✩。: Tus hoyuelos
—Te casarás la siguiente semana, Bang Chan, no aceptaré un no por respuesta así que más te vale que dejes tu idiotez atrás y te alistes.
—No lo haré —soltó frío.
—Si no lo haces tus amigos pagaran por todo, Chan.
"Y un Omega destrozado que se encontraba medio muerto en aquel cuarto", pensó el padre de Chan.
—No metas a otras personas en esto —soltó con rabia.
—Lo haré, Chan, meteré a todo el jodido mundo si hace falta, tú no puedes arruinar mis negocios.
Chan quería matarlo en aquel momento.
—Te daré hasta mañana para pensarlo —dijo su padre frío saliendo de su oficina.
Chan no sabía qué hacer, ya suficiente tenía con lidiar con la falta de Jeongin, por momentos sentía que iba a morir. Tenía que hallar manera de que no lastimara a nadie. Su padre era el ser más despreciable para él y ni siquiera sabía todo lo que este ocultaba.
El padre de Jeongin se dirigió a aquel cuarto, Matthew estaba con una enorme sonrisa en su rostro.
—Está en celo, jefe —sonrió.
—Sabía que no debía faltar mucho —abrió aquella puerta, el aroma café y feromonas sexuales.
Era adictivo, ese Omega lo ponía realmente mal, se empezaba a preguntar si se llegaría a aburrir de él.
Se adentro encontrándose a Jeongin con las mismas heridas de siempre, se frotaba contra la cama mientras gemía suavemente.
—Alfa... Mghmm...
No lo notó hasta que este empezó a acercarse. Se acercaba con incontenibles ganas...
—Chan... Aghmm... —escuchó el nombre de su hijo.
De pronto solo sintió enojo, odiaba que las únicas dos palabras que había escuchado desde que lo trajo fueran esas.
Por primera vez vio el pene del Omega erecto. Este era tan rosado, tenía una apariencia tan dulce combinada a las heridas, era totalmente enfermo.
Lo puso enfrente de él, quería verlo de cerca, sus ojos vidriosos, su pene botando aquel líquido transparente. Sacó su erecto pene, el Omega solo lo miraba con algo de temor.
—Yo seré tu alfa, pequeño —dijo con suavidad. Algo en él se removía al ver a Jeongin de esa forma.
—Alfa...
Soltó suavemente, este empezó a adentrar su pene lentamente, Jeongin empezaba a gemir, amo que estuviera en celo, por fin podía disfrutar de aquel rostro mostrando placer, se movía de manera dulce, el Omega era tan hermoso y tan inocente. Tomó sus labios mientras sonreía al escuchar sus gemidos. Tenía una sonrisa en sus labios mientras gemía.
—Alfa... Mghmm... Chan —escuchó aquel nombre, sintió demasiada cólera.
No se suponía que llamara a su hijo. Lo embistió de manera dura, esperando que se le pasara la molestia, pero.
—Chan... Mghmm... Chan —cerraba los ojos, el Omega al igual que Jeongin pedían a Chan.
Empezó a morder por su cuerpo dejando aún más marcas moradas.
Continúo embistiendo. No podía parar, el cuerpo pequeño y dulce de Jeongin lo enfermaba, quería más. Siguió golpeando duro, mientras metía sus dedos en la boca de este para evitar escuchar el nombre de su hijo.
Escuchar sus gemidos ahogados lo volvía loco, miró como de aquel rosado pene caía el aquel líquido blanco mientras esté tenía espasmos por el orgasmo, nunca había visto algo igual, era demasiado...
Se corrió dentro, empezó a anudar, su orgasmo era lento, y ver aquel rostro lo mataba.
—Te daré bebés, Omega, así no podrás irte de aquí —dijo sintiendo el nudo.
Era un orgasmo delicioso, esparcía el semen de Jeongin por todo su cuerpo aún no podían despegarse, lo empezó a besar, cuando noto aquella juguetona sonrisa que lo empezaba a matar, pensó que hablaría su Omega en aquel típico tono que adoptaba estos en sus celos, diciendo cosas sexuales.
—Alfa bobo... —escuchó, haciéndolo fruncir el ceño, el Omega reía dulcemente—, tú no eres mi alfa...
Su Omega lo rechazaba, nunca había visto algo así. ¿Qué le pasaba a este Omega? El nudo termino. Salió de él, vio como este se alejaba.
—Seré yo quien te dé bebés, Omega —aquello era tan enfermo, ¿cómo podía siquiera pensar algo así?
—Mi alfa... Quiero a mi alfa —dijo acurrucándose en un costado de la cama.
—Ya anudé dentro tuyo, Omega bonito, serás mío.
No entendía porque Jeongin le causaba tantas cosas, odiaba que lo rechazara, pero a la vez eso lo volvía tan especial. Salió de aquel cuarto dejando a un Omega jugando con las colchas de su cama.
—Matthew dale algo para que se distraiga, juguetes quizá y comida —el mencionado se sorprendió, su jefe nunca había hecho algo así, solo asintió con la cabeza.
Era ya el día siguiente se encontraba sentado tranquilamente en la silla de su oficina.
—Bien, me casaré, padre —dijo frustrado Chan tras llegar a su oficina—. Pero no pienso marcarlo.
—Bien —escuchó quedando estupefacto, ¿acaso su padre había aceptado eso?
Su padre era honesto consigo mismo, no iba a poner en riesgo la vida del que consideraba ahora "su" Omega.
—Ahora lárgate a avisarles a todos, yo ya me voy.
—Te has estado yendo demasiado temprano este mes, ¿ya encontraste diversión? —dijo Chan cruzándose de brazos.
—Cómo no tienes idea —soltó frío saliendo de la oficina.
Chan salió también molesto, agradecía que su padre aceptara lo de no marcarlo, pero se le hacía muy extraño. Antes jamás habría negociado con él. "bien" era todo lo que recibía ahora.
—Está preñado —soltó Matthew.
—Pues bien
—¿Bien...? ¿No quiere que le de los supresores? —dijo sorprendido.
—No —soltó frío—. ¿Le compraste todo lo que te dije?
—Sí, señor, todo esta adentro.
Abrió aquella Puerta, el Omega jugaba con una pequeña pelota de plástico, la mordía suavemente.
Habían remodelado el lugar, ahora era más limpio y tenía más cosas, Jeongin retrocedió al ver a aquel hombre.
—Te traje algo, bebé
Retrocedió asustado, vio como este sacaba unas mallas blancas, se las empezó a colocar, este no sabía que eran, solo se mantenía mordiendo aquella pelota.
Cuando terminó de colocárselas se mordió el labio, ese debía ser su Omega. Nuevamente se lo cogió, este no dejaba de decir el nombre de su hijo, odiaba aquello.
Pasaban el tiempo y Jeongin no salía de aquel estado...
Su lado racional se había ido casi por completo, su Omega era el que dominaba todo, no articula a palabras coherentes, hablaba por silabas, su estómago crecía. En sus ensoñaciones mencionaba a Chan, parecía vivir en otro mundo.
—No te dejaré cargar a los bebés, Chan —hablaba solo mientras sobaba su abultado estómago, tenía una sonrisa. Aquella soledad eterna lo había consumido, no era consciente de donde estaba y a veces incluso de quien era.
Solo una palabra era segura entre su corto repertorio... "Chan"
—Serán tan bonitos —sonreía—. Tendrán tus hoyuelos...
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