— ¡Lo sabías, Adam! Y no me lo dijiste. Son mis padres también ¿Sabes? ¡Ellos también me procrearon a mí!

—Olivia, no quería herirte.

— ¡Pero lo hiciste, Adam!

Escucho atento la discusión del par de hermanos.

No quiero estar en contra de ninguno.

Olivia merecía saberlo, pero Adam quería protegerla.

—No voy a discutir contigo por teléfono, Olivia. Hablaremos de ello en el hospital.

—Bien —cuelga y bufa—. Mi hermano es un imbécil.

—No diré nada al respecto, Livie.

Al cabo de unos minutos llegamos al hospital.

Siempre he odiado esos lugares, tienen un olor que te enferma, siempre están dando malas noticias y la comida es un asco.

Caminamos hacia la sala de espera, allí vemos a Adam. El rubio estaba dando vueltas por el lugar.

— ¡Adam Lucas Lee! ¿Dónde están ellos? ¡Dime ahora mismo! —le grita Olivia.

—Mantén la calma, Olivia. Los están interviniendo.

— ¡No me pidas que me calme, idiota! Dime dónde están los doctores, la gente. Yo no sé, pero no me quedaré de brazos cruzados —masculla.

—No quiero pelear contigo, Olivia. Ya te lo dije.

Ellos están enfrascados en su conversación mientras que yo no sé que hacer.

Jake, eres una lámpara.

Tienes razón, mini yo.

¡Estoy enloqueciendo, señor!

—Bien, iré a recepción, tu haz lo que quieras —Liv se aleja y camina hacia recepción.

Me acerco tímidamente a Adam y le sonrío.

—Hola, Adam.

—Hey, me sorprende verte aquí. ¿No habían terminado hace...? ¿Cuatro años? Si, cuatro.

—Hubo un reencuentro.

—Vaya que son cliché. Ambos, los mas populares de todo el colegio juntos, terminan ¿De casualidad no anduviste con "la nerd que nadie quiere" después de eso? —bromea.

—La verdad no. Que tu hermana me dejara me destrozó ¿Sabes?

—Y a ella también. Era un tormento oírla llorar cada noche, algunas veces dormía conmigo. Hasta consideré ir hasta tu casa a golpearte, porque ¡Vamos! Estaba molesto, fuiste la primera decepción amorosa de mi hermanita y también el primer ex-cuñado al que quise matar —río por su comentario—, pero ella me rogaba que no te hiciera nada. Decía que no eras el culpable de su ruptura.

—Pero ella tampoco lo fue —murmuro.

—Estuvo dos semanas sin ir a clases, la ayudé a hacerle creer a mis padres que estaba enferma.

—Lo recuerdo, me asomaba a sus salones, solo para verla. Las juntas del consejo eran el cielo y el infierno a la vez.

—Lo peor fue el día de su cumpleaños. Celebramos la fiesta alegremente, pero todo se arruinó cuando el DJ colocó Demons. Subió a su cuarto recién la oyó, aunque aún se oía hasta arriba.

—En serio le dolió —murmuro.

—Vaya que si.

(...)

En multimedia: Suelta mi mano, de Sin Bandera.