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Capítulo 86

—Últimamente no te noto con muchas ganas de hablar. No haces tantas preguntas como antes—avanzó hacía mí y yo retrocedí—. ¿Hay algo que quieras decirme?

Traté de mantener la calma. Cualquier gesto o palabras inadecuada podía delatarme.

—No. Simplemente me he cansado de hacer preguntas para las que no encuentro respuestas.

—¿Y quién dice que no las haya, cielo?

Traté de ocultar las ganas de hacer desaparecer aquella sonrisa burlona de su rostro cuando nuestros ojos se encontraron.

—¿Acaso no eres tú la que me oculta mi pasado?

Lejos de ponerse seria, sonrió con ganas. Como si realmente le divertirse la situación.

—Eres igual que tu madre.

—¿De qué conoces a Cassandra?

Morgan se cruzó de brazos y ladeó su cabeza.

—No me refiero a ella, sino a Iria.

Sentí que mis pies se quedaron anclados al suelo cuando pronunció su nombre. Avanzó de nuevo y fui incapaz de moverme.

—Por lo que veo, sí has recuperado algún que otro recuerdo—la miré sin decir nada—. Te lo repito por si no me has escuchado bien. ¿Hay algo que debas contarme?

Su sonrisa se esfumó.

—Todo sigue siendo muy confuso para mí.

—No parecías tan confundida hace un momento. Jamás me imaginé que fueras capaz de jugarle la muerte a alguien.

—Yo no...—de nuevo, traté de justificarme—. Todo ha sido un malentendido.

—¿A quién debo preguntarle primero?—apuntó con su dedo índice hacia la puerta—¿A Phoebe o a ti?

—¿Perdón?—pregunté sin saber a lo que se estaba refiriendo.

—¿Qué recuerdo me interesa ver?—me señaló directamente—. El tuyo o el suyo.

—Sabes muy bien lo que ha visto Phoebe.

Me arrepentí de lo que dije en ese mismo instante. Estaba yendo demasiado lejos.

—Espero que no le hayas tenido en cuenta ese pequeño incidente a Kai. Como ya te he dicho en innumerables ocasiones, es el brujo en el que más confío y a la inversa. 

—No dudo de tu palabra.

—Lo sé. Tus ojos no mienten. Me sorprende cómo ha cambiado tu mirada desde que llegaste.

Estaba claro que no era la misma de antes. Sabía cosas que ella desconocía. Sin ser realmente consciente de la situación, había permitido que fuera un paso por delante. Lo que estaba diciendo me dejaba ver que había notado un cambio en mí, pero ni si quiera se podía imaginar a qué escala.

—No tengo una razón para mentirte.

—No. Claro que no la tienes. Y tampoco tienes el valor suficiente para hacerlo.

—¿Crees que no sería capaz?

Alzó la mano y me colocó un mechón de pelo detrás de la oreja. Las yemas de sus dedos se sintieron frías contra mis mejillas.

—Sí lo creo, pero tarde o temprano lo descubriría. Recuerda que tengo mil ojos repartidos por toda la academia.

—¿Por qué haces esto?

Dejó caer su mano a un lado, como si de alguna forma, mi pregunta la hubiese ofendido.

—¿Esto?—entrecerró sus ojos—. El ascenso de la próxima Bruja Suprema no es ninguna tontería.

—¿Y qué harás cuando llegue ese momento?

Su mirada era fría. Calculadora. Estaba midiendo sus palabras antes de decirlas.

—Cederle mi puesto. Es un ciclo. No se puede romper.

Tuve la extraña sensación de que estaba diciendo la verdad, pero creerla era poner en duda la palabra de Jared, Rina y Gwen.

—¿Acaso crees que miento? Verás, Nina. Cuando la nueva Bruja Suprema asciende, la vida de la anterior se apaga. No pueden existir dos al mismo tiempo.

—Eso significa...

—Así es—me interrumpió—. Yo moriré para que una de vosotras viva.

Puede que no todo lo que estaba diciendo fuese mentira, pero no podía olvidarme de que ella no era la verdadera Bruja Suprema. Entonces, ¿dónde estaba?, ¿tenía idea de lo que Morgan estaba haciendo?

—Irónico, ¿verdad?—volvió a cruzarse de brazos—. Que unas personas tengan que morir para que otras vivan es una tragedia.

Capté el doble sentido de la frase, lo que provocó que las comisuras de sus labios se elevasen.

—No es irónico. Es triste.

—¿Qué sabrás tú de la tristeza?—inquirió—. Has tenido una vida perfecta. Estoy segura de que Cassandra no permitió que te hicieras ni un rasguño.

Cuando Morgan me pidió quedarme tras finalizar la tercera prueba, comencé a preguntarme qué era lo que realmente quería y llegados a ese punto, creí saber el motivo.

—Te equivocas. Se perfectamente lo que es la tristeza. También lo que es la angustia y el miedo. Y créeme—alcé ligeramente el mentón—tú no has sido la única que nos ha hecho sentir así.

Morgan abrió los ojos, sorprendida, y después dio un par de palmas, como si todo se tratase de una actuación.

—Me hieres. Siempre pensé que fui la causante de vuestro temor.

—Más bien de nuestras desgracias—dije mirándola a los ojos—pero todavía no entiendo el motivo.

En ese momento, deseé poder decirle  todo lo que pensaba. Quería que me explicase por qué nos había perseguido sin descanso y por qué estaba ocupando un lugar que no era el suyo.

—¿Tanto nos odiabas?—lejos de hablar con severidad, mi voz fue suave. Morgan nos hizo sufrir y seguía haciéndolo—. ¿Acaso anhelabas algo que estaba lejos de tu alcance?, ¿tenía mi madre algo que tú nunca podrías tener y no podías soportarlo?

Tuve que acertar con alguna de mis suposiciones, pues sin ni si quiera mediar palabra, me abofeteó tras hacerle la segunda pregunta.

—Sí vas a decir tonterías, mejor no abras la boca.

Volví a notar el sabor metálico de la sangre. Giré la cara hacia ella y me percaté de que mis palabras habían surtido su efecto.

—Cassandra hizo un buen trabajo contigo. Se creó una falsa identidad y tú te la creíste. No tienes ni idea de cómo era realmente.

Se refirió a ella en pasado en todo momento. Realmente creía que estaba muerta.

—Cassandra me cuidó como una madre. Hizo todo lo que pudo hasta el final.

—¿Tú serías capaz de mentirle a la persona que más quieres?

—Lo hizo para mantenerme a salvo de ti.

—Por mucho que te escondiera, terminaría encontrándote. Al fin y al cabo, solo tenía que seguir el rastro que ibas dejando.

—¿Por qué yo, entonces?

—Porque al igual que no fue sincera con su verdadera identidad, tampoco lo fue con la tuya.

Debía estar refiriéndose a que mi madre era una bruja y mi padre un demonio.

—Ahora es cuando me pregunto si todavía sigues sin recordar nada o simplemente estás fingiendo—volvió a levantar la mano con la intención de tocarme la mejilla, pero se la aparté antes de que lo hiciera—. Una asesina es siempre una asesina. Se lo has dejado bien claro a tus compañeras. Sería una pena que pensaran que podrías estar detrás de la muerte de Ruby.

Retrocedí como si me hubiese dado un empujón. Me sorprendí de la facilidad con la que se refirió a su muerte. Jugar con ese tema era como hacerlo con fuego. La garganta me escoció por querer gritarle, pero no dije nada. Quizás si lo hacía, terminaría llorando.

—Te diría que siento que hayas revivido la noche que Cassandra murió, pero te estaría mintiendo.

Di un paso atrás y cerré los ojos. No quería seguir escuchándola.

—Yo también perdí a alguien, pero no dejo que me afecte. No soy débil como tú.

—Eso dice mucho de ti.

Retrocedí hasta que mi espalda se topó con la puerta.

—Nuestra conversación ha terminado por hoy. Será mejor que te prepares bien para las siguientes pruebas. Estamos cerca de descubrir a la que ocupará mi lugar y no podemos permitir que nada interfiera, ¿no crees?

Negué con la cabeza y ella movió la mano en mi dirección, haciendo que las puertas se abrieran con un crujido.

—Puedes irte.

No me molesté en despedirme. Me di la vuelta y salí corriendo de allí. Tenía el estómago revuelto y sentía un nudo en la garganta. Subí los primeros escalones del tirón.

—¡Nina!

Una mano envolvió mi brazo y me detuvo de golpe.

—¿Estás bien?

Los ojos de Kai reflejaban su preocupación, pero no tenía tiempo para hablar.

—Lo siento.

Me deshice de su agarre y seguí avanzando hacia el piso superior. Cogí la llave de mi bolsillo y la introduje como pude en la cerradura de mi habitación. Abrí de golpe, sin molestarme en cerrar la puerta, y me fui directamente al cuarto de baño. Por suerte, no había desayunado nada esa mañana. Mi espalda se arqueó cuando expulsé la bilis y mi cuerpo se cubrió de un sudor frío. Mi visión había comenzado a nublarse cuando unas manos me sujetaron por los hombros y me apartaron hacia atrás con cuidado.

—¿Qué te ha pasado?—Rina me obligó a mirarla y me retiró el pelo hacia atrás—. Ha sido Morgan, ¿verdad?

No tenía fuerzas para hablar. Me dejé caer y me apoyé en ella. Sus brazos me rodearon y yo la abracé con fuerza.

—Aguanta, Nina. Tienes que ser fuerte.


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