Mis sentidos se pusieron alerta y pensé en mil excusas por si me descubrían, pues lo último que haría sería decir la verdad. 

—Aquí no nos verá nadie—susurró una voz que reconocí al instante.

Las puertas crujieron al cerrarse y yo me mantuve en mi posición, tratando de permanecer oculta bajo una de las grandes mesas de madera. Escuché sus pasos desacompasados y crucé los dedos porque no decidiesen bajar a la planta inferior. 

—Arriba—dijo Ruby entre jadeos.

Con el corazón latiéndome de forma descontrolada, reuní el valor suficiente para asomarme con cuidado. Al hacerlo, pude ver cómo sus piernas rodeaban las caderas de un chico, pero tanto la distancia, como la falta de iluminación, me impidieron reconocerlo. Los observé hasta que desaparecieron entre las estanterías y fue entonces cuando comprendí que esa podría ser mi única oportunidad para escapar. Mi respiración estaba agitada y mis piernas estaban comenzando a flaquearme, pero no podía permitir que la situación me controlase a mí. A pesar de que seguía escuchando algún que otro sonido procedente de la parte superior de la biblioteca, avancé sigilosamente hasta las escaleras y comencé a subirlas con extremado cuidado. El tiempo que transcurrió hasta que logré colocar mi mano sobre el tomo de la puerta me pareció una eternidad. Las puertas crujieron bajo mi peso, pero nadie me detuvo y con la misma velocidad con la que salí de la fiesta, volví a mi habitación. 

Ya en la seguridad de mi habitación, fui directa hacia la ventana. Necesitaba respirar. Tenía que recomponerme después de lo que había pasado en menos de veinticuatro horas. Ese día hice muchas cosas por primera vez, como superar una prueba utilizando la magia y descubrir que poseía sangre de bruja y de demonio. Me sentía como en una nube. Simplemente no podía creer que algo así me estuviera pasando a mí. El hormigueo que recorrió mi cuerpo cuando besé a Jared no me abandonó, si no que cobró más fuerza a lo largo de la noche. El recuerdo de Ane, los secretos de mis compañeras y el encuentro inesperado con Rina en la biblioteca provocaron un nudo de nervios en la parte baja de mi estómago que posiblemente no me dejara dormir esa noche. 

Cerré los ojos con fuerza, sintiendo la suave brisa contra mi rostro y suspiré con fuerza. Cuando sentí que el latido de mi corazón volvía a la normalidad, los abrí y fije mi mirada en el ancho bosque que rodeaba la academia. Por primera vez desde que llegué allí me hice una pregunta. ¿Y si la finalidad de la barrera que Morgan había colocado era para proteger al mundo exterior de nuestra magia? Después de escuchar las respuestas de algunas de mis compañeras, no dejé de barajar esa idea. Sin embargo, no tardé en desecharla, pues nadie sería más feliz de ver arder el mundo que Morgan.