que quiero hablarte esta noche, Nina—dijo en voz baja—. Es sobre tu parte del trato.
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