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Capítulo seis - Oportunidades desperdiciadas.

Esa misma semana Hinata me llevó la imagen del panfleto, ya que según a Yachi le dio vergüenza acercarse a mí. Realicé un apartado promocional adjuntado a la imagen para intentar atrapar más peces gordos que quisieran donar dinero al club, Anna estuvo encantada. Me enteré que Hinata y Kageyama reprobaron exámenes, así que tuvieron que asistir ese viernes para las recuperaciones. Aunque de igual forma pudieron asistir a la concentración del fin de semana gracias a la diosa de Saeko, y según ella —que me llamó antes de comenzar el viaje de regreso a Tokio para darme los detalles— todo estuvo genial.

Ese fin de semana hablé con Iwaizumi y Oikawa sobre mi regreso a casa, no lo aceptaron muy bien y aún siguen renuentes por el hecho de que voy a estar sola, pero es necesario, ya he abusado por mucho tiempo de la hospitalidad de los Iwaizumi. Tooru me ofreció convivir con su familia como solución, pero inmediatamente Hajime y yo nos negamos, el as de Aoba ha sido respetuoso todo este tiempo y ha aceptado ser solo mi amigo, pero ambos sabemos que nunca se puede esperar lo mismo de Oikawa. El sábado después de las prácticas salimos a cenar junto al equipo, pero mantuve mi distancia y un severo gesto en el rostro por la presencia de Kindaichi y Kunimi; Makki y Mattsun hicieron que el momento fuera más entretenido al comportarse cariñosos y extremadamente atentos conmigo solo para que Hajime y Tooru estuvieran celosos en todo momento. El resto del fin de semana compartí algunos ratos con el dúo explosivo, hasta que comenzó la nueva semana escolar.

El lunes inició fatal. Me conseguí a Ryu antes de llegar al instituto y aunque lo intenté ignorar, lloriqueó bastante para que lo perdonara, y como estaba haciendo demasiado escándalo decidí zanjar el tema y aceptar sus lastimeras disculpas. El rapado me comentó que la noche anterior tuvo que detener un altercado entre Hinata y Kageyama, ambos se habían ido a las manos frente a Yachi, según él, por frustraciones acumuladas sobre el vóley. La noticia me puso el día gris, Shouyo es terco y Tobio un bruto, a saber cuándo se arreglará la cosa entre ellos, además de que eso atrasará cualquier avance del equipo, porque ambos son prácticamente los pilares del grupo.

Al culminar las clases decidí ir a visitar a Keishin, tenía muchos días sin dedicarle tiempo y sabía que podía estar triste y dolido por eso. Caminé tranquilamente pensando que el día parecía mejorar al estar libre del club y tener tiempo suficiente para una tarde amena, para posteriormente regresar a casa para la llegada de Hajime.

Pude ver a Ukai con una camisa azul distinta a la que normalmente usa, tenía su respectivo delantal y fumaba un cigarrillo mientras leía una revista. Unas chicas de Karasuno salieron del local y me vieron de forma indiscreta, suspiré recordando el comportamiento de las chicas con las que me topé el primer día de clases, pasé al lado de ellas sin volver a mirarlas y entré al lugar que más he frecuentado este año.

—Feliz tarde, Keishiiin —lo saludé con una voz chillona que lo hizo reír al momento.

Cada vez reafirmo mi pensamiento de que Keishin Ukai es realmente un hombre muy atractivo, con ese aire problemático y un liderazgo sorprendente, seguro que si él lo quisiera, sería un rompecorazones. Sin embargo, es un tipo dulce, preocupado y amable, características que no combinan nada con su look de gamberro. Sería genial tenerlo como padre o hermano, aunque si yo fuera unos años mayor, seguro que haría lo posible para que fuera exclusivamente mío, de manera romántica.

—¡Eh! —Ukai pasó su mano frente a mi rostro—, que pareciera que estoy hablando con la pared ¿en qué pensabas?

—Na-nada —respondí avergonzada, me giré intentando distraer mis pensamientos con cualquier otra cosa—, vine a comprar algunos dulces, y ver si podía ver a la abuela, la extraño.

Eso también era cierto, pero ufs, que vergüenza.

—¿O sea, qué a mí no quieres verme? —me sonrío de forma coqueta, pero sin segundas intenciones, aunque eso no ayudaba a mi nerviosismo—. La abuela está en casa, hoy me toca el turno hasta tarde ya que no hay entrenamiento.

Le lancé un caramelo a la cara.

—Oh, supe lo de Hinata y Kageyama ¿cómo harás con eso? —me acerqué al mostrador con algunos paquetes de galletas cambiando el tema abruptamente.

—Estoy pensando en ello —respondió en tono bajo mientras metía otras golosinas en mi bolsa, más por costumbre que por cualquier otra cosa.

El resplandor del atardecer le dió un toque especial a su postura, me hacía muy feliz tener a alguien como él.

—Te he extrañado Ukai —confesé tendiéndole la tarjeta para que se cobrara la cuenta, su rostro había tenido un semblante triste y me sentí mal por ignorarlo.

—No tanto como yo a ti chiquilla —me dio un leve golpe en la cabeza y metió mi tarjeta dentro de la bolsa—, esto corre por la casa.

—Shimada me dijo que Takinoue está molesto porque no he ido a los partidos de la asociación los domingos, ni a su tienda a visitarlo —agarré la bolsa y me apoyé del mostrador.

—¡Sí! Me tiene loco, así que por favor, llámalo o algo, sino terminaré golpeándolo para que deje la intensidad —contestó fastidiado.

Miré el techo, a lo mejor estaba apuntado muy cerca con la edad...

—Un hombre así de atento y preocupado es lo que yo necesito en mi vida, quizás deba casarme con Yûsuke.

—¡Por Dios! Ni se te ocurra decirle eso —volvió a golpearme la cabeza—, termina de estudiar y olvídate de los chicos, a esa edad lo único que dan son problemas.

Que acertado Ukai.

—¿Lo dices por experiencia? —le sonreí divertida.

—Oh, cállate —ambos reímos.

—Pero en serio, debo verlo, los extraño a todos y no sé si Shimada te contó, pero regresaré pronto a casa.

Mi miró emocionado.

—Eso es una excelente noticia, lo que más deseo es que todo vuelva a la normalidad, la abuela ha preguntado mucho por ti, además de que un viejo gruñón también regresó a casa y quiere conocerte porque la abuela no ha dejado de hablar de ti.

—¿Quién regresó? —pregunté extrañada.

—Mi abuelo Ikkei Ukai, el ex entrenador de Karasuno —sentenció con recelo.

—¿El entrenador por el que Kageyama se unió al instituto?

—Ese mismo.

Había notado que él y su abuelo no se llevaban nada bien. Tenía curiosidad de saber qué había pasado entre ellos pero no quería ser tan metomentodo, porque lo último que quería era hacer sentir mal a Keishin. Cuando quise preguntarle si Mitsuki había pasado por la tienda, la puerta del establecimiento se abrió y ambos miramos al recién llegado.

—Oh, Hinata —dijimos al unísono.

—Hola Hotaru-kun —tenía una mirada seria—, entrenador ¿cómo tengo que entrenar?

Los dos nos miramos al instante, el nombre de Ikkei resonó en nuestros pensamientos, si era tan bueno como dicen, seguro es el ideal para ayudar a Hinata.

—Los dejaré para que hablen, Keishin estaré en contacto —hice una reverencia y salí antes de que me pidieran que me quedara.

Caminé a paso lento hacia la estación de trenes y esperé con parsimonia. Comencé a darle vueltas al campamento que se acercaba, no solo tendré que soportar al equipo, sino que también estarán Kuroo y Kenma junto a todo Nekoma y un efusivo Bokuto que tengo que convencer de una cita con mi senpai mientras intento no pasar vergüenza frente al impasible colocador de Fukurodani, Akaashi Keiji. Los días venideros estarán tediosos.

Antes de llegar a casa de Hajime me entra una llamada de Anna.

¿Cómo está mi kôhai favorita? —entona con voz cantarina.

—Con hambre.

Bueno, dile a Hajime que te dé de comer —declaró con tono burlón, a veces Moyori podía ser bien intencionada con algunas insinuaciones—, en fin, te llamo para avisarte que Takeda nos dará los documentos mañana para nuestros representantes, ¿los tuyos quién los firmará?

—Me encontraré con mi hermano para que lo haga, él es mi tutor legal.

¡Ah! Yo quiero conocerlo —confesó ilusionada.

—¡Atrás, loca! Aomine Hayashi es propiedad privada y prohibida, mi hermano morirá virgen y solo, nadie tiene permitido profanarlo.

¿Virgen? Sí, claro —ese sarcasmo se detectó a kilómetros.

—¿Qué insinúas?

Nada, nada, tu hermano no se toca, ya entendí. Bueno, nos reuniremos el miércoles para dejar todo ordenado y archivado en el club antes de las vacaciones, cuídate.

—Adiós —colgué sin esperar su respuesta.

Sonreí al imaginar lo emocionada que debe estar por la próxima semana, realmente deseo que Anna logre una oportunidad reciproca con Bokuto.

Entré a la casa y fui recibida con absoluto silencio, me dirigí a la cocina para guardar los chuches que había traído y un papel en la nevera llamó mi atención. Era una nota de la madre de Hajime:

Hajime, Hotaru, tuvimos que salir de emergencia a Tokyo. Estaremos una semana y media fuera, por favor aliméntense bien, y Hajime, no atosigues a Hotaru, besos.

Reí con burla y entonces escuché la puerta de la casa abrirse. Un Hajime con rostro serio se asomó en la cocina.

—Pensé que ya estarías en casa —le tendí la nota con gesto burlón.

—Me atrasé por una chica —confesó leyendo, lo miré dudosa ¿por una chica?

—¿Cómo así?

Suspiró dejando la nota en la encimera. Se acercó al refrigerador y agarró una bebida energizante. Lo miré atenta mientras esperaba por su respuesta, sentía el corazón pesado.

—Esta mañana al abrir mi casillero una carta color rosa cayó de adentro. Me citaban a la salida, detrás del gimnasio de baloncesto, asumí que era una chica pero no me esperaba lo que me dijo.

—¿Y qué fue?

Me miró con ojos entrecerrados.

—Que está enamorada de mí desde hace dos años y que intentará hacer que la ame a como dé lugar. Sabe de mi amistad cercana con Oikawa, aunque no es un secreto en realidad, pero también sabe quién eres y que vives conmigo, hasta me dijo que sabía que estaba enamorado de ti.

—¿Qué? Suena a "estoy obsesionada contigo" —miré el piso intentando calmar los latidos acelerados de mi corazón, se sentía doloroso hablar sobre una chica que quería la atención y el cariño de Hajime, pero en algún momento iba a pasar ¿no?

—Sí, quizás. Pero me pareció tierna.

Suspiré y agarré la bolsa que iba a dejar en la alacena, me sentí triste así que me atragantaré con dulces en mi habitación.

—Bueno, quizás debas conocerla a ver qué sucede...

Salí disparada hacia las escalaras dejando a Iwaizumi con la palabra en la boca. Me encerré en mi cuarto hasta la noche, estuve viendo videos de vóley en youtube y chateando con Aomine para que viniera antes del viernes a firmar los permisos. Cuando estaba a punto de quedarme dormida, escuché dos golpes en la puerta.

—Pasa.

—Hotaru ¿no vas a comer? —preguntó Hajime desde el marco de la puerta, estaba con su típico chándal blanco y una camisa de dormir que marcaba su musculatura.

Que tipo tan atractivo, que bárbaro.

—No, no tengo apetito.

Desvié la mirada al piso y cuando el silencio me superó, cerré la laptop y me tapé con mi cobija, comencé a respirar por la boca al escucharlo acercarse a la cama.

Sentí como se sentó en el colchón.

—Taruu, no importa quién aparezca —musitó con voz ronca y colocó una mano sobre mi pierna—, tú siempre serás mi chica.

—Hajime —suspiré su nombre, quería quitarme la sábana y besarlo, quería saber si se sentiría igual que con Oikawa o mucho mejor—, tu amor es demasiado para mí.

—El primer amor nunca dejará de ser el más especial.

Lo abracé aún con la sábana encima de mí. Él me apretó fuerte, parecía no querer soltarme jamás. Pude sentir su corazón igual de acelerado que el mío. Poco a poco su mano comenzó a jalar de la manta, se sentía como si me dejara desprotegida.

—¿En serio debes irte? —preguntó en un susurro.

Sabía que continuaba reacio a mi partida, pero debía hacerlo.

—Sí, es tiempo de volver a casa.

—Yo siento que aquí es un hogar, cuando tú estás.

Temblé.

—Yo siempre estaré para ti, seré tu hogar andante, Iwaizumi.

Me soltó levemente y me miró a los ojos, estaba a solo diez centímetros de mi rostro, la tentación era demasiada, no pude evitar recordar a Daichi, estos chicos acabarán con mi poca cordura.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo —toqué su mejilla con suavidad.

Él cerró los ojos ante el gesto y comenzó a acercarse. Mi corazón saltó pero no me moví, después de tantos días conviviendo con Hajime, pude ver que él era casi perfecto, su atención había sobrepasado las expectativas, quería besarlo, no me importaba nada más; quizás me arrepentiría luego, pues andaba en la búsqueda de respuestas ante mis sentimientos, pero aquí y ahora: deseaba poder besar a Iwa-chan.

Estábamos tan cerca, olía a energizantes y pasta dental, abrí mis labios dispuesta a todo, él solo veía mi boca, era ahora o nunca.

Entonces su teléfono sonó.

La magia se rompió.

El gruñido que produjo desde lo profundo de su pecho me hizo alejarme con asombro, se escuchó realmente molesto. Contestó el celular con una voz tan seria, tan abrumadora que cuando me miró con ojos de disculpa, yo solo pude asentir restándole importancia. Él salió de la habitación cabizbajo y con su puño restante apretado, hablaba con su madre mientras intentaba recuperarse de lo que estaba a punto de suceder; quizás esta fue la única oportunidad de que nosotros dos estuviéramos así de cerca de cumplir un capricho.

Me lancé en la cama con ganas de gritar, pero también con alivio de habernos detenido, estábamos solos en casa, quién sabe qué pudo haber sucedido. Junto a esos pensamientos me quedé dormida de un momento a otro, ya que Hajime no regresó una segunda vez a la habitación.

Los siguientes tres días pasaron volando, desde arreglar el club, ayudar con la limpieza del aula de clases, hasta acompañar a Hinata a la casa de los Ukai, todo en 72 horas; me había divertido, era cierto, pero llegar a casa ya no estaba siendo tan entretenido.

Iwaizumi había estado llegando muy tarde estos días, lo esperaba cada noche en la sala, preocupada y preguntándome el porqué de su retraso, pero al llegar solo me saluda, dice que ya comió y sube a su cuarto mientras me ordena que vaya a descansar, ¿qué puedo hacer? Realmente no comprendo en su totalidad el problema, he hecho hipótesis, pero hasta que él no decida hablar conmigo, no sabré con exactitud cuál es el dilema.

En este momento estoy camino a Tokyo, salí antes del instituto y decidí ir hasta el apartamento de Aomine ya que en el último momento tuvo algunos encargos del trabajo, haciéndosele imposible venir hasta Miyagi. Pero como tengo hasta mañana para llevar los papeles firmados, me aventuré en el tren bala hacia mi destino.

Solo he ido dos veces al hogar de Aomine, el apartamento perteneció a mi padre durante su juventud. Es una de las herencias que pudo reclamar mi hermano antes de mi mayoría de edad. Ya que hasta que yo no cumpla los 18 años, el testamento de mi padre no será leído, mientras tanto la empresa de papá es administrada por la abuela y mi tío. Trato de no ahondar en el asunto, debo disfrutar mis años de libertad.

Al bajar del tren bala llamé a mi hermano para avisarle de mi ubicación. No soy muy buena con las calles de Tokyo, porque al vivir aquí nunca tuve amigos o familiares con los cuales pasear. Esperé frente a la estación por Aomine, el clima estaba cálido, el calendario marcaba 10 de julio y las calles estaban abarrotadas de estudiantes que acababan de salir de su penúltimo día escolar antes del verano.

Mi cumpleaños acechaba con fuerza, el 20 de julio cumpliría 17 años. Suelo pasarlo en el cementerio casi todo el día ¿este año Aomine me acompañará?

Miré el cielo azul tan despejado como el mar y deseé poder estar en una tranquila tarde de entrenamiento con el equipo, las cosas se habían arruinado un poco, pero ya no sentía tanto rencor, sino dolor, y el extrañarlos se hacía más fuerte cada día, suspiré sintiendo un cansancio mental repentino.

—¿Oya? —escuché a mi lado.

Giré mi cabeza de inmediato y me encontré con aquel extraño pero llamativo cuarteto. —¿Oya, oya?

—¿Oya, oya, oya?

Los dos del Fukurodani iban con su respectivo uniforme gris completo y los dos del Nekoma llevaban solo sus camisas blancas con sus corbatas rojas. Los miré atónita ¿eran amigos todos?

Bokuto saltó hacía mí.

—¡Hotaru-kun!

Entonces Kenma levantó la mirada y me sonrió.

—Kotaro, Kozume —susurré, eran quienes me caían bien entre los presentes.

—Que mal educada, gatita —Kuroo pasó un brazo por los hombros de Akaashi—, ¿cómo es que no nos saludas a nosotros?

—Suélteme Kuroo-san.

No me podía creer lo que veía.

—Hola —saludé con seriedad cuando  Bokuto dejó de abrazarme. No es como si fueran mis grandes amigos, pero aceptaba la efusividad de Kotaro solo porque se notaba que él era así de inocente como Hinata, y respecto a Kozume: el chico era demasiado tierno.

Kenma se acercó y rozó su hombro levemente con el mío, era como un saludo especial, y solo se quedó ahí, a mi lado. Los otros dos nos miraban con los ojos levemente entrecerrados y el entrecejo fruncido. Sonreí enternecida y acaricié el cabello rubio con suavidad, casi pude escuchar un ronroneo por parte del setter. Kotaro al ver que no obtenía atención apoyó su cabeza sobre la mía, pensé que iba a ulular y todo, reí.

La vida siempre intenta sacarte una sonrisa, aunque sea una mierda tu existencia.

—Pero que hermosa escena —habló Kuroo con sarcasmo.

—Aléjese Bokuto-san —sentenció Keiji con pesadez.

En eso el ruido de una moto estacionándose llegó a mis oídos, con mis ojos pude observar como Aomine se acercaba con una mirada llena de odio. En dos zancadas estuvo a mi lado, todo parecía pasar con lentitud. Me tomó de la cadera y de un tirón me alejó de los cuatro chicos.

—No toquen a mi hermana —miró a Kuroo de forma amenazante, ya este lo miraba de regreso medio amenazante y burlón.

—Cálmate hermano, son mis amigos y unos conocidos.

Me miró con semblante serio.

—¿Desde cuándo tienes amigos en Tokio?

—Aomine —pronuncié con advertencia.

—Tienes dos minutos para despedirte, estaré a tres pasos de ti —sin girarse, retrocedió tres pasos sin dejar de ver a los demás de forma amenazante.

Suspiré, que vergüenza.

—Me disculpo por la escena —me toqué la mejilla apenada—, fue bueno verlos, pero debo irme.

—¿Es cierto lo que me dijo Shouyo? —me preguntó el cabeza de pudín ante la atenta mirada del resto.

—Kozume, no sé qué te dijo Hinata, pero si es sobre lo que estoy pensando —hice una pausa juntando mis manos—, es cierto, pronto nos veremos, adiós.

Me despedí agitando mi mano y acercándome hasta donde Aomine. El peliazul de mi hermano les regaló una mirada despectiva y nos subimos a la moto, este aceleró enfurecido por las calles de la capital.














N/A:
Ptm ¿cómo no se van a besar? ☺︎︎



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