2. Luna
La luna, el único satélite natural de la tierra, un faro de luz para muchas personas, un refugio para otras, una conexión para los alejados, una esperanza para los perdidos.
Para él la luna era eso y más, para él la luna lo era todo, su libertad, su protección, su confianza, su valor.
La primera vez que salió con su miraculous con la luna llena se sintió renacer, como si antes de eso jamás la hubiera visto, sintió que era capaz de descubrir un mundo nuevo, descubrió que en la noche en la que todos se sienten perdidos él se encontraba en paz, era el único que podía verlo todo, se sintió de una forma en la que hace mucho tiempo no se sentía, se sentía en su hábitat natural, se sentía en su hogar.
Y allí estaba ella junto a la luna.
La luna era su esperanza, su rincón de paz, su respiro de aire fresco, el lugar para aclarar sus ideas, su lugar seguro, donde podía recargar sus energías, donde podría superar lo demás.
Esa noche la había arruinado, la había arruinado enserio, parecía que había elegido el peor momento para hablar con su padre, el ocupado hombre parecía más irritado de lo normal y él estaba harto de su apretada agenda y la rutina repetitiva, ambos explotaron el uno contra el otro, ambos dijeron cosas que no se le debería decir a un padre o a un hijo, pero el cruzo el límite.
Él fue el que dijo que hubiera preferido que el muriera en lugar de su madre.
Ni siquiera se molestó en escabullirse, salió de la casa dando un portazo y transformándose apenas tuvo la oportunidad, quería escapar de ese lugar al cual hace muchos tiempo que ya no podía llamar hogar, sentía las lágrimas volverse frías al entrar en contacto con el aire nocturno, pero no le importaba, necesitaba llegar a un lugar seguro, un lugar donde nadie más que el pudiera acceder, un lugar con un solo testigo.
La luz de la luna se filtraba a través del techo semi destruido de aquel edificio abandonado, llevaba ahí un par de horas, su bastón había sonado con una alerta de desaparición de el mismo un par de veces, pero aún no se sentía listo, su mente se había calmado pero el seguía dolido, las palabras se incrustaban en su alma como agujas dolorosas y hacían eco en su cabeza.
La luna llena lo tocaba, pero él no era capaz de verla, no se sentía listo para regresar.
Aunque una sombra paso frente a él, esa figura ingreso al lugar y le tendió la mano lista para escucharlo, para ayudarle a darse paz.
Allí estaba ella junto a la luna.
Esa noche regreso a casa caminando en la oscuridad parcial que le ofrecía esa noche, ambos lloraron mucho, ambos hablaron como hace mucho que no lo hacían, ambos soltaron cosas que los estaban asfixiando desde hace meses, y él estaba agradecido con la luna por mandarla.
Pero sobre todas las cosas la luna era su complemento, se sentía como la otra parte de el, una cara que durante el día tenía que reservarse pero que en la noche era libre, el lado que la mayoría se perdía por preferir dormir, el lado que más le gustaba.
Correr bajo la luz de la luna se sentía mágico, conocer vistas que eran exclusivas para él lo hacían sentirse valioso de una manera en la que ni toda la fama o el dinero del mundo lo podía hacer sentir. Sentarse en algún tejado a mirar la luna lo llenaba de vida, le devolvía la energía.
Lo hacia todas las noches que salía con ella.
Corría a su lado, miraba el cielo a su lado, estaba ahí cuando necesitaba un respiro, cuando necesitaba olvidarse de su vida, estuvo ahí desde el principio y si faltaba siempre estaba presente en sus pensamientos.
Tardo un tiempo en darse cuenta, en darse cuenta de para quien iban dirigidas todas esas cartas, esas salidas nocturnas, a quien buscaba cuando sentía la necesidad de escaparse de casa, quien era su salvación, su motor, su luz.
La luna lo era todo para él, la luna representaba la vida que él quería y que podía aspirar a tener.
La luna estuvo ahí cada noche importante, cuando bailo con ella, cuando se perdió, cuando lo rechazo, cuando a ambos los consumía el miedo, la luna estuvo incluso en el día que nunca paso.
Y estuvo esa noche, esa noche en que ella se veía mas hermosa que nunca, esa noche en que se reencontraron después de semanas de tortura alejados, esa noche en que se dijeron la verdad, esa noche en que él lo volvió a intentar y esta vez obtuvo un si como respuesta, esa noche estuvo la luna.
Porque cuando perdió a su madre la luna no se veía en el cielo, sentía oscuridad en cada momento de su vida, pero cuando ella apareció la luna brillo de nuevo, incluso las estrellas parecían volver, el cielo nocturno volvía a tener vida, y todo fue por ella.
El era un gatito negro perdido entre la noche y ella era la luna que vino a iluminar de nuevo el sendero de su vida.
—De verdad que te gusta mirar a la luna—
Dijo la chica de cabello tan oscuro como el cielo nocturno al aterrizar a unos metros de el y acercarse lo suficiente para sentarse a su lado y acompañarlo unos minutos antes de iniciar con su deber.
De alguna manera el siempre se las arreglaba para llegar antes, y cada luna llena podía verlo sentado en ese mismo lugar con el mismo rostro sereno y encantado por el espectáculo de luces que el cielo le ofrecía.
Aquella noche y todas las que vinieron después de esa, bajo la luz de la luna llena confirmo sus sospechas, cuando la miraba a ella descubría un nuevo significado para la luna.
—Digamos que le tengo un cariño especial, me recuerda porque tengo todo lo bueno en mi vida—.
Dijo el chico atrayendo a la chica en una brazo lateral pasando su brazo por la espalda de la azabache que recargo su cabeza en el hombro del rubio.
—¿Y por qué lo tienes? —pregunto con curiosidad.
—Te lo diré pronto, lo prometo— dijo tomando la mano izquierda de la chica, la cual esperaba que aceptara que le dejara ponerle lo que estaba dentro de la pequeña cajita que guardaba en su bolsillo y que planeaba darle esa noche.
Porque la luna significaba esperanza, felicidad y muchísimas cosas más que nunca podría explicar, porque ella era su luna y el la miraría toda la vía.
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