Capítulo 84
—Os doy plena libertad para elegir quién de las dos empieza.
Nuestros ojos se encontraron en ese preciso instante. Si hace unas semanas alguien me hubiese dicho que vería esa expresión en su rostro, no le habría creído. Desde que sucedió lo de Ruby, la Phoebe que conocía desapareció. A penas la había visto desde entonces, pero su cambio de actitud no me aseguraba que estaría a salvo si descubría algo de lo que estaba haciendo. No podía pasar por alto el hecho de que fue muy competitiva desde el principio, ni tampoco su necesidad de atacarme a la mínima oportunidad que tenía.
—¿Quieres ser la primera?
Phoebe tardó varios segundos en contestar y durante todo ese tiempo, no escuché ni un sólo murmuro a mi alrededor. Podía sentir los ojos de Morgan sobre nosotras, pero traté de mantener la calma.
—Prefiero que seas tú. Estoy...algo nerviosa.
Traté de ocultar lo sorprendida que me sentí cuando me habló de esa forma. Estaba siendo sincera. Nadie en ese situación podría no sentirse así, pero me extrañó que esas palabras provinieran de ella. Aun así, ¿quién era yo para juzgarla?
—Vale—hablé en voz baja y asentí lentamente—. Tranquila, todo saldrá bien.
—¿De verdad crees eso?
—Sí.
Respondí tajantemente. Estábamos en un punto sin retorno, así que hiciéramos lo que hiciéramos, no podríamos cambiar el pasado, pero sí el rumbo de la historia.
—¿Y bien?—Morgan alzó los brazos cuando habló. Su mirada era afilada y sentí que estaba intentando descifrar mis pensamientos—¿Quién será la afortunada de dar comienzo a la tercera prueba?
—Yo.
Di un paso hacia delante y coloqué mi mano derecha alrededor del boche de la media luna. Lo sentí frío contra mi palma, pero no permití que esa sensación se apoderase de mí.
—Me alegra que cada día que pase estés más cerca de recordar quién eres.
Una sonrisa burlona se dibujó en sus labios al tiempo que se cruzaba de brazos y daba un paso hacia nosotras.
¿Quién soy?
¿Quién eres tú?
¿De verdad estás haciendo todo esto sólo para asesinar a la próxima Bruja Suprema?
Decidí que lo mejor era quedarme callada. No me serviría de nada responderle o hacerle cualquier pregunta al respecto. Si lo que quería era molestarme o hacerme sentir nerviosa, no lo conseguiría.
—Estamos listas.
—¿Lo estáis?
Morgan seguía hablando en tono burlón, así que quise apresurarme en contestarle, pero Phoebe se adelantó.
—Sí. Lo estamos.
Su sonrisa se esfumó de golpe y su rostro se volvió neutral, al igual que su voz.
—Que de comienzo la tercera prueba, Adivinación. Nina y Phoebe, colocaos en el centro del círculo.
Seguimos sus órdenes y nos pusimos la una frente a la otra.
—¿Observas alguna herida a simple vista, Nina?
La miré con detenimiento para comprobarlo, pero no fui capaz de encontrar ninguna.
—No.
—Eso es porque sabe esconderlas muy bien, al igual que tú.
Tragué saliva y traté no entrar en pánico. Morgan sabía con qué cartas estaba jugando y no estaba dispuesta a que ninguna de nosotras echase por tierra sus planes. Si Phoebe me exponía, sería el fin. No tendría una segunda oportunidad.
—Súbete las mangas del vestido.
Phoebe cerró los ojos y murmuró algo que no logré entender.
—No me hagas repetirlo una segunda vez.
Antes de que terminase de hablar, se remangó hasta los codos y dejó al descubierto sus brazos, así como las cicatrices que los recorrían. Recordaba haber visto esas zonas cubiertas de sangre la noche de la prueba inicial, pero no antes, ni después. De pronto, comprendí que había estado haciendo lo mismo que Jared: usar un hechizo para ocultarlas. Mis ojos se detuvieron en la herida vertical de la parte interior de su muñeca derecha.
—Libre elección.
No soy como tú.
Nunca lo seré.
Me percaté de que un poco más arriba de esa cicatriz, tenía una serie de marcas que parecían recientes. Casi en ese mismo instante supe qué lo pudo causar, sólo me faltaba saber el quién y el por qué.
—Allá voy.
Pasé de largo la herida de su muñeca y coloqué mis dedos sobre las marcas que unas uñas dejaron sobre su piel. La miré por última vez antes de recitar el hechizo.
—Todo va a salir bien, confía en mí
Cuando Phoebe asintió, cerré los ojos.
—Sicut liber, indica mihi fabulam tuam. Nulla sunt secreta inter nos, nunc mihi crede (como un libro, cuéntame tu historia. No hay secretos entre nosotros, ahora puedes confiar en mí).
El torrente de emociones que me invadió fue aumentando su intensidad a medida que todo a mi alrededor se volvía borroso, impidiéndome distinguir nada. Mi cuerpo entero tembló, pero fui capaz de mantener el control sobre el mismo y no colapsé como la noche anterior.
El silencio ensordecedor pronto fue sustituido por unos murmullos. Me giré hacia la fuente de sonido y parpadeé para hacer desaparecer lo más antes posible la bruma que me rodeaba.
—No me hagas repetirlo una segunda vez.
Morgan.
—Creo...que no debería estar haciendo esto.
Phoebe.
—Aquí soy yo la que decide lo que está bien y lo que no.
—Si descubre lo que estoy haciendo...
Lo primero que vi fueron cuatro paredes bancas y dos figuras que, por la voz, identifiqué al instante.
—¿Qué pasará?—el tono de voz de Morgan se volvió amenazante—¿Te preocupa que se enfade contigo?
—No.
—Pues no me hagas dudar de tu palabra.
Estaba en una habitación y debido al parecido con la mía, supuse que era la de Phoebe. Mi vista se aclaró y traté de hacerme una idea de lo que estaba pasando.
—Te lo prometo. Cuando sueña, lo único que puedo ver es oscuridad.
—Eso es imposible. Sólo aquel que tiene el alma igual de corrompida posee ese tipo de sueños.
Phoebe se apoyaba en la ventana y Morgan estaba justo enfrente de ella con los brazos cruzados sobre el pecho. Era de noche y la habitación estaba iluminada por la luz que desprendía la lámpara de la mesilla de noche. Phoebe llevaba puesto un pijama de color granate, mientras que Morgan vestía unos de sus tantos vestidos negros ceñidos.
—No tienes ningún motivo para mentirme, Phoebe. Sé que la odias porque temes que pueda arrebatarte aquello que siempre has deseado.
¿Hablaban de mí?
El fragmento de la conversación que escuché me permitió comprender que era la encargada de mantener al día a Morgan sobre los sueños de cada una de nosotras. Mis peores sospechas se cumplieron cuando fui consciente de que podía entrar y salir de mis sueños con total libertad.
—Nina no es rival para mí.
—¿Quién te ha enseñado a ser tan egocéntrica?
—Soy realista. Nadie le ha enseñado a utilizar sus poderes.
—¿Realista?—Morgan soltó una risotada carente de emoción—. No tienes ni idea de quién es.
—¿Y por qué no me lo dices?
En ese instante, la agarró del brazo y Phoebe emitió un pequeño quejido. Traté de moverme, pero fui incapaz de hacerlo. Sin embargo, estaba lo suficientemente cerca para observar la seriedad que teñía sus rostros.
—Porque no es de tu incumbencia.
—Es mi compañera. Sería lo justo.
—¿Justo?—cerró los dedos alrededor de su muñeca—. La justicia no existe. Por eso estoy aquí.
—¿Para impartir justicia o para vengarte?
Fui consciente de que Morgan ejercía más presión por la expresión en el rostro de Phoebe.
—No me tientes, Phoebe. Sabes que puedo abrirte esta cicatriz si me viene en gana.
—Sí. Se que nuestras vidas en tus manos no valen nada.
En ese momento, Morgan deslizó lentamente la mano por su brazo y le clavó las uñas justo en ese punto.
—No me hagas recordarte cómo llegaste aquí. No me obligues a decir el nombre de la persona que se sacrificó por ti. No me hagas...pensar en ese día.
—Detente, por favor.
Morgan permaneció en una actitud impasible mientras el cuerpo de Phoebe comenzaba a temblar y a dar pequeñas sacudidas. Su rostro se cubrió de lágrimas y sólo entonces, la soltó.
—No eres la única que sufre una pérdida.
Mi cabeza estaba comenzando a saturarse de información y sentí que en cualquier momento podía perder la conexión con sus recuerdos.
—¿Todo esto es necesario?
Phoebe habló en un susurro y Morgan la observó con detenimiento antes de contestarle.
—Tú limítate a informarme de cualquier anomalía que observes en sus sueños y yo me ocuparé de cumplir con lo que te prometí.
—Es ella, ¿verdad?—la voz de Phoebe pareció lejana—la que redujo aquel pueblo a cenizas.
No escuché la respuesta de Morgan, pues todo se convirtió en una mancha emborronada y un instante después, estaba en la Sala del Consejo. Mi respiración seguía agitada cuando aparté mi mano y la miré a los ojos.
¿Por qué no le había contado a Morgan lo que realmente veía en mis sueños?
¿Cabía la posibilidad de que lo que decía era verdad?
—Espero que la experiencia haya sido agradable—Morgan habló a mis espadas, pero no me molesté en mirarla—. Es tu turno, Phoebe.
Su rostro estaba serio. Acababa de descubrir su secreto y que además, tenía una especie de trato con Morgan. No sabía qué hacer con esa información. Invadí su privacidad y entré en sus recuerdos. Con esa prueba, las rivalidades entre nosotras podían crecer, pero yo...no caería en su trampa tan fácilmente.
—Ya que tu compañera tampoco tiene marcas a la vista, ¿qué te parece si la elijo yo?
El aire se me quedó atascado en la garganta y traté de mantener la calma.
—Adelante.
—Así me gusta.
Cerré los ojos y evité pensar en la cara de satisfacción que debió poner en ese instante.
—Bájate el cuello del vestido—ordenó—.Veamos si Phoebe puede leer a través de esas marcas.
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