Capítulo 23
Abrí los ojos lentamente y suspiré.
¿Recuerdos?
¿Cómo iban a ser esos mis recuerdos?
Eran las nueve de la mañana y los rayos del sol iluminaban la habitación. Fijé mis ojos en el techo y reviví todo lo que había sucedido esa noche. Me avergoncé de mí misma cuando me detuve demasiado tiempo en la última parte, pero al recordar el trato que habíamos hecho, mis pensamientos comenzaron a nublarse.
¿Y si sólo había sido un sueño?
No.
Parecía que él realmente sabía muchas cosas sobre mí. Todo parecía indicar que no nos habíamos encontrado por casualidad. Ni cuando estábamos en Salem, siendo dos personas normales, ni en ese momento. Él era un ángel de la muerte y yo, ¿una bruja?
Se suponía que era mi enemigo, pero estaba dispuesto a ayudarme. No podía saber con seguridad si podía o no confiar en él, porque al fin y al cabo, él me había llevado allí. Lo que sí tenía claro era que nadie podía descubrirlo, porque ese sería el final. Al menos para mí. Había aceptado el trato porque necesitaba recordar, pero ¿cuál sería el precio?
Me levanté y fui al cuarto de baño a lavarme la cara con la esperanza de que me ayudara a despejarme. Observé el contraste entre mi pelo, mi ropa y mis ojos. Mis ojos se dirigieron a la media luna que descansaba sobre mi pecho.
—Voy a ser capaz de canalizar la magia a través de ti—elevé mi voz al tiempo que rocé la pedrería con la yema de los dedos.
Me lavé la cara con agua fría y cuando salí del baño, observé que las cortinas se movían suavemente a causa del viento. Al acercarme a la ventana, me percaté de que había algo allí.
—¿Pero qué...?
Una rosa roja descansaba sobre el alfeizar. Parecía recién cortada y la cogí con cuidado para evitar pincharme con las espinas.
¿Quién la había dejado allí?
***
Me encontré con Kai al salir de mi habitación. Iba vestido con una camiseta de manga corta blanca y unos pantalones negros. Su pelo rubio estaba bien peinado a excepción de un pequeño mechón que le caía sobre la frente y sus ojos azules me recordaron al profundo océano.
—¿Qué haces aquí?
—Soy tu pareja—sonrió brevemente—. Tengo que estar a tu lado hasta que finalicen las pruebas para asegurarme de que se siguen las reglas.
—Entiendo. Tienes que vigilarme—le corregí.
Seguía molesta y no traté de ocultarlo.
—Y protegerte.
Alcé las cejas ante su respuesta.
—Anoche pudiste comprobar que puedo cuidarme sola.
Rompí el contacto visual y pasé por su lado. Me sentía tan incómoda que necesitaba salir de allí.
—Lo siento—me detuve a varios pasos de él, pero no me giré para mirarlo—. Eran las órdenes de Morgan. No se nos tenía permitido intervenir.
—Son las acciones las que justifican a las personas. Creo que todos sabemos diferenciar entre lo que está bien y lo que está mal—apreté los puños y cerré los ojos—. No entiendo a qué viene tu sorpresa ante mi comportamiento—abrí los ojos y me giré lentamente hasta encontrarme con su mirada—. Lo que hiciste no estuvo bien y no hay excusa para eso.
No respondió y tampoco esperé que lo hiciera, así que seguí andando con la intención de ir a la biblioteca. Cuando abrí sus puertas, no pude evitar pensar que ese lugar era hermoso. Había dos plantas, la inferior, con multitud de mesas y sillas para poder leer tranquilamente y la superior, que era una especie de gran pasillo repleto de estanterías. Baje las escaleras después de coger varios libros con la intención de practicar en la planta inferior y escuché que Kai cerraba las puertas a nuestras espaldas.
—Nina, siento haberte dejado sola, pero las órdenes de Morgan...
No me giré hacia él cuando le hablé.
—No quiero hablar de ella, ni de lo que pasó anoche.
—Sabes de lo que es capaz si se incumplen las normas.
—Lo de anoche no fue una maldita broma. Esa gente iba a matarme, ¿sabes?
Cerré los puños sobre la mesa de madera y traté de respirar con calma.
—En la prueba inicial...
—Basta, por favor. Si no tienes otro argumento que decir, prefiero comenzar a practicar en silencio.
—Estaré por aquí si me necesitas.
Escuché sus pasos alejándose cuando cogí los libros y los coloqué uno encima del otro. Mi objetivo era usar la telequinesis para moverlos y formar la torre otra vez. Me los quedé mirando fijamente y levanté la palma de la mano.
Nada.
Ni un ligero movimiento.
Nada que pudiera indicar que era capaz de usar la telequinesis. A medida que pasaba el tiempo, veía más claro que la primera persona en perder la primera prueba podría ser yo.
Respiré hondo.
—Tienes que calmarte. Nunca has hecho nada parecido.
Miré a mí alrededor y me fijé en un bote con lapiceros. Quizás si probaba con algo más ligero lo lograría. Coloqué varios a un lado y seguí el mismo proceso que con los libros, pero siguió sin pasar nada.
—No puede ser tan difícil.
Los miré uno a uno y me centré en el de color violeta. Me llevé la mano al broche de media luna y volví a cerrar los ojos. Esa vez fue distinto. Sentí que el mundo desaparecía a mí alrededor y que sólo estábamos ese lápiz y yo. Noté unas ligeras cosquillas en las puntas de mis medos, levanté la mano y la dirigí al lápiz. Durante un instante, la punta tembló y justo cuando comenzó moverse, el sonido de una alarma me hizo perder el control sobre él.
Las puertas se abrieron y Cody entró seguido por Gwen. Kai fue corriendo hacia él y Gwen vino hacia mí.
Kai se giró para mirarme.
—Vuelvo enseguida. Cerraremos desde fuera. Aquí estaréis a salvo.
—Ten cuidado.
Asintió en respuesta y con la misma velocidad que habían venido, nos dejaron allí encerradas sin saber lo que estaba pasando.
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