Capítulo 38
Coloqué las manos sobre las pesadas puertas de la biblioteca y las empujé suavemente. Con un ligero crujido, comenzaron a abrirse y me introduje rápidamente en la gran sala. Durante el día, la luz del sol bañaba toda la estancia, pero por la noche, la luz de la luna iluminaba cada recoveco. Dirigí mi mirada hacia la planta superior y avancé en esa dirección. Comencé a subir los escalones que conducían hacia las amplias estanterías repletas de libros y llegué hasta el fondo.
Me detuve frente al punto concreto en el que debería encontrarse el libro de Las Siete Pruebas y un nerviosismo comenzó a acumularse en mi estómago cuando no lo vi. La idea de que alguien lo había robado produjo una sensación de malestar en mi interior. Todo mi plan se estaba comenzando a desmoronar. Miré a mi alrededor, nerviosa y sólo se me ocurrió una cosa. No iba a perder nada si utilizaba el hechizo de la primera prueba para intentar dar con él.
Introduje mi mano en el bolsillo de mi vestido, saqué el boche de media luna y me lo coloqué sobre el corazón. Cerré los ojos, respiré con calma y recité el conjuro mientras visualizaba el libro. ¡Bingo! Casi grité de la emoción cuando un camino que parecía trazado con la mismísima luz de la luna surgió a mis espaldas. Me giré completamente y comencé andar en dirección al piso inferior con los ojos cerrados y con el corazón me martilleaba con fuerza contra las costillas. Era consciente de que alguien lo había cambiado de lugar, pero ¿quién?
Y lo que era peor, ¿y si la persona que lo había hecho estaba allí? No podía ser posible. Todos se habían quedado en la fiesta. Además, no cualquier podía tocar ese libro en particular. Cuando llegué al borde de las escaleras, abrí los ojos. El camino se desvaneció cuando lo hice, pero no lo necesitaba porque la persona que lo sostenía en brazos se encontraba en el extremo opuesto.
Unos ojos verdes, similares a los míos, me miraban fijamente. Mi cuerpo se paralizó y no supe qué hacer a continuación. Ninguna excusa me parecía adecuada y menos con ella.
—Tenemos que hablar—la voz de Rina me heló la sangre—. Tienes suerte de que haya sido yo la que te ha encontrado aquí.
Mis ojos cayeron en el libro. La estrella de cinco puntas pareció brillar ante su contacto.
—¿Cómo es que puedes...?
—¿Tocar el libro?—terminó por mí. Cuadró los hombros y entrecerró los ojos—. Creo que sabes cuál es la respuesta.
—Nuestra sangre...—comencé a decir.
—No es como la del resto. No somos como las demás.
Comencé a bajar las escaleras mientras sentía que el aire se congelaba a mi alrededor. A una parte de mí le aliviaba que fuera Rina la que se encontraba allí. No conocía su historia, pero si era una bruja y estaba allí, era porque Morgan la necesitaba. Todavía no sabía por qué no realizaba las pruebas con nosotras, así que quizás era la oportunidad perfecta de conocernos mejor, aunque tenía la sensación de que ella me conocía más de lo que pensaba. Al fin y al cabo, ¿cómo de bien me conocía a mí misma?
—¿Me has estado siguiendo?
Una pequeña sonrisa tiró de sus labios, pero la misma acabó convirtiéndose en una mueca sarcástica.
—Eres demasiado predecible—murmuró—. Tienes suerte de que haya sido yo. ¿Y si en mi lugar hubiese estado Morgan?
—Me dijeron que esta noche no estaría en la academia.
—¿Y crees lo que ellos te dicen?—afiló su mirada—. No puedes fiarte de nadie.
Me coloqué frente a ella y cerré mis manos en dos puños con la esperanza de calmar los nervios que sacudían las yemas de mis dedos.
—¿Debería fiarme de ti?
—Deberías—asintió lentamente—.Llegadas a este punto ya sabrás que tú y yo tenemos algo en común. Ambas somos hijas de una bruja y de un demonio.
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