If it all goes wrong
La primera vez que me subí a un avión fue un vuelo de casi más de 12 horas, pero estaba tan nervioso que no pude dormir ni un poco. Por mi mente pasaban miles de ideas y pensamientos sobre mi nueva vida.
Aun que no estaba en primera clase la aerolínea que me habían pagado era bastante buena y la azafata me dio unas galletas extra, tal vez me vio cara de muerto de hambre aunque tampoco me queje.
Era como un sueño hecho realidad y literalmente me sentía y estaba en las nubes. Cuando baje del avión sentí un gran alivio y una de mis piernas estaba hormigueando por estar tantas horas inmóvil, camine por el gran aeropuerto, viendo las tiendas a mi alrededor. Recuerdo sentirme pequeño ante la inmensidad de todo lo que me rodeaba.
Sentí mi teléfono vibrar dentro de mi bolsillo, entonces, la burbuja de felicidad e ignorancia estallo. Suspire mientras sacaba el aparato con miedo a ver de quien era el nuevo mensaje.
Josefina (ma):
llegaste?
Leí su mensaje mientras caminaba lentamente con cuidado de no tropezar o golpear a alguien, sentí una ligera presión en el pecho, dude durante unos segundos pensando que hacer, no quería responder, en esos momentos aun sentía que me había fallado.
Al final respondí con un simple "ya", quise añadir algo sarcástico, pero me contuve sabiendo que solo empeoraría las cosas. Hablar con ella en esos días era como intentar tener una conversación con una adolescente caprichosa.
Busqué entre la multitud a esas dos personas que pronto se convertirían en unas de mis favoritas, me habían enviado una foto de ambos vestidos con su uniforme del trabajo asegurándome que así seria mas fácil encontrarles. Esperaba que no hubiera otras personas con el mismo atuendo o que también estuvieran esperando a un chico de 17 años para llevarlo a casa.
Después de unos minutos buscándolos entre la multitud los vi, un hombre y una mujer vestidos con impecables trajes negros, extrañamente se veían elegantes a pesar de que era solo un traje de chef. Mi primera impresión fue que se veían como la típica pareja rica, que tenían tanto dinero como para "adoptar" un adolescente tercermundista solo porque no sabían en que gastar su dinero.
Me alegre de ser el elegido.
Cuando me informaron que una pareja de chefs se había ofrecido para darme acilo durante toda mi estadía no sabia si reír o llorar, la vida me hizo ver de una u otra forma que las cosas buenas y la suerte no eran palabras que entraran en mi vida. Aun que en esos momentos creí que por fin eso había cambiado. Claro, me aterraba la idea de terminar viviendo con personas que terminarán siendo una mierda conmigo o peor aun que me echaran antes de tiempo.
Cuando por fin estuve frente a ambos les sonreí, ellos me estaban viendo hacia unos segundos y por un momento no supe que decir.
-¿Ustedes son los Miller?- pregunté dudoso pues a pesar de haber practicado durante meses mi acento y mi pronunciación, el inglés aún se sentía raro en mi boca, como si fingiera ser alguien más.
-Lo somos- dijo el hombre - y supongo que tú eres Saulo ¿verdad?
Solo asentí pues me sentía intimidado por tenerlos a los dos viéndome fijamente. Mi nivel de ingles era alto y era una de las razones por las que estaba aquí, pero entablar un conversación con personas nativas se sentía tan extraño, aunque al final termine tan familiarizado con el idioma que ya ni siquiera lo distinguía del español.
-Perfecto- dijo con entusiasmo la señora Miller- estábamos empezando a creer que te habías perdido cariño, parece que hoy hay más gente de lo normal.
El apodo me descolocó un poco e hizo que se me calentara la cara, era claro que yo jamas había recibido mucho afecto, pero lo deje pasar porque en realidad no me desagradaba. El acento de los dos era bastante marcado, muy diferente a las personas con las que interactue antes de llegar allí.
-Bueno Saulo, estoy seguro de que estás muy cansado, así que nos puedes dejar tus maletas para llevarlas al auto- esta vez era el señor Miller quien hablo.
- No es necesario yo puedo llevarlas- les sonreí como agradecimiento.
Los dos negaron rápidamente y sin más me quitaron las dos grandes maletas de mis manos, había traído toda mi ropa pues iba a estar dos años aquí, por lo que no había necesidad de dejar nada en casa. Cuando la familia de mis padres se entero de que yo planeaba irme al extranjero durante tanto tiempo armaron un escándalo.
Realmente nadie esperaba que yo pasara las pruebas, ni si quiera yo lo esperaba, pero había sucedido. Mi maestra de ingles me convenció de participar, diciéndome que era mi oportunidad para irme y poder enfocarme en mis estudios.
Ahora que lo pienso, podría decir que le debo la vida a esa mujer.
Cuando menos me di cuenta estaba subiendo a un gran auto con olor a personas con dinero, aun puedo recordar el olor a limón y la voces suaves de el señor y la señora Miller. Tengo que admitir que todo se sentía un poco extraño, como si me estuvieran adoptando aunque hasta cierto punto era así.
Mis padres habían firmado papeles en donde se estipulaba que se convertirían en mis tutores legales y estarían encargados de mi en todos los ámbitos. Claro cuando mi padre se entero que no tendría que poner ni un misero peso desde que yo subiera a ese avión firmo los papeles sin hacer mas preguntas. Por otro lado mi madre los leyó y fingió que los entendía y que estaba preocupada por ceder mi custodia a personas que jamas habíamos visto.
Al siguiente día los papeles se encontraban sobre mi cama firmados por ambos, no me sentí mal ni me lamente por nada, yo quería esto mas que nadie.
La señora Miller había puesto la radio para hacer más llevadero el viaje y durante las dos horas estuvimos escuchando música de los años ochenta de las cuales no reconocí ninguna y respondía sus preguntas, en esas dos horas supo mas sobre mi que mi propia familia.
Aunque tampoco quiero dar lastima con esto, claro que tenia a mi hermana quien me amaba. Ella seguía preguntando si estaba bien y sobre mi ubicación a tiempo real hasta que la reprendí por estar usando el celular mientras trabajaba. Tenia un hijo que mantener no podía perder su único empleo.
Cuando el auto se detuvo frente a una gran casa, fue cuando caí en cuenta de que realmente estaba al otro lado del mundo, en un país del que solo había escuchado antes de esto al menos una tres veces y con unas personas que acababa de conocer hacia apenas unas horas, pero lo que más me aterraba era ir a una nueva escuela. No es que yo fuera malo socializando en realidad conseguir amigos era lo que menos me preocupaba.
Lo que en verdad me mantuvo despierto durante varias noches era no ser suficiente para Marie Curie Excellence Academy, un nombre muy pretencioso, pero tenían sus razones.
Había pasado todos los exámenes que me habían aplicado y mi promedio de excelencia en mi anterior escuela me habían asegurado un lugar y una beca del 100%, a esto se le sumaban mis reconocimientos, cartas de profesores hablando bien de mi, concursos y medallas en muchos campos. Todo esto me parecía insuficiente sabiendo que había gente mucho mejor que yo en esa escuela que era una de las más importantes de todo Saxonshire, gente que podía pagar la colegiatura y que había tenido la mejor educación en escuelas privadas muy contrario a mi.
Olvide todos esos pensamientos dejándolos para más tarde y cuando puse atención a mi alrededor estábamos dentro de una gran cochera en el que había otro auto y que me hizo pensar lo mucho que me hubiera gustado ser rico.
-Llegamos-anuncio la señora Miller con una gran sonrisa mientras bajaba junto con su esposo.
Baje junto a ellos mientras sentía mis piernas temblar, no sabia si era por la ansiedad o por estar tantas horas sentado. Los seguí después de haber bajado mis maletas, su casa era hermosa y limpia pero también muy hogareña y tenía un ligero olor de aromatizante, justo el mismo que tenia su auto, desde ese día el olor a limón me trae recuerdos.
-Esperemos que te sientas cómodo, la cocina está allí a tu izquierda y si sigues derecho vas a encontrar la sala y el comedor- me iba señalando todo- y arriba en el segundo piso están las habitaciones.
Ellos comenzaron a subir las escaleras y los seguí mientras observaba todo, cuando estuvimos arriba me dijeron cual era su habitación y la de invitados y por último la mía.
- Puedes acomodarla a tu gusto o pintarla de otro color si gustas, no tenemos problema con esas cosas- me dijo la señora Miller.
-¿Cuales son las reglas?- pregunté mientras me adentraba en mi nueva habitación.
-Pues la mayoría del tiempo nosotros estamos en nuestro restaurante así que puedes poner música en volumen alto y traer visitas mientras no estemos, hay alguien que se encarga de la limpieza de la casa, pero si no quieres que limpie tu habitación se lo puedes comentar y tú te encargas de tu lugar.
-Eso si nada de fiestas- agrego el señor Miller.
-Oh no se preocupen por eso, soy más de ir a fiestas que de hacerlas- bromeé y soltaron una ligera risa.
-Bueno te dejamos para que descanses, si quieres algo de comer o beber puedes pasar a la cocina siéntete como en casa. En serio, queremos que te sientas cómodo, estamos muy felices de que hayas confiado en nosotros.
-Cual quier cosa que necesites puedes preguntarnos, vamos a preparar la cena, puedes ir acomodando por el momento.
-Soy yo quien esta agradecido con ustedes. - les sonreí- No saben cuanto.
Después de varios agradecimientos salieron de la habitación y me dejaron solo.
Cuando la puerta se cerro solté un largo suspiro, parecían ser buenas personas y no creía que me fueran a secuestrar o algo así. Me habían tratado mejor que mis propios padres, aunque no podía dejar llevar por las primeras impresiones. Todos al inicio eran buenos y amables, pero las cosas se ponían feas cuando alguien se comía el Gansito que habías dejado en el refrigerador.
Mi nueva habitación era hermosa comparado con el que tenía en mi casa, había una gran ventaja rectangular en la pared frente a la cama que dejaba ver el cielo y unos estantes debajo de esta, en el que solo había un porta retratos que no tenía ninguna fotografía.
En la pared siguiente tenía un gran armario de color blanco en ese momento me reí porque mis cosas solo iban ocupar la mitad del espacio. Había un bonito escritorio en la pared contraria con una silla que tenía rueditas la cual se convirtió en mi cosa favorita. Se sentía como un verdadero cuarto de un adolescente del primer mundo.
Todo blanco y con colores neutros que hacían ver todo más limpio de lo que seguramente ya era.
Después de haber acomodado algunas prendas entre al baño, me emocionaba la idea de tener un baño propio. Cuando entre por primera vez no lo podía creer, había una bañera y todo parecía costoso y claramente difícil de usar, sabiendo que en mi casa solo había regadera de milagro.
Sobre el lavamanos había un espejo del que me enamore y termino siendo el principal lugar en el que más me tomaba fotos.
Después de un largo recorrido por todo el espacio y haberme emocionado con cada mínima cosa, me dijeron que bajase a cenar. Esa noche fue la primera en mucho tiempo en la que me senté para comer junto a alguien y me sentí como en casa a pesar de que yo estaba a miles de kilómetros de donde había vivido toda mi vida.
Cuando me recosté esa noche todo se sentía extraño en el buen sentido. No se escuchaba ningún ruido y la sábanas eran suaves y olían bien como a fresas o algo parecido y en cuestión de minutos yo estaba dormido.
No estuve horas dando vueltas en la cama extrañando a mis padres o teniendo miedo de estar "solo" en otro país, solo la acogedora compañía de la tranquilidad.
A la mañana siguiente desperté en medio de una gran oscuridad, como si aún fuese de madrugada, pero cuando ví la hora en mi celular eran las nueve de la mañana. Extrañamente ese día no tenía ganas de quedarme acostado, sentía tanta energía que sentí que podría correr un maratón.
Decidí bañarme y al parecer poner la temperatura adecuada en ese lujoso baño fue aún más difícil de lo que creía en un principio, pero una vez que la agua estuvo caliente disfrute al máximo sintiéndome en un hotel.
Me paré frente al espejo y analicé mi conjunto de ropa favorito. Era cómodo y Perfecto para pasar desapercibido en un lugar tan grande cómo está ciudad.
Mis zapatos estaban sucios y desatados porque tendía usarlos todos los días en mi antigua preparatoria, aunque no me preocupaba por tener que llevarlos a la nueva escuela porque al parecer ahí proporcionaban absolutamente todo lo que íbamos a llevar puesto.
Yo rezaba porque no fuera un uniforme horrible que me hiciera parecer un pendejo.
-Saulo- me llamó la señora Miller al otro lado de la puerta, siempre me dio gracia la forma extraña en la que decía mi nombre.
-¿Si? - pregunté mientras arreglaba mi cabello.
-El desayuno está servido, baje para que podamos irnos.
-Si, en un momento bajo - me sentía extrañando hablando otro idioma que no fuese español y varias veces había empezado a hablar solo por costumbre.
Suspiré varias veces intentando calmarme, sabía que podía llegar a ser molesto que alguien fuera tan imperativo. Y yo era la definición de extrovertido en todo su esplendor.
Baje las escaleras una vez que me había calmado con un pequeño bolso en mi mano donde cargaba mis cosas. Llegue a recibir burlas por usarlo en mi antigua preparatoria, no entendía porque tanto desastre por un simple bolso negro.
Cuando llegue a la cocina, me encontré con ambos poniendo la mesa y les ayudé mientras me preguntaban qué tal había dormido.
En realidad no utilizaban el comedor sino que preferían comer en la barra de la cocina, que por su gran tamaño parecía hasta una mesa.
Había un pequeño buffet en cada comida y muchas veces ni si quiera sabía que elegir.
Nos sentamos uno frente al otro en la barra de la cocina, este espacio de la casa era claramente la más grande y hermosa que cualquier otra, cualquier amante de la cocina o de la comida.
-Hoy no iré a trabajar, para que podamos dar un recorrido por la ciudad y cuando tengas que salir por tu cuenta no te pierdas.
-Si, está perfecto- le sonreí y me contuve para ponerme hablar hasta por los codos porque sabía que era de mala educación hablar mientras comías.
Me consideraba alguien extrovertido hasta cierto punto. No le hablaba a todo mundo, pero cada persona que me dirigiese la palabra decía prepararse para tener una conversación de al menos 10 minutos.
Después de terminar nuestro almuerzo el señor Miller, quien me pidió que le dijese Daniel, aunque jamás logré acostumbrarme, se fue rumbo al trabajo dejándome con su esposa.
Limpiamos todo mientras yo le hablaba sobre cómo era mi vida antes de llegar aquí y sobre las costumbres y cosas lindas de mi país. Especialmente sobre la comida.
-Listo- exclamó con entusiasmo mientras se secaba las manos- vamos a ir en autobús al centro de la ciudad para que sepas usarlo y llegar a la academia.
Ellos dijeron q ir siempre que pudieran me llevarían a donde quisiera, pero por de igual forma debía a prender a moverme solo. No tenía miedo d dls gran ciudad pues yo vivía en unas de las más grandes de mi país, estaba familiarizado.
Y así comenzó una historia que estaba llena de estrés escolar, borracheras, peleas, nuevas amistades, romances, estrés escolar, citas, trabajos, nuevas experiencias y en serio mucho estrés escolar.
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