Capítulo siete - Hermanos
La moto se detuvo frente a un pequeño edificio de dos plantas, el área de arriba era el apartamento en sí, y la zona de abajo era un estacionamiento junto a un pequeño depósito al que Aomine le daba uso guardando todos sus instrumentos. Aparcó la moto y ambos bajamos.
—Espero que no pienses echarme en unas horas, vine para quedarme —sentencié caminando hacia una pequeña escalera lateral.
—Que abuso de confianza —musitó detrás de mí.
—Que abuso ni que nada, eso podría decirte yo con la escenita que me acabas de montar frente a los chicos —él rió ante mi comentario, disfrutaba tanto hacerme ver mal.
Me crucé de brazos al pisar el último escalón.
—Cuidado y te caes hacia delante con esa trompa que te gastas —le miré con odio, estúpidos hermanos mayores—, si te quitas quizás abra la puerta.
Me toqué el pecho indignada, pero justo en ese instante entendí el porqué aun cuando se gastaba semejante físico, Aomine Hayashi no tenía novia.
—Nadie te aguanta —murmuré bajo, dándole espacio para abrir.
—¿Cómo? —gruñó.
—Qué se dice por favor, cavernícola.
—Cuando tengas la misma edad que yo, te trataré como deseas —sentenció burlón mientras entraba dejándome de última.
—Sí, definitivamente me gano el premio del peor hermano —musité sarcásticamente recordando aquella vieja conversación con Tsukishima.
Cerré la puerta y me encaminé a la —sorprendentemente limpia— sala de estar, dejándome caer en el primer sillón cercano. Mi hermano comenzó a desvestirse, quedando en pantalones nada más. Saqué mi celular con cuidado y le tomé una foto, seguro podría obtener una buena pasta con esto. Él se acercó con una cerveza y un jugo en la mano.
—Con tu permiso o sin el —se sentó frente a mí tirándome el jugo a la falda y sacando una cajetilla de cigarros del bolsillo.
—¿Por qué sigues fumando? —pregunté arisca, era de saber que no me gustaba verlo haciéndolo.
—Combina con mi outfit —dijo.
No pude evitar que se me escapara una sonrisa, si será idiota.
—Morirás a la moda —le seguí el juego y él se echó a reír dejando salir el humo.
Luego hubo unos dos minutos de silencio.
—¿Qué es lo que necesitas? —me miró con seriedad otra vez.
Él me había ido a visitar dos veces a casa de Iwaizumi, en la segunda oportunidad decidí contarle todo lo que había sucedido —no me dijo si estaban bien o mal mis acciones— simplemente las respetó porque siempre espera lo mismo de mi parte para con su actuar. Sí se escuchaba más reacio a cualquier información o comentario referente a los chicos, pero no decía nada, y cuando le mencioné el campamento tampoco respondió muy contento.
—Que firmes mi autorización para el campamento de verano de vóley —aclaré con voz calmada—, será a partir de este sábado. Tengo hasta mañana para entregar el permiso y no será lejos, es aquí mismo en Tokio en la preparatoria Shinzen.
—¿Dónde queda?
—Qué sé yo, te enviaré la dirección en cuanto me la den.
—La quiero ahora.
Suspiré manteniendo la calma, Aomine tenía una actitud extraña y pesada, pero mayormente estaba de mal humor y era grosero.
—Hotaru...
—¡Bien! —exclamé un poco alterada.
Saqué mi celular y le pregunté a Anna por la dirección, al cabo de unos segundos me respondió que no sabía con exactitud, que le preguntara a Takeda. Me daba pena preguntarle al sensei, así que le escribí a Hinata, este me respondió al instante diciéndome que no sabía pero que le preguntaría a los de tercero ya que estaban en práctica. Tres minutos después una llamada entrante hacía sonar mi celular con fuerza.
—¿Quién? —preguntó Aomine, desde que me compró el celular he mantenido el mismo ringtone de llamada.
—La dirección que quieres.
Chasqueó la lengua al verme contestar. No pude ni saludar porque hablaron al primer instante.
—¿Por qué no me preguntaste directamente? —cuestionó Daichi.
—Porque sabía que estarían en práctica, disculpa —contesté con una leve sonrisa, percibí como Aomine se removió incómodo.
—Tranquila, siempre hay tiempo para ti —me mordí sutilmente el labio, este capitán está tan cerca de la perfección—, pero bueno, te pasaré a Sugawara que él quiere decirte la dirección. Asahi manda saludos.
—Vale —reí bajo.
—¿Hotaru-kun?
—Al habla.
—Hola guapa —musitó con un leve ronroneo, yo me quedé en shock.
—¿Suga?
—Aquí estoy.
—¿Te sientes bien?
—Claro que sí, belleza —se escucharon unos pasos—, ya me alejé, que divertido fue eso —comenzó a reírse fuerte.
—¿Qué?
—Nada, nada, disculpa el abuso, es que si estuvieras aquí entenderías.
—Ay Suga, ¿qué habrás hecho?
—Debiste ver sus caras Hotaru, en serio —siguió riéndose aún más fuerte.
—Bueno, bueno, venga ya, dame la dirección que mi hermano tiene ganas de matarme —Aomine y yo cruzamos miradas, sentí un escalofrío perverso ¿cómo sería él de profesor? No quiero ni imaginarlo.
—Lo siento es en... —la memoricé y asentí aún cuando sabía que él no me veía—, ¿la tienes?
—Sí, gracias.
—Siempre a tu orden, querida. Adiós —me alejé el teléfono de la oreja sin entender su trato, su risa se escuchó antes de que colgara.
—Recuérdame nunca volver a hablar con Sugawara-kun por celular —pedí distraída.
—¿Y si mejor nunca le hablas de ninguna forma?
—Cállate un poco —le reté con la mirada al verlo apagar la colilla del cigarro para luego dar un trago a su cerveza.
—Te las llevo contadas, Hotaru.
—Y yo a ti, Aomine.
El silencio adornó el lugar. Cada quién tomando de su respectiva bebida.
—¿Y entonces?
Contesté la dirección con mucha lentitud, estaba que le saltaba encima para golpearlo.
—Es cerca, puedes quedarte aquí al terminar aquello —musitó levantándose del sofá.
—¿Cómo?
—Has un equipaje amplio y pasa aquí las siguientes dos semanas libres, se acerca tu cumpleaños —pidió desde la cocina. Casi rio ante su pedido, pero lo pensé. Por lo general no paso tiempo con él, es la primera vez que me ofrece algo así, y Hajime y yo no estamos muy bien que digamos, entonces...
—Está bien, vendré acá al terminar el campamento.
—Bien, te llevarás una copia de la llave cuando te vayas, no sé si estaré en casa cuando llegues —asentí pero él no me estaba viendo.
Entonces me percaté de que mis planes se habían adelantado, tendría que llevarme todo mañana de la casa de Iwaizumi porque ya no volvería más. Me recosté en el sofá mirando el techo pensativa, Aomine puso música en su estéreo y mis pies comenzaron a moverse al ritmo de Basket Case de Green Day, no sabía que le gustaba esa banda, pero él era experto en sorprenderme.
Caí en un vórtice al cerrar los ojos.
Cuando una ropa cayó en mi rostro me espabilé de inmediato, me había dormitado. Miré por la ventana panorámica que decoraba toda la pared frontal del mini edificio y me percaté de que las calles estaban oscuras, la noche había hecho presencia.
—¿Sigues durmiendote bastante rápido? —preguntó Aomine con las manos en la barbilla, asentí—. ¿Qué pasa con el dolor de cabeza, sigue siendo constante?
Volví a asentir distraída, lo atribuía a la cantidad de estrés por las cosas que había estado viviendo y los exámenes finales.
—Hagamos un chequeo luego, he estado teniendo dolores de espalda, así que ya me toca.
Bostecé, si eso le hacía estar tranquilo.
—Está bien, pero luego me brindas una cena deliciosa.
Me miró negando con la cabeza.
—Tú celular sonó como 5 veces, contesté porque ya me tenía harto ese espantoso ruido —Aomine siempre buscaba la forma de insultar la canción de Wannabe de las Spice Girls, él no entendía de genialidades por completo—, era Hajime, le dije que estabas conmigo y le colgué, no sé qué pasa entre ustedes pero arréglenlo.
—¿Cómo sabes qué algo pasa?
—Por el tono que usó cuando contesté, casi voy a Sendai y le pego una paliza, pero se disculpó antes de que siquiera dijera algo; es buen chico, aunque como todo hombre puede ser un imbécil, perdónalo ya.
—En realidad no tengo que perdonar nada, él tiene todo su problema en la cabeza.
Chistó.
—Bueno, entonces no lo hagas preocuparse quedándote dormida en mi sofá que aparte que lo arruinas, lo haces sentir mal a él.
Me crucé de brazos.
—¿Quién te hizo el defensor de Iwaizumi?
—Tengo mis preferencias —elevó los hombros restándole importancia al asunto—, en fin, usa esa ropa y lava el uniforme, mañana debes ir a clases.
Lo vi acercarse a la puerta.
—Saldré a comprar la cena, no tardo.
—Está bien, te estaré esperando. Ten cuidado.
Quise abrazarlo, pero no me levanté.
—Tranquila, haz lo que te dije —me miró una última vez y salió cerrando silenciosamente.
Me dispuse a hacer todo, la ropa de él me quedaba gigante, así que simplemente me dejé su camisa que en mí era una bata, y seguí usando mi short escolar. Mientras lavaba el uniforme me percaté que Aomine seguía siendo realmente ordenado y aseado, para nada lo que aparenta. El tiempo pasó, así que me senté a ver televisión. Tenía el estómago revuelto por la preocupación, perder a nuestros padres había dejado una marca inigualable y solo pensar en la posibilidad de perder a Aomine me daba ganas de vomitar; por más peleas, insultos, golpes, llantos y alejamientos, era mi hermano, mi única familia y estaba internalizando el hecho de que jamás quería perderlo, aunque tuviéramos nuestras riñas.
Cuando escuché el ruido del portón del estacionamiento abrirse, me levanté emocionada. Me acerqué al ventanal para verlo, pero ya se había adentrado al edificio. Me senté nuevamente mirando la puerta, cuando la perilla se giró y entró, grité.
—¡¿Por qué tardaste tanto?! —el sonrojo quitó todo enojo de inmediato, detrás de Aomine entró en silencio un hombre de su tamaño, rubio y extremadamente atractivo—, ¿ah?
—¡¿Qué haces así?! —gritó mi hermano extendiendo sus brazos y piernas intentando taparme.
—¡¿ACASO DIJISTE QUE TRAERÍAS VISITAS?! —corrí hacia la habitación.
—NO LA VEAS MALDITO.
—No me dijiste que tu hermana era tan guapa —confesó su acompañante cuando abrí la puerta de la habitación de Aomine.
—¡TE MATARÉ!
Cerré con un gran estruendo. Mi corazón estaba acelerado de la vergüenza.
—Estúpido Aomine —musité sentándome en la cama.
¿Quién era ese agraciado pejelagarto?
N/A:
Aomine te amo.
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