Capítulo 55
Mientras la miraba, me repetía que debía mostrarme firme y fuerte frente a ella. Quería que fuera consciente de que no era la misma chica que se había muerto de miedo la noche en la que Cassiel había interrumpido en su casa. No volvería a mostrarme débil y le haría arrepentirse de haberme llevado allí.
—Queridas aspirantes al puesto de Bruja Suprema—dijo en un tono aterciopelado—. ¿Estáis preparadas para la segunda prueba de mañana?
Un silencio absoluto fue su única respuesta y cuando siguió hablando, sonó realmente irritada.
—¿Qué os pasa?—siseó mientras se daba la vuelta y se dirigía a su asiento en aquella especie de Sala de Juicios—. Mostrar esa actitud tan cobarde me hace pensar en la decisión que tomó vuestra compañera Ruby. ¿Acaso os estáis planteando abandonar la competición?
—No—dijo Moira con voz temblorosa.
—No podríais igualmente. Soy yo la que pone las reglas.
Moira se tensó y al darse cuenta, Morgan sonrió con suficiencia. Se divertía viendo cómo el miedo que trataba de infundir surtía efecto.
—La magia negra está prohibida.
Morgan fulminó a Cleo con la mirada y su expresión se tornó seria. Gwen, a mi lado, tenía los ojos fijos en el suelo.
—En realidad puedes usarla, pero asumiendo sus consecuencias. Además, no es de mi interés que tratéis de sabotearos. Haciendo eso me facilitáis el trabajo. Sería algo así como matar dos pájaros de un tiro.
Su comentario me heló la sangre e hizo que mi estómago se revolviera. Si alguna vez llegué a pensar que Morgan tenía alma y corazón, estaba equivocada. Ninguna de nosotras le importábamos y no se esforzaba por ocultarlo.
—¿Facilitarte el trabajo?
—Sí, pues sólo una de vosotras reinará junto a mí hasta que decida que puede hacerlo sola.
—Pe...pero sólo puede haber una Bruja Suprema en cada generación—dijo Phoebe.
—¿Te atreves a poner en duda mi palabra, Phoebe?
Phoebe no le contestó. Su cara se volvió pálida y apartó la mirada. En cambio, una sonrisa macabra se dibujó en el rostro de Morgan.
—Vuestros comentarios me hacen pensar que confiáis más en vosotras que en mí—los ojos de Gwen se cruzaron con los míos durante un instante y sentí que algo no iba bien—. Parece que estáis olvidando que sois rivales, así que me veo obligada a haceros recordar contra quién competís. Puede que de esa forma veáis más claro que la persona que tenéis al lado no es tan inocente como parece.
—¿Por qué ahora y no antes?—preguntó Cleo.
—Porque así lo he decidido—dijo como si fuera la cosa más obvia del mundo—. En cada generación nacen siete brujas especiales, cada una con un don que las diferencia de las demás y solo una es capaz de dominar a la perfección las habilidades que se requieren para superar las siete pruebas. Además, todas y cada una de vosotras ha tenido una experiencia cercana a la muerte, o para ser más específica, sois las responsables de la muerte de una persona.
Nadie respondió. Tampoco habría hecho falta que lo hiciéramos, porque más que una pregunta, fue una afirmación.
—Existe un libro al que no todo el mundo puede acceder. En él se recoge toda la información referida a cada una de las pruebas, pero hay un problema.
Gwen me miró en ese momento. Estábamos pensando lo mismo. Se refería al de Las Siete Pruebas.
—Sólo aquellas que tienen sangre de demonio corriendo por sus venas pueden manipularlo.
Mis compañeras emitieron una exclamación al unísono, a excepción de nosotras dos.
—¿Eso significa que una de nosotras es descendiente de un demonio?—percibí el rechazo que teñía sus palabras y aunque no debería de haberme dolido, lo hizo—. ¿Dónde está ese libro?
Como era de esperar, Morgan no respondió a ninguna de las dos preguntas.
—Lo que quiero que tengáis claro es que sois únicas, aunque compartáis un pasado oscuro y trágico donde alguien murió por...vuestra culpa.
—¿Y las que hicieron las pruebas contigo?—dijo Phoebe—¿Están vivas?
—¿A qué viene tanto interés?—no se esforzó en ocultar su irritación cuando habló—. Yo conocía su pasado y también el vuestro, ¿no os parece justo compartirlo con las demás?
—Hay ciertos aspectos de mi vida que prefiero no recordar—susurró Gwen.
—Yo también—dijo Moira.
—¿Creéis que me importa lo que queráis o no?—clavó sus uñas en la madera y se inclinó hacia delante—¿Recordáis cuál es la función de la barrera que rodea la academia?
—Proteger—dijo Cleo.
—¿A quién?—inquirió.
—Al mundo.
—¿De quién?
—De nosotras.
—¿Por qué?
Silencio.
—Contesta. ¿Por qué?
Silencio.
—Sois una amenaza para las demás personas. Por eso tenéis que estar aquí. Para perfeccionar y controlar vuestros poderes.
Si lo que decía era cierto, ¿por qué aquel ángel de la muerte quiso entrar?
—Cuando una de vosotras haya logrado superar con éxito todas las pruebas, deberá estar bajo mi supervisión hasta que sea capaz de controlar el gran poder que le ha sido otorgado.
—Y cuando eso suceda, ¿qué harás?—me atreví a preguntar.
—Me iré, pues mi trabajo aquí habrá acabado. ¿Qué sucede?—alzó sus cejas, sorprendida— ¿Has decidido luchar para recuperar lo que es tuyo?
—Sí.
—Bien—sonrió complacida—, pero recordar el pasado puede ser más doloroso de lo que piensas. ¿Qué harás cuando descubras que eres la culpable de todo lo que pasó?—su risa erizó mi piel—¿Podrás soportarlo?
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