✩。: Súplica
Estaba amarrado por la espalda en un sótano vacío, sus ojos estaban vendados, estaba desnudo.
Sentía su pecho subir y bajar, no tenía idea de donde estaba. Lágrimas gruesas se formaban en sus ojos, la venda húmeda.
Había despertado hace unas horas. No recordaba nada, intentaba pensar, lo único que recordaba era estar con Chan en su departamento. ¿Cómo había llegado a aquel lugar?
Escuchó una puerta abrirse. Sentía tanto miedo en aquel momento, su Omega lloraba desesperado, quería a Chan.
—Precioso Omega —sintió como una mano lo sujetaba de la quijada, aquella voz se le hacía conocida. Aquel hombre...
—Mi hijo debió estar divirtiéndose mucho, pero mira que hermoso cuerpo —pasó su mano por su pecho, Jeongin sintió mucho asco en aquel momento.
—¿Que hago aquí? —pudo articular, tenía tanto miedo.
—Pues... —quitó la venda, aquel hombre estaba desnudo y su pene erecto estaba cerca de su rostro, era repugnante—. Nos divertiremos mucho Omega.
—Yo... No, por favor —su voz salía ahogada, sollozaba fuertemente, quería salir de ahí.
—No irás a ningún lado —sonreía con malicia—. Espero que seas resistente niño bonito.
Dirigió su erecto pene a la boca de Jeongin, este lo rechazo se movía como podía para evitarlo. Lo sujeto fuertemente del cabello, daba golpes con su miembro por su rostro. Las lágrimas no dejaban de caer.
Lo pateo en el estómago haciendo que este soltara un grito, aprovechó aquello para meter su pene, lo obligaba a chupar mientras esté tenía arcadas. Miraba la escena con excitación, esos labios parecían tan puros y ahora tenía casi toda su verga dentro de él. Era la gloria.
Sacó su pene de su boca, este tosió asqueado, su respiración era muy agitada.
Aquel hombre lo tomó de la cabeza poniéndola contra el piso dejando a su vista su ano. Lo vio con mucho deseo, tan rosado, tenía una apariencia tan dulce desde aquel punto de vista. Jeongin no tenía fuerzas. Se posiciono detrás de él. Se relamía los labios. Jeongin daba un intento por moverse se intentaba arrastrar como podía, no quería... Moría por dentro.
Rio, no se daba cuenta que aquellos movimientos solo lo excitaban mucho más. Se dirigió a él y lo jalo del cabello hacia atrás, observó de cerca la mordida de su hijo.
—Serás mío —dijo sobre su oído haciendo que este sintiera un escalofrío, intentaba usar el lazo, pero sentía que no podía comunicarse con él.
Sintió como se adentraba aquel falo, por primera vez le dolió, no había lubricado nada, como podría si todo lo que sentía era miedo.
Golpeaba duro, se sujetaba de aquella hermosa cintura, pasaba su mano por todo su cuerpo, Jeongin continuaba sollozando.
El miedo era desesperante, seguía golpeando hasta que de pronto terminó y empezó a esparcir su semen por su cuerpo. Sin poder controlarlo aquel líquido amarillo cayó por sus rodillas, el miedo le había ganado, su mirada estaba perdida, estaba muerto por dentro.
—Estúpido Omega —lo empujó haciendo que este cayera sobre su orina. Jeongin no sentía ya nada en aquel momento
—Alguien vendrá a limpiar, no creas que esto se acabará acá. Tu miedo solo logra excitarme más...
Se largo dejando a Jeongin sin ninguna expresión, un momento después entró un sujeto de cabellos negros y mirada dura, llevaba un traje blanco, limpió todo.
—Hey.
Intentaba hacerlo despertar de su mirada perdida después de haberlo bañado y acomodado sobre aquella cama con una bata. Jeongin continuaba mirando a la nada.
—Vendrá en unos momentos —dijo parándose con la voz fría—. Sólo dale lo que quiera y quizá se aburra de ti y te deje ir. Si te niegas todo esto será peor para ti.
Jeongin lo observó. No decía nada, no tenía palabras.
Apegó sus rodillas y ocultó su rostro.
—Chan — Fue lo único que logró articular, las lágrimas caían por su rostro.
No pensaba en otra cosa. Aquel hombre volvió, Jeongin retrocedía asustado, se pegó a la pared. Sus ojos estaban hinchados.
—Mi hijo debió divertirse mucho contigo —dijo cruzándose de brazos.
¿Su... Hijo?
—Chan puede ser tan imbécil, marcarte así, no dejaré que arruine nada —se acercó a él y lo tomó por el cuello—. Haré que marque a su prometido y si sobrevives niño bonito, te haré mío hasta que mueras — Mordio con fuerza una de sus mejillas haciendo que este diera un corto grito.
—Dime, Omega, ¿cuándo será tu siguiente celo? —dijo cerca de su rostro—. Muero por verte así...
Jeongin solo lo miraba con miedo.
—Bien —lo empujó—. De igual manera lo sabré, me suplicarás como la perra que eres que te coja.
Salió sin mirar atrás de aquel tétrico cuarto.
Ahí se quedó, solo, intentando ordenar sus ideas, intentando pensar. Su mente estaba nublada por completo. No entendía porque aquel lazo no funcionaba.
Así fueron los siguientes días, le traían comida, muchas veces no comía y solo se mantenía en aquella cama pencando. Pensaba en su familia, pensaba en Chan...
Los medios se volvieron locos, aquel precioso Omega había desaparecido. Chan estaba desesperado. Changbin había ido a quedarse en su departamento con él, sabía que necesitaba estar con alguien.
—Chan, debes comer algo —habían pasado ya casi un mes de su desaparición, se encontraba sumido en el alcohol, se negó a la boda. Su padre lo golpeó duramente, lo amenazó, pero a este no le importaba, no tenía con él lo único que le importaba.
—¿Dónde está mi Innie? —decía ente lágrimas mientras continuaba bebiendo de la botella.
—Chan, aún no se sabe nada —dijo suspirando fuertemente mientras se sentaba a su lado.
—Lo necesito —sollozaba—. Ni siquiera... —suspiró—, ni siquiera sé si está vivo, no puedo sentir a su Omega, Changbin —su mirada se perdía.
Changbin lo abrazaba fuertemente.
—Si él está muerto, Changbin, yo... Moriré con él.
—No digas eso Chan, aún no se sabe nada, solo podemos esperar en lo que averiguan su paradero.
A Changbin se le partía el corazón de ver a Chan así. Solo le quedaba estar con él.
—Su familia está destrozada, no pude cuidarlo...
—Chan, esto no es tu culpa
—Debí ir a recogerlo...
—Chan no servirá de nada que digas eso.
Se quedó con él por días.
El padre de Chan estaba hecho una furia, Chan se había atrevido a levantarle la voz, eso lo tenía que pagar caro aquel Omega. Entró a aquella habitación, viendo a este durmiendo tranquilamente al entrar. Su rostro tenía muchas manchas moradas al igual que su cuerpo, sus labios tenían muchos cortes.
Sus muñecas estaban moradas aún por la presión que había ejercido estos dos días atrás. Su rostro estaba tan pacífico cuando dormía, era el único momento en el que encontraba tranquilidad.
Parecía un dulce ángel corrompido.
—¡Matthew, ven aquí! —gritó fuertemente —. Vamos a ver si la zorrita acepta dos pollas.
Jeongin despertó apenas pudiendo apoyarse. Lo miraba sin expresión. Este entró con una sonrisa.
—Claro, jefe —dijo empezando a desvestirse.
Jeongin los observaba, no decía nada. Sólo los observaba.
Matthew lo puso boca abajo en la cama. Ambos pasaban sus manos por su cuerpo. Empezaban a nalguearlo. El padre de Chan se posicionó enfrente de él metiendo su polla en los adoloridos labios de Jeongin, metía y sacaba a su gusto, este no hacía nada. Matthew adentraba su pene en este cual objeto sexual.
No lubricaba, no entendían por qué aún no, todos los omegas llegaban a lubricar en ese punto, Jeongin no, de hecho, parecía estar muerto.
—Si Chan sigue haciéndome renegar, seremos más en esta habitación putita —dijo tras correrse en su boca, este escupía toda aquella esencia con asco.
Matthew continuaba moviéndose mientras lo nalgueaba, lo sujeto del cabello, la verdad era que desde hace tiempo esperaba que su jefe lo invitara a unirse a aquello, Jeongin era el Omega más precioso que había llevado a aquel lugar. El padre de Chan disfrutaba la vista.
Odiaba que este nunca gimiera, todo siempre eran quejidos y lloriqueo y ahora último nada... Solo un silencio, parecían coger con un cuerpo sin vida.
Jeongin ya no lloraba, no articulaba palabras, parecía que hasta había olvidado como hacerlo, solo se movía por inercia. Aquellas súplicas se habían acabado. Había perdido casi toda su razón.
Solo se permitía hablar en sus sueños, en la mayoría se encontraba con Chan, tenía una hermosa familia con él, sus cachorritos corrían por su casa imaginaria, aquella que tenía una vista preciosa de las estrellas, aquella cuyo baño no tenía puerta, Chan le mostraba sus hoyuelos mientras lo miraba con adoración.
En sus sueños sólo le repetía cuánto lo amaba. Una ligera sonrisa se formó en sus labios al recordar aquellos sueños, Matthew seguido embistiendo duro.
Era la sonrisa más deplorable, habían matado y corrompido el alma de alguien tan puro, habían destruido a alguien de la peor forma.
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